Un relato sobre la experiencia de haber participado de la tercera edición del evento impulsado por el gobierno de Larreta para "dar respuesta" al desempleo juvenil
Javier Nuet @javier_nuet
Viernes 1ro de junio de 2018
Fotos: Matías Baglietto * Enfoque Rojo
9,50 marcó la máquina del 15. Viajé casi una hora desde boedo, donde vivo, y llegué a palermo a eso de las 10 de la mañana. La “expo empleo joven” me daba la bienvenida con un cartel enorme en la esquina de Plaza Italia en el que una chica con lentes sonreía.
Como ya me había anotado por internet, pregunté cuál era la fila que tenía que hacer y empecé a recorrer la Avenida Santa Fe hasta Oro, donde tuve que dar la vuelta y caminar unos cuantos metros más para ubicarme al final.
Dos horas después, con los dedos congelados por el frío y la ropa húmeda por la llovizna que se mantuvo durante toda la mañana, llegué hasta la ventanilla de entrada, donde me dieron una credencial de ingreso con un código QR en el que cargaron los datos de mi Curriculum.
Caminé hasta la entrada de Sarmiento para acceder al predio de La Rural, donde esperaba, al menos, tener algunas entrevistas laborales. Es que estoy buscando trabajo hace tiempo y mientras todo aumenta, yo no puedo pagar las cuentas.
Adentro, lo primero con lo que me encontré fue un sector de “entrenamiento”, donde te enseñaban a armar el CV -que en realidad ya tenías que haber armado para entrar a la expo- y a desenvolverte en una entrevista.
En el segundo pabellón era donde estaba lo “importante”: stands de decenas o cientos de empresas, desde Mcdonald’s, Burger King o Kentucky hasta Banco Galicia, IBM, Phillips y Techint.
Lo llamativo era que en los puestos de comida rápida se armaban filas largas, mientras que para los bancos se acercaba poca gente. Claro, el problema era de requisitos: para hacer hamburguesas por un salario de $9000 pesos no te piden experiencia previa. Pero para un trabajo en una oficina o como cajero, que te permita llegar a fin de mes, quieren que hayas trabajado previamente en el rubro o que tengas estudios universitarios completos, algo casi imposible para mí o para cualquiera que tenga 22 años como yo.
De todas maneras, tampoco me ofrecieron laburo en las de comida rápida. Me acerqué a varias y lo que hacían era pedirte la credencial y scanear con un celular el código QR. Todos repetían lo mismo: “entrá a la página web y fijate los puestos que ofrecemos”. Después me hablaban de las “grandes oportunidades” que probáblemente habría para mí, pero ninguna me ofreció un trabajo concreto.
También quise saber más sobre las empresas, sobre los trabajos que ofrecían. Pero me di cuenta que la gran mayoría de quienes estaban al frente de los stands eran gente contratada para el evento, que repetían esa especie de cassette sobre las instrucciones para mandar el curriculum de forma online.
Por otro lado, había una especie de “burbuja” en el predio donde hacían charlas “motivacionales” resaltando el esfuerzo personal como el valor necesario y suficiente para conseguir trabajo y salir adelante.
Larreta me vendió la idea de que me iba a encontrar con una “oportunidad laboral” cuando en realidad este evento fue una posibilidad de negocio para las empresas. Probablemente, de los miles que pasamos por ahí, algunos consigan trabajo, pero con salarios bajos y condiciones malas.
Lo que el gobierno intenta transmitir es que el problema del desempleo y de los trabajos precarios se debe a que los jóvenes no nos esforzamos lo suficiente. Deberían explicar entonces por qué el 25% de los que tenemos entre 18 y 24 años estamos desempleados, y por qué la mayor parte de los pobres en Argentina somos jóvenes.
Quizás el esfuerzo lo tenemos que redoblar, pero para que cambie la sociedad y dejemos de ser siempre nosotros los que paguemos las crisis.