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Red Internacional
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DE NORTE A SUR. Extractivismo, agronegocios y lealtades: razones del aval presidencial a Insfrán y Arcioni

Dos provincias se llevaron la atención en el debate nacional en las últimas semanas: Formosa y Chubut. Tanto en una como en la otra se vieron problemas estructurales, largamente postergados y, no sin contradicciones y peleas, el apoyo de Fernández a un modelo de país que prioriza la ganancia empresaria antes que las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo pobre.

Viernes 19 de marzo de 2021 19:47

Foto: Enfoque Rojo

Hace unas semanas dos provincias gobernadas por aliados de Alberto Fernández, siguen siendo noticia: Formosa y Chubut. La primera por la represión a vecinos de la provincia y la segunda por los incendios forestales que ya destruyeron 1.500 hectáreas, dejaron hechas cenizas 500 hogares y se cobraron la vida de tres personas, además de las movilizaciones desde hace años ya por condiciones laborales de sectores estatales y contra la minería.

Aunque lo que provoca el repudio sean cuestiones diferentes, hay algunas semejanzas entre el régimen de Gildo Insfrán en Formosa y el de Mariano Arcioni en Chubut. Primero, que ambos manejan métodos similares, y segundo, el apoyo casi sin miramientos de Alberto Fernández, aunque en la última quincena afloraron fuertes tensiones con Arcioni luego del escrache que sufrió el presidente en Lago Puelo.

Pero por ahora pongamos en foco lo que ocurre en cada provincia.

Formosa: tierra de agronegocios y ferocidades contra comunidades originarias

Hace casi 26 años que es controlada por Gildo Insfrán. Cuando termine su mandato, en 2023, serán 28 ininterrumpidos años bajo el mismo mando. Es el gobernador con más años al frente de un ejecutivo.

En 2019, cuando Alberto ya estaba en plena carrera electoral, dijo de Insfrán que “Néstor tenía una obsesión con el norte argentino porque sabía que era una de las regiones más postergadas del país y el gobernador Insfrán supo interpretar esa voluntad para que sea Formosa la primera en la lista”.

Pero ¿de qué se trata esa “voluntad” que el presidente gustó resaltar? Los números que ostenta la provincia, lejos están de mostrar una provincia "de pie", como gusta decir Alberto.

Según la medición del Indec del año pasado, Formosa tiene un 42% de pobreza y 8,8 de indigencia. Junto con el área del gran Chaco y el NEA argentino, están dentro de las zonas con mayor desigualdad a nivel nacional.

Formosa, asimismo, es tristemente célebre por encabezar el ranking nacional de mortalidad materna, con 14,4 casos cada 10 mil nacimientos y es la segunda provincia (superada por Corrientes) en casos de mortalidad infantil con 11,3 casos cada mil nacimientos, según los últimos datos oficiales de 2018.

En contraposición, los ricos que manejan la provincia de la mano de la casta política, encuentran acá, fabulosos negocios.

En esta provincia, desde los años de Menem a esta parte, fue donde más creció el desmonte para favorecer al monocultivo de soja y el avance de la frontera petrolera. Según un estudio de Greenpeace se advierte que “Formosa es una de las provincias con más deforestación de las últimas décadas. Según datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, entre 1998 y 2018 se desmontaron 442.500 hectáreas”. Del otro lado, lo que los multimillonarios negocios dejan, es una nube pestilente de contaminación, glifosato y desigualdad abrumante.

Entendiendo el cuadro de situación que atraviesa la provincia, se comprende que el odio popular estalle, como se vio hace unas semanas, cuando comerciantes formoseños salieron a manifestarse contra la disposición de volver al ASPO.

Aunque la bronca haya venido (esta vez) de sectores medios, expresaron un malestar extendido, que el gobernador contestó con represión. Cabe resaltar, de todas maneras, que la provincia atravesó varios conflictos obreros, como la huelga petrolera que amenazó con nacionalizarse, hace pocas semanas.

Ante las decenas de detenidos, y las imágenes de la represión emitida a todo el país, Alberto Fernández respaldó una y otra vez a Insfrán, como así también lo hizo su ministra de Seguridad, Sabina Frederic y el ministro de Derechos Humanos Horacio Pietragalla, que a pesar de condenar vagamente la represión, también defendió al gobernador y acusó campaña sucia en su contra.

La represión del Barón feudal Insfrán contra las comunidades originarias y sectores populares, siempre fueron para favorecer a los mega ricos ¿acaso Fernández no conoce qué ocurre en las tierras de su “querido amigo”?

Pero la actitud del oficialismo no puede de ninguna manera tapar el cinismo de la oposición nucleada en Juntos por el cambio.

Patricia Bullrich fue la encargada de salir a hacer campaña por el espacio macrista, allí donde la polémica se desataba. Primero fue en Formosa, donde a cara de piedra, denunció la represión de Insfrán, con una performance que tuvo sus momentos de ridiculez.

No cabe dudas de lo repudiable del accionar del formoseño, pero nadie que conozca la trayectoria de Bullrich puede creer que le interesen las causas populares o las libertades democráticas.

En honor a la brevedad, solo resaltaremos que cuando conducía la cartera de Seguridad, sucedió la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado a mano de la Gendarmería. El accionar criminal de esa fuerza, fue defendido hasta el día de hoy por la exministra macrista.

Pero la gira de tintes electoralista de Bullrich no se detuvo en el norte argentino. Luego de los terribles incendios en la Comarca Andina, la referente de Juntos por el cambio rápidamente se apersonó en el lugar de los hechos.

Allí, centró su discurso de criminalización de las comunidades mapuches echándole la culpa de los incendios y resucitando la misma teoría que inventó tras la muerte de Santiago: la culpa es de la RAM.

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La campaña de Bullrich y las declaraciones de distintos referentes de Juntos Por El Cambio, fue amplificada por los medios afines como Clarín. En año electoral, muchas veces los conflictos locales tienden a nacionalizarse rápido.

Chubut: Fernández del otro lado de la mecha

Durante los últimos días, las imágenes del fuego arrasando con bosques enteros, casas e incluso llevándose la vida de dos personas, se propagaron por todo el país.

A pesar del escándalo que se llevó las tapas el fin de semana pasado fue por el supuesto “atentado” contra la camioneta en un confuso episodio, de fondo la problemática no es menos dramática que en la Formosa de Insfrán.

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En el territorio que comanda Mariano Arcioni, los problemas estructurales relacionados también (como su par norteño) con los negocios, son el trasfondo de los incendios. Como describe en esta nota la bióloga Alhué Bay Gavuzzo, más allá de lo que provocó el incendio específicamente, el fuego se expande descontroladamente a partir de problemas preexistentes.

La desinversión y el desfinanciamiento, que se arrastra de todos los Gobiernos, son la primeras causas de la propagación sin control de los focos calientes. Faltan camiones, aviones hidrantes y maquinaria vial. Huelga decir que hace 3 años que no se toman trabajadores de planta permanente en el Servicio Provincial de Manejo del Fuego de Chubut.

La precarización, regla en la provincia, no solo afecta a los trabajadores que están en la primera línea en el combate contra el fuego, a quienes se les adeuda meses de salario, sino en toda la planta de trabajo público provincial. Hace años que docentes y trabajadores de la salud cobran mal sus ya magros haberes.

Pero los recursos para pagarles a los trabajadores y para poner en pie un servicio coherente de prevención, están. El problema reside en que van a parar en subsidios para la megaminería y otros negocios provinciales; por ejemplo, en noviembre pasado se votó una ley en la legislatura provincial que le otorga subsidios y beneficios para las empresas que explotan el pino, uno de los causantes de la rápida propagación del fuego por sus características que lo hacen altamente inflamable.

Las imágenes de los vecinos que perdieron todo, hablan por sí mismas. Esta es la razón del repudio a Arcioni y la visita oficial del Sábado. Esta realidad es la que Arcioni y medios como el Diario La Jornada quisieron tapar hablando contra "la izquierda", el antiperonismo o "los grupos radicalizados". Un combo de frases hechas que nada le envidian al discurso derechista de Pato Bullrich, destinadas a sacar el eje de la discusión y criminalizar a quienes se manifiestan contra la contaminación.

Los incendios, de todas formas, no son un cisne negro en una provincia ideal para vivir. Estatales, docentes y personal de salud, hace años que luchan incansablemente contra una constante: Arcioni recorta partidas presupuestarias de salud y educación, no paga salarios a tiempo, debe aguinaldos y una larga lista de atropellos contra los trabajadores.

A la bronca contra las condiciones de trabajo, también hay que sumarle la bronca contra la megaminería contaminante, que congrega a miles cada vez que Arcioni pretende votar la zonificación minera.

En las últimas horas, luego de la manifestación y el ataque contra la camioneta de Fernández, el presidente decidió desmarcarse del ejecutivo provincial. En declaraciones públicas afirmó que la cuestión de la minería es "algo provincial" y él no tiene nada que ver.

Con el correr de las horas, las tensiones entre Arcioni y Fernández fueron creciendo, con voceros de ambos ejecutivos echándose mutuamente las culpas del confuso episodio del sábado pasado, cuando la camioneta del presidente terminó apedreada.

Las fricciones de los últimos días, sin embargo, no ocultan el apoyo general de Fernández al proyecto de megaminería, por eso se juntó con Arcioni varias veces durante el verano para darle su apoyo al proyecto de zonificación minera.

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La divergencia, puramente respecto a lo temporal, reside en que mientras Arcioni pretende votar ya o lo antes posible entregarle la provincia a las multinacionales, desde el Frente de Todos le piden que espere hasta después de las elecciones.

Minería y agropower: el poder real que el peronismo sostiene en el interior

A modo de conclusión, más que parcial, podemos decir que tanto en Formosa como en Chubut, los negocios alrededor del agro y la minería, son de carácter estratégico para el gobierno de Fernández ya que le pueden traer dólares frescos para pagar la deuda. Acá podemos ver la razón por la cual el presidente apoye a Insfrán y Arcioni, más allá de alguna pelea ocasional, como es el caso del último.

No obstante, no hay que dejar de lado que el plan a futuro encierra varias contradicciones. Las dos actividades conducen a la reprimarización de la economía, lo que se traduce en más sometimiento del país al capital internacional. Amén que los dólares que se produzcan de la soja y el oro, no se verán invertidos en salud o salarios, sino que todos irán a parar a los bolsillos de los especuladores y el FMI.

La contaminación, los que perdieron su casa, los enfermos por el glifosato, los bosques arrasados, son apenas un problema secundario para Alberto y los capitalistas. Todo sea por honrar los compromisos de deuda y la ganancia empresarial.

Con este breve recuento de lo que sucede al norte y sur del país, lo que se pretende es mostrar cómo, ante problemáticas estructurales que se expresan en desastres, pobreza y desigualdad, lo que une a ambas provincias son los negocios de los capitalistas por un lado y el apoyo incondicional de la casta política a los empresarios que destruyen todo a su paso.

Estas dos provincias, a su vez, comparten el apoyo hasta ahora del ejecutivo nacional, más allá de algunas peleas coyunturales, como es el caso de Chubut.

La estructura de poder del peronismo en las provincias no surgió con Alberto ni en el pasado inmediato. Es una construcción que podemos rastrear hasta, por lo menos, la vuelta del régimen democrático en Argentina, con algunos momentos de crisis profunda, sobre todo durante la década de 1990, con levantamientos protagonizados por desocupados, como el santiagazo en 1993 o las pobladas que atravesaron el país de norte a sur.

Una ingeniería fina donde se engranan políticas asistencialistas, dádivas para los amigos del poder y no pocos beneficios para los empresarios, que son los realmente mueven los hilos de la realpolitik.

Mientras que en los grandes centros urbanos el peronismo muestra su cara progresista, en el interior del país, donde cada gobernador mantiene su feudo, abunda la pobreza y el casi nulo desarrollo productivo. Allí, miles se ven obligados a la dura cotidianeidad de ver qué comen y la casta política lo único que les ofrece son algunas migajas con bolsones de comida o planes que verdaderamente son una miseria.