Rodrigo Valdés (PPD), ex ministro de Hacienda de Bachelet, rechazó cualquier proyecto de reducción de la jornada laboral.
Miércoles 31 de julio de 2019 12:43
Hace varios meses viene abriéndose camino el debate sobre la sobrecarga laboral en Chile. El promedio de la jornada laboral en ese país es enorme, supera las 10 horas diarias. Pero el debate se reabrió luego que la semana pasada fuera aprobado el proyecto de ley presentado por Camila Vallejos (PC) en la comisión de Trabajo de la cámara baja.
Desde el oficialismo, Mario Desbordes, presidente de Renovación Nacional (el partido del presidente Piñera) advirtió que le preocupan los efectos que podría tener en las pymes el proyecto presentado por la oposición. Por su parte, la diputada Karol Cariola (PC) planteó que "esto tiene que ver con distribuir de mejor manera la riqueza".
Desde el Ejecutivo, Piñera y el ministro de Trabajo están obstinados a avanzar en la precarización de la juventud, despidos masivos y poner al centro la multifuncionalidad, encubriendo todo esto con una fraseología pomposa que la podríamos sintetizar en que "Chile debe aspirar a una mayor adaptabilidad".
Ante esta discusión en un encuentro en la Universidad Católica, el exministro de Hacienda de Bachelet, Rodrigo Valdés, planteó entre otras cosas que "La propuesta de rebaja de horas de trabajo de 45 a 40 sin cambio en el salariales, equivale a un aumento del 11% del costo laboral".
Pero esta frase no hace más que demostrar 2 cosas, que hacen al mismo problema, pero de todos modos es importante definirlas. La primera es el carácter neoliberal del gobierno de Bachelet, que tuvo a un hombre como Valdés en la cartera de Hacienda. La segunda, que no solo es un gesto político con el cual se alinea con el Ejecutivo, sino que demuestra que su posición política y estratégica (es decir el sentido profundo de sus intenciones) es negar bajo cualquier punto de vista la afectación de las ganancias del empresariado.
Los compañeros del Partido de Trabajadores Revolucionario, que impulsan La Izquierda Diario en Chile, al igual que los compañeros del Frente de Izquierda Unidad de Argentina, planteamos repartir la jornada laboral en 6 horas por 5 días a la semana entre ocupados y desocupados sin reducción de sueldo sino estableciendo un sueldo mínimo igual a la canasta familiar, para terminar con las jornadas extenuantes y mejorar las condiciones de vida de las y los trabajadores activos, así como integrar la fuerza laboral del ejército de desempleados, cuestión que la propuesta del PC no toma por ninguna parte.
Esto que muchos consideran utópico, es mucho más realista que el engaño de que los cambios necesarios para las grandes mayorías obreras vendrán de la mano de los grandes empresarios y sus políticos, lo cual sí es totalmente utópico.
Atacar la concentración de la riqueza implica necesariamente afectar las ganancias de los capitalistas.
Solo es posible reducir la jornada laboral y distribuir los puestos de trabajo con la movilización de grandes masas obreras, de las mujeres y la juventud, es ahí donde depositamos nuestra confianza y energía, ya que esto no va a pasar como una demostración de buenas intenciones de los parlamentarios miembros de los partidos del régimen. Esto se impondrá con fuerza activa y movilizada en las calles, ¿o acaso podríamos decir que la reducción a las 8 horas de trabajo fue fruto de una altruista iniciativa parlamentaria? Por supuesto que no, fue fruto de grandes batallas dadas por los y las trabajadoras durante el siglo 19 y comienzos del 20 tanto en Europa como en América.
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Seguramente los políticos moderados y burgueses en la época en que las jornadas de trabajo podían alcanzar las 15 horas incluido el trabajo infantil, planteaban que era una locura reducir casi a la mitad la jornada laboral, y plantearían apocalípticamente, al igual que lo hacen sus colegas de hoy, que casi se desmoronaría la economía mundial. Por otra parte, reducir la jornada de 45 a 40 horas no da respuesta al problema del desempleo estructural que los capitalistas necesitan para que funcione el sistema.
Desde nuestra perspectiva, afectar las ganancias de los capitalistas, es decir, la riqueza que acumulan fruto del trabajo de la clase trabajadora, es recuperar lo nuestro. Pero para eso no basta una reformita aquí, un bono allá, no: para eso hay que darlo vuelta todo, hay que levantar un partido propio de las, los, les trabajadores, para que seamos sujetas y sujetos políticos, con nuestro propio programa y propuesta de gobierno. Esta es la única manera de transformar toda la fuerza social expresada en las calles una y otra vez, en fuerza política.