Es posible ganar, pero para ello es necesario un programa y una estrategia que nos permitan desplegar todo el potencial del movimiento.
Con casi 3 millones de personas en la calle en toda Francia, según los sindicatos, y 1,27 millones según la policía, la movilización del 31 de enero volvió a ser histórica, batiendo el récord del 12 de octubre de 2010, cuando la policía había contabilizado 1,23 millones de manifestantes. El 19 de enero había arrancado lo que se conoce como la “batalla de las pensiones”, contra la reforma de Macron, la primera prueba a la que se enfrenta su segundo mandato. El 31/1 esta lucha general se arraiga y se extiende.
A escala nacional, la movilización avanzó en las grandes ciudades, con 500.000 manifestantes en París (100.000 más que el 19 de enero), más de 150.000 en Marsella, 80.000 en Toulouse, 75.000 en Burdeos, 65.000 en Nantes, 30.000 en Montpellier... Pero una vez más fueron las movilizaciones de las ciudades medianas e incluso pequeñas las que impresionaron, con 16.000 manifestantes en Dunkerque, 15.000 en Foix (que tiene 10.000 habitantes), 10.000 en Morlaix, 8.500 en Angulema, 6.500 en Auch, 4.300 en Guéret, 4.000 en Saint-Omer... Al mismo tiempo, en la Isla Reunión en el Océano Índico , el tamaño de las manifestaciones casi se triplicó, con 10.000 personas en las calles el martes 31 de enero. Nunca antes se había alcanzado tal nivel de protesta social en Francia. Los índices de huelga se mantienen globalmente en niveles elevados, aunque ligeramente inferiores a los del 19 de enero en los sectores de la energía, la educación, la función pública, la petroquímica y el transporte.
Este extraordinario nivel de movilización da cuenta de un movimiento profundo, con una extensión geográfica y social más amplia que nunca. Arraigada tanto en los centros urbanos como en las ciudades periféricas -algo importante, si tenemos en cuenta que estas regiones han sido un foco de crecimiento de la extrema derecha en pasadas elecciones. Hasta ahora, ninguna movilización sindical, y, ningún movimiento político, había reunido en los últimos cuarenta años a franjas tan amplias de las clases trabajadoras. El otro elemento a destacar es que se han sumado a las manifestaciones sectores de las clases medias y pensionistas, opuestos a la reforma de Macron. Y a esto se añade el hecho de que la juventud ha entrado en la batalla, con miles de estudiantes secundarios y universitarios en las manifestaciones.
Una fuerza enorme pero una estrategia que impide desplegarla hasta el final
Las dos primeras jornadas de movilización tuvieron la gran importancia de desplegar ante nuestros ojos la fuerza de un movimiento de masas y de potencialidades que muchos creían sepultadas por la ofensiva neoliberal. Así pudo verse en las movilizaciones a una clase obrera unida, con una fuerza capaz no sólo de detener el ciclo de ataques ininterrumpidos desde 1993 con la reforma de Balladur, sino también de emprender la contraofensiva. Esta unidad masiva en las calles no es solo el producto de la unidad desde arriba de las direcciones sindicales, sino sobre todo la expresión de toda la rabia, las esperanzas, pero también las experiencias acumuladas por el proletariado francés desde el nuevo ciclo de la lucha de clases abierto en 2016 contra al anterior presidente, el socialdemócrata François Hollande, catalizadas por la crisis de Covid-19.
La movilización actual va mucho más allá de la cuestión de las pensiones. La contrarreforma de Macron actúa como caja de resonancia para expresar la rabia de la población y en particular de sus sectores más explotados -trabajadores de la logística, la limpieza, la sanidad- entre los que encontramos una parte importante de mujeres y trabajadores racializados. Incluso el diario Le Monde, favorable a la reforma, se vio obligado a asegurar que: "la segunda jornada de manifestaciones puso de manifiesto el sufrimiento de una Francia de trabajadores activos y mal pagada que no acepta prolongar dos años su vida laboral, porque no encuentra en ella ni la gratificación ni la consideración esperadas".
Si Laurent Berger [secretario general de Confederación Francesa Democrática del Trabajo, CFDT, desde hace unos años la Confederación Sindical más numerosa superando por poco a la CGT] así como la Intersindical [ que reagrupa a los dirigentes de todas las Confederaciones Sindicales], apartan este hecho de su estrategia, es porque quieren evitar cualquier desborde, concentrándose únicamente en la retirada de la reforma y limitando la fuerza desplegada por el movimiento al mínimo estrictamente necesario para ejercer presión sobre el Parlamento. Una orientación que no cuestiona el nuevo calendario de movilizaciones aisladas anunciado por la intersindical, y que amenaza con llevar la movilización a punto muerto, frente a un gobierno muy decidido. Un gobierno muy debilitado y que no cuenta con mayoría en el parlamento, pero para quien el retroceso sobre la reforma seria su muerte política.
En este contexto, la fuerza del movimiento que se expresó el 31 de enero en las calles impuso a la intersindical un calendario de movilización que era impensable hace unos días: la convocatoria de dos movilizaciones próximas, el 7 y el 11 de febrero (un sábado). El hecho de que la convocatoria para el 7 de febrero coincida con las fechas convocadas por los trabajadores de las refinerías y los trabajadores de la energía -que defienden la perspectiva de una huelga renovable- es un punto de apoyo. Algo que debe ir acompañado de una discusión sobre la necesidad de un programa a la altura de la rabia que hay en las calles.
Por un pliego de demandas del movimiento obrero que permita liberar la energía de lucha de los trabajadores
Por supuesto, tenemos que conseguir que se retire esta reforma mortal. Pero para desarrollar hasta el final todas las potencialidades contenidas en el movimiento, necesitamos un pliego de reivindicaciones que vaya más allá de esta cuestión, en sintonía con lo que ya están planteando de hecho millones de trabajadores en las calles.
Un pliego de reivindicaciones que combine, por ejemplo, la exigencia de pensiones dignas para todos, a partir de los 60 o 55 años para los trabajos penosos, con aumentos salariales para todos y su indexación a la inflación. Esta cuestión es urgente para muchos sectores de la clase obrera. Incluso en algunas empresas los sindicatos están optando por ahorrar sus esfuerzos en la batalla actual poniendo el foco en las próximas revisiones anuales de convenios. Debemos demostrarles que estas cuestiones están vinculadas y podrían unificarse ahora en una misma lucha. Un programa así también debería plantear la cuestión del reparto de las horas de trabajo entre todos, para "vivir y no sobrevivir", aumentando el tiempo libre, a la vez que resolver el problema estructural de la desocupación masiva.
Además, cuestionar las insoportables condiciones de trabajo -algo muy sentido por los manifestantes en toda Francia- podría ser un puente para popularizar la cuestión del control obrero de la producción. Esto permitiría retomar las acciones que llevaron a cabo muchos trabajadores al principio de la pandemia, que se negaban a arriesgar su vida en el trabajo sin una protección adecuada. Experiencias que hay que profundizar y generalizar para acabar con los intensos ritmos de trabajo, los descansos insuficientes, el trabajo por turnos y todo lo que destruye nuestras vidas en el trabajo.
Tales objetivos son inseparables de la defensa de un plan de batalla duro, mediante la huelga prorrogable o renovable. En efecto, sólo un programa y una perspectiva que respondan a las profundas aspiraciones expresadas en el movimiento convencerán a toda nuestra clase de la necesidad de dar esta pelea. Las trabajadoras de la limpieza de Onet[ trabajadores que limpian las estaciones de trenes en región parisina], en huelga al 100% este martes 31 de enero son un ejemplo en este sentido: están luchando contra la reforma de las pensiones, pero también por sus condiciones de trabajo y para terminar con las consecuencias de la subcontratación. La lucha puede crecer si tiene un programa adecuado, que permita unificar hasta el final a la clase obrera, a la vez que se plantea dar respuesta a todos los sufrimientos de los explotados y oprimidos -incluidos los sectores empobrecidos de la pequeña burguesía que apoyan las movilizaciones. Una lucha de este tipo cambiaría radicalmente la situación del país y la relación de fuerzas entre las clases.
Más que nunca, autoorganización: ¡Asambleas Generales e Intersectoriales para generalizar la huelga!
La burocracia de la Intersindical utiliza como excusa la situación de precariedad de los sectores más explotados de la clase obrera, a los que les cuesta mucho sostener cada día de huelga, para moderar los objetivos y el carácter del movimiento. Dicen que no se puede hacer una huelga renovable, porque los precarios “no pueden hacer huelga”.
Nosotros defendemos, por el contrario, que esos sectores más precarios necesitan un movimiento más ofensivo para desplegar todas sus fuerzas. Pero, la principal debilidad del movimiento actual es que la posibilidad misma de discutir sobre estas cuestiones está bloqueada por la intersindical. El calendario de lucha viene “desde arriba” y ningún huelguista tiene la posibilidad de discutir democráticamente cómo seguir la lucha. Si no se rompe esta espiral, conducirá a la derrota, alimentando el escepticismo de la clase obrera sobre su capacidad para tomar el destino en sus manos, fruto de las derrotas acumuladas a la cual nos condujeron las diferentes Confederaciones Sindicales que ahora encabezan el movimiento. "Si la base no puede decidir sobre el movimiento, estamos muertos", resumió Anasse Kazib en la Asamblea General de los ferroviarios de París Norte.
Desde este punto de vista, una responsabilidad particular recae sobre aquellos sectores trabajadores que comprenden lo que está en juego y vienen planteando la idea de ir hacia la huelga renovable. Estos son numerosos, como lo mostró la tribuna firmada por cerca de 300 sindicalistas, junto a intelectuales y activistas que planteaban la importancia de un plan de huelga renovable. Al mismo tiempo, los trabajadores de las refinerías, electricistas y ferroviarios, cuyas federaciones de la CGT anunciaron esta semana que querían "coordinar sus acciones" y lanzar iniciativas para "amplificar la huelga prorrogable", vienen planteando esta cuestión desde el principio del movimiento.
Sin embargo, para ser consecuentes con esta perspectiva, estos sectores, que son muy conscientes del peligro de una "huelga por delegación" [1], deben ir más allá del llamamiento a la huelga prorrogable y tratar de derribar los obstáculos que impiden que esta perspectiva sea tomada por más amplios sectores. Esto significa dirigirse con fuerza y determinación a todos aquellos que todavía tienen dudas de ir hacia medidas más duras, para convencerlos de la importancia de unirse a esta pelea. Así lo están haciendo, por ejemplo, desde la CGT Energie, mediante sus acciones de solidaridad, cuando brindan energía gratuita a hospitales o escuelas. Así lo hicieron también los trabajadores de las refinerías el otoño pasado, buscando apoyo para su lucha. Desde la intersindical pretenden hablar en nombre de los más precarios de forma instrumental, solo para justificar una lucha moderada. En cambio, es posible dirigirse a estos sectores con un discurso diferente.
Una política de este tipo, dirigida a los subcontratistas, a los trabajadores del sector privado que se suman a las manifestaciones y a los estudiantes, podría ser el pilar para la construcción de los primeros núcleos de coordinación interprofesional [entre diferentes sectores o categorías de trabajadores], que irían más allá de la vanguardia militante y sindical. En torno a esta tarea, sería posible forjar una militancia de base por la huelga general, algo que faltan en la situación, e implicar a los que ven las limitaciones del plan intersindical, sin percibir aún ninguna posibilidad alternativa.
Si este planteo se llevara adelante en toda Francia por parte de los núcleos de trabajadores convencidos de la huelga prorrogable, se podría comenzar a radicalizar un movimiento que ya es masivo, aprovechando la enorme contribución de que son capaces los sectores más explotados de nuestra clase cuando entran seriamente en la batalla, para avanzar hacia la victoria.
Este artículo fue publicado originalmente en francés el día 1 de febrero en Révolution Permanente.
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