Entre críticas amables a los stoppers y un gran halago al Estudiantes del ’82, el Flaco aceptó participar en la docuserie sobre el Narigón después de un año de insistencia. El recuerdo de ese delicado operativo según Federico D’Elía, productor ejecutivo de la saga, y Carucha Dejtiar, uno de los guionistas.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Viernes 10 de mayo 23:00
César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo, cara a cara.
La docuserie Bilardo, el doctor del fútbol tiene cuatro capítulos, se estrenó en 2022 y cosechó varios premios, entre ellos un Cóndor de Plata. Había entrado a edición un año antes de su lanzamiento, cuando todas las entrevistas estaban realizadas. Aunque a Federico D’Elía, su productor ejecutivo, lo seguía obsesionando la figurita más difícil la cartografía bilardiana: César Luis Menotti.
El primer obstáculo, claro, era la aceptación del propio Menotti. Pero hubo, antes, otro igual de sensible: la de la propia familia Bilardo. “Estaba en contacto por el documental con la familia de Carlos. Y un día les conté que queríamos hacerle una entrevista al Flaco. ‘No, no, no’, fue la respuesta. Una reacción automática y, a la vez, lógica: nadie quería reactivar una pelea”, dice D’Elía. “Nosotros tampoco, claro. Entonces, les compartí mi punto de vista: íbamos a evitar preguntas, respuestas y escenas que generaran incomodidad, porque no era nuestra intención; pero Menotti suponía alguien importante en la historia de Bilardo, así que estaría muy bueno contar con su voz”.
La disputa entre Menotti y Bilardo sobre la que se ordenó la cultura futbolera argentina durante varias décadas comenzó en mayo de 1983, cuando Argentina pierde un amistoso en España contra un club, el Real Valladolid, y el Flaco sentencia: “La Selección no puede regalar su prestigio”. Menotti quizá no midió entonces la magnitud de sus palabras. Pero el Narigón lo tomó como una traición. Y escaló una rivalidad impensada en las semanas previas a su inicio.
“No digo que eran íntimos amigos, pero la realidad es que antes del conflicto se llevaban muy bien. Además, ya como DT de Argentina, Carlos le reconocía muchas cosas al Flaco, especialmente su trabajo en el ordenamiento de la Selección, su profesionalización”, apunta Federico D’Elía. Es conocida la historia de las cenas en la casa de Roberto Saporiti por 1976. El Sapo era el ayudante de campo del Flaco, entonces DT de Argentina y campeón con Huracán tres años atrás. Y, a la vez, excompañero en Deportivo Español del Narigón, ahora entrenador de un Estudiantes que venía de salir segundo en el Nacional ’75 y tercero en el Metro ’76. Saporiti se recuerda anfitrión de lindas charlas entre dos genios de fútbol que lejos estaban de imaginarse enemistados.
“Por supuesto que no teníamos la confirmación de Menotti, simplemente planteé la idea a la familia Bilardo, porque era fundamental que ellos la aprobaran. En la producción todos entendíamos que, si el Flaco accedía, no iba a ser para agredirlo. Al final, de la casa de los Bilardo no me llevé un ‘no’, pero tampoco el ‘sí’. Lo entendí entonces como una especie de: ‘si ocurre, estará bien’. Así que iniciamos la otra parte: convencer a Menotti”.
D’Elía se recuerda muy insistente con el asunto: “Todos los días, sin excepción, preguntaba si lo habían podido contactar”. La primera respuesta fue negativa. Lo mismo del Pato Fillol. Hasta que, en un momento, el Flaco Menotti cambió de opinión. Sin embargo, una internación y la pandemia lo atemorizaron. “Se entendía todo eso, por supuesto, así que aflojamos”, apunta Federico D’Elía.
El trabajo siguió entonces avanzando sin ese apartado. Y, ya con todo el otro material de archivo y las entrevistas, la serie entró en la pista de edición. Hasta que llegó un mensaje: “Menotti les dará quince minutos para hacer preguntas”. El Flaco estaba participando en otro documental de la misma cadena multimedia y aceptaba un breve cuestionario sobre Bilardo en esa sesión de grabación.
¿Hubo condiciones de algún lado u otro? No pareciera: todos, en algún punto, entendieron la dimensión histórica de esa acción. “Independientemente de si dijera algo o no, hasta su silencio hubiese sido un aporte importante. Ninguno había participado en nada del otro y, en un punto, significaba aunque sea un acercamiento entre las partes”, expresa D’Elía. El que más lo comprendió, acaso, fue el propio Menotti. “No sabemos qué fue lo que lo terminó movilizando a aceptar”, confiesa Carucha Dejtiar, uno de los guionistas de Bilardo, el doctor del fútbol, quién también creyó en un momento que la serie iba a salir sin su testimonio “Quizás, el tipo haya pensado: ‘no puedo decir que ‘no’, ni tampoco que ‘sí’ y tirar mierda’. Ojo, es una apreciación personal. Pero que, en definitiva, hablaría muy bien de él: Bilardo no iba a poder contestarle, ni tampoco estaba en nuestros planes generar un debate. No era un escenario conveniente para nadie y nadie buscó eso”.
“Sabíamos que teníamos muy poco tiempo. No podíamos pelotudear. Ni hacerle preguntas que lo incomodasen a él. Imaginate: el tipo aceptaba… y nosotros íbamos de punta”, agrega Federico D’Elía. “No fuimos buscando ni una pregunta ni una respuesta en particular. Incluso, en algunos tramos, se escucha el viento. No fue la mejor condición de grabación. Casi que fue robado: lo tomamos poéticamente así. Lo importante, nuevamente, era su presencia”.
En efecto, lo primero que se escucha de Menotti en la serie es un halago al Pincha de Bilardo campeón del Metropolitano 1982. “En ese momento, Estudiantes era el equipo que mejor jugaba”, afirmaba el Flaco. Se trataba del mediocampo elegante de tres enganches que quedó en la historia: Sabella, Ponce y Trobbiani. “Los volantes eran todos jugadores de fútbol, es decir: tenían mucha técnica”, reconocía.
“Tal vez terminó aceptando por la insistencia nuestra y por cansancio de él, jaja. Pero quizás la situación por la que estaba pasando Carlos, y él viéndose grande, también transitando lo suyo, le hizo pensar que era valioso rescatar algo positivo del otro”, teoriza D’Elía, a quien aquella mención lo sensibilizó: el del Metro ‘82 fue el primer título que vivió del equipo del cual es hincha. “Eso habla bien de aquel Estudiantes, jaja, pero mejor aún del Flaco, porque reconoce un equipo que, en definitiva, está muy emparentado a su gusto futbolístico. La grandeza de, finalmente, animarse a decirlo. ¿Cuánto tiempo habrá tenido atragantadas las ganas de reconocerlo y no lo hizo por miedo a que lo cuestionaran quienes agitaban esa grieta?”.
Aunque el total de lo que habla se reduce a minutos, la de Menotti termina siendo la aparición más sorprendente del documental de Bilardo. Una pena spoilearlo, pero su primera intervención descoloca: ¿el Flaco opinando sobre algo del Narigón, y encima bien? El aporte es breve pero arrollador.
Por supuesto que luego Menotti se sincera con su mirada sobre la Selección de Bilardo, especialmente en los años previos a México ’86, cuando —salvo excepciones— jugaba indisimulablemente mal. “En lo futbolístico, con el Bilardo de la Selección no veo ninguna coincidencia. Bilardo jugaba con stopper, teníamos grandes diferencias”, dice quien terminaría siendo Coordinador de Selecciones Nacionales. Cada vez que uno hablaba del otro, evitaba mencionar el apellido. Acá, en una misma frase, el Flaco enunciaba a su némesis dos veces. Otro golazo de la producción.
“Es que la Selección había jugado bien, pero después estaba jugando muy mal”, se justifica Menotti. “Y no sé si fue eso…”, supone, encogido de hombros y mirando hacia arriba, sobre el posible inicio de la reyerta. “Eso”, claro, era su crítica al partido de Argentina contra el Real Valladolid. “Yo soy terminante con la Selección Argentina. Yo no puedo salir, ver que no juega bien y decir que jugó un fenómeno. No puedo”, agregó después.
“Pasa que empezaron declaraciones que a mí me molestaban mucho”, apuntó el Flaco. “Pero en el fútbol, para mí, no hay ninguna amistad cuando tengo que opinar del equipo. Son miradas diferentes”, dijo en una especie de cierre salomónico: para Menotti la discusión era estrictamente futbolística y no tenía que ver con consideraciones personales ni, mucho menos, ideológicas.
“El Flaco era un tipo inteligente, sabía dónde se estaba metiendo: el terreno de su ‘archirrival’, entre comillas. El documental era sobre otro, no sobre él. Nunca sospechamos que iría a hablar mal del Narigón en términos irreconciliables”, opina D’Elía.
“Menotti y Bilardo tienen muchos puntos en común. Incluso muchísimos más de los que creemos”, agrega el productor. “La Selección, por empezar, era una prioridad para los dos. El camino de una Selección mucho más profesional lo empieza Menotti. Él que dice que hay que conseguir un predio para entrenar, por ejemplo. Y Bilardo, cuando lo reemplaza, se suma a todo eso. El Narigón se lo reconoció siempre”.
“Pasa que nos fuimos perdiendo esta historia. Los grupos de periodistas tiraron para un lado o para el otro. Pero nunca supimos la verdad. Una pelea que, si pasaba entre otras dos personas comunes y corrientes, quedaba en la nada. Pero la protagonizaron dos monstruos del fútbol. Y la prensa lo alimentó”, expresa Federico D’Elía. “Entonces escaló una guerra absurda que no tenía sentido. Y no le hizo bien a nadie. Es más: empezó a verse lo más feo de los dos. Y de una manera medio ingenua, porque se prestaron a ese juego, en vez de quedarse callados. Terminó haciendo un regodeo por boludeces, por cosas chiquitas, personales, los gustos musicales de cada uno, por ejemplo. Mejor hubiese sido juntarlos a hablar sobre fútbol. Nos perdimos para siempre de eso”.