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Red Internacional
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Opinión. Fuego amigo en tierra santa: ascenso y caída del cura Berrios

No pasaron ni 72 horas de asumido el nuevo gobierno y el presidente Gabriel Boric se vió envuelto en una polémica en redes sociales a raíz del supuesto nombramiento de Felipe Berrios cómo encargado del programa de campamentos del ministerio de Vivienda y Urbanismo. Si bien asumió rápidamente los costos políticos y de una u otra manera dio marcha atrás con la decisión, lo cierto es que esta vez fueron sus seguidores quienes los arrastraron ciegamente a una polémica algo gratuita.

Martes 15 de marzo de 2022

Si hasta el día sábado 12 de Enero Felipe Berrios contaba con cierto prestigio dentro del mundo popular por su desempeño en los campamentos y su vocación como “cura del pueblo”, todo eso se fue al carajo y en menos de 24 horas quedó atrapado en graves acusaciones como participar en algún grado de la red de protección que la iglesia entregaba a abusadores sexuales de menores de edad. Estas acusaciones no vienen de cualquier lado; Oscar Contardo, periodista y escritor del libro “Rebaño” lo señala personalmente como alguien que sabía de los abusos y prefirió callar.

Más allá de los méritos de la acusación o la validez de una funa por internet dentro de una decisión política (Felipe Berrios no está acusado de abuso sexual ni se ha acreditado su participación como encubridor en estos hechos) vale la pena revisar la reacción casi visceral por parte de la fanaticada de Boric por defender un nombramiento que ni siquiera había pasaba por él, sino que fue el ministro Montes quien lo hizo parte de equipo. Si a las 10 am Oscar Contardo escribía un tweet sacando a pasear la amistad de Felipe Berrios con Renato Poblete y Felipe Denegri (ambos acusados de abuso sexual), a las 10:30 am toda la secta del arbolito salía a funar con todas sus fuerzas a Oscar Contardo por hacer caer el gobierno de Boric.

Lo acusaron de todo; de ser un ateo irresponsable, de no poder dejar el pasado atrás, de querer bloquear la sana reconciliación del estado con la iglesia católico, de generar un discurso de odio contra Felipe Berrios, de arriesgarse a consecuencias legales por acusaciones sin fundamento y quizás lo más indignante: De revivir el trauma en las víctimas de abuso que salían a colación. Durante esas horas del domingo por la mañana, era como si el votante promedio de Boric se hubiese transformado en esas viejas fachas que gritaban a la cámara defendiendo al Cura O’Reilly o a Karadima. Era como si las víctimas de abuso sexual tuvieran que volver a las sombras y al anonimato para proteger al gobierno de “El juego de la derecha”. Era como si los niños abusados fueran un justo precio que pagar por la estabilidad de los primeros días de Gobierno. Y a esa hora Boric ni siquiera se había enterado de lo que estaban haciendo sus acólitos en internet.

Con una verdadera guerra santa desatada entre los acólitos de Boric y los infieles defensores de la separación de la iglesia y el estado, no pasó mucho tiempo para que el presidente saliera a dar explicaciones y una postura al respecto; con un tibio comentario sobre su molestia con Ezzati asistiendo a la misa de cambio de mando, confirmó que Felipe Berríos no era parte del gobierno y cerró el tema por arriba. Lo que vino después fue un festival de la vuelta de chaqueta y volteretas olímpicas por parte de la secta del arbolito para justificar sus ataques y alinearse con el discurso de su líder, pero el daño ya estaba hecho; la pregunta sobre Ezzati, Berríos y la relación de la iglesia con el gobierno fue el tema principal en todos los medios y si había algún puente construido con los sectores más "progresistas" de la iglesia estos ya estaban rotos.

No es la primera vez que algo así sucede. Ya el año pasado, en plena campaña electoral, el medio Interferencia ponía en duda la veracidad de la fecha en que Boric se hizo el PCR que confirmó su caso positivo de COVID. Lo que pudo ser fácilmente explicable por la sintomatología leve de los primeros días de contagio se transformó en una verdadera pesadilla de relaciones públicas cuando la secta del arbolito salió a atacar con todo su arsenal a Interferencia por “hacerle el juego a la derecha”, lo que derivó en un tira y afloja entre ambas versiones que terminó dañando la credibilidad de Boric al mostrarse a la defensiva de un simple PCR, un procedimiento ampliamente conocido por todos los chilenos en pandemia que extrañamente dio pie a documentos filtrados y certificados médicos que a nadie salvo Boric tenía a disposición.

Y es que cabe preguntarse; ¿Cómo un dirigente estudiantil mediocre llega a transformarse en el mesías de universitarios y profesionales de clase media? ¿Cómo simples simpatizantes y seguidores se transformaron de la noche a la mañana en fervientes legionarios del presidente al punto de desbordar su propia conducción y ponerlo en problemas con sus aliados?

Hay muchos factores que podrían influir pero el primero a destacar es la lectura que hace tanto Boric como su equipo respecto al espíritu de los tiempos; hay una sensación generalizada de renovación y cambio de ciclo que no fue respondida ni por la institucionalidad, ni el régimen ni “la calle”; entre el 15 de noviembre y el inicio “formal” de la pandemia hubo 4 meses de constantes protestas, acusaciones constitucionales, amenazas de autogolpe e incluso intentos de destituir a Piñera por problemas mentales, ninguno siendo capaz de pasar por sobre el otro.

Ni la calle fue capaz de sacar a Piñera, ni las instituciones de poder dar conducción política al proceso ni Piñera de detener las protestas o dominar el congreso. La pandemia sólo vino a pronunciar este conflicto y darle tiempo suficiente a Piñera para recomponerse y recuperar el control de la agenda. Sin embargo, debido a su inoperancia y la necesidad de proteger a los grandes empresarios, sólo produjo hambruna, desolación y un fuerte sentimiento de agotamiento moral en la población.

“El hambre y luego la moral” y Boric supo ver eso como la oportunidad de mostrarse como un líder diferente; sensible, cercano, sin miedo a cometer errores o a mostrar su lado más íntimo. Mientras los liderazgos más tradicionales prometían protección, seguridad o crecimiento, Boric apostó por la esperanza, cuya raíz etimológica viene de “esperar”. Prometer esperanza es lo más cercano a prometer nada o prometer todo, es avisar que algo vendrá sin decir que es lo que viene.

Es en sí mismo una promesa vacía, inocua y carente de materialidad, pero funciona porque nosotros llenamos ese vacío con lo que necesitemos. Para algunos fue la promesa del quinto retiro, para otros asegurar la nueva constitución y para otros también fue que Kast no ganara las elecciones. Sea cual fuese la razón, la izquierda progre necesitaba a alguien que prometiera sin prometer y que liderara sin liderar. Más que un líder, un pastor. O un mesías.

Aquí es donde el diseño comunicacional del equipo de Boric entra a jugar con una brillante estrategia; si Boric iba a ser un hombre santo, tendría que realizar milagros. Y si no podía realizar milagros, se tendría que rodear con gente que pudiera realizarlos. Así puso a Izkia Siches de jefa de campaña y se reunió con Gustavo Gática y Fabiola Campillay cómo gesto a la rebelión de Octubre. Camila Vallejo fue su vocera y Giorgio Jackson su alfil. René Naranjo, Carmen Frei y Carlos Gajardo vinieron a moderarlo lo suficiente para que entrara al voto de centro y cómo si fuera poco, el mismísimo Felipe Berrios llegó como un templario de espada oxidada para darle el beneplácito de la fe.

Y si ni aun así lograban santificarlo (Una semana antes de las elecciones tenía un empate técnico con Kast), el destino le dio un regalo del cielo con la muerte de Lucía Hiriart. Lo demás fue un triunfo masivo que comenzó la segunda etapa de santificación; la ritual. No sólo las calles se desbordaron de colores y alegrías, pronto Boric fue investido como por los pueblos originarios cómo su representante en la institucionalidad. Los niños corrían a sacarse fotos con él, su perro se transformó en funcionario público y su pareja en una reina de esta neo monarquía llamada Chile.

Pero hay un detalle. Los mesías de todas las religiones están muertos o existen fuera del plano terrenal. Esto debido a que el mesías debe llenar esa promesa vacía que es la esperanza y dejar que otros la administren por él, sin mancharla con el pecado de la existencia. Por más ritos y bendiciones pachamamicas que Boric realice desde los simbólico, al final del día tiene que tomar decisiones políticas que si o si van a manchar su imagen sacrosanta y eso va a afectar como la secta del arbolito reaccione a sus medidas. Puede que el FA haya sabido subirse a la ola de esperanza, pero esa ola va a moverse con Boric o sin él.

Es por eso que de pronto Boric se le vio construyendo puentes con la iglesia católica. Mal que mal, son los grandes administradores de las esperanzas de los pobres y oprimidos del mundo y conocen el juego de las promesas vacías mejor que nadie. El ataque a Ezzati y Errazuris, posterior a asistir a la misa de cambio de mando, más parece una respuesta de última hora para salir bien parado de la polémica que una estrategia refundacional contra la iglesia, porque la verdadera pérdida para el FA es la entrada de Felipe Berrios al gobierno, un cura que será muy popular y muy consecuente pero es jesuita antes que cualquier cosa, los mismos jesuitas que han seducido al progresismo por ayudar a construir campamentos y darle tres comidas al día a los estudiantes de colegios pobres, ninguna de ellas una gran proeza o acto revolucionario sino más bien el mínimo exigido a una institución internacional que se jacta de defender a los más pobres.

Sólo el tiempo dirá si Boric logrará controlar a su rebaño o el rebaño va a desbordar su programa hasta hacerlo ingobernable. El nombramiento de Felipe Berrios no cayó bien en la izquierda por razones éticas y morales, pero también es cierto que él no está acusado de nada aparte de ser amigo o conocido de supuestos abusadores sexuales.

Llevando la crítica hacía lo político, más grave era meter a alguien de la iglesia a un cargo del gobierno que la relación de Felipe Berrios con Felipe Denegri y Renato Poblete, por lo que esta polémica expone una debilidad fatal en el diseño comunicacional del presidente; a la hora de la verdad, la funa de internet pesa más que la decisión política. Pero mientras exista un sector no menor de militantes de la fe que busquen en Boric un protector de sus privilegios a cualquier costo y lo empujen a hacer tratos con la iglesia, extender el estado de excepción y anular el quinto retiro, las polémicas en redes sociales no se detendrán.

Las cruzadas por esta tierra santa ya han comenzado y la hoja en la mano de su líder tiembla dudosa mientras cruza el desierto. Los moros han asestado un tiro de gracia, muy pequeño para ganar la batalla pero sí lo suficientemente grande como para seguir en la lucha.

Los tiempos de la paz ya han quedado atrás.


Carlos Henríquez

Historietista. Panelista Podcast Troskosis