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Red Internacional
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La seguimos buscando. Este jueves, la nieta apropiada Clara Anahí Mariani cumple 45 años

Fue secuestrada cuando tenía tres meses, el día en que genocidas del Primer Cuerpo de Ejército bombardearon su casa y asesinaron a su mamá, Diana Teruggi. “Chicha” Mariani, su abuela, dedicó su vida a buscarla.

Gloria Pagés

Gloria Pagés @Gloria_Pages

Jueves 12 de agosto de 2021 14:51

"Clara Anahí Mariani Teruggi, cumplís 45 años y una vez más soltamos globos de colores con deseos de encontrarte.

Tenías tres meses cuando fuiste apropiada. Aún llevás otro nombre, otra identidad.

Tu abuela Chicha (María Isabel Chorobik de Mariani) te buscó incansablemente, hasta su muerte en 2018. Entre todxs te seguimos buscando".

Con estas palabras inicia la convocatoria de la Asociación Clara Anahí, que realiza este jueves, como todos los 12 de agosto, un acto para conmemorar el cumpleaños de la joven apropiada, un llamado a seguir la incansable lucha de su abuela Chicha, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo.

La Fundación tiene su sede en la misma casa que fue bombardeada el 24 de noviembre de 1976 en La Plata. En el operativo estaba el mismísimo jefe del Primer Cuerpo del Ejército Guillermo Suárez Mason. Lo secundaban el jefe de la Policía Bonaerense Ramón Camps y su mano derecha Miguel Etchecolatz, el jefe de la 10° Brigada de Infantería Adolfo Sigwald, el jefe del Regimiento 7 Alberto Presti, el jefe de la Comisaría Quinta de La Plata Osvaldo Sertorio junto a otros jefes genocidas.

Allí asesinaron a su mamá, Diana Teruggi, a Roberto Porfidio, Daniel Mendiburu Eliçabe, Juan Carlos Peiris y Alberto Bossio. Se sabe que Clara Anahí fue secuestrada del lugar con vida y desde ese momento nada se sabe de ella.

Su papá, Daniel Mariani ese día no estaba en la casa. Pero diez meses más tarde sería secuestrado por los genocidas.

Pero esos años también vieron nacer a organizaciones que convertirían el dolor y el desgarro en lucha y denuncia implacable. La búsqueda de Clara Anahí y otras niñas y niños apropiados sería el motor que llevaría a y desde hace precisamente hoy cuatro décadas no paró nunca de buscar a su nieta Clara Anahí.

La búsqueda de sus nietas y nietos apropiados, llevó a varias mujeres, entre ellas a María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani, madre de Daniel y suegra de Diana; a Alicia Zubasnabar de De la Cuadra, a Enriqueta Estela Barnes de Carlotto, madre de Laura, y a otras mujeres a fundar las Abuelas de Plaza de Mayo. “Chicha” fue la primera presidenta del organismo. La búsqueda fue siempre inseparable de la denuncia y la lucha incansable.

Chicha falleció sin haber podido encontrar a Clara Anahí el 20 de agosto de 2018.
Pero la lucha sigue. Por Clara y por todos y todas los nietos y nietas que falta recuperar. Por todos los genocidas que aun están impunes. Por eso seguimos exigiendo que abran los archivos, que ningún gobierno entrega en su totalidad para conocer el destino de nietos y nietas y de nuestros desaparecidos.

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Chicha escribió una carta conmovedora y cargada de sufrimiento cuando Clara Anahí cumplía cinco años, el 12 de agosto de 1981. La reproducimos, porque reafirma esa voluntad de lucha incansable y conserva una belleza cruda en el dolor de esa búsqueda esperanzada.

La Plata, 12 de agosto de 1981

Clara Anahí, mi chiquita, hoy es doce de agosto, es tu cumpleaños. Cumples cinco años, mi vida, y yo sólo puedo imaginarte…

Hace cuatro años y nueve meses, oscuras fuerzas te llevaron. Eras apenas un bebé con batita rosa, con una boca grandota que reía y reía y unos ojitos espiones que buscaban ansiosos las caras de papá y mamá, para reír de puro llena de amor. Y cómo reías cuando yo te cantaba el arrorró ¡Tan desafinada como siempre! La familia, gozosa, opinaba que demostrabas muy buen oído y gran inteligencia”.

(El espanto, el horror, aquel 24 de noviembre de 1976. Los tiros. La muerte... Y ‘desapareciste’. Te llevaron solita. Tenías tres meses. El tiempo se detuvo. Nunca más la vida).

Te he buscado, mi Anahí, sin descanso. Por sobre el desgarrante dolor de mis muertes. Ignorando las armas, las amenazas y las injurias, te busqué un día y otro día y otro y un mes y muchos meses. Apretando los dientes. Quemándome las lágrimas. Con rabia y desesperación. Estallando el corazón pensaba en tu primer dientito, en tus primeros pasos. Crecías y yo debía encontrarte ya, ya mismo, enseguida.

Fui imaginando tus primeros vestiditos y tus muñecas y el jardín de infantes. Y no te puedo encontrar, mi chiquitita: ‘Se ignora tu paradero’. Te compro muñecas, ¿sabés? Las tengo en cajas que ya tuve que cambiar por otras más grandes. Se acumulan muñecas... y no te encuentro.

Te busco sin descanso. Qué hicieron con mi bebita, con mi Anahí. ¿Dónde estás? Tengo que apurarme, tengo que encontrarte antes de que sigas creciendo lejos de mí, de lo que queda de tu familia. Todo mi tiempo y las energías que me quedan son para buscarte. Te encontraré algún día. Pero, por Dios, que sea pronto.

Debes ser alta como lo eran tus padres. Quizás te han cambiado la edad, quizás por eso empieces a ir al colegio demasiado pronto: en 1982, quizás. ¿Te habrán conservado el nombre? Te sigues llamando Clara Anahí o sólo Anahí. ¿O sólo Clara? Tu cabello seguirá siendo castaño oscuro y lacio -te decíamos ‘Pelopincho’-. ¿Habrás heredado la miopía familiar? Tus orejas grandes, también heredadas, ¿no cambiarán?

Te encontraré, Anahí mía, no temas. Tu abuelita te reconocerá porque te lleva en la sangre. Eres hija de mi hijo muerto. ¡Y tus ojitos, mi amor, quisiera tanto que no guarden la visión del horror! Que no haya quedado en tu interior el ruido de la metralla, el grito de muerte de Diana, tu maravillosa madrecita.

(Dios, si estás ahí, escucha. Diles que me devuelvan a mi nieta. Ayúdame a no odiar, porque no sé si son hombres o hienas los que me la llevaron indefensa, con su pañal y su batita rosa. Y a mi Anahí dile, por favor, que su abuelita está aquí, buscándola, arañando las puertas herméticas. Que la encontrará un día, que no tenga miedo. Díselo, por favor, para que no asome esa infinita tristeza a sus ojitos cuando está sola, cuando la roza el recuerdo lejano del total despojo).

Anahí mía, mi chiquitita, espera un poquito más, estoy buscándote. Mientras llego, sientes que te abrazo. ¿Oyes, no un solo corazón sino tres, latiendo juntos, bendiciéndote?

Anahí, Anahí mía, Anahí nuestra, confía. Ya nos encontraremos. Confía en tu abuelita, que se ha convertido en acero para buscarte pero que volverá a ser nido y tibieza en cuanto te encuentre, chiquitita mía.