Dialogamos con el poeta y escritor sobre su último libro, Los Teresos. Hablamos sobre los muchos cruces entre literatura, filosofía y política y le consultamos su visión sobre el peronismo, la izquierda y Myriam Bregman. “La gente varada en el exterior es la que duerme en la calle”, fustiga para expresar su rechazo a los rasgos más brutales del capitalismo.
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Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Viernes 13 de agosto de 2021 23:00
Hay una obligación de tener que ser original cuando en realidad es imposible y no tiene ningún sentido. Me parece que hay que tomar cosas que ya están, modificarlas, reelaborarlas, tratar de convertir el dolor en aventura, porque eso es la vida.
Fabián Casas es una de las figuras destacadas de la llamada “generación del ’90”: jóvenes poetas que comenzaron a escribir en pleno menemismo y que se nuclearon en la mítica revista 18 Whiskys. Escritor prolífico, trabajó en varios medios como periodista, incursionó en poesía con libros como Tuca y El Salmón; y también publicó dos novelas (Ocio y Titanes del coco), cuatro libros de cuentos y varias compilaciones de ensayos. Los Teresos es su segunda obra de teatro, publicada este año por Blatt&Ríos.
LID: Queríamos empezar charlando un poco de Los Teresos, que nos gustó mucho.
FC: Qué bueno. Una parte de Los Teresos está basada en mi primo, cuando él va a Ezeiza en 1973. Mi primo es como mi hermano mayor, una persona muy querida que me cuidó durante mucho tiempo. Él era de la JP. La pieza de él era increíble para mí porque tenía de todo. Tenía El Eternauta, discos de Los Beatles, libros de Nietzsche, había bombas. Eso era medio peligroso. Mi papá tenía una relación tensa con mi primo Carlos, que es un personaje con nombre y apellido en un cuento que se llama “La mortificación ordinaria”. Y él era como mi hermano mayor, y un día fue a Ezeiza y no volvió. Estuvimos toda la noche con la luz prendida, toda la familia, escuchando las noticias, que eran malísimas. Esa noche no dormimos. Y nos avisó Leonardo Favio. Él vivía en la casa de mi papá cuando yo era chiquito. Favio nos avisó que mi primo estaba bien. Ahí descansamos y, desde ese día, cada vez que un ser querido no viene —mis hermanos, por ejemplo, que se iban a bailar a Saint Thomas en Boedo y no volvían— yo no puedo dormir hasta que vuelve. Me quedó esa cosa atávica.
LID: ¿Cuántos años tenías?
FC: Ocho años. Era muy chiquito. Y a su vez también había una cosa muy contradictoria, muy intensa, que era la relación entre mi mamá y mi primo. Estoy pensando que mi tercera obra de teatro va a ser sobre mi mamá y mi primo; porque mi mamá era una persona sin instrucción, que vino de Entre Ríos, no sabía escribir. Después aprendió un poco, muy mal. Era de una extracción muy popular. La mamá de ella, y la de mi papá también, habían sido casi esclavos con el patrón Costas. Y a mí me llamaba la atención que no fuera peronista. En ese momento, cuando yo tenía ocho años, era peronista. En la primaria me acuerdo de que cantábamos canciones sobre la vuelta de Perón. Mi primo era una persona increíble, me llevaba a las villas, estudiaba Bellas Artes, me llevaba a hacer murales y a mí me encantaba. Y mi mamá en esa época le decía a mi primo que Perón los iba a traicionar: “ustedes trajeron a Perón y él los va a traicionar”. Y cuando echaron de la plaza a los Montoneros, fue una catástrofe. Ahí también nos preocupamos; lo estábamos viendo por televisión, mi mamá no quería que mi primo fuera a la plaza, claro, porque también lo amaba. Entonces me impactó la posición política de mi mamá de que Perón los iba a traicionar porque el peronismo que llegó acá en el ‘73 es el peronismo de derecha. El peronismo es de derecha.
LID: Pero ese en particular venía a desactivar.
FC: Claro, vino con la derecha ¿no? En general es de derecha pero ahí era total. A mí me impactó que mi mamá saltara. Mi primo la empezó a pasar muy mal después de eso. Porque se comió una represalia de sus compañeros y ni hablar luego con la dictadura militar. Tuvo un quiebre emotivo. Y bueno, después pasó el tiempo, no mucho tiempo más, y yo estaba en la calle jugando al fútbol con mis amigos en la vereda y escucho que había muerto Perón. Y entro a mi casa y mi mamá estaba llorando porque había muerto Perón. Era una contradicción andante. Eso es un misterio del peronismo.
El personaje de John William Look es John William Cook. Es el sueño de que el peronismo sea de izquierda. Un sueño imposible.
LID: De eso hablás en el ensayo “El Nestornauta”, publicado en La supremacía Tolstoi.
FC: Sí. Y después, cuando era chiquito estuve en el PC. Era de un círculo con mis amigos del colegio San Martín donde yo iba en Boedo y siempre me insistían que había que trabajar sobre la desilusión del peronismo. Entonces Los Teresos tiene una parte política, que no lo notan mucho cuando lo leen. El personaje de John William Look es John William Cook. Es el sueño de que el peronismo sea de izquierda. Un sueño imposible. Pero es un sueño que tenemos. Un sueño muy potente. Y bueno, todo lo que escribo, viste, aunque sea un poema sobre una manzana, es político para mí. Y me llama la atención cuando me entrevistan por Los Teresos y no hacen una lectura política. Aunque no solo está construido con eso. También está construido en ciertas ideas que yo tengo sobre el esoterismo. He leído mucho esoterismo: Krishnamurti, Castaneda. Pienso que el esoterismo es muy poderoso, tiene saberes extraordinarios, pero que si vos no entrás y salís de lo esotérico siempre caes en una secta. Y de hecho es concreto, salvo Krishnamurti que disolvió la Legión de la Estrella, porque lo querían poner como el maestro del boom espiritual y todo… En general Castaneda, Gurdjieff, todos terminan en sectas. Bueno: Osho. Peter Sloterdijk es un filósofo genial, estudió con Osho. Entonces me parece que en el esoterismo hay que entrar y salir y de ciertos movimientos también. A veces me parece que también la izquierda se pone medio esotérica. Creo que tiene que haber algo adentro que la regenere para que pueda hablar de otra forma. Por eso siempre pensé que Myriam Bregman es muy atractiva: cómo habla, cómo se para, lo que dice. Siento empatía por ella. Y después siento empatía por ciertos políticos como Agustín Tosco, que para mí es un referente espiritual y político que siempre fue muy vapuleado por el sindicalismo, porque no tenía estructura.
Pienso que la vida puede ser un infierno y que si no metabolizás en risas las cosas horribles que pueden pasar, no podés convivir
LID: En Los Teresos también hay muchos elementos paródicos. Lo que estás contando son cosas muy intensas, pero al mismo tiempo están tratadas desde un lugar que genera risas. Y vos en los Ensayos Bonsai habías hablado contra la parodia.
FC: Lo que critiqué ahí fue el cinismo más que la parodia. Siempre pienso que hay una tensión que no sé si se logra pero en mi vida cotidiana escribo con humor. Pienso que la vida puede ser un infierno y que si no metabolizás en risas las cosas horribles que pueden pasar, no podés convivir. Siempre tengo una salvación por el humor. También es una forma de conocimiento.
LID: Sí, y también en un momento trágico como el actual, también uno busca reírse.
FC: sí, es trágico y sin embargo, yo viví la dictadura militar. Para mí es incomparable. Lo veo peor que la pandemia.
Y me parece que hay que ir a una superación del Kirchnerismo. Tiendo a pensar más en términos de izquierda: el socialismo, la igualdad
LID: ¿Cómo ves al gobierno actual?
FC: El gobierno actual tiene cosas que comparto y cosas que no. Y me parece que hay que hacer un trabajo para ir a una superación del Kirchnerismo. Tiendo a pensar más en términos de izquierda: el socialismo, la igualdad. Creo que la díada izquierda-derecha está determinada por el capitalismo. Tiendo a pensar en la micropolítica, en cosas cotidianas, cómo te movés, ¿no? No tengo ninguna duda de que si hubiese estado Macri, la pandemia hubiese sido una catástrofe sin precedentes. No soy un crítico feroz del gobierno, soy crítico del gobierno porque soy crítico de todos los gobiernos. Y no me gusta a veces estar en el lugar de crítico porque parece lo más fácil. Tengo una gimnasia de estar siempre cuestionando, no solamente al gobierno, también a mí.
LID: Pensaba en el personaje de Tobías, dentro de Los Teresos, que decías que tiene que ver con tu primo, que trata a John William Look de traidor (le dice Augusto, por Vandor) y está totalmente atado al acontecimiento de lo que fue la Masacre de Ezeiza, de hecho en un momento lo dice. Camina hacia atrás y siempre está mirando lo que pasó hace muchos años…
FC: Como si se hubiese quedado atrapado por eso.
LID: Si, ¿ves una relación con el peronismo atado al pasado?
FC: Si, lo veo, hay una especie de corazón retro del peronismo; lo que pasa que el futuro no lo podés ver. Yo no veo el futuro, no me interesa ver el futuro, me interesa pensar el presente. La idea de la esperanza me parece muy improductiva, un pueblo que espera es un pueblo que se queda en el molde. Y también me hago cargo de que soy un burgués, en el sentido de que yo puedo cuestionar a Juan Grabois pero estoy viendo Netflix. Y Grabois está dando una pelea que, me guste o no, esté de acuerdo o no cómo lo hace y lo que dice y todo, para mi es fundamental, como es Myriam Bregman también. A diferencia de lo que piensa mucha gente que cree que este país es un país de mierda, yo pienso que este país es un país increíble y que tiene gente muy potente que está haciendo un montón de cosas. Que las hace también como puede. Me examino a mí mismo. No soy Ernesto Guevara. No sé si tiran tres tiros y no me encierro en mi casa. Creo que sí. Tengo mucho cuidado cuando opino sobre determinadas personas porque no sé si yo doy la talla para esas cosas y creo que hay gente trabajando en lugares muy hostiles, muy intensos, que la está rompiendo, porque si no este país se hubiese desintegrado ya.
Está totalmente naturalizado que hay personas que pueden tener una isla y personas que están en la calle, eso me vuelve loco.
LID: En varias entrevistas hablás sobre el capitalismo desaforado. ¿Qué temas te parecen los más urgentes para atacar y modificar?
FC: Los que están varados en el exterior son los que están en la calle. La gente varada en el exterior es la gente que vive en la calle. Creo que esa es una decisión radical que hay que tomar, que es claramente eliminar la pobreza. Eso es algo central, para mí no hay ningún tipo de división con respecto a eso. Y después la educación, la salud.
LID: ¿Viste lo que pasó en Guernica el año pasado?, el desalojo.
FC: Sí, fue tremendo. Y esta idea también de que está totalmente naturalizado que hay personas que pueden tener una isla y personas que están en la calle, eso me vuelve loco. Creo que hay un montón de personas que están de acuerdo con que eso está mal, inclusive gente que está en el PRO, que creen que eso está mal en algún lugar de su corazón, pero bueno, ¿cómo los interpelás?
LID: Hablaste de la grieta…
FC: Pensá que hubo grieta en la izquierda, nunca se pudieron unir toda la izquierda, pero te llama la atención que ante un enemigo tan poderoso no te puedas unir.
LID: Igual el FITU logró la unidad de la mayoría de la izquierda.
FC: Sí, por primera vez en mucho tiempo, pero me llamó la atención todo lo que tardaba, la lentitud, parecía una película de Lisandro Alonso. A mí me gusta mucho estar con personas que no piensan como yo. Eso para mi es central. También veo que en general los gurú, los maestros, los dirigentes políticos, intentan no emancipar, porque eso mantiene al maestro o al dirigente. Cuando emancipás ya no necesitas al maestro.
LID: En el FILBA dijiste que la originalidad es un cheque que te da el capitalismo para armarte una deuda que nunca terminás de pagar.
FC: Hay una obligación de tener que ser original cuando en realidad es imposible y no tiene ningún sentido. Me parece que hay que tomar cosas que ya están, modificarlas, reelaborarlas, tratar de convertir el dolor en aventura, porque eso es la vida. Tuve que trabajar mucho contra cierta melancolía, tuve que hacer ejercicios físicos para estar bien de ánimo, recién ahora —esto hay que decirlo en voz baja porque si decís que estás bien en voz alta se despiertan fuerzas misteriosas y te hacen papilla en una semana... Sin embargo, me siento mejor ahora, a pesar de que estamos en una pandemia. Sartre escribió: nunca fuimos tan libres como en la ocupación alemana, porque ahí cada día era una decisión tremenda. Si estoy acá con ustedes, hablando, es una decisión. Vas a ayudar a alguien en la calle y no pensás si te podés agarrar el Covid, es una decisión ética. Yo voy y lo hago, no me importa. También entiendo que haya personas que digan: no, para. Son decisiones del día a día, de momento a momento, que tenés que tomar. Yo renuncié a mi trabajo porque me habían obligado a echar gente y renuncié: dos veces me pasó y las dos veces renuncié. Otros compañeros pensaron que había que quedarse a pelear adentro y había otros compañeros que no querían renunciar al cable y todo eso. Y nada me parece tan malo como para mandarlos al paredón. Me parece que hay que tener una comprensión de las personas, porque, si no, no podés empezar a unir. Hay un enemigo que es muy notable, que es la gente que trabaja para el Capital, que es salvaje.
A mi generación se la llama generación del ’90 y siempre se la acusó de ser apolítica. Para mí fue todo lo contrario.
LID: Trajiste a Sartre, y esto de decidir. Sartre hablaba mucho de los escritores comprometidos.
FC: A mi generación se la llama generación del ’90 y siempre se la acusó de ser apolítica. Para mí fue todo lo contrario. Empezamos en pleno menemismo, el primer golpe radical del neoliberalismo luego de la dictadura. Muchas personas opinan que la política es solo el Congreso, y la política está en todos lados. Suceden hechos políticos radicales que están por fuera de las estructuras políticas. Es muy potente eso.
LID: En relación con lo que decías de la generación del 90, pensé en tu novela Ocio, de hace algunos años, donde aparece el joven que no trabaja ni estudia. Está la juventud de los 90 ahí. En Los Teresos está el señor que se viste como joven y que fuma porro para apagar su pensamiento interno, que le habla como un GPS.
FC: Eso partió de un amigo mío Alejandro Lingenti y en la obra se llama Alexander Linshespir. Era mi mejor amigo y lo acompañé a ver una casa y ahí empezó la idea de Los Teresos, fue la chispa. Te muestran una casa, pero después, ¿qué es una casa? ¿Por qué importa tanto lo que tiene la casa o lo que se vivió en la casa? Es una caja de resonancia de las personas que vivieron ahí. Y una biografía también es una casa. Ahí cito a Alexander Kluge, un filósofo alemán que piensa mucho la esfera pública y cómo unir, cómo tender puentes. Tiene un libro que editó acá Caja Negra, que se llama El contexto de un jardín. Me siento muy identificado con esas personas, que están pensando en unir, en soldar. Me gustan más los soldadores que los soldados.
Myriam me parece una persona muy potente. Cuando la veo no siento dobleces. Me pasaba lo mismo con Horacio González.
LID: ¿La ves a Myriam Bregman como soldadora?
FC: Myriam me parece una persona muy potente. Cuando la veo no siento dobleces. Me pasaba lo mismo con Horacio González. Me parecía un genio. Se sentaba y hablaba con todos, era un militante del diálogo, de la comprensión. Y yo sentía que, independientemente de que a mí no me interesaba lo que él estaba defendiendo, él lo estaba defendiendo de forma genuina, no había una multinacional atrás ni nadie que le estuviera poniendo un sobre para que diga tal cosa. Ese tipo de gente genuina, la asocio bastante a Myriam con eso. A Santoro también. Pero creo que la voy a votar a Myriam. Salvo casos especiales como cuando hay que definir contra Darth Vader y el Imperio, siempre voto a la izquierda yo.
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Cecilia Rodríguez
Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)