Entrevistamos a la escritora Florencia Piedrabuena.

Natalia Rizzo @rizzotada
Lunes 11 de julio de 2016
LID: Estuve leyendo tu obra es bastante ecléctica, aunque pareciera aún así conservar una línea. Poesía, cuentos que tienen una forma de narrar, sencilla pero llena de elementos. Tu obra está plagada de imágenes que remiten mucho a cuestiones que parecen netamente visuales. Hay mucho preciosismo en la descripción de los objetos y sujetos sin que sea una cosa barroca y pomposa. La imagen que recrea no es una mega adjetivación de cosas, sino que el relato te va llevando lugares, a cosas muy precisas, con un vocabulario sencillo.
Me parece que ahí está el anclaje realista. Los cuentos son textos realistas. A la poesía, en cambio, no la podría poner en un género, pero sí puedo diferenciar cuando escribo un poema en tono militante y cuando no. En la lectura de Poesía en la terraza del Conti en el verano, por ejemplo, elegí leer poemas que tienen que ver con donde crecí, con el conurbano, con el laburo, y tienen un tono más didáctico. Los poemas que se parecen a los romances, que eran más narrativos, tienen esa mezcla de narración con imágenes. Después están los otros poemas que le escribo a personas como si fueran cartas y voy acumulando en el blog. Por lo general, les sigue un cuento. Cuando saturo la escritura, la poesía o un tema, trato de llevarlo a otro lenguaje, de la literatura a la imagen. Y así surgió el poemario que lleve a la muestra de Alicia en el País de las Maravillas del año pasado.
Lo de Alicia fue una muestra colectiva que se hizo en el museo de San Fernando. Se me ocurrió que todos esos poemas que titulé “Buzón Rojo” tenían en común el tema de lo ruinoso, el viaje fantástico, maravilloso, y había muchísimas referencias a Alicia y todo lo que esos libros evocan: las transformaciones, los viajes, los miedos y el ensueño. Como combiné la lectura de poesía con una instalación preparada para la lectura, me dieron una habitación, la reconstruí desde los mismos restos, para que jugaran con el texto original. Agregarle los elementos de mis propios poemas, le imprimió una especie de redundancia, propicia para la lectura específica, y en esa redundancia, el juego de fluir con el significado.
Lo que resultó y traté de hacer fue súper kitsch. Había puesto un marco vacío colgando entre la cama y donde iba a estar yo recitando. También había un buzón al costado en una pared, de esos que hay en los telos donde pasa la comida o donde guardan la folletería, una especie de comunicación con el afuera. En ese buzón ubiqué un menú que tenía los poemas. El espectador entraba a la habitación, la recorría, agarraba el menú y elegía un poema para que se los recitara. Se podían quedar parados en frente del marco vacío, como si fuera a través de un espejo, o sentados en la cama, recorriendo la habitación. Eso fue la obra. Yo hacía de Alicia, los espectadores iban haciendo fila, elegían un poema y yo se lo leía por turnos. Necesitaba construir ese espacio de intimidad para leer esos poemas.
LID: ¿Este poema del que participaste en el Conti, cómo se llamaba? ¿Cómo surgió la idea de ese poema?
Tiene un título larguísimo: Habrían hecho el amor esa tarde en los alrededores de General Pacheco, algo así. Quise poner un título como si fuese el titular de una noticia, el problema es si no me lo acuerdo nunca… Esos poemas de estilo más militante me di cuenta después de leerlos juntos, que tienen una especie de impronta de diálogo con los medios, otros poemas que escribí tienen directamente algún intertexto con los medios, por eso lo hice con ese tono de crónica. Parecen más relatos que poemas. Y también pensaba que se parecen a los pequeños textos épicos donde por lo general pongo de heroína a las mujeres, y en este texto en particular, si bien el personaje es el pibito que trabajaba en la fábrica, siempre hay una chica que la pasa muy mal y tiene que ver con lo que pienso yo, cuales son los grupos más vulnerables. Y el poema del militante lo escribí en una época en la que estaba cursando, durante el año 2013. Me bajaba siempre en Panamericana y 197 porque me tomaba el 44 de Púan a Barrancas de Belgrano, ahí me bajaba en Cabildo y enganchaba el 60. Después me tomaba otro bondi hasta Pacheco, y había días en los que me cruzaba con militantes que estaban ahí, repartiendo el panfleto, recuerdo a uno como un soldadito parado. Eso era una imagen y de ahí surgió el escenario. Creo que al poner a una chica estudiante de Letras como el otro personaje que la pasa mal, también me estoy incluyendo yo, disfrazada. “Si no tuviera contacto con la política y la militancia: qué pensaría del militante?”
LID ¿Qué pensaba el personaje del militante?
Como estudiante de Letras, le llama la atención. Y el estudiante cree que por ir a la facultad de Filosofía y Letras sabe de política automáticamente y la verdad que no se entiende mucho, a menos que te formes políticamente, pero siempre hay una seducción de la política. No creo que a nadie que estudie una carrera humanística no le seduzca la política. Algunos llegan a comprometerse. Creo que en algún punto se tocan el trabajo del artista con el trabajo del militante, en otros no. La gente piensa que se inspira y se pone a escribir. Pero eso que haces tiene un valor, un esfuerzo, horas de tu vida. Te libera, haces catarsis con el espectador en algún punto. Te comunicas con la gente. Por más que el artista no tenga un discurso militante o no sea consciente de eso. El tiempo que invirtieron en la obra, lo hacen por gusto, por convencimiento y muy pocas veces por trabajo. De la misma manera que el que trabaja en la fábrica y después milita por convencimiento.
LID: Al arte lo definiste en parte como un trabajo. ¿Qué es para vos o qué representa en la sociedad?
Para mí es más fácil comunicar a partir de imágenes, a través de la escritura, es lo que se me dio y en base a mi formación de vida y académica llegue a la conclusión de que el arte tiene algo que lo tomo muy personal. Lo que sí puedo hacer, es darle un giro hacia espacios más comprometidos. Un poema mío puede ser tomado por cualquier agrupación o persona y va a evocar distintos sentidos dependiendo de lo que ese poema tenga en su concepción, como horizontes posibles.
Escribir un poema no me implica un compromiso ni político, ni revolucionario, el poema no es en sí comprometido. Me parece que lo que es el poema es lo que hace uno con esa obra. Ahí tiene que ver la lectura y el contexto. El contexto adopta una forma y lo hace hablar. ¿Por qué el poema que escribí hace 3 años no lo compartía nadie y hoy lo comparte todo el mundo? Evidentemente hay un contexto político que es necesario para imprimir qué es la militancia y ahí se hace eco de la obra, no antes.
LID: E incluso lo contrario, ese poema en el 2013 leído en el mismísimo Conti podrías haber hecho ese poema en otro contexto…
Lo leí en otros lugares y me decían: “me llego mucho tu texto”, les causaba emoción la imagen violenta. No sé si por el contexto político, les parecía violento el asunto del gatillo fácil.
LID: El poema atraviesa muchas cosas, la historia me hizo acordar a Mariano Ferreyra, Kosteki y Santillán...
Eso es lo que tiene que hacer la literatura, el poder de evocación, no la referencia. Este poema es más que nada alegórico y lo hace más potente. Si hubiera puesto un personaje con nombre y apellido, en vez de crear personajes más alegóricos, tampoco tendría la identificación Prefiero la evocación antes que la referencia directa.
LID: ¿Cual crees que es el rol del artista?
Yo prefiero un rol didáctico, también porque soy docente y porque me parece que si estudiamos historia del arte en una institución como la escuela, eso hay que aprovecharlo y generar un mensaje más comprometido, hay un rol importante ahí: el docente siempre está bajando línea. De la misma manera el arte también puede ser objeto de una experiencia didáctica. Generar conciencia a través de un fin didáctico, de cuál debe ser el gusto en el arte. No creo que tenga que tener una finalidad y mucho menos la literatura. Me di cuenta en muchos años de estudio que la literatura tiene distintos usos, usos institucionales, políticos, personales. Hay que enseñar a redirigir esa fuerza de trabajo que es tiempo que uno invirtió como artista para generar la conciencia de que estás estableciendo un vínculo. Y también es un compromiso, porque si sos consciente de qué es lo que podes estar comunicando o dónde puede caer tu obra y quién la puede llegar a usar.
LID ¿Que escritores te gustan?
Es una pregunta difícil, los que más recuerdo son filósofos, críticos. Releo mucho a poetas como Juan Gelman. Me gusta mucho la literatura argentina del siglo XX, más contemporánea. Una de las últimas novelas que leí es Chicas muertas de Selva Almada. Hay escritores que evocan ciertos momentos de mi vida. Fogwill me encanta, las imágenes violentas me encantan. Me gusta la literatura que te pega cachetadas.
LID ¿Cuáles son tus nuevos proyectos? ¿Sacaste un libro hace poco?
Hace unos meses me contactó Hernán Casabella, editor de una editorial independiente que se llama Textos Intrusos. Para el libro armé dos poemarios en los que ya venía trabajando. Hicimos un libro doble, al derecho y al revés cada poemario, sin contratapa. Así nació luego de años de gestación "Catálogo de poesía: Lengua de Mandinga/Restos". Catálogo de poesía es el concepto, una recopilación de textos que dan cuenta de diferentes experiencias que tengo con la poesía, desde el lenguaje y la experimentación por un lado, y con las sobras emocionales por el otro, los restos, que también son restos de los usos de la lengua pero en relación con otros aspectos. La parte Lengua de Mandinga está dividida en tres, bajo el eje del concepto del Mal, es el poemario más en relación con lo social, Restos es la experiencia interior e individual, la mayoría de esos poemas son los que preparé para la lectura en la instalación de la muestra sobre Alicia en el país de las Maravillas.
Me preocupaba mucho la cuestión estética, que quedara un libro bello, atractivo. Eugenia Azar, una amiga que es artista plástica y además es coordinadora del área de Arte del municipio de San Fernando hizo la tapa. Después de varias pruebas, nos quedamos con el suéter rosa como objeto, linkeando también con el nombre del blog, catalogado en dos muestras, la 1 es Lengua de mandinga, el pulóver doblado y ordenado, como representación de algún tipo de potencia de uso, y la muestra 2 es Restos, lo que queda del proceso de uso, el mismo pulóver hecho un bollo, aunque también con cierto equilibrio en ese desorden, nunca me gustó el desorden desequilibrado, hay un tema u obsesión propia que subrayo ahí.
El 23 de abril presentamos el libro por primera vez en el Membrillo Cultural, en Almagro. Y el 15 de mayo, hicimos la segunda presentación, en la Quinta El Ombú. Para Fines de julio o agosto tenemos proyectada otra presentación en la Casa de las Cultura, en Tigre.

Natalia Rizzo
Artista Visual, nacida en 1980, oriunda de Villa Luro. Es profesora Nacional de Bellas Artes y realizó la Maestría en Artes Electrónicas de la UNTREF. Miembro de Contraimagen y del equipo de diseño e ilustración de Ideas de Izquierda.