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Música / Rock. Florencia Ruiz: la humanidad “bestial” de una artista que hace de la música su lenguaje

Entrevistamos a la autora de una trilogía de discos que se completa con el flamante “Calandria” -que cuenta con invitados como Hugo Fattoruso, Juan Falú, Andrea Álvarez y Claudia Sinesi-, a días de su presentación en vivo en escenarios de CABA, La Plata y Haedo.

Augusto Dorado

Augusto Dorado @AugustoDorado

Martes 31 de octubre de 2023 20:00

Fotos: Nora Lezano.

Fotos: Nora Lezano.

“Florencia es una artista que admiramos un montón: guitarrista, cantante, compositora exquisita, docente”, introduce en su programa radial Folk Fatal Mavi Díaz, mujer pionera del rock y la música popular argentina. “Ella va a Japón como yo voy a Rosario (…), ha compuesto temas para series del prime time de la televisión japonesa. Es nuestra, es argentina, es de la zona Oeste (nació y se crió en Villa Luzuriaga), uno de sus abuelos era bandoneonista y era con quien ella quería estar para absorber todo lo que le transmitía”, prosigue Mavi. “Además somos amigas, a mí me llena el corazón, me inspira, es una música que respetamos muchísimo y que admiramos por la libertad con que se expresa, por la originalidad de sus composiciones”, sentencia quien fuera fundadora de Viuda e Hijas de Roque Enroll. No era posible introducción mejor, no solamente por la precisión de la descripción sino sobre todo por la figura de quien viene. Aunque en charla con La Izquierda Diario, Florencia Ruiz humaniza su devenir artístico y asegura que “Me gusta ir, tocar, aprender... Puede sonar extravagante viajar a Japón pero para mí es como si fuera muy natural. Hay un montón de cosas alucinantes del viajar, pero aunque viajes a Chivilcoy... Y siempre aprendo mucho, sobre todo”.

La charla con La Izquierda Diario se concretó un día de semana en un rincón del corazón de Almagro que se resiste a la gentrificación a fuerza de café humeante de una máquina que descansa menos que las locomotoras que circulan debajo del puente contiguo al bar El Fueye, tal vez el último reducto en el que la infusión llega en pocillo de loza acompañada de un terrón de azúcar que edulcora en la medida exacta, vestigios de una Buenos Aires de la que brotaban la poesía y el tango a borbotones. Un sitio que -por suerte- no encaja en la ciudad desangelada de los Starbucks industriales en vaso de cartón. “¿Viste esa cosa de que no encajás? ¿Dónde ponés tu disco? Si sos esto y sos aquello… A mí me encanta la diversidad, por eso este disco habla de eso: habla del YO SOY folclore y soy experimental y también soy rock”, define Florencia Ruiz a su reciente Calandria, disco disponible en todas las plataformas digitales pero también editado en vinilo. “Ni hablar del tango, me hubiese encantado… Pero no se dio, son 11 temas en este disco y ya con estos que tenía estaba bien”. Como una metáfora de su carrera -autogestionada en un 100 %- así como el bar es un espacio de resistencia urbana, la música de Florencia es renuente a las etiquetas, a las convenciones y a las corrientes hegemónicas que dicta la industria.

Calandria, el nuevo disco que motivó el encuentro para la entrevista, tiene un trasfondo de esfuerzo denodado que resultó en una obra de alta calidad musical: además de composiciones originales, participan en teclados nada menos que Hugo Fattoruso, Mono Fontana (quien fuera miembro estable de la banda de Luis Alberto Spinetta) y Claudio Cardone, bateristas como Andrea Álvarez, Albana Barrocas y Sergio Verdinelli, “una bajista de otro planeta” como Claudia Sinesi (también exViuda e Hijas) y el maestro Juan Falú en guitarra española. A días de presentarlo sobre los escenarios de Hasta Trilce en CABA (Maza 177, Almagro) este viernes 3 de noviembre, del centro cultural La Bici de La Plata (Calle 40 nro. 157) el sábado 4, y en El Galpón de Haedo (Concordia 625) el sábado 11, Florencia Ruiz conversó con La Izquierda Diario sobre este álbum que completa una interesantísima trilogía junto a los anteriores Rumiante (2018) y Aullido (2021).

LID - ¿Cómo se fue gestando Calandria?

FR – Yo siento que llevamos una forma de vida en la que hay como una especie de exigencia de que “tenés que producir”, pero yo lo hago desde un lugar muy diferente, yo te digo qué es lo que me pasa a mí: yo quiero ser música y quiero estar en la música y avanzar, y poder dar un disco mejor. O que un disco ayude a generar una inquietud o una pregunta, que haya otra onda... Porque a mí también me ha pasado de escuchar discos y decir “Uy, este disco me cambió”. Y por eso hice Calandria, es un disco que celebra a músicas y músicos que me ayudaron a mí a seguir, a “cargar el combustible”. Y pude compartir música con Andrea Álvarez y Claudio Sinesi, por ejemplo, que yo las admiro desde tengo 7 años… Como que de algún modo son quienes nos han posibilitado a mí y a un montón de mujeres el decirnos “Ah, nosotras también podemos hacer esto”. Después está Hugo Fattoruso, que todas las personas que estamos en la música tenemos algo de Hugo al menos por propiedad transitiva: si te gustan Las Pastillas del Abuelo (por decir algo), a ellos les gusta Charly que admira a Hugo… Hay como una línea trazada en la que caemos todas las personas que nos lleva hacia Fattoruso. También está Albana Barroca, que es una amiga divina y que es muy heavy metal, porque yo quería también tener ese sonido, otro batero que participa es Sergio Verdinelli que lo conozco de la época en que estaba con los Illya Kuryaki… Y por supuesto, está el Mono Fontana que es mi compañero musical desde hace más de 12 años y que es una persona a la que yo quiero muchísimo, “de la familia” directamente. También Claudio Cardone, otro gran amigo… El único con el que no me había relacionado previamente y “trajimos para estos barrios” fue Juan Falú: yo quería como "visitar" la cosa folklórica, le propuse y enseguida me dijo Dale, vamos. Para mí es un honor el poder llamar a esta gente y que me digan que sí, que se comprometan y que estudien la canción, que propongan algo nuevo, que tengan tanto amor por la música. Y sin ninguna intención económica ni de nada, simplemente juntarnos a tocar.

¿Y cómo fue la experiencia de grabar con ellos y ellas?

No todo el mundo para la pelota para decir “Bueno, estos dos días se los voy a dedicar a esta persona”. Esta gente fue tan cariñosa… Y hay gente que ¿Qué le vas a decir? ¿Qué le podés pedir a Hugo Fattoruso? O el caso de Juan Falú, yo le pasé el tema y él hizo su arte, digamos… Obviamente, superador lo que toca él a lo que puede tocar cualquier ser humano sobre la Tierra. Entonces vos confías. Pero Falú no es cualquier guitarrista, tiene determinadas características, si vos lo elegís, ya estás como trazando el camino, ¿no?

Está muy presente lo “animal” en mucho de tu trabajo y de tu obra, incluso elegiste ponerle Calandria como título a este disco…

Es que esta es una trilogía animal, comenzada con Rumiante porque yo soy así de darle vueltas a una idea, aunque estoy tratando de luchar contra eso y creo que me está saliendo (risas), un disco en el que me focalicé en las cosas que a mí me obsesionan y que es un disco más intrincado cuando lo escuchás; después vino Aullido, que es un disco que hice sola en el estudio que me prestó un amigo supergeneroso que estaba lleno de teclados y me animé a tocarlos… Y después me hice un estudio en mi casa y a la hora de ponerle nombre me acordé de un tema que hice en aquel disco Aullido que se llamaba “Bestia” y que lo improvisé ahí y quedó ¿viste? Lo hice en una toma, quedó registrado tal como salió, tenía esa cosa medio “bestial”. Aullido lo fui armando como a partir de todo el mundo interior, como de la cosa solitaria que nos impuso la pandemia, pero a la vez el aullido está buscando la manada, busca el “Dale, vengan, acercarte. Estoy sola, pero quiero que se vengan”.

En el caso de Calandria, puse el foco en la melodía. Todo está en lo que te voy a decir, en lo que te voy a cantar. Como si yo fuese una pajarita común, como soy yo. Una persona común, de barrio. Y tiene que ver con mi iniciación, cuando las vecinas y los vecinos en la vereda sacaban la silla para tomar “el fresco”, esas fueron las primeras veces que yo canté para alguien… y tuve en mi cuerpo la primera sensación consciente de felicidad, la noción de alegría… Con algo tan sencillo como cantar, esa alegría que se generaba, sentía que yo la inventaba y a la vez me volvía multiplicada. Eso me parecía alucinante. Como cantaba mucho canciones populares, una de las que más cantaba era “La pulpera de Santa Lucía” que dice en la letra “Y cantaba como una calandria / la pulpera de Santa Lucía”, viene un poco por ese lado el nombre. Y la calandria no es una pájara especial, ni que aparece una vez por año no sé dónde o que hace un nido de tal color; no, es una pajarita que está ahí, que te la encontrás en todos lados. De eso se trata.

El tema “Sol” en parte condensa o sintetiza un poco el conjunto de ideas de esta trilogía…

Sí, es un tema en el que quería hablar de mí como “a calzón quitado”. “Soy alguien infernal”, soy un poco esto, soy un poco aquello… Cuando la compuse, una frase decía “No sé esperar ni sé dejar de buscar el camino” y mi hijo me dijo “No, ma… lo que más sabés en tu vida es esperar” (como yo siempre le digo “Esperá Julián, ya va a venir”, ¿no’). Entonces, a la hora de cantarla lo cambié por “No sé saltar ni sé dejar de buscar el camino”…

¿Tu experiencia como docente alimenta tu obra, te aporta elementos para componer?

Sí, yo sigo siendo docente por muchos motivos, pero el principal es porque tengo la vocación, es algo heredado de mi abuela que también era docente. Como que mi familia es una familia de la escuela. Y en eso hay mucha magia ¿viste? Cuando vos entras en un lugar y sabes que con tu propuesta podés transformar cosas… Es emocionante saber que una clase tuya hizo pensar a un pibito, que te dice que volvió a su casa y tocó tal cosa, y vos sabés que a veces son unos contextos tremendos y que el pibe en vez de estar enganchándose con no sé qué prefirió tocar música un rato. Permite sentir cómo la música sana, cómo la música une. La música es increíble, ¿no? Es ese poder que tiene que es alucinante. Y yo aprendí mucho porque imaginate que empecé siendo maestra rural. Yo no tenía campo encima, soy del conurbano y mi vida transcurría siempre ahí. La escuela me dio un panorama de todo lo que yo no conocía. Y me dieron un cariño excepcional, aprendí a usar palabras que yo no tenía en mi vocabulario, palabras de afecto sobre todo, de decir cosas que vos sabés que son importantes que una chica o un chico escuchen, palabras de apoyo, de cuidado, de compañía, de no juzgar… Soy una agradecida también de tener esa posibilidad.

En una entrevista escuché que para el tema “Perdida” (que fue uno de los adelantos que lanzaste primero como EP), la convocatoria a Claudia Sinesi fue más que nada por la necesidad de contar con buenas líneas de bajo ¿El tema ya estaba más o menos armado o se terminó de armar entre las tres junto a Andrea Álvarez?

Yo quería que Claudia fuera la primera invitada en grabar. Porque siempre tuve mucha adoración por ella y por María Gabriela (Epumer, NdeR), son ese tipo de artistas que siempre están estudiando, que siempre están como comprometidísimas con lo que hacen. Entonces le pedí a Claudita “Mirá, esta es una canción pop que está como destinada a homenajear a las mujeres de nuestro rock”. Y así fue: ella aceptó y vino a hacer lo que sabe. Su idea era hacer una melodía y ella le dio un toque de magia... Después yo toqué también otras guitarras, unos sintes, y después la última que vino fue Andrea Álvarez que grabó la batería, una percusión y también un pequeño shake. Y así se grabó, pero siempre respetando la idea original, en ese sentido todos los invitados son muy respetuosos ¿viste? No es que vienen a cambiar algo. Hay músicos a los que los invitás y capaz empiezan con “¿Che, acá por qué no cambiamos tal cosa?”... No, eso no me pasó. Y en el caso de ellas en “Perdida”, son unas genias y ahora tengo una alegría enorme ¡Las tengo a ellas dos en mi disco, es un montón!

Escuché una pregunta en un programa radial de Uruguay que me gustó y la empecé a copiar por curiosidad de la respuesta ¿Qué tema que no sea tuyo, te hubiera encantado componer?

¡Ay, es una pregunta infinita! Es muy difícil. Como yo además trabajo dando talleres de canciones que traen quienes vienen al taller, entonces lo analizo y lo disfruto… Pero nunca me pasa de pensar ¡Cómo me gustaría componer “Zamba de mi esperanza”!, por decirte algo. Disfruto desde la música de una coplera perdida en el medio de la puna hasta de los temas más intrincados y experimentales… Pero como para darte una respuesta, supongo que algo relacionado con el ritmo, que es algo que me cuesta mucho. Algo como para poder saltar esa valla… O algo donde pudiera aplicar más el humor, a mí me encanta el humor, me divierto mucho, siempre estoy haciendo chistes… Pero en la música aún no he podido. Viste que Leo Masliah tiene todo en ese sentido porque a vos te puede divertir y a la vez te cuenta un cuento increíble. Para responderte más en concreto, podría ser alguna de Leo Maslíah. Podría ser una que se llama “Contemporáneo”, que está en un disco del mismo nombre. Te morís de risa… Me gustaría divertirme más, aplicar más la diversión. Leo es uno de mis músicos favoritos de la historia: en mi estudio tengo solamente un casetito de él, es lo único que tengo en referencia a algo, es de mis músicos de la Tierra favoritos.

¿Cómo estás preparando la presentación de Calandria?

Una vez que grabé el disco no tuve muy en cuenta cómo tocarlo en vivo ¿viste? Igual siempre tengo a mi aliado, el Mono Fontana, entonces ya ahí tengo mucho de la fiesta armada… Sobre todo, porque hay que tocar las partes de Hugo Fattoruso y de Claudio Cardones, que no cualquiera puede abarcarlo. Más las partes del propio Mono. Después, me gusta la idea de armar un grupo y que pasen cosas a nivel humano que es lo mejor, así que a través del hijo de Quique Sinesi conocí a Liam Newbery, que toca la batería también toca la guitarra y también dispara unas pistas, está como en ese plan divino y es un chico jovencito… Y él trajo a otro chico que se llama Antonio Druetta, que yo lo conocía por las redes porque alguna vez tocaba un tema mío y lo subía, me caía bien. Antonio toca la guitarra y toca el bajo en varios temas. Hoy ensayamos y está sonando re bien… Vamos a tener algunos invitados e invitadas. Eso acá en Capital Federal, después nos vamos a La Plata donde voy a tocar sola, pero comparto escenario con un amigo, Lucas Finocchi de la banda Mostruo, y después me voy a mi barrio, Haedo, donde espero poder llevar este mismo despliegue que en Almagro. Estamos viendo cómo solucionar el traslado. Parecerá una pavada, pero ya para ir ahí todos necesitamos dos autos. ¡Yo no tengo ni uno! Así que tenemos que conseguir que un amigo nos lleve y ver si otro más nos puede ayudar… Y sino voy con el Mono, vamos a dúo y tocamos el disco. Estoy contenta porque me desafió el asunto de tocar en vivo y me corrió un poco también de la realidad durísima que vivimos ¿no?

Florencia Ruiz se despide tras un breve intercambio sobre las mascotas con las que convivimos y sigue rumbo hacia una verdulería. Esos últimos relatos de la entrevista, junto al comentario que apareció en algún momento sobre la edición de Calandria en vinilo (“Lo edité sin sello, me prestaron plata y ahora tengo que devolverla… Pero ¿Qué mejor? Está todo bien, yo veo todo luz en esto”, comparte), denotan el sacrificio que plantea el camino de la independencia artística y develan la humanidad de una figura de la escena independiente admirada y querida por sus pares, que nunca le dieron un no como respuesta. Una humanidad “bestial” que tiene a la música como lenguaje predilecto.