Un viaje trasnacional (1910-1949) que aborda la recepción y despliegue del psicoanálisis al calor de las convulsionadas décadas que siguieron al centenario de la República.
Lunes 25 de abril de 2016
Lejos de los clásicos libros sobre historia del psicoanálisis, centrados en el marco de su desarrollo institucional; la virtud del libro del Doctor Mariano Ruperthuz, reside en la comprensión histórica y situada de las ideas psicoanalíticas en nuestro país. Freud y los chilenos. Un viaje trasnacional (1910-1949), aborda la recepción y despliegue del psicoanálisis al calor de las convulsionadas décadas que siguieron al centenario de la República, que se sabe en crisis y que busca superar, a tumbos, el creciente malestar social. A continuación, comentamos este libro, y compartimos reflexiones abiertas en torno a su temática en ocasión a la segunda edición a salir a fines de este mes.
1.- La recepción del psicoanálisis y los fantasmas de la República
Las primeras ideas del psicoanálisis llegan a nuestro país en un contexto de profundo malestar social y de serios cuestionamientos al proyecto de dominación burguesa. El balance que arroja el centenario es desolador. Las contradicciones en el seno de la República ya no se pueden esconder, y los fantasmas emergen; la extensión de la miseria en las capas obreras y populares, las condiciones bastardas de higiene material y mental en las cuales viven y crecen los niños proletarios, las exasperantes desigualdades de clases en todos los órdenes de la vida, generan un clima espectral en la República. La República burguesa chilena, está en la picota puesta en cuestión. ¿Qué hacer, si fue forjada a partir de la represión? ¿Podrán las categorías psicoanalíticas servir para la auto comprensión?
Mariano Ruperthuz muestra con claridad cómo las categorías del psicoanálisis fueron utilizadas para interpretar las tensiones en el seno de la sociedad chilena. Sobre un clima de tensión en varios frentes, las ideas freudianas se adaptaron como una "herramienta civilizatoria", apta para superar el creciente malestar en la cultura. Y no serán solo las elites las que arrojaran las categorías psicoanalíticas hacia su propio molino, otros sectores e instituciones sociales harán lo mismo, conforme a sus propios intereses (Freud de izquierda, Freud católico, etc.). El libro, de esta forma, se enriquece en la medida en que desarrolla esta “dialéctica de la apropiación”.
En efecto, el viaje trasnacional del psicoanálisis de Freud a Chile, nos muestra que el psicoanálisis lejos de ser un conjunto compacto de “significados” prefijos, más bien apareció como un "significante vacio", -un terreno en disputa y botin (de guerra)-, flotando sobre los espectrales días de la república.
2. ¿Mecanismo de defensa o critica a la civilización?
En cierto sentido, el psicoanálisis sirvió a las elites para enfrentar el miedo al carácter "irracional" que atribuían a los hábitos y prácticas del mundo obrero y del “populacho”. Por un lado, el deseo de orden y estabilidad se veía constantemente amenazado por estallidos sociales y transgresiones en varios frentes, y los fantasmas que había dejado el centenario continuaban presentes ante una crisis política que no terminaba de cerrarse.
En este línea, cabe destacar cómo las ideas freudianas fueron apropiadas para responder a problemas “biopoliticos” (natalidad, reproducción, enfermedades venéreas, formas de contagio, etc). Bajo una idea organicista de sociedad, que exigía el despliegue de una Medicina Social para el progreso, las categorías psicoanalíticas (represión, pulsión, inconsciente, super yo, sublimación, etc) fueron proyectadas en el plano educativo, de la infancia, de la medicina, con el objetivo de corregir y crear nuevas pautas de conducta y hábitos saludables en la población. Se hacía necesario “prevenir”, y el psicoanálisis sirvió también como mecanismo de identificación y prevención. Expone Mariano Ruperhuz, cómo el psicoanálisis fue apropiado igualmente desde el ámbito criminológico y el poder judicial, con el objetivo de caracterizar mejor la naturaleza del crimen y poder evitar así transgresiones. No deja de llamar la atención, esta apropiación desde otro aparato ideológico del Estado. En definitiva, el psicoanálisis fue visto y utilizado como mecanismo de defensa.
Sin embargo, los diagnósticos que Freud hace sobre los destinos de la civilización y el estado del malestar social no dejaban muy bien parada a la República burguesa. Y en ese sentido, las ideas de Freud podían jugar también por izquierda. Sus ideas sobre la sexualidad debilitaban la moral dominante y desnudaban cierto cinismo en los hábitos de las elites. Por otro lado, sus categorías metapsicológicas declinaban la figura de la autoridad, y el supuesto autodominio del hombre burgués. Además, Freud tenía una posición materialista crítica ligada a la ciencia y contraria a la religión y la metafísica. En definitiva, Freud servía para combatir las ilusiones de la civilización burguesa. Y así lo entendieron los intelectuales y sectores de izquierda chilena que adoptaron el psicoanálisis como teoría crítica. Porque permitía pensar en una sociedad no represiva ni neurótica.
3.- Freud y la izquierda
Fue al calor del ascenso y posterior triunfo del Frente Popular que se articuló una "izquierda freudiana" en nuestro país. Los fantasmas de la república post-centenario, eran ya los fantasmas del capitalismo mundial; la crisis del régimen político, la crisis económica, las asonadas e intentos de pusht (“accting out”), las grandes huelgas obreras, el ascenso del fascismo, la guerra civil española, las vanguardias artísticas, literalmente flotaban en el ambiente.
Particularmente, la “izquierda freudiana” se nucleará en torno a La Alianza de intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura, fundada por Neruda en 1937. Se destacan en ella el Doctor Juan Marín (autor de los difundidos Ensayos Freudianos) y el profesor Alejandro Lipschutz, ambos pioneros en la relación marxismo-psicoanálisis en Chile. En un Homenaje a Freud, realizado en el Salón de Honor de la Universidad de Chile en mayo de 1938, se reafirma la siguiente apropiación:
“Pero, lejos de creer que el psicoanálisis es una teoría de la desorientación política, nosotros creemos que ese vasto cuerpo de doctrina ha tenido un vasto sentido liberador del hombre, una acción eficaz en la destrucción de los prejuicios y constituye en el campo de la filosofía y de la sociología, una positiva palanca de progreso” (citado por Ruperthuz, p. 236).
Freud era visto como un sabio europeo preso por el “fascismo rampante”, y el psicoanálisis percibido como instrumento crítico de liberación. De hecho, el compromiso y la trascendencia con la figura de Freud se reflejaban en un importante documento sacado a la luz por el doctor Mariano Ruperthuz, en el cual se ofrece asilo político a Freud.
El Frente Popular y los límites de la izquierda freudiana: una discusión pendiente
De conjunto, diversos sectores sociales reivindicaban al psicoanálisis como una “herramienta civilizatoria”. Quedaba, evidentemente, como tarea política y teórica, de cada sector, delimitar los “significantes flotantes”, girando en el ambiente (progreso, libertad, etc.), y hegemonizarlos, hacia un sentido preciso. Aquí comienzan a nuestro parecer a surgir algunos límites en la “izquierda freudiana”, límites teóricos que no eran sino un reflejo de los límites políticos e imaginarios que imponía el Frente Popular.
En la medida en que su estrategia no se planteaba desde la revolución social, sino desde un programa de reformas globales al capitalismo, el significante nodal “progreso”, quedaba difusamente delimitado en el discurso frente populista, (¿progreso hacia dónde?). Del mismo modo, la categoría “sublimación” utilizada por la izquierda freudiana, era tambaleante.
En los hechos, las ilusiones puestas en la sublimación liberadora chocaron con los destinos políticos del Frente Popular. Porque la estrategia del Frente Popular hacía de la sublimación liberadora un imposible. Herbert Marcuse advertía ya en los años 40 la posibilidad que la sublimación (sin revolución social) se transformase fácilmente en “desublimacion represiva”. Cuento conocido, sin ruptura radical, el sistema capitalista puede terminar absorbiendo el destino de las pulsiones. En ese sentido, cabe preguntarse si las esperanzas puestas en la sublimación por los sectores de la “izquierda freudiana” no constituyó a la vez una suerte de nueva "ilusión” (de segundo grado, ilusión de la ilusión burguesa de progreso). Especialmente, si medimos los destinos proyectados para esta, en relación al devenir político social efectivo.
La hipótesis de por qué no se desarrolló una fuerte izquierda freudiana en Chile en las décadas posteriores, pensamos que puede encontrar una de sus causas aquí, en estos límites. El doctor Mariano Ruperthuz en una entrevista dada en La Segunda posterior a la publicación del libro (22/02/16), barajaba la posibilidad que la castración política se inició con la Ley Maldita del 48 y su represión consecuente. Sin embargo, nos preguntamos si su perspectiva no termina confundiendo el efecto con la causa, pues más que mal, el Frente Popular albergó a González Videla en su seno.
Pese a no desarrollar en el libro estas y otras discusiones necesarias, y no profundizar hasta el final en los cruces entre teoría y política que su misma investigación plantea, el libro de Mariano Ruperthuz merece ser atendido y discutido con atención, no solo porque desentierra la historia oculta del psicoanálisis chileno, sino porque da un impulso al estudio de las ideas en nuestro país desde una perspectiva histórica y situada.