Ponencia para la participación en el Foro-Encuentro “Reforma Laboral, Precarización y Derechos de las y los Trabajadores”.
Miércoles 27 de julio de 2022
Desde sus orígenes el SNTE ha estado integrado al Estado mexicano. Su creación fue la respuesta del entonces PRM, antecesor del PRI, para contener décadas de lucha del magisterio por su organización sindical. Desde entonces, todos sus dirigentes han respondido al gobierno en turno, actuando como correa de transmisión de sus políticas educativas y controlando al gremio para imponerlas.
Así, por ejemplo, como parte de la ofensiva neoliberal, Elba Esther Gordillo firma con Salinas de Gortari el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica; luego, con Felipe Calderón, la Alianza por la Calidad de la Educación, antecedente de la Reforma Educativa de Peña Nieto; todo en línea con intereses empresariales.
Gordillo no es encarcelada en 2013 por defender la educación pública y los derechos de los trabajadores de la educación frente a la reforma educativa, sino por oponerse a perder el control sobre el manejo de las plazas. Al convertirse entonces en un estorbo para el gobierno, fue desechada. En su lugar se impuso al frente del SNTE a Juan Díaz de la Torre, antiguo colaborador de la “maestra”.
Frente a la importante lucha magisterial por la abrogación de la reforma educativa, que marcó el sexenio de Peña Nieto, Díaz de la Torre fue su fiel impulsor y sostén desde el SNTE.
Con el triunfo electoral de López Obrador, la operación consistió en remover a Juan Díaz para poner en su lugar al actual secretario general del SNTE, Alfonso Cepeda Salas, también ex integrante del equipo de Gordillo, quien por su parte, luego de hacer proselitismo a favor de AMLO y el Morena, sería exonerada y liberada.
Desde entonces, Elba Esther se posiciona como aliada del presidente y su partido, apoyándolo mediante las Redes Sociales Progresistas, mientras que busca recuperar su control sobre el SNTE a través de Maestros por México.
Al mismo tiempo, como no es de sorprender, Cepeda Salas se ha subordinado al gobierno de López Obrador, declarando al SNTE como el “ejército ideológico de la 4T” y aceptando sin chistar todas las políticas educativas de la SEP, sin importar sus implicaciones.
De ese modo, Alfonso Cepeda y su ejército de charros avalaron la reforma educativa de AMLO, que preserva la esencia neoliberal de la reforma peñista. Junto a ello, se hacen de la vista gorda frente al avance de la precarización laboral en el magisterio, expresada por ejemplo en la falta de derechos para las y los docentes del PRONI.
Durante la educación a distancia, con todas sus consecuencias en términos de violación a derechos laborales y de exclusión y rezago educativos, se contentaron con hacer una campaña de donaciones, haciendo depender el derecho a la educación de la caridad. Ninguna exigencia de respeto a los horarios laborales, o para dotar de internet y equipos de cómputo a la comunidad escolar.
Luego acataron la clasificación de la educación como “actividad esencial”, la imposición del regreso a clases presenciales en plena pandemia y posteriormente el aforo completo en las escuelas, sin hacer nada para que se garantizaran condiciones sanitarias seguras, como sigue ocurriendo hasta ahora.
Vino después la desaparición de las escuelas de tiempo completo y actualmente se prepara su conversión en escuelas de horarios extendido, en donde se planea que el pago a docentes sea de 60 pesos la hora pero sin estar integrado al salario. Frente a ello, los charros del SNTE piden horario extendido en todas las escuelas.
Recientemente, además, aplaudieron el incremento salarial escalonado y por debajo de la inflación, mientras que no alzaron ni una ceja ante la extensión del calendario escolar, cuestión que se repite para el próximo ciclo, haciéndose cómplices de este recorte a los periodos de descanso de la comunidad escolar.
En algunos estados, la movilización y paros del magisterio por la falta de pagos ha obligado a los charros a ponerse al frente para no quedar rebasados por la base, pero sólo para contener el descontento, sin ninguna política combativa para resolver las demandas.
Los intereses de la burocracia sindical tienen que ver con los beneficios económicos que obtienen de su posición. Por ejemplo, de 2019 a 2021, la SEP transfirió al SNTE 1,190 millones de pesos para supuestas actividades culturales, de las cuales nunca nos enteramos y que además se habrían realizado en buena parte cuando las actividades presenciales estaban detenidas por la pandemia. A eso hay que agregar los cerca de seis millones de pesos diarios que recibe el sindicato por concepto de cuotas sindicales, con las que se dan una vida de lujo a nuestra costa.
Para perpetuarse en el control del sindicato, cuando adecuaron el Estatuto del SNTE a la nueva reforma laboral, además de introducir el voto universal, directo y secreto para la elección de dirigentes, pusieron candados para evitar que surjan representantes sindicales democráticos de base. Con esas nuevas reglas, desde hace meses se vienen realizando elecciones para el cambio de comités ejecutivos estatales, en donde han primado las denuncias por irregularidades que les dan ventaja a las planillas plegadas a Cepeda.
Considerado el sindicato más grande de América Latina, con más de 1 millón 600 mil afiliados, el SNTE en manos de la base magisterial sería una herramienta formidable, en unidad con las madres, padres de familia y otros sectores de trabajadores, para la defensa y mejora de nuestros derechos y la educación pública. Pero para ello es indispensable conquistar su independencia política del Estado, condición sin la cual no puede haber democracia sindical, y todo ello requiere de la organización y la lucha decidida desde las bases por echar a las distintas alas del charrismo, en cuyas manos el sindicato es utilizado en nuestra contra.
Para ganar posiciones en esa perspectiva, desde la Agrupación Magisterial y Normalista Nuestra Clase no renunciamos a darle la pelea a los charros para recuperar el sindicato, y nos organizamos con nuestras compañeras y compañeros por la representación sindical en algunas escuelas de la Ciudad de México.
Además, consideramos que la CNTE, como referente histórico de lucha del magisterio nacional, debe retomar decididamente su bandera fundacional por la democratización del SNTE, y abandonar sus expectativas en que mediante mesas de diálogo con AMLO se podrá conseguir ese objetivo. La conquista de las secciones 22 de Oaxaca y 7 de Chiapas muestra el potencial que encierra la transformación del SNTE en herramienta de lucha.