La Selección Argentina perdió nuevamente una final. Por segunda vez consecutiva Chile le postergó el festejo más esperado. ¿El ocaso de Messi y compañía o del triunfalismo nacionalista?
Lunes 27 de junio de 2016 02:20
Foto: AFP
Como una especie de burla de un destino que parece ensañado con uno de los mejores jugadores del planeta, la realidad una vez más le da un cachetazo y en esos momentos “bisagra”. Quedan atrás las jugadas “maradonianas” y los pases exquisitos. Los triunfos se transforman en relativos, casi inexistentes. Es que en los 90’ de una final todo se pone en juego, sobre todo cuando la vara es: “o sos el mejor o sos un fracasado”.
Al mejor traductor de la esencia del fútbol, le cabía esperar lo peor, o de mínima ratificar lo de siempre. Porque se sabe, de ídolo a fracasado hay un paso.
Ya en la previa no había muchas expectativas de lo que podía desencadenar en opiniones una derrota, pero tampoco un triunfo. Era Chile, y el fantasma del patrioterismo futbolero siempre sobrevuela en estas ocasiones. Si ganaba la selección podíamos esperar esas ¿bromas? de mal gusto por montones, en títulos de diarios deportivos que ya nos tienen acostumbrados y en periodistas mediáticos que te elevan a un pedestal o te entierran diez metros bajo tierra según la ocasión.
En cambio, de ganar el pecho inflado por ser los mejores. Pero las cosas no se dieron como se preveía: ganó Chile y nos tocó estar del otro lado del mostrador. No importa si desde el arranque Argentina ahogó al rival presionando bien arriba y no dejándolo salir limpio nunca. Los buenos jugadores chilenos (que son de los mejores también, a no creer que lo mejores son sólo los Argentinos) como Arturo Vidal y Alexis Sánchez aparecían a cuenta gotas y se preocupaban más por la marca que por el juego.
Fruto de esa presión vino la más clara del partido: Higuaín la roba en una salida y encara solo frente al arquero, se la pica sutilmente y la pelota se va lentamente afuera. Un deja vú fatal que sospechosamente empezaba a anunciar el final que se vendría.
Chile hizo su juego, cortaba y raspaba a Messi, e intentaba salir rápido con sus atacantes. Las expulsiones, polémicas, embarraron el partido y en ese terreno jugaron a favor de Chile. Pero en líneas generales, Argentina fue mejor en el juego, de lo que se trata el fútbol, si la vara no es la antes mencionada claro.
Para colmo de males, y por si le faltaba algún condimento extra al trágico desenlace del partido, el héroe se convirtió en villano, levantando el remate por encima del travesaño. Quizá el diez -esta maravilla de jugador que viste la celeste y blanca pero es patrimonio de la humanidad en el arte con la pelota- con el “fracaso” nos deje algo más importante que con el triunfo. Como tituló su libro otro grande -pero periodista- para definir este deporte: el fútbol es la dinámica de lo impensado.