Jueves 31 de enero de 2019
En el mes de julio del año pasado Ricardo Ezzati era acusado por el fiscal regional de O’Higgins, Emiliano Arias que lidera las investigaciones en Rancagua por abusos sexuales de sacerdotes, por el delito de encubrimiento en los casos de la red de pedofilia conocida como La Familia y en el del ex canciller del Arzobispado, Oscar Muñoz.
Desde ese momento las miradas se centraron en el cardenal, quien carga con acusaciones de haber encubierto abusos cometidos por clérigos desde mediados de los años 80.
Este miércoles 30 de enero se llevo a cabo una audicencia, en el juzgado de garantía de Santiago, para analizar la “solicitud de sobreseimiento” extendida por el Ezzati en la investigación. En la lectura del veredicto, el juez Eduardo Gallardo señaló que no tiene "razones poderosas" para finalizar las indagatorias sin levantar cargos en contra del cardenal debido a que considera que "sí hay una acción investigable”, rechazando la solicitud.
"Ezzati, arzobispo de Santiago, se acogió a su derecho a guardar silencio en su investigación por encubrimiento de abuso sexual infantil, y ahora pide sobreseimiento. En serio no les parece de una inmoralidad impactante?", escribió en Twitter José Andrés Murillo, el director ejecutivo de la Fundación Para la Confianza.
Y es que la solicitud levantada por el cardenal no solo deja entrever su hipocresía ante las acusaciones en su contra, sino que traza, mas claramente, el papel criminal de La Iglesia Catolica, la que almacena un gran aparataje de personas que han perpetrado abusos por cientos de años.
La fiscalía tiene 38 casos de investigación abiertos relacionados con la pederastía, en los cuales hay involucrados 73 investigados (sacerdotes y laicos) y 104 víctimas, las cuales en su mayoría eran menores de edad al ocurrir los hechos.
La institución eclesiástica ya no puede seguir escondiendo bajo la alfombra la realidad, son cientos de víctimas que han sacado a la luz sus testimonios, dando cuenta de la doble moral que posee la Iglesia Católica. Mientras que por un lado predican sobre los “valores” y las “buenas costumbres”, por el otro no dudan en abusar de menores y cubrirse las espaldas entre ellos mismos. Así mismo, con esta doble moral, interfieren en cada asunto y debate político de la sociedad.
Todo lo anterior se traduce en una pérdida de confianza y credibilidad, siendo la institución peor evaluada este comienzo de 2019.
Ahora más que nunca es cuando debemos exigir con fuerza la real y efectiva separación de la Iglesia con el Estado, como lo vienen haciendo en Argentina a través de la campaña con el pañuelo naranja que tiene como consigna “Iglesia y Estado asuntos separados”, para que acabemos de una vez con los privilegios y derechos que poseen, como por ejemplo intervenir en cada debate y decidir sobre nuestras vidas.