En las alcaldías de Tláhuac y Xochimilco, las siembras de hortalizas se han visto afectadas por el encarecimiento de los fertilizantes y por los intermediarios, lo que ha generado que los cultivos hayan disminuido.
Lunes 23 de mayo de 2022
Al sur de la Ciudad de México, en las alcaldías de Tláhuac y Xochimilco, persisten tierras de cultivo en las cuales se siembran chilacayote, cilantro, acelgas, brócoli, espinacas, calabacitas, entre otros. La falta de fertilizantes se suma a las escasas lluvias de este año como consecuencia directa del cambio climático.
Los productores resaltaron que, en el 2021, el costal de urea de 50 kilos tenía un costo aproximado de 280 pesos; no obstante, el mismo costal para 2022 alcanzó la cifra de 1250 pesos, por lo que muchos agricultores ya no utilizan el abono, lo que ha impactado en el rendimiento de la siembra.
El agroquímico es necesario para obtener una mayor cantidad de hortalizas, sin embargo, cada hectárea al requerir al menos 10 mil pesos de inversión se ha vuelto insostenible para muchos campesinos. Uno de ellos declaró que “hay ocasiones en las que también usamos sulfatos y el foliar, que es un líquido, pero ahorita estamos entre dar de comer a la familia o fortalecer las plantitas, porque también hay lombricomposta, pero está a 6 mil pesos la tonelada y se necesitan cuatro”.
Asimismo, denunciaron que los intermediarios aumentaron excesivamente los precios, pues “un rollo de acelga, con un diámetro de 20 centímetros, lo vendemos en 40 pesos, y en los supermercados le ponen cuatro ramitas al manojo y lo dan en 10 pesos. Lo mismo con el brócoli: la bolsa de 20 kilos la damos, por muy caro, en 100 pesos, es decir, a 5 pesos el kilo, allá se los venden en 35 pesos el kilo; es mucha la disparidad del precio”.
También mencionaron que reciben un apoyo del gobierno federal de 5 mil pesos mensuales, pero en relación con el aumento de los insumos, este dinero es completamente insuficiente para sostener la producción.
El acaparamiento de los empresarios uno de los grandes responsables
Como es bien sabido, la pandemia por COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania han afectado la producción y las líneas de suministro a nivel mundial, pues las compañías de transporte, hoy en día, no operan al 100% de su capacidad y las zonas generadoras de alimentos que se encuentran en el teatro de operaciones bélico pararon su elaboración. Igualmente, no podemos olvidar que el cambio climático provocado por las grandes empresas y sus gobiernos ha modificado de tal manera los ciclos naturales que las sequías son más agresivas que antes.
A pesar de todo lo anterior, la creación de alimentos a nivel mundial sigue estando en un nivel suficiente para que la totalidad de la población mundial pudiera alimentarse; entonces, ¿por qué hay una inflación tan descontrolada? La respuesta no es sencilla pero tampoco es difícil de descubrir.
En todos los países del mundo existen grandes empresarios dedicados a la distribución de bienes primarios de consumo, es decir, los alimentos. Estas empresas se encargan de acaparar lo producido por los pequeños agricultores para luego revenderlos a precios estratosféricos al grueso de la población con el fin último de la ganancia. Esta situación es una de las principales razones para comprender el problema del alza de precios.
Ahora, la pregunta obligada es: ¿cómo garantizamos la alimentación para todas y todos? La primera salida viable para la clase trabajadora es la escala móvil de los salarios según la inflación, esto significa que los salarios aumenten cada mes por encima de la inflación.
Una segunda alternativa es un control real y efectivo de los precios para proporcionar todo lo que la población necesita es que los trabajadores de las fábricas y los campesinos con sus tierras dirijan la producción como la distribución de los medios existentes, pues mientras siga prevaleciendo las ganancias de los grandes empresarios como la meta a seguir, será imposible una repartición equitativa y justa de la canasta básica.
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