Esta es parte de la historia de una heroica milicia indígena del norte de Sinaloa.
El General Felipe Bachomo nació en 1886 en la comisaría de La Palma, alcaldía de Charay, en el distrito de El Fuerte, Sinaloa [1], sus orígenes son Yoreme-Mayo. Bachomo trabajó desde muy joven como jornalero en la región del Valle del Fuerte, experimentando las brutales condiciones de explotación laboral que ya desde entonces predominaban en el campo sinaloense. Aunado a ello, y al igual que muchos jóvenes indígenas de la región, la educación le fue totalmente negada por el Estado mexicano, que para ese momento era encabezado por el dictador Porfirio Díaz, quien ya tenía tres décadas como presidente. El 1 de mayo de 1911, junto con cientos de yoremes, se lanza a la Revolución adhiriéndose a las fuerzas de Rodolfo Ibarra Vega, en San Blas, El Fuerte, Sinaloa.
¿Su motivación? El pueblo Yoreme-Mayo habita la región del norte de Sinaloa y sur de Sonora desde hace al menos 2000 años [2] y sus tierras les fueron arrebatadas desde la conquista española; ellos se incorporan a la lucha revolucionaria guiados, principal, pero no únicamente, por el anhelo de la restitución de tierras que ancestralmente les corresponde.
Por ello los indígenas se alzaron en armas, y rápidamente adquirieron experiencia bélica, teniendo participaciones destacadas en los combates de Navojoa, Sonora, del 16 al 18 de mayo de 1911, y en Culiacán, Sinaloa, del 21 de mayo al 2 de junio del mismo año. Una vez consumado el triunfo del maderismo sobre el régimen de Díaz, surgió un descontento entre las tropas revolucionarias del Estado, muy especialmente entre los indígenas, a razón del licenciamiento de dichas fuerzas que estaba contemplado en los Pactos de Ciudad Juárez que se llevaron a cabo entre Francisco I. Madero, principal jefe revolucionario en esta etapa de la Revolución Mexicana, y los representantes del derrotado dictador Porfirio Díaz:
“...se dio por terminado el movimiento armado en el estado, se licenció al ejército y se exhortó a los soldados a regresar a sus casas, a su trabajo, pero los yoremes no podrían volver a las haciendas como si nada hubiera pasado. Los caciques, cuyo poder estaba intacto, tomarían represalias contra los indígenas.” [3]
Por esa razón, los yoremes vuelven a Mochicahui y Charay, Sinaloa y sus regiones aledañas, pero sin abandonar las armas, pues ello hubiese conllevado ponerse a merced de los vengativos hacendados y caciques regionales, quienes veían como un profundo agravio que los “indios” se hubiesen rebelado. La tensión se mantuvo durante todo lo que restaba de ese año y el siguiente. Además de ello, la incertidumbre de los mayos era cada vez mayor, pues no veían que Madero, ya como Presidente de México, mostrara voluntad resolutiva respecto a sus demandas de justicia agraria. Las contradicciones se aceleran y acentúan; la agudización de la lucha de clases después del golpe militar contra el gobierno maderista acontecido en febrero de 1913, los lleva a retomar la lucha armada, uniéndose primeramente a las filas del Ejército Constitucionalista, liderado por Venustiano Carranza. Se conforma, así, el tercer Batallón de Sinaloa, de integración indígena casi en su totalidad, teniendo exitosas participaciones en combate en el norte del Estado, pero conservando profundas diferencias con los dirigentes revolucionarios de la región, en quienes ejercía cada vez más influencia la corriente de Álvaro Obregón, mismos que tenían intereses de clase muy distintos a los de los indígenas.
Así, después de múltiples desencuentros durante ese y el siguiente año, el 22 de octubre de 1914, un poco antes de finalizada la Convención de Aguascalientes, los yoremes se sublevaban nuevamente en San Blas, El Fuerte, ahora contra el carrancismo. Para ese momento Felipe Bachomo se consuma como dirigente de los yoremes del Río Fuerte, integrando sus fuerzas, días después, al naciente Ejército Convencionista, el cual estaba encabezado, principalmente, por los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata; nueva fuerza revolucionaria que se enfrentaría a la de los mencionados Carranza y Obregón:
“Los yoremes en el villosmo constituían una alianza estratégica... combatían su suerte en el Norte buscando tomar Sonora, la cuna de los generales que habrían de encumbrarse en el pdoer; pero otro punto importante para el villismo era tomar el estado de Sinaloa bajo la dirección del general Tepuche Juan Banderas (de los primeros maderistas en el estado, después zapatista y ahora villista) y su segundo de abordo, el general Orestes Pereyra. Pancho Villa pretendía tomar Sonora y Sinaloa para desde ahí relanzar la guerra de movimientos o regular contra los constitucionalistas”. [4]
Pero durante la campaña militar en Sonora, Bachomo y sus seguidores se sintieron fuertemente identificados por la lucha que enarbolaron los yaquis en la sierra de Bacatete, quienes se orientaban por el ideario anarquista del Partido Liberal Mexicano, dirigido por Ricardo Flores Magón, gracias al trabajo ideológico que cuadros como Fernando Palomarez habían realizado previamente entre los indígenas sonorenses.
Al regresar al Valle del Fuerte, los yoremes se vieron motivados ideológicamente para desarrollar una lucha por la recuperación de tierras dentro de lo que constituía su territorio histórico, lucha en la cual ya se planteaban el desarrollo de un gobierno autónomo, totalmente independiente, razón por la cual en algunos momentos llegaron a tener desencuentros bastante críticos, también con el convencionismo:
“...al no reconocer a ningún gobierno, ni constitucionalista ni convencionalista, Bachomo desatendió los llamados de unidad de Enrique Moreno (secretario del gobernador constitucionalista de Sonora, Plutarco Elías Calles) y del gobernador villista de Sinaloa, Felipe Riveros. Bachomo puso en pie de guerra a 2 mil indígenas que pasaron a recuperar por la fuerza, tierras de las que habían sido despojados, aplicando las propuestas del Partido Liberal Mexicano.” [5]
De nuevo, la confrontación de clases se tornaba más cruenta: por parte de los latifundistas de la región, la respuesta fue tomar como prisioneros a algunos indígenas y anunciar que serían ahorcados en la Villa de Ahome. Sin embargo, el 26 de abril de 1915 Bachomo toma la villa y logra la liberación de los prisioneros. Casi todo el distrito de El Fuerte, con excepción de la cabecera, cae en poder de los indígenas durante los siguientes meses. El 17 de junio de 1915 las milicias yoremes toman por primera vez la ciudad de Los Mochis, hoy cabecera municipal de Ahome; en aquel tiempo un pequeño pueblo donde, sin embargo, ya se estaban asentando fuertes inversiones de capital extranjero en el campo, y comenzaba a surgir también la burguesía agrícola regional. La sobreexplotación de la fuerza de trabajo de jornaleros de todo el país, así como del territorio de los valles agrícolas de Culiacán, Guamúchil, Guasave, Ahome y El Fuerte, en Sinaloa, pero también de Navojoa y Cajeme en Sonora, que se daba desde ese tiempo y, de manera cada vez más intensa en los años venideros, le valieron a dicha región el mote de “el granero de México”.
Para finales de septiembre de 1915, Bachomo y sus fuerzas, viéndose aislados y sin suministros, se unen nuevamente a los villistas en Sinaloa, quienes en la región continuaban bajo el mando del general Juan M. Banderas, que en ese momento se encontraba trasladando una columna de más de 2500 almas desde Chihuahua hasta Sinaloa, cruzando a pie, en un viaje verdaderamente épico, la mayor parte del accidentado camino que atraviesa la Sierra Madre Occidental.
No hay que olvidar que los convencionistas enarbolaron de manera mucho más enérgica las demandas de los campesinos indígenas; el Plan de Ayala, promulgado por Emiliano Zapata, fue la reivindicación de justicia agraria por excelencia en el marco de la Revolución Mexicana; y ese sería el eje conciliativo a partir del cual volvieron a unir fuerzas con los yoremes. Como lo refiere Claudio Lomnitz: “El llamado a la restitución de tierras a las comunidades originarias fue la única y verdadera fuerza y originalidad de la revolución”, pero, además, hay que recordar que las ideas de los zapatistas tenían el principio fundamental de la propiedad comunal de la tierra, y, a su vez, estas tenían su base en el pensamiento tradicional indígena. Aparte de ello, Bachomo tuvo la claridad de que la Ley Agraria expedida por Venustiano Carranza el 6 de enero de 1915 no atendía las demandas de tierra de los pueblos indígenas; en las circunstancias concretas en que se encontraban, definieron a cuál bando pertenecían. Así las milicias yoremes entraron nuevamente en acción, logrando varias victorias en las tomas de los poblados sinaloenses de Higueras de Zaragoza, San Miguel, Mochicahui y Charay, las cuales se encuentran entre los hoy municipios de Ahome y El Fuerte.
“Al ingresar (nuevamente) al ejército villista, había tenido que compartir el mando con el general Juan Banderas. Éste le introdujo nuevos métodos de lucha, entre los que figuraba la provocación de un conflicto internacional (áctica que tuvo su mejor expresión en el ataque de Francisco Villa a Columbus). Juan Banderas se arrojó sobre el ingenio de la United Sugar: las propiedades de los estadounidenses dejaron de ser tabú...” [6]
Como menciona Mario Gill en su libro “La conquista del valle del Fuerte”, hasta antes de la incorporación de las fuerzas de Bachomo al villismo, las propiedades norteamericanas habían sido respetadas por el movimiento armado yoreme, no obstante el cambio en la estrategia militar devino en acciones cada vez más temerarias donde se incendiaría la casa grande de Benjamín F. Johnston (quien era dueño de la mencionada United Sugar Company), mansión que Bachomo respetó durante sus primeros ataques, de igual forma que con las distintas propiedades del estadunidense, situación que había dado nacimiento al rumor de que Johnston proporcionaba armas y parque al jefe indígena (López & Alarcón, 2018, P. 56).
La campaña militar continuó, de tal suerte que para el 5, 6 y 7 de noviembre, la brigada indígena Yoreme del río Fuerte, se traslada a la comunidad de Ocolome para unirse a la mencionada columna del General Juan M. Banderas en el asedio a la cabecera del Distrito de El Fuerte. Sin embargo, los constitucionalistas, con superioridad estratégico/militar, logran imponerse en dichos combates. Teodoso Navidad, en el tomo 3 de su trabajo titulado Toponimia, Geografía e Historia de Sinaloa, nos dice que Ocolome proviene de la mezcla entre la palabra cahita houcou que significa “paloma” y una modificación de la palabra loma… Ocolome, esa “loma donde hay palomas”, fue testigo de la sangrienta derrota final de los convencionistas en Sinaloa. A partir de esto, el contingente derrotado, un grupo que aún conservaba a más de mil personas, entre niñas, niños, mujeres y hombres, tiene que emprender una tortuosa retirada hacia el este, a los pueblos choixeños de San Javier y Toro, y de ahí hacia el norte, a Álamos, Sonora, atravesando los escabrosos territorios que hoy ocupan la presa Miguel Hidalgo, con la idea de encontrarse más al norte con las fuerzas del general Villa. Nunca lo lograron.
En particular, para las milicias yoremes, esto significó un éxodo, pues las batallas siempre tienen repercusiones que van más allá del combate concreto… los indígenas debieron cargar entonces con un doble estigma: ser indios y derrotados. Por eso utilizamos la expresión “éxodo”, pues los yoremes, después de la derrota, se encontraban frente al dilema de huir hacia el norte o regresar a sus tierras de origen, vencidos, a la espera de las represalias de caciques regionales y cabecillas constitucionalistas.
Y es precisamente que en torno a esta delicada cuestión se presenta una situación casi al llegar a la frontera con Sonora, en la comunidad de La Viuda, Choix, donde Bachomo, en la desesperación de haber dimensionado las consecuencias de lo acontecido, sugiere la dispersión de las fuerzas, pero cambia de opinión y continúan. Más tarde, ya en Álamos, intenta persuadir nuevamente a Banderas de regresar a Sinaloa, a Jahuara, y esperar ahí la llegada de Villa, pero en la indecisión terminan avanzando hacia el norte, durante estos días Bachomo recibe el grado de general brigadier del ejército convencionista.
Tiene su importancia mencionar también la posible ascendencia indígena Acaxee o Tahue del general Banderas, pues su pueblo natal, Tepuche, en el municipio de Culiacán, Sinaloa, se encuentra en la frontera entre los territorios que alguna vez ocuparon estas naciones. El ejército villista que combatió en la citada batalla de El Fuerte es un ejército predominantemente indígena.
Después de varias escaramuzas el 5 de enero de 1916 en Movas, Sonora, Bachomo y Banderas rinden sus fuerzas negociando una supuesta amnistía que, en el caso del General mayo, no fue cumplida. Fueron encarcelados en Guadalajara y posteriormente Bachomo fue trasladado y luego sometido a Consejo de Guerra en Culiacán y sentenciado a muerte el 7 de octubre de 1916. Su fusilamiento acaece el 24 de dicho mes en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa:
“El sacrificio de Felipe definió el abismo entre dos sociedades. Después de esa ejecución, el pueblo yolem’me dejó de ser lo que era. Entró en una somnolencia que algunos ancianos maijstoro denominan adelgazamiento del tuétano; es decir, que algo en el hombre está flaco.” [7]
A esta alusión a expresiones populares que menciona Jesús Ochoa podemos agregar lo siguiente: en Sinaloa la expresión “adelgazamiento del tuétano” se enlaza con el “estar güilo” o “que se vaya la tripa”, las cuales hacen referencia a un desgaste del espíritu, de la fuerza moral o la motivación que deviene después de una experiencia fuerte o traumática.
El drama de este periodo final nos muestra el pensamiento de un caudillo indígena-yoreme como Bachomo que ha vivido la terrible experiencia de la contradicción entre lo que Guillermo Bonfil Batalla llama el México profundo (yoreme/indígena) y el imaginario (yori, blanco/mestizo), a partir de la cual se ha creado una historia de opresión, repudio y negación de lo indígena.
En vísperas a ser sometido a Consejo de Guerra, este general, también llamado Missi Yowe (“gato principal”, o “el primero de los felinos”, en alusión al “felino que dirige”; grado que otorga el Consejo de Ancianos Mayos), es un hombre consciente de que será juzgado como un indio que, frente a los ojos de los caciques y hacendados (nacionales y yankees, pues, como se mencionó, en el entonces distrito de El Fuerte, atacó, además, propiedades de estadunidenses), ha cometido el terrible pecado, el “error” inaceptable e imperdonable, de exigir y luchar por la restitución de tierras que ancestralmente le pertenecen a su nación y su pueblo.
La muerte de Bachomo da fin a la última sublevación indígena en el valle del Fuerte [8], sin embargo, los indios no han renunciado a sus derechos y a existir de acuerdo a sus propios conceptos y tradiciones. El Yoreme-Mayo resiste, de manera muy particular, ahí donde el yori (mestizo-blanco) cree que ha vencido. Los yoremes hacen uso de tres cualidades suyas: astucia, creatividad y paciencia, mismas que se presentifican en la capacidad de construir sincretismos los cuales hacen sentido para la existencia de su pueblo de una forma velada, conservando a través de prácticas aparentemente cristianas su pasado y, por lo tanto, su identidad:
“...la rebelión fue aplastada, pero no el anhelo de libertad... Los indios aplicaron a Bachomo sus conocimientos en la filosofía cristiana: Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo a redimirnos, con su muerte, de nuestros pecados. Así pues, ¿no era este el caso de Bachomo? Los indios convirtieron a su caudillo en un Cristo autóctono; un Cristo mayo, auténtico abogado de los indios en el cielo... Han transcurrido... años desde el día en que Bachomo fue fusilado, pero el túmulo de piedras (en el lugar de su fusilamiento) no desaparece, sino que cada día es más alto... En vez de extinguirse con el tiempo, el culto al Cristo indio... se desarrolla y extiende y el túmulo crece y se cubre de flores y veladoras como expresión de anhelo de una raza que no quiere desaparecer..." [9]
Otro detalle curioso del misticismo que acompaña la memoria de Bachomo lo encontramos en su “sello” personal, que de alguna forma llegó a marcar esta época belicosa de la historia de su pueblo. Nos referimos a la firma con la que él rubricaba sus mensajes y salvoconductos: una iguana, también llamada cachora, cachorón, lagartija o huico (Espinoza, 2016). Animalito que es asociado con la astucia y la paciencia. Así, la iguana se convirtió en el emblema del dirigente indígena de la Palma, Charay y también en el símbolo del ethos y el pathos del pueblo Yoreme-Mayo del Río Fuerte en Sinaloa, y de su lucha por la anhelada justicia agraria.
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