Este es un año especial en materia de conmemoraciones históricas, ya que se cumplieron 50 años de la creación del Frente Amplio. Distintos homenajes y notas de prensa exaltan una narrativa fundacional que nos hacen preguntarnos: ¿Cómo fueron los sesenta? ¿No había alternativa a la fundación del Frente Amplio? ¿Por qué surgió y quiénes fueron los actores fundamentales?
Viernes 26 de marzo de 2021
Foto: Liber Seregni lider histórico del Frente Amplio
Según el relato oficial predominante en la izquierda, la fundación el Frente Amplio es la culminación de un proceso de luchas y acumulación histórica de la clase obrera y los sectores populares. Relato lineal que tergiversa el sentido de los hechos y busca garantizar el predominio de una estrategia particular y hegemónica hasta nuestros días en la izquierda. La realidad de los acontecimientos concretos y de sus reales protagonistas dista bastante de tales afirmaciones intencionadas.
Una época de luchas sociales
La década del 60’ fue un momento de gran agitación política, de importantes convulsiones económicas y de la lucha de clases. Una época marcada por las disputas geopolíticas producto de la Guerra Fría entre el imperialismo norteamericano y la Unión Soviética. A fines de la década en uno y otro bloque emergieron grandes luchas obrero estudiantiles, como el mayo francés, el otoño caliente italiano, las luchas contra la guerra de Vietnam con epicentro en los EEUU, las luchas obrero-estudiantiles en Latinoamérica, la primavera de Praga en el bloque soviético, entre muchos ejemplos más.
En nuestro continente, la revolución cubana de 1959 fue un aliciente importante para toda una generación de jóvenes que despertaba a la militancia política y tuvo un gran impacto sobre la izquierda política del momento, a lo que se sumará el ascenso de luchas obreras en múltiples países de la región, sobre todo a partir de 1968, desde la Argentina del Cordobazo, pasando por Chile, Bolivia, y el propio Uruguay, entre otros.
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En resumen el gran ascenso revolucionario tanto en el centro como en la periferia capitalista ponía a la orden del día para el movimiento obrero y las fuerzas revolucionarias la posibilidad del triunfo sobre el capital (en crisis desde el agotamiento del boom de la post segunda guerra y la guerra de Vietnam) y el orden burocrático en el Este por el lado de la URSS.
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La crisis del régimen batllista y el paso a la “solución” autoritaria de la burguesía
Uruguay no estaba exento de este contexto, y se manifestaba bajo la forma de la crisis del régimen batllista, sostenido desde un modelo basado en la sustitución de importaciones, fenómeno compartido con otros países del Cono Sur. La convivencia con la oligarquía terrateniente y la subordinación al imperialismo, que eran las otras patas de dicho modelo serán los disparadores para la entrada en crisis del mismo. El estancamiento del sector exportador y el reordenamiento del mundo post Yalta; con el plan Marshall para Europa de por medio, impondrán a la burguesía local las tareas “necesarias” para readaptarse a la nueva división internacional del trabajo que empezaba a tomar forma en el mundo capitalista.
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La crisis de las exportaciones de 1955 era la primera demostración de dicho agotamiento, se imponía como necesario para la clase dominante comenzar a desmontar el modelo y realizar un ajuste fiscal y monetario que devolviera la competitividad a los sectores exportadores.
El batllismo venía arrastrando también una relación conflictiva con la clase obrera, las respuestas represivas contra fuertes luchas obreras de la época, como las huelgas de los gremios solidarios de 1951-52 reprimidas con la aplicación del Código Penal y las Medidas Prontas de Seguridad. También daban cuenta de la pérdida de cohesión social de la clase dirigente, las luchas frigoríficas y otras luchas obreras de fines de los años cincuenta o la lucha por la ley orgánica de la Universidad de la República de 1958 que le fue arrancada al parlamento por acciones de unidad obrero-estudiantil.
En 1958 triunfa la alianza herrero-ruralista accediendo al gobierno luego de 94 años de hegemonía colorada. El programa del nuevo gobierno se pone como objetivo implementar las reformas económicas liberales que exigía la situación para la burguesía y rápidamente se llevará a cabo la firma de la primera carta de intención con el Fondo Monetario Internacional, dando comienzo a “los largos años 60’”.
En los hechos estas soluciones buscadas por el sector dirigente implicaban imponer grandes sacrificios y miserias a los trabajadores, lo cual tuvo como resultado y respuesta un aumento de las luchas sociales y de la tendencia a la organización de la clase trabajadora.
En otras palabras, la gran empresa del modelo batllista perdió su credibilidad y por lo tanto hacía perder legitimidad al poder tradicional de los sectores dirigentes y a su vez exigía de ellos para mantener el poder, la necesidad de un programa de transformaciones que agudizaba el problema de su capacidad de cohesión social.
Se abría paso entonces en el escenario nacional de la época, lo que el revolucionario italiano Antonio Gramsci definía como “crisis orgánica” [1], que se iría agudizando a medida que el régimen agotaba las distintas variantes burguesas que se proponían como salida a la situación.
Luego de dos periodos de gobierno blanco que no resuelven la situación de crisis del capitalismo uruguayo, la situación se agrava pasando a desatarse más la crisis económica, llevando atado consigo el agotamiento de las “alternativas” políticas de las que disponía el mismo.
Ahora las soluciones se buscarán en un mayor autoritarismo, ya que la forma colegiada de gobierno se mostraba débil e insuficiente para tomar las medidas que las cámaras empresariales solicitaban. El poder político debía adaptarse a las nuevas necesidades en un momento donde los partidos tradicionales perdían legitimidad al ser señalados como los responsables de la crisis, y con ellos la casta política. En este marco, el presidencialismo era nuevamente una opción para la clase dirigente, concretado en el plebiscito del 27 de noviembre de 1966. El presidente electo será el general colorado Oscar Gestido y su vicepresidente, Jorge Pacheco Areco.
El movimiento obrero asoma la cabeza
En el marco del contexto nacional descripto y de la situación regional con elgolpe de Estado militar en Brasil de 1964, la clase trabajadora uruguaya avanza en su proceso de unificación sindical, que se había iniciado en periodos anteriores, sobre todo en importantes discusiones desde la década de los cincuenta.
Al compás de la crisis económica los trabajadores sostienen todo un periodo de luchas, con paros y huelgas de distintos gremios. Con algunos de los conflictos más relevantes en la lucha de los cañeros de Bella Unión con sus marchas hacia Montevideo y las coordinaciones de los funcionarios públicos.
En esta época también aparecieron los primeros signos de polarización y violencia política. La extrema derecha perpetra diversos atentados contra el movimiento estudiantil, el movimiento obrero y organizaciones de izquierda [2]. Por otro lado, también emergieron como expresiones por izquierda, inspirados por la Revolución Cubana y la creciente lucha social en el país y la región, fenómenos políticos como la guerrilla urbana del MLN-T.
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En 1964 se hace efectiva la Convención Nacional de Trabajadores, la cual resuelve mantenerse en sesión permanente como instancia coordinadora hasta realizarse el congreso constitutivo que se terminaría de desarrollar en 1966, también se resolvió la convocatoria del Congreso del Pueblo en 1965, en ese mismo año se realizó el primer paro general de la CNT que tuvo una gran repercusión.
El proceso de 1964-65 fue preparando las condiciones para una lucha unificada de todos los gremios y acumulaba grandes condiciones para el enfrentamiento en las calles frente a los gobiernos ajustadores y represivos. Como ejemplo la decisión de declarar la huelga general por tiempo indeterminado en caso de golpe de Estado y el plan de lucha de 1965.
El ascenso obrero del trienio 67-68-69
En el marco del giro bonapartista que significaba la reinstalación de la figura presidencial en 1966, el gobierno electo Gestido – Pacheco despliega un programa ajustador enfocado en hacer pagar a la clase trabajadora y los sectores populares los costos de la reestructuración económica que requería el capitalismo uruguayo.
A su vez este gobierno también era expresión de la división en la clase dominante y de las crisis sucesivas en la puja entre sectores para imponer su propio programa. Es así como por ejemplo, a pocos meses del inicio de la presidencia de Gestido se retira su ala batllista, quedando al mando el sector de la burguesía financiera bajo el cual se dispara nuevamente la inflación. La “rosca bancaria” ganará exorbitantes cifras de dinero en todo este período.
El ajuste ya estaba en marcha desde hacía años mediante el crecimiento de la inflación, la firma de la carta de intención con el FMI a fines de los 50s y la liberación cambiaria (devaluación). Pero es desde junio del 67 a junio del 68 que la inflación llega al 116,8% y la devaluación del 150% desde noviembre del 67 a abril del 68.
El nuevo gobierno se propuso también atacar el salario obrero mediante la congelación de precios y salarios, pero antes se venía ya de aumento del 60% durante el primer semestre del 68.
Todas estas medidas tuvieron una vigorosa respuesta desde la clase trabajadora y el movimiento estudiantil, con fuertes luchas ya desde 1967 y seis paros generales de la CNT.
Esto puede verse por ejemplo en las estadísticas de 1968 [3], en donde hubieron 351 paros, 134 huelgas, 7 ocupaciones de oficinas públicas, 95 paros, 130 huelgas y 80 ocupaciones de empresas privadas, sumado a 56 huelgas, 40 ocupaciones y 220 manifestaciones del movimiento estudiantil.
Entre 1968 y 1969 se destacarán conflictos por su magnitud y duración, en el marco de ascenso de luchas que se daba a nivel internacional en esos mismos años. La lucha de los portuarios, la huelga bancaria con su primer episodio a partir de mayo de 1968, las luchas por el boleto gratuito del movimiento estudiantil liceal y universitario estaba en pleno ascenso.
La respuesta del gobierno es la represión, los portuarios reciben el primer golpe al decretar el gobierno la militarización de la actividad, ante la lucha de los bancarios se decretan las Medidas Prontas de Seguridad y se militariza el sector de la banca estatal, ante la lucha estudiantil: el asesinato de estudiantes. Al poco tiempo la medida de militarización contra bancarios se extenderá a otros grandes sectores como electricidad (UTE), combustibles (ANCAP), aguas corrientes (OSE), etc.
En respuesta, la CNT llama al segundo paro general del año en contra de las militarizaciones y las Medidas Prontas de Seguridad. El gobierno también ahonda en medidas represivas y de censura contra la prensa.
Desde 1969 se intensifican las acciones de las bandas fascistas contra trabajadores y estudiantes, y se suceden numerosos despidos en industria frigorífica que con 14000 obreros deriva en una huelga a partir de abril durante cuatro meses.
Poco después inicia el conflicto de UTE que deriva en una corta pero profunda huelga de 5 días en junio, bancarios retomará el conflicto desde julio con una huelga de 73 días de alto acatamiento y soportando la militarización y fuertes represiones.
Es en este marco y con la continuidad en la movilización de los estudiantes, grandes huelgas en la enseñanza y otros sectores, a fines de mayo se reúne el primer congreso ordinario de la CNT donde sucede la polémica acerca de si lanzar o no la huelga general y de qué hacer frente a la próxima implementación de las Medidas Prontas de Seguridad en junio, quedando sin resolución efectiva.
En el mismo junio se reabre la discusión acerca de la necesidad de la huelga general para unificar las luchas y darle un golpe certero al gobierno en sus planes de reestructuración.
La propuesta de huelga del Congreso Obrero Textil (COT) fue rechazada el 28 de junio por la mayoría de la CNT hegemonizada por el Partido Comunista.
En un documento posterior del COT criticará que los errores tácticos de la CNT "terminaron por desviar, limitar o paralizar" la voluntad de lucha de los trabajadores.
Para el COT, la huelga general "aún en caso de resultar derrotada, hubiera acumulado nuevas fuerzas, enseñanzas y reservas morales para el futuro del movimiento sindical". A su vez, los textiles criticaban a la dirección mayoritaria que habían "pretendido transferir al campo electoral enfrentamientos que sólo podía –y puede –definir la lucha popular encabezada por los sindicatos y los estudiantes en las circunstancias de 1968 y 1969" [4].
El gran ascenso del trienio 67-68-69 cerrará en derrotas parciales para el movimiento obrero, como consecuencia de no concretar la unificación de las luchas bajo la forma de huelga general, que era el camino que se abría para el avance del movimiento obrero frente a la reacción. Si bien las duras luchas libradas significaron duros golpes a la ofensiva autoritaria del pachecato, no fueron suficientes para derrotar los planes reaccionarios de la clase dirigente que ya se preparaba para avanzar a otro nivel de violencia. Por el contrario, las fuerzas políticas que truncaron el camino hacia una lucha unificada de la clase obrera, preparaban ya el terreno para el desvío electoral del proceso de lucha iniciado, lo cual la desarmaba y desorganizaba ante los desafíos históricos del momento, anticipo de mayores desastres para los trabajadores en un futuro no muy lejano.
Si bien las duras luchas libradas significaron duros golpes a la ofensiva autoritaria del pachecato, no fueron suficientes para derrotar los planes reaccionarios de la clase dirigente que ya se preparaba para avanzar a otro nivel de violencia. Por el contrario, las fuerzas políticas que truncaron el camino hacia una lucha unificada de la clase obrera, preparaban ya el terreno para el desvío electoral del proceso de lucha iniciado, lo cual la desarmaba y desorganizaba ante los desafíos históricos del momento, anticipo de mayores desastres para los trabajadores en un futuro no muy lejano.
La esperanza en la solución electoral de 1971
La tenacidad desplegada por obreros y estudiantes significó una advertencia a la clase dirigente si quería llevar su programa anti obrero hasta el final.
El desvío electoral en la forma de un frente popular, preparado por las principales fuerzas reformistas en el movimiento obrero (el PCU y el PS) en alianza con los sectores “progresistas” de la burguesía (el batllismo, los democristianos y algunos sectores blancos), fue funcional a la necesidad de la burguesía de frenar las fuerzas que desplegaba la clase obrera.
Foto: Acto del Frente Amplio el 26 de marzo de 1971
El desvío electoral en la forma de un frente popular, preparado por las principales fuerzas reformistas en el movimiento obrero (el PCU y el PS) en alianza con los sectores “progresistas” de la burguesía (el batllismo, los democristianos y algunos sectores blancos), fue funcional a la necesidad de la burguesía de frenar las fuerzas que desplegaba la clase obrera.
De la misma manera la burguesía también preparaba la opción de un pachequismo endurecido [5] (en el comienzo mismo del nuevo periodo presidencial el Parlamento votó el estado de guerra interno) o directamente un plan de golpe de Estado.
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En el contraste entre la ilusión de una solución electoral en la que embarcaron a la clase trabajadora y los planes de fuerza que preparaba la burguesía, se iba a expresar toda la crudeza de sus resultados durante los sucesos de 1973.
En el contraste entre la ilusión de una solución electoral en la que embarcaron a la clase trabajadora y los planes de fuerza que preparaba la burguesía, se iba a expresar toda la crudeza de sus resultados durante los sucesos de 1973.
La fundación del Frente Amplio ilusionó a una buena parte de la clase trabajadora, la cual llevaba consigo el peso de décadas de influencia del reformismo batllista y de confianza en las instituciones de la democracia burguesa. Todo esto con el remate además de la incorporación en el programa del recién fundado frente popular de varios de los puntos reivindicados por el Congreso del Pueblo, como el anti imperialismo, la reforma agraria y otras medidas.
Pero a contra pelo de lo que necesitaba realmente la clase trabajadora, se restauró la ilusión y la confianza en un sector dirigente (venido principalmente del batllismo) que venía en decadencia y había perdido pie en la disputa inter burguesa. Lo que ayudó a paralizar y desviar el creciente proceso de lucha y organización que venía desarrollando la clase trabajadora, que la podía impulsar en el sentido de protagonizar acciones independientes que torcieran a su favor la resolución de la crisis nacional.
a contra pelo de lo que necesitaba realmente la clase trabajadora, se restauró la ilusión y la confianza en un sector dirigente (venido principalmente del batllismo) que venía en decadencia y había perdido pie en la disputa inter burguesa. Lo que ayudó a paralizar y desviar el creciente proceso de lucha y organización que venía desarrollando la clase trabajadora, que la podía impulsar en el sentido de protagonizar acciones independientes que torcieran a su favor la resolución de la crisis nacional.
Pero la idea de crear un frente popular no es una idea uruguaya que cayó de la nada o surgió espontáneamente, fue impulsada intencionalmente por el Partido Comunista y terminó con la aceptación de un Partido Socialista cuya década del 60’ fue de grandes transformaciones ideológicas y programáticas. Fue tomada de experiencias previas que se dieron en otras partes del mundo y que de igual forma fueron implementadas para contener dentro de los marcos de la institucionalidad burguesa, procesos de lucha que tendían hacia la acción independiente de los trabajadores.
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En esencia, los frentes populares son la unidad de los partidos de la clase obrera con partidos de base burguesa y pequeño burguesa. En esta unidad, se intenta amortiguar o conciliar los intereses de las distintas clases contenidas en la alianza.
Es así como en los hechos, los intereses de la clase obrera y sus aliados naturales se subordinan a programas que representan a otras fuerzas sociales, como la burguesía.
En Latinoamérica la teoría de los frentes populares planteará problemas más complejos, ya que además de ser utilizado como forma de unidad contra gobiernos bonapartistas represivos o militaristas, también será la forma política que buscarán los partidos comunistas en su concepción de “revolución por etapas”.
Para los partidos comunistas estalinizados, la revolución en los países atrasados y semicoloniales debía pasar por un necesario estadío de desarrollo democrático burgués bajo formas estatales burguesas, favoreciendo el desarrollo de un capitalismo autónomo frente al capital imperialista. Según los partidos comunistas, los gobiernos populares liquidarían los vestigios de “feudalismo” en la estructura del campo y la burguesía nacional realizaría las tareas de su revolución dentro de las fronteras de los estados de desarrollo capitalista atrasado y dependiente. Es decir, liquidar la propiedad terrateniente llevando a cabo la reforma agraria y la expropiación y liberación con respecto al capital extranjero.
No existe ningún ejemplo histórico en el mundo que haya logrado llevar hasta el final efectivamente semejante estrategia, que arrastra a la clase obrera en sentido contrario a sus métodos de lucha y organización independientes. Más que nada han servido para empujar a la clase obrera a callejones sin salida en momentos cruciales de su historia, pagando el precio de sufrir grandes tragedias y derrotas, de las que luego ha costado generaciones para recuperarse.
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De fondo también, esta postura política del Partido Comunista respondía al marco de la convivencia pacífica con el imperialismo, como política oficial que tenía la URSS y los partidos comunistas de la época, que se comprometían políticamente en occidente a evitar y contener las revoluciones, para no afectar las esferas de influencia repartidas en los acuerdos de Yalta y Postdam. [6]
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En este marco es en que se resume la estrategia de pasar de la lucha de clases a la lucha parlamentaria. Del paso de la posibilidad planteada en la época [7], del avance de una estrategia insurreccional de los trabajadores (de lo que había dado un primer indicio la discusión acerca de la huelga general contra Pacheco), a la consolidación de una estrategia de desgaste y lucha electoral. Fijando expectativas en la emergencia de una dirección burguesa “aliada”, de acuerdo a los esquemas teóricos que imaginaban una “etapa” bajo la misma, gracias a los auspicios de la dirección estalinista del movimiento obrero.
En este marco es en que se resume la estrategia de pasar de la lucha de clases a la lucha parlamentaria. Del paso de la posibilidad planteada en la época, del avance de una estrategia insurreccional de los trabajadores (de lo que había dado un primer indicio la discusión acerca de la huelga general contra Pacheco), a la consolidación de una estrategia de desgaste y lucha electoral. Fijando expectativas en la emergencia de una dirección burguesa “aliada”, de acuerdo a los esquemas teóricos que imaginaban una “etapa” bajo la misma, gracias a los auspicios de la dirección estalinista del movimiento obrero.
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A ejemplo explícito, la confesión de parte del Senador del Partido Comunista de la época, Enrique Rodríguez explicando su estrategia kaustkiana [8] : “Si esta táctica fue justa, si ella condujo, no a una confrontación total prematura sino a lograr el desgaste del enemigo, empujándolo a que se enrede en sus contradicciones inevitables, mientras el pueblo mantiene, en lo esencial, su presencia combativa, el resultado de esta táctica debe expresarse con cierta claridad ahora cuando se abre lo que llamaríamos la salida política
.” [9]
Por supuesto que la presencia de décadas de reformismo batllista no era algo para subestimar, pero al contrario de lo realmente necesario, que era intentar avanzar en la consciencia en dirección a una ruptura histórica con esas ideologías y lógicas políticas. Desde el corazón mismo de la clase obrera, sus direcciones aportaron en empujarlas más profundo en las ilusiones reformistas y de conciliación de clases, en sentido opuesto a una salida independiente de los trabajadores.
la presencia de décadas de reformismo batllista no era algo para subestimar, pero al contrario de lo realmente necesario, que era intentar avanzar en la consciencia en dirección a una ruptura histórica con esas ideologías y lógicas políticas. Desde el corazón mismo de la clase obrera, sus direcciones aportaron en empujarlas más profundo en las ilusiones reformistas y de conciliación de clases, en sentido opuesto a una salida independiente de los trabajadores.
Las consecuencias estratégicas del desvío frente populista
La confrontación en curso de la época tenía dos alternativas fundamentales, o se imponía la clase dirigente (la burguesía) con su programa anti obrero o se imponían los trabajadores y sectores populares en la defensa de sus propios intereses.
El curso de los acontecimientos estuvo estructurado alrededor de esta tensión de intereses de clase y la definición del conflicto se impuso desde el momento de la prevalencia de una de las partes, con la consolidación del golpe de Estado de 1973 luego de la derrota de la huelga general surgida para resistir al mismo.
Pero este resultado no era una fatalidad inevitable. Los desvíos operados desde el seno mismo movimiento obrero y las fuerzas populares, fundamentalmente con la promoción del frente popular (el Frente Amplio) truncaron el camino de lucha independiente de los trabajadores y con ello fueron un factor relevante para la derrota final de los mismos, al subordinar los intereses de la clase trabajadora a una de las facciones de la clase dirigente.
Pero este resultado no era una fatalidad inevitable. Los desvíos operados desde el seno mismo movimiento obrero y las fuerzas populares, fundamentalmente con la promoción del frente popular (el Frente Amplio) truncaron el camino de lucha independiente de los trabajadores y con ello fueron un factor relevante para la derrota final de los mismos, al subordinar los intereses de la clase trabajadora a una de las facciones de la clase dirigente.
Bajo la continuidad de la lógica política de inventar la existencia de un supuesto campo “popular y anti imperialista” frente al sector “oligárquico y anti patria”, se pasó de la “esperanza” puesta en la dirección burguesa del frente popular, a la postura (luego de la derrota electoral), de subordinación a los supuestos militares patriotas de las FFAA. Todo lo cual aumentó la confusión en la clase obrera y de esa forma la desorganizó, debilitó y desarmó frente a los inminentes planes violentos de la reacción.
A pesar de todo esto, los trabajadores no dejaron de luchar heroicamente en la resistencia a la etapa final del golpe de Estado a partir de finales de junio de 1973.
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Pero con la impotencia de llevar a rastras todas estas limitaciones que le fueron impuestas y que no pudo combatir efectivamente al carecer de una dirección a la altura del momento histórico que vivía como clase, una dirección revolucionaria.
Junto a la cual hubiera podido torcer el camino, con sus métodos de lucha y su acción independiente, hacia una salida revolucionaria de la crisis nacional, única forma posible de derrotar a la reacción y sus planes de violencia y miseria.
Sacar las lecciones del pasado para vencer
La heroica lucha de la clase obrera y la juventud uruguaya en los sesentas y setentas, parte de un gran ascenso revolucionario que fue a nivel regional e internacional, es motivo de orgullo e inspiración para las generaciones presentes que aspiran a un horizonte más allá de el capital. Pero también es una fuente de aprendizaje partiendo del sacrificio de las generaciones, que en la memoria de sus acciones, se puedan recuperar las mejores lecciones para esta vez vencer, también en memoria de esos obreros/as y jóvenes, luchadores y revolucionarios.
La experiencia de la fundación del Frente Amplio, y el rol de garante “por izquierda” del régimen burgués, es algo que las nuevas generaciones de trabajadores, trabajadoras y sectores populares deben analizar y estudiar. No para lamentarse por haber perdido la oportunidad de derribar a la burguesía a partir de la acción independiente de la clase trabajadora y la juventud que salía a cuestionarlo todo, sino para preparar los nuevos enfrentamientos por venir.
La salida de conciliación de clases ahoga la energía de la clase trabajadora, subordina sus intereses y la ata a seguir manteniendo a la burguesía en el poder y a sus instituciones en pie.
Es necesario construir desde ahora una corriente de trabajadores, trabajadoras y sectores populares que plantee un programa de lucha propio, sin dar ninguna confianza a ningún sector reformista, una dirección que se prepare, esta vez, para vencer.
[1] Analizando los elementos que conforman una “crisis orgánica”, Gramsci sostiene que se producen “ya sea porque la clase dirigente ha fracasado en alguna gran empresa política para la que ha solicitado o impuesto con la fuerza el consenso de las grandes masas (como la guerra), o porque vastas masas (especialmente del campesinado y de pequeñoburgueses intelectuales) han pasado de golpe de la pasividad política a una cierta actividad y plantean reivindicaciones que en su conjunto no orgánico constituyen una revolución. Se habla de ‘crisis de autoridad’ y esto precisamente es la crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto”
[2] Magdalena Broquetas. "Entre la reacción y la restauración". Derechas y violencia en Uruguay en los inicios de la crisis de la década de 1960:http://www.geipar.udelar.edu.uy/wp-content/uploads/2016/07/21839-96636-2-PB.pdf. Demócratas y nacionalistas: La reacción de las derechas en el Uruguay (1959-1966): http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.879/te.879.pdf
[3] Raúl Zibechi. Tres inviernos que transformaron al Uruguay (1967 -1969). En: https://contrahegemoniaweb.com.ar/2018/05/20/tres-inviernos-que-transformaron-al-uruguay-1967-1969/.
[4] Raúl Zibechi. Idem.
[5] Pacheco fue candidato presidencial en las elecciones junto a un proyecto de reforma constitucional que finalmente resultó derrotado, pero que a su vez dio la posibilidad del triunfo de su candidato alternativo Juan María Bordaberry.
[6] Conferencias del bando aliado en la Segunda Guerra Mundial en donde se acordó el reparto del mundo a partir de la derrota de la Alemania nazi.
[7] Las condiciones estaban más que dadas, basta repasar el marco de luchas de clases regional y el propio ascenso obrero-estudiantil en el trienio 67-68-69 en combate frontal contra el pachecato.
[8] Comparar la siguiente frase de Rodriguez con la definición de uno de los principales teóricos del reformismo Karl Kaustky para justificar su estrategia de desgaste: “La moderna ciencia de la guerra diferencia dos tipos de estrategia, la estrategia de derrocamiento y la estrategia de desgaste. La primera reúne sus fuerzas de combate rápidamente, para ir al encuentro del enemigo y asestarle golpes decisivos, en los que lo derrota y lo incapacita para la lucha. En la estrategia de desgaste, por el contrario, su jefe evita todo combate decisivo: busca mantener al ejército enemigo en una constante alerta por medio de maniobras de todo tipo, sin darle oportunidad de estimular a sus tropas a través de triunfos; tiende a desgastarlas progresivamente por medio del hostigamiento y de amenazas constantes, disminuyendo cada vez más su capacidad de resistencia hasta llegar a paralizarlas.”
[9] En un trabajo titulado “Los resultados de la táctica electoral en el terreno político electoral”.