El Frente Justicialista y Cambiemos buscan imponer una agenda para alimentar una polarización. El bussismo hizo gala de su ADN reaccionario. El FIT y el desafío de la consolidación.
Maximiliano Olivera @maxiolivera77
Domingo 17 de septiembre de 2017 19:30
Los días previos al lanzamiento oficial de la campaña electoral hacia octubre marcaron algunos elementos del panorama político.
Desde el lado de Cambiemos el centro de la campaña lo ocupó Germán Alfaro, poniéndose en el centro de las recorridas en el territorio. Las razones del intendente capitalino, como siempre, son la síntesis del cálculo y la autopreservación. Envalentonados por el resultado, los alineados con la candidatura de Osvaldo Jaldo comenzaron desde el día uno tras las PASO a recorrer los circuitos de la Capital, con el fin de lograr allí un triunfo en octubre. Además de defender el territorio, considerando que dar vuelta la diferencia de 200.000 votos es una causa perdida, Alfaro quiere que la distancia se achique lo suficiente para que su esposa Beatriz Ávila alcance la segunda banca. Como toda apuesta, perdón la redundancia, se pone en riesgo un importante capital.
Como golpe de efecto, Alfaro eligió golpear al oficialismo provincial con la Sociedad Aguas del Tucumán. Con la idea de una posible de intervención, el intendente dejó a la defensiva a sus adversarios, que no terminaron de elaborar una respuesta. Aunque tomó un aspecto sentido en la población, en última instancia, la jugada de Alfaro incluye una disputa por caja con el gobierno provincial del que fue parte durante 10 años. La resolución de los grandes problemas urbanos no son parte de la discusión.
La actitud del peronista puede connotar una intención de moverse con criterios e ideas propias o, directamente, que esos criterios e ideas le impriman el ritmo a la campaña de Cambiemos. Para José Cano no se sabe qué es peor. El radical mantuvo, o le mantuvieron, un perfil bajo, incluso durante la última visita presidencial.
Cano carga con dos definiciones que actuaron como salvavidas de plomo. La primera definición es el fracaso del Plan Belgrano, que no pudo pasar de grandes promesas acumuladas desde las elecciones pasadas y obras aisladas durante una gestión de un año y medio . Ahora parece que está prohibido hacer mención al plan que no fue más que una piedra en el zapato.
La otra definición es ser identificado con el gobierno macrista, “el gobierno de los ricos que gobiernan para los ricos”, y la aplicación de ajustes y tarifazos. Tras la estruendosa derrota, desde la mesa chica presidencial se decidió que la campaña de Cano sea dirigida desde allí, pintada de amarillo PRO. Es decir, nacionalizarla. Barajar la visita de figuras como María Eugenia Vidal y Elisa Carrió no hacen más que rebajar el protagonismo de Cano. La gran apuesta de Cano fue encabezar este fin de semana los timbreos.
Entre la gobernabilidad y la campaña
Tras los comicios de agosto, la dirección tripartita del justicialismo tucumano tuvo que volver a la arena de la realpolitik. Al gobernador Juan Manzur le tocó volver a desempolvar el discurso de la gobernabilidad y bajar los decibeles frente a la Presidencia. Macri reconoció que cuando quiere Manzur puede “decirle cosas bonitas”, pero el mayor favor del justicialismo tucumano al macrismo es haber acompañado las grandes iniciativas que se propuso desde su asunción.
Con la idea de una liga de gobernadores en suspenso —gran parte depende del desempeño de Cristina Kirchner— Manzur fue parte del cierre de filas ante el reclamo esgrimido por Vidal ante la Corte Suprema. Si reclamo por fondos se concreta, la provincia de Buenos Aires pasará de recibir $650 millones a percibir $50.000 millones. “¿De dónde saldrán los recursos?”, es la gran pregunta.
Tras un 2016 sin pronunciar una palabra, aunque levantar la mano varias veces por el macrismo, José Alperovich intervino en la última sesión del Senado y hasta presentó un proyecto. El ex gobernador levanta el perfil para posicionarse dentro del justicialismo local, no vaya a ser que termine afectado por la campaña de Jaldo que dice que no hay ningún tucumano que “defienda la provincia” ante el centralismo porteño. La intervención de Alperovich fue ilustrativa: aunque se peleó con la senadora Silvia Elías de Pérez, juntos votaron contra el tratamiento de la prórroga de la ley que impide el desalojo de las comunidades originarias.
Pero la gran jugada de esta semana se pergeñó en la Legislatura. En la capital cordobesa se aprobó una resolución para que los sobrecitos de azúcar sean retirados de las mesas de los bares y, que en todo caso, se los solicite al mozo. Fue la oportunidad del justicialismo para retomar la iniciativa, plantear que había un ataque a la provincia y que ellos serían garantía de defensa. La pertenencia del intendente cordobés Ramón Mestre a Cambiemos sumó un plus. Que Jaldo estampe su firma en una declaración de repudio que debieron firmar todos los bloques fue un cierre de semana redondo.
En el ADN
A Ricardo Bussi le tiró la sangre. En una exposición en una universidad privada, ante alumnos de diferentes niveles, se preguntó para qué quiere una chica de La Cocha saber matemáticas si va a cosechar la tierra. No hubo forma de “dibujarla” para el nacido en Kansas City, recibido de abogado en la Universidad de Palermo. El repudio fue generalizado y dejó expuesto su elitismo clasista teñido de desprecio.
Para cerrar la semana, el hijo del represor visitó el día previo a la sentencia a ex militares y policías que estaban siendo juzgados en la megacausa por el Operativo Independencia. Como acostumbra, pidió que la impunidad continúe.
Construir desde la izquierda
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores es la cuarta fuerza que queda en carrera hacia el 22 de octubre. Lo coalición tuvo en las PASO un muy buen desempeño, duplicando los votos comparando su mejor elección, y ahora tiene el desafío de consolidarse como un polo alternativo de peso a quienes cogobiernan para el ajuste, antagónico de fuerzas reaccionarias como el bussismo. Para el FIT, el resultado obtenido en agosto es una base para proyectar en octubre una duplicación en sus votos.
La crisis nacional abierta con la desaparición forzada de Santiago Maldonado o luchas obreras como las de Pepsico han mostrado que sólo el FIT interviene de manera coherente y decidida a la hora de enfrentar a los partidos tradicionales, con una salida propia para el pueblo trabajador, las mujeres y la juventud. El despliegue de la campaña electoral en los lugares de trabajo y estudio, en los barrios, tiene que estar al servicio de fortalecer la construcción de una alternativa desde la izquierda.