Entrevistamos a la premiada escritora cordobesa quien hoy presenta "Inundación. El lenguaje secreto del que estamos hechos", su primer libro de ensayos. La escritura, la lectura, el movimiento de mujeres, Borges y algunos otros temas forman parte de una charla sin desperdicios.
Luis Bel @tumbacarnero
Viernes 30 de agosto de 2019
Eugenia Almeida es uno de esos orgullos que tenemos los y las cordobesas. Una escritora que ha trascendido las fronteras del país y las de la lengua castellana. Traducida en varios idiomas, su obra ha sido reconocida con diversos premios. Su novela El colectivo ganó en 2005 el Premio Internacional de Novela Las Dos Orillas organizado por el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón (España) y fue publicada en Argentina, España, Grecia, Francia, Italia, Portugal, Austria e Islandia.
La pieza del fondo, publicada en Francia y Argentina, fue seleccionada como finalista del Premio Rómulo Gallegos en 2011 y su tercera novela, La tensión del umbral, recibió en Francia el Premio Transfuge a la mejor novela hispánica. Ha también publicado el libro de poesías La pieza del fondo y como comunicadora social, trabaja además en diversos medios locales.
Hoy a las 19 horas presenta su nuevo libro Inundación. El lenguaje secreto del que estamos hechos, en Documenta, Lima 364, del centro e la ciudad.
El encuentro con Eugenia es en lo que parece ya ser su segunda casa, Documenta Escénicas, espacio cultural que también es responsable de la edición de la Colección Escribir. Comenzamos a charlar mientras prepara unos mates en la cocina del espcio y los temas se van sucediendo uno tras otro. En esta difícil tarea de la edición posterior de la entrevista, he decidido, por su riqueza, y por la posibilidad que da el soporte digital, dejarla casi completa en su extensión. Espero la disfruten.
¿Cómo surge esto de escribir sobre la escritura?
La invitación viene de Gabriela Halac, que está publicando esta Colección Escribir, que tiene el eje, no en reflexionar, sino en deambular en esta idea de la escritura; no solo de la escritura literaria, sino de la escritura general que nos puede unir a todos. Esto del gesto que hace un trazo y el por qué algunas cosas tienen que pasar por ahí y otras cosas no.
Y en cada uno de los libros de la colección, que son Cómo me hice viernes (una autopsia) de Juan Forn, La partida fantasma. Apuntes sobre la vocación literaria de Leonardo Sambueza (poeta chileno), El viaje inútil. Trans/escritura de Camila sosa Villada y Ojo de agua. Escritos de un fotógrafo de Rodrigo Fierro, hay como un extrañamiento. Por ejemplo en el de Camila, que es un libro que me encanta, ella habla de trans/escritura, donde trabaja lo autobiográfico, porque todos los libros de la colección tienen algo de autobiográfico también, y desde ahí va trabajando las dos líneas de la lectura y la escritura.
Desde su recorrido personal…
Claro, cómo aprendió a escribir, cómo aprendió a leer…
¿Y cómo se aprende a escribir? Vos que das muchos talleres, tanto de escritura como de lectura, ¿hay alguna fórmula?
Si tomamos el ejemplo de Camila, ella se centra en cómo aprendió a escribir en la escuela, ese primer trazo. Ahora, si la pregunta es cómo aprendemos a escribir literatura, la verdad es que no lo sé. Yo creo que inicialmente tiene que ver con ejercer una voluntad, de hacer algo que está disponible. Luego hay una construcción del escritor como alguien “especial”, y es una construcción que a mí me molesta, me indigna y me fastidia. Porque me parece que es un ejercicio de poder simbólico sin ninguna riqueza para ostentar.
Pero, ¿no existe una especie de personaje “el escritor”, un estereotipo que se instala y que se usa para justamente para vender libros?
Sí, pero no creo que sea necesario, creo que muchos lo hacen. Tampoco creo que sea necesario estar en las redes para difundir el trabajo y muchos lo hacemos. Justamente Inundación trabaja y da vueltas alrededor de la idea de la escritura en sí, no es todo lo que está alrededor de la escritura. Escribir no es publicar un libro. Publicar un libro es azaroso y depende de un montón de otra gente, y a mí me interesaba más poner el foco en el gesto de escribir.
Muchas veces la gente te dice cuando va a los talleres o cuando hace una clínica “Yo quiero escribir, y si uno quiere escribir, escribe. Más cerca o más lejos de lo que uno quisiera, pero eso nos pasa siempre. Deben ser muy pocos los que pueden hacer realmente lo que quisieran.
Mi interés estaba en ese momento de la escritura, que además es un momento que al igual que la lectura rompe con las estructuras que tenemos de tiempo y de espacio. Después todo lo que pase es accidental: si lo mostrás o no, si se publica, si encuentra lectores.
Ese momento íntimo de la escritura y de la lectura para mí están indisociados. La lectura es una forma de la escritura. Porque uno juega de otra manera, pero también es como leer.
Yo en el libro hablo de Georges Simenon, escritor belga que trabajaba con una programática hasta el último detalle, tenía fichas, datos. Hasta que no tenía todo no escribía. Y otros escritores, como yo, no tenemos nada programado y no sabemos qué va a salir, donde justamente la escritura es para saber qué va a pasar, y esta es la misma actitud que hay frente a la lectura.
Cuando uno lee hay algo de ese texto que se escribe en la mente, en la propia experiencia, y cuando escribe sucede eso también. Una escucha todas esas voces, aunque no sean conscientes.
Hablabas del libro de Camila, de la trans/escritura, ¿Inundación cómo está estructurado?
El libro abre con una cita de Juarroz, que hace referencia a un alfabeto del silencio, e Inundación está organizado como alfabeto. Donde para cada letra del abecedario hay una palabra que detona algunas de las cosas relacionadas con la escritura, y cada palabra, cada letra, es un capítulo.
Está estructurado así, teniendo en la mente como flotando un libro que leí hace muchos años de Ida Vitale, que se llama Léxico de afinidades, y que juega un poco con esa estructura y que me parece interesante para el desborde, para esa Inundación que lleva por título.
Al ser una profesional de la escritura y de la lectura también, ¿no hay como una pérdida de la inocencia ante lo que se está leyendo? A pesar de que tener más elementos es enriquecedor, al ser un tipo de especialista en el objeto que se aborda, ¿no se lleva toda esa carga encima?
Yo no sé si es pérdida de inocencia, yo diría pérdida de ingenuidad. Ingenuidad en el sentido que una conoce el dispositivo, ciertas cosas que funcionan ahí, y entonces puede ver otras. Pero no porque el escritor entienda más que el no escritor, solo lo vez porque lo conocés, como el mecánico ve un motor y sábe lo que le pasa, y yo no.
Sí, yo me imaginaba el ejemplo de un músico con el que por ahí estás escuchando alguna pieza y te dice “Escuchá, qué buen arreglo del bajo”, y el oído de uno, que no esta tan entrenado en eso, que está escuchando la obra como una totalidad, no lo percató hasta que se lo señalaron.
Yo diría que sí, que sucede, y ese ejemplo del músico que decís es la metáfora perfecta. Pero no diría que eso me pasa porque escribo, diría que eso me pasa porque leo mucho. Gran parte de mi trabajo es leer: leer para dar clases de literatura, leer para los talleres, leer para reseñar libros. Eso me puede hacer ver otras cosas. Lo que sí me parece que se crea es una especie de archipiélago. Cuando uno tiene muchas lecturas, se empiezan a tejer relaciones entre las obras y se crea esa constelación. Pero no sé qué es más lindo, si leer con cierta ingenuidad o leer con la capacidad de percibir algunos matices. Lo que no se pierde nunca es el entusiasmo, esa avidez de leer, y cuando encontrás un libro que te interpela, que es para vos y para ese momento, entonces sucede la fascinación.
La mayoría de los escritores con los que he hablado son bastante escépticos respecto al futuro de la humanidad en general. En ese marco, ¿escribir es una acto de fe?
Totalmente, yo varias veces en Inundación hablo de salto de fe, que es cuando uno salta sin ver qué hay del otro lado. La escritura y el lenguaje son un salto de fe. Cuando uno rasca un poco, para ver qué hay debajo del lenguaje, es en realidad la convicción de que hay otro del otro lado y que vale la pena hablar. Que no es lo mismo que es escuchar.
Yo muchas veces tengo deseo de dejar de hablar, pero no tengo deseo de dejar de escuchar a los otros. Pero esa cosa de "Sí, voy a decir", voy a poner en juego el lenguaje, ya es un acto de fe. Quiera uno o no, ese acercamiento, ese decir, es una apuesta por la especie.
Formar comunidad, porque cuando hay realmente ruptura entre las personas, y no digo gritos y odio, porque si hay eso no hay ruptura. La ruptura es el no decir, no hay peor retirada que esa. Cuando ya no hay interlocutor válido del otro lado. Mantener eso es decir todavía pertenezco a esta tribu.
Siempre hablás de la crisis que está atravesando el sector editorial, y al mismo tiempo uno se encuentra con muchísimas publicaciones independientes o editoriales incipientes que están sacando su primer libro, ¿ese circuito alternativo surge como respuesta a este momento económico?
Ahí hay que pensar y hacer una diferencia entre lo que es auto publicación, de lo que es una editorial, aunque sea pequeña. Porque una editorial es mucho más que imprimir un libro, es crear un catálogo, crear colecciones, acompañar el libro, acompañar al autor. Ese trabajo es el que está siendo destruido ahora.
Con la subida del dólar el papel se fue al doble y hasta las editoriales grandes han suspendido el plan programado para este año. Imaginate las editoriales medianas o pequeñas, tienen que restringir todo. Incluso lo que vos decías de nuevos autores. El riesgo de apostar a alguien en esta situación: si tenés que publicar algo nuevo o un libro de Piglia, bueno, vas más sobre seguro si tenés un inédito de lo segundo.
Y ahí hay que diferenciar. No estoy en contra de las otras publicaciones, yo creo que toda publicación está bien, porque eso cubre un espacio que hay que cubrir. Pero no tiene relación con ese mundo editorial independiente que está siendo arrasado. El gobierno de Macri con los recortes en el presupuesto, los despidos, los cierres de lugares, la suspensión de programas, el no envío de libros, el abandono del plan nacional de lectura, ha provocado una catástrofe. Bajo la excusa de la bibliodiversidad como un valor, abrieron las importaciones. Dijeron "Ahora vamos a poder leer lo que queramos", y no, vamos a leer lo que otros países desechan y envían como saldo. O libros interesantes, que los hay, a precios europeos imposibles de pagar. Esto, en desmedro de la industria editorial nacional, a la que se le dio el tiro de gracia. Sobre todos a las independientes, porque, ¿quién va a publicar libros como los que publica Tinta Limón, o Documenta? No lo van a hacer los grandes grupos, ni tampoco las autoediciones más artesanales. Entonces, por el contrario de lo que pregonaban, se destruye la bibliodiversidad.
¿Para vos tener una industria editorial fuerte lleva al surgimiento de nuevos escritores y escritoras?
Por supuesta, está muy relacionado. Hay un mito del editor como el manager de la banda de rock, como aquel que los explota a los escritores y se queda con toda la plata. Pero el lugar del editor, cuando es un buen editor o una buena editora, es fundamental. Los escritores hacemos manuscritos. Lo que yo hice fue un archivo de Word, esto que tengo acá, el libro, lo hizo Gabriela Halac, Lucila Mazzini, Demián Orosz, Lucas Di Pasquale, todo el equipo de Documenta. Y hay todo un trabajo que viene después, la distribución, los libreros, los mediadores culturales. El libro se va haciendo en muchos tramos hasta llegar al lector. Cuando vas a una librería y decís “Quiero el último de Cabezón Cámara”, pareciera que está de un lado Gabriela y del otro vos, pero en el medio están todas las personas que hicieron posible eso. Cuando eso se rompa, lo que vamos a tener son muchísimos manuscritos que nunca van a ser libros.
Hoy mismo si tuviéramos un circuito más fuerte, quien sabe qué maravillas estaríamos leyendo. Cosas que están ahora en las computadoras de chicos y chicas de 19, 20, 30 años. Yo he sido jurada de concursos literarios y leo cosas que me vuelan la cabeza. De buscar después de alguna mención quién es y qué está haciendo. Me pasó con una piba que es impresionante lo que hace, y no veo que publique y supongo que no es por falta de escritura, porque alguien que escribe así no deja de escribir. A mí me llegan muchos manuscritos y sí sé que hay una riqueza que está invisibilizada.
La editorial que me publica en Francia, que no es enorme, pero es fuerte, tiene un escritor de policiales que vende muchísimo, sale una tirada de 100 mil ejemplares y los vende, y todos los escritores que publicamos ahí, sabemos que podemos publicar nuestro próximo libro, porque él vende, porque hay una parte del plan destinado a nuevos libros, y si entra plata, el editor mete la mano y apuesta. Y lo celebramos.
Por eso eran importantes las cajas de manuales o del plan de fomento de lectura que se repartían con intervención del Estado antes. Ahí, kirchneristas y no kirchneristas estábamos de acuerdo, los jurados eran intachables, los libros llegaban. ¿Y qué hacían las editoriales con eso? Venía el Ministerio de Educación y te compraba de literatura infantil 10 mil ejemplares. Está bien, lo compraban a un precio más bajo, había un beneficio para el Estado. Pero para la editorial, encontrarse con ese dinero, aunque fuera un año más tarde, implicaba sacar otro libro. El editor bueno cuando tiene algo que le sobra, publica un nuevo libro.
El movimiento de mujeres ha dado lugar a un nuevo circuito cultural con gran impulso, si uno cubre eventos, alrededor del 70 por ciento de lo que se produce está hecho por mujeres, ¿qué impacto pensás que va a tener esto a futuro, por lo menos en el ámbito literario?
Yo creo que el aporte que estamos haciendo todas las que estamos en esto, pero especialmente las chicas y los chicos más jóvenes, que son muy impresionantes en cuanto a su estar en el mundo, es enorme. Creo que va a traer grandes cosas y ya las nuevas generaciones traen otra mirada. Sin embargo, nos falta tantísimo. En esto que vos decís yo estoy totalmente de acuerdo, pero te desafío a que vayas a cualquier ambiente cultural y lo plantees. Yo he recibido acá mismo, en Córdoba, comentarios de que las mujeres no escriben, y yo digo LilIa Lardone, Perla Suez, Tere Andruetto, Cristina Bajo, tenés que tener cara para decir eso. O que las mujeres no escriben bien narrativa. Me ha pasado muchas veces en instancias de participación en las cuales me he retirado con cierto fastidio.
En la Feria del Libro de Lima hubo un planteamiento por la proporción de mujeres que hay. Cuando arman las mesas en los festivales literarios, y lo hablaba con Andrea Jeftanovic (escritor chilena) y con Virginia Feinmann, y pasa en casi todos, si el tema es cuento, son 4 varones, si es la novela, 4 varones, si es la política, son 4 varones, y si el tema es la mujer, quizás ahí tenés un 50 y 50.
En la cabeza de quienes arman esos espacios, mucho más acá que en Buenos Aires, sigue reproduciéndose un esquema patriarcal, conservador, que atrasa 100 años, y pasa lo mismo en el mundo del periodismo, que es otro ámbito en el que yo me muevo. Falta muchísimo todavía.
Uno tiene un señor como Palazzo, que dice, sin que se le mueva un músculo, la barbaridad que dijo, y aunque yo no soy del mundo de la música se me empiezan a desfilar todos los nombres de chicas que hacen música. El destrato en general en los ámbitos artísticos y periodísticos hacia las mujeres es altísimo, lo veo y lo vivo. El nivel de misoginia y de homofobia es altísimo. Y hay un discurso correcto, pero si mirás un poco más de cerca, es tremendo.
En Córdoba, en el ámbito periodístico, el rol de las mujeres casi siempre es secundario, o columnistas o dan la información del clima y el tránsito.
Mirá, en Twitter hay un bot que te tira la proporción en Argentina de las columnas escritas. Por ejemplo, Página 12, columnas de opinión, y te da el porcentaje, y es terrible. Va variando según el día, nunca se invierte, o sea arriba del 50 por ciento de mujeres, pero por lo general ronda un 10 por ciento. Y no importa si es La Nación o Página 12. Creo que ahí no hay grieta, aunque haya variaciones ideológicas, todas coinciden en la postergación de la mujer.
Veo muchos varones que están tratando de mirar desde otro lado y que entienden, como vemos muchas mujeres, que el patriarcado no solo nos afecta a nosotras. Los varones también están confinados a roles horribles, donde se los obliga a ponerse en una posición que es espantosa. Pero veo mucha distancia todo el tiempo entre el decir y el hacer de gente que se considera muy "progre". Que tiene un discurso con vos y se da vuelta y grita “¡Para cuándo va a estar la comida!”. Pero, ¿cómo? Hace un minuto eras progre.
Se cumplieron los 120 años del nacimiento de Borges, personaje controvertido de la literatura y la historia argentina, ¿dónde lo ubicás vos dentro de la historia cultural y política nacional?
Creo que si bien es difícil y no siempre se puede, hay que separar la obra, del autor. A mí me gustan escritores y escritoras con las cuales tengo cero coincidencias ideológicas y hasta me ponen nerviosa cuando abren la boca, pero no niego que su obra es extraordinaria. También me parece que en esos momentos, y no lo voy a disculpar porque no soy quien tampoco, pero cuando se hacen lecturas de otro tiempo y de otro momento hay que tener cuidado. Pienso, Videla te dice que vayas a almorzar, y vos, ¿vas o no vas? Siendo que no estás en la clandestinidad luchando… ¿Cuáles son las consecuencias del no ir? No hay que tener una rapidez para el juicio en relación a eso.
Para mí la posición política de Borges estaba más explicitada por su ausencia que por su presencia. Es una forma extraña de participar y que es más difícil de interpretar.
Porque digo, si te gusta una obra, pero además te gusta lo que ese escritor o escritora hace, es extraordinario. En relación a su obra me gusta mucho más su poesía que sus cuentos. Los cuentos me parecen dispositivos perfectos, pero no sé si la perfección es lo que más me gusta. Me resultan admirables, pero yo busco más la conmoción. Sus poemas sí, me conmueven hasta el hueso.
Después me parece muy riesgoso el tema del canon. Esa cosa del ídolo a mí me perturba y lo hace en cualquier caso, aún si es alguien que me encanta en todo sentido. Me parece interesante que se haya elegido a Borges como “el escritor”, que es sin dudas extraordinario a nivel mundial, pero, ¿por qué él y no otro u otra? También es interesante ver por qué escritoras como Libertad Demitrópolus, o Elvira Orphée, Silvina Ocampo, han quedado en un segundo lugar. Y por salirse de las mujeres, por qué no Haroldo Conti, que es un escritor extraordinario, de una belleza que a una la deslumbra. Pero está ahí, en “Vamos a ver escritores desaparecidos”, bueno, surge Conti o Paco Urondo. Pero no está él por su obra, y su obra lo merece. Entonces hay que preguntarse por la construcción de ese canon, quiénes lo forman. También es uno de los temas que hablo en Inundación: ¿son los suplementos literarios, los especialistas en letras, la academia? Y, ¿cuánto lee la academia? ¿Qué lee?
Porque uno ya entra como en un espiral de silencio, porque te dan a leer solo lo canónico. No digo que esté mal, es solo una carrera de grado, pero lo que sí hay que saber es que el canon es eso: una construcción marcada por coyunturas sociales y económicas, que te marca qué ver o no. Tampoco hay que tomárselo tan en serio.
¿Te parece que hay en esa operación una continuidad ideológica que las clases dominantes vienen instaurando desde el Facundo de Sarmiento?
Puede haber una continuidad en las lecturas de las obras, pero no sé si en las obras en sí. Porque hay que pensar que el programa literario, entre muchas comillas, que tenía Sarmiento, era un programa político, la Generación del 80 quería imponer, construir, un modelo de país marcado por lo que vos decís.
Borges, cuando empieza a estar en el grupo de Florida y sacar la Revista Martín Fierro, acababa de volver de España, tenía 21 años, venía con la cabeza quemada de las vanguardias y el Ultraísmo y se mofaba de todo: del canon, de la academia, era un joven rebelde. Después a su obra la leo en los términos de la ficción, y después él puede construir su personaje como escritor, su propio linaje.
Lo que hacía Sarmiento para mí era otra cosa donde hay puntos de coincidencia con lo que es la literatura estadounidense, donde también hay todo un grupo de escritores a los cuales se los presenta como literatura, pero son los que estaban escribiendo la constitución. Como acá puede ser Alberdi. Entonces, ahí hay un campo extraño. Hubo una época donde en Argentina la literatura fue una herramienta para proponer e imponer un proyecto de país determinado. Y eran los escritores lo que pensaban en parte ese futuro.
Mi visión es que Borges era también un gran bromista. A mí me hace recordar a Kafka, cuando Kafka escribió El proceso, se juntaba en un bar con sus amigos y mientras les leía tenían que parar porque se estaban muriendo de la risa… Leyendo El proceso. Dicen que Kafka era un tipo jodón, divertido, hacía natación, pero nosotros lo leemos un una tónica trágica y hemos construido al tipo torturado al que le fue mal en amores, pero también era otra cosa.
Entonces creo que se ha construido una imagen de Borges, que cuando uno observa un poco más, no es tan así.
El otro día leía que Luisa Valenzuela cuya mamá era la escritora Luisa Mercedes Levinson, que escribió con Borges en algún momento, que ella los oía en el living de la casa morirse de la risa leyendo, y no es la imagen que tenemos, que es de solemnidad. Y si hay algo que Borges estoy segura que no era, era justamente solemne.
Tomar la obra para tratar de ver qué pensaba es arriesgado, me parece que ahí nos puso un caza bobos. No sé qué pensaba bien él, parece, y lo quiero resaltar, parece, por algunas cosas de las obras y por cosas que ha dicho en entrevistas, que él no hubiera tenido (y no quiero ser irrespetuosa con la vida de alguien), experiencias vitales. Barro, calle, golpes, desamores, escándalos. Las cosas por las que pasamos y que nos magullan. Algunas personas, y no digo que sientan menos, eligieron involucrarse de otra manera, o menos.
Tengo la imagen de Borges como si fuera la de un monje recluido en un castillo, pero no lo sé.
Evento de la presentación aquí.