La xenofobia es una de las señas de identidad de la extrema derecha y de partidos como Vox, propagando un discurso que criminaliza a las personas migrantes. Aquí recogemos algunos elementos para desmentir sus falsedades.
Jaime Castán @JaimeCastanCRT
Martes 24 de diciembre de 2019
Estudio tras estudio y encuesta tras encuesta, se aportan datos sobre la situación de las personas migrantes que ponen de manifiesto que los discursos de odio de la extrema derecha no tienen ninguna justificación en la realidad. El último ejemplo, el realizado por la encuesta Regional de Inmigración de la Comunidad de Madrid, publicado esta semanas.
Esta encuesta precisamente desmiente uno de los elementos centrales del discurso racista: la idea de que las personas migrantes viven de ayudas sociales. Apenas un 2% cobra una prestación por desempleo y solo el 1,7% cuenta con apoyo económico de los Servicios Sociales en la región. Dato que se complementa con otro: el 72% trabaja y más de la mitad cuenta con un contrato indefinido. Como no podía ser de otra manera, la paradoja del “inmigrante de Schrödinger”, donde las personas migrantes acaparan los trabajos al mismo tiempo que viven de ayudas, se muestra como una ridícula falsedad.
Las estadísticas señalan además que tan sólo el 9% de las trabajadoras y trabajadores migrantes se encuentran en situación de ilegalidad laboral y un 36% con contratos temporales. Es difícil valorar hasta que punto las encuestas pueden dar cuenta de la situación de las relaciones laborales y de la dimensión de las ilegalidades.
En cualquier caso, debemos señalar que las personas migrantes, y más todavía las mujeres y jóvenes, sufren especialmente situaciones laborales de gran precariedad e irregularidad. Las dificultades por las diferencias culturales, la falta de elementos de apoyo familiar, la desigualdad social de la que parten o las racistas leyes del Estado español, hace que su capacidad para negociar unas buenas condiciones de trabajo sea muy reducida. Una situación que evidentemente aprovechan las empresas que, junto al Gobierno, son las principales responsables de todo el entramado de explotación y economías sumergidas que conocemos.
Del mismo modo no se sostiene la idea de que las personas migrantes “colapsan” los servicios sociales, afectando a la calidad de los mismos y a su acceso para las personas “nacionales”. Un estudio de la Fundación La Caixa ya concluyó en 2011, que las personas migrantes (el 12,2% de la población del Estado), solo absorbían el 6,8% de los servicios sociales, el 6,1% de los gastos educativos o el 5,1% de la sanidad (en un momento central de la crisis donde había además más migrantes, 5’7 millones con respecto a los 4’8 registrados en 2018).
Por otro lado, datos de UGT han señalado la importancia de las trabajadoras y trabajadores migrantes en el “rejuvenecimiento” de la sociedad y su gran aporte al mundo laboral y a los ingresos de la Seguridad Social. Estamos hablando de 3’8 millones de personas trabajadoras que aportan 10.815 millones de euros de cotizaciones (un 9’9% del total según cifras de 2018).
Hay que difundir los datos, pero con eso no basta
Frente a los discursos de Vox y de la extrema derecha es necesario mostrar los datos concretos que los desmienten, pero no es suficiente. El discurso xenófobo apela más a sentimientos que a razones, apela al odio y señala al “otro”, como todo aquello que representa una “amenaza” y genera los problemas sociales. Por lo tanto, debemos usar los datos como un arma política, pero al mismo tiempo tenemos que construir una alternativa política que de la pelea contra los discursos del odio.
Poniendo en práctica las palabras de Carl Schmitt, teórico político que fue miembro del Partido Nazi que apuntaba que la política se basa en un enfrentamiento amigos/enemigos, Vox está señalando a sus “enemigos” de forma muy clara, las personas migrantes, las feministas o los independentistas. Como vimos en el último debate electoral, hay todo un intento por parte de este partido xenófobo de criminalizar a las personas migrantes y tratar de enfrentarlas con las “nacionales”.
Un discurso populista que trata de captar a un electorado profundamente afectado por la crisis económica, especialmente dirigido al sector de clases medias o intermedias empobrecidas. El clásico planteamiento de tratar de apelar a sectores que ven peligrar su situación económica, señalando a las clases que se encuentran por debajo de ellos como la amenaza.
Por eso nunca señalan cómo se han dilapidado millones y millones de recursos públicos para financiar el pago de la deuda contraída por la banca privada, ni las corruptelas políticas, ni los pelotazos urbanísticos ni especulativos, como tampoco cuestionan las ganancias millonarias de las grandes empresas.
La sociedad capitalista cada vez se hace más desigual y con mayores contradicciones, en un escenario donde puede darse un mayor cuestionamiento al sistema de conjunto, como de hecho está ocurriendo ya; pero al mismo tiempo, se radicaliza y extiende el discurso racista y populista de la extrema derecha.
Ante esta situación debemos contrastar siempre el racismo con lo datos, pero de nuevo no basta, también tenemos que retomar la lucha en las calles y los lugares de encuentro en las plazas y barrios. Tenemos que organizarnos en los lugares de estudio y de trabajo.
Las personas migrantes, las mujeres, la juventud y la clase trabajadora debemos construir una alternativa política de izquierda combativa y consecuente, que haga frente a la extrema derecha y para que la crisis la paguen los capitalistas.
Y para esto, tenemos que enfrentar de igual modo al Gobierno, incluso al posible futuro gobierno “progresista” de PSOE y Unidas Podemos, porque lejos de combatir a Vox, mantienen y van a seguir manteniendo una situación social que es el caldo de cultivo perfecto para este auge de la extrema derecha.
Tenemos que hacer como en Francia, levantar un movimiento combativo y una huelga general con la fuerza de la juventud, las mujeres, las personas migrantes, las personas LGTBI y la clase obrera en pie de guerra.