Los deleznables y recurrentes cantitos xenófobos y racistas de un sector de la hinchada de River, que lamentablemente suelen extenderse no en pocas ocasiones a una parte considerable de la tribuna, llevó a que el Tribunal de Disciplina de la CONMEBOL sancionara al club con “una multa de 30.000 USD, así como la prohibición de venta de entradas a sus aficionados para los próximos tres partidos que el club dispute como visitante en competiciones oficiales organizadas por la CONMEBOL.
Iván Marín Trabajador de prensa de diario El Chubut
Jueves 25 de septiembre de 2014
El comunicado refiere a “los gritos xenófobos proferidos por sus aficionados en el encuentro disputado el día 3 de septiembre de 2014 en Mendoza frente a Godoy Cruz”.
Desde ya, como no alcanza sólo con repudiar o sancionar este tipo de hechos, trataremos en las líneas que siguen de hacer una primera aproximación al tema desde una perspectiva crítica, que aborde algunos condicionamientos sociales que lo hacen posible. Denostar al rival con este tipo de cantitos, en particular cuando se enfrenta a Boca Juniors, es una práctica naturalizada en un sector importante de las tribunas de River. Tomamos este caso porque es quizás uno de los más paradigmáticos del fútbol local, pero ejemplos lamentablemente sobran.
Que un deporte tan hermoso como el fútbol cobre ribetes reaccionarios en parte de sus aficionados no hace otra cosa que expresar ciertas prácticas putrefactas que existen en una sociedad donde la pobreza, la injusticia, la xenofobia, el machismo y demás mecanismos en que se manifiestan las distintas formas de opresión entre los seres humanos, se hace carne entre los mismos. Esta operación ideológico-política obviamente es funcional a un sector de la sociedad cuyos intereses apuntan a dividir a la inmensa mayoría de la población, compuesta por trabajadores y sectores populares.
La perpetuación de estos sectores minoritarios que cuentan no sólo con el poder económico, sino también político en manos del Estado, requiere de mecanismos simbólicos que lo posibiliten. De ahí la importancia de las empresas de comunicación. En la sanción de la CONMEBOL, como en el posicionamiento de la mayoría de los medios de comunicación, subyace la idea de que al racismo y la xenofobia se los combate con educación. Sin embargo, reducir la situación a un combate de ideas no agota la cuestión, sino que más bien encubre las desigualdades sistemáticas de los que son víctimas de este tipo de prácticas. Estas desigualdades provienen de la propia estructura social. No se combate el trabajo esclavo hacia los hermanos bolivianos en las textiles sólo con educación contra la xenofobia y el racismo.
Cabría plantearse qué situaciones económico-políticas son más propicias para el desarrollo de estas tendencias fascistoides. En este sentido, parece legítimo preguntarse si ello guarda alguna relación con la lucha de clases: ¿será que cuanto más desarrollada esté y más triunfos se obtengan, mayores serán los sectores de trabajadores que participan en la misma, y por ende es menor la influencia del racismo; y, que, por el contrario, cuando los trabajadores no logran organizarse y sufren duras derrotas, las ideas reaccionarias cobran actualidad a partir de falsas salidas que les imponen a los sectores populares, vinculándolas con la responsabilidad que les cabría supuestamente a los extranjeros, entre otras? Para el caso particular que nos incumbe, ¿estos cantitos xenófobos y racistas por parte de un sector de la hinchada riverplatense a Boca existieron siempre o puede pensarse, quizás, que guarde alguna relación con la pregunta que nos hicimos con antelación? ¿Dicha proliferación de estos insultos en las últimas décadas, aunque vienen de más larga data, no pueden ser interpretadas como un subproducto de grandes derrotas que vivió el pueblo argentino a partir de la dictadura del 76 y la imposición de las políticas neoliberales, sobre todo en los años noventa, con todo lo que ello trajo aparejado?
Otro factor fundamental para poder entender este estado de cosas es el creciente poder de esos elementos descompuestos y mafiosos de la sociedad conocidos como “barrabravas”, y la relación que mantienen con la dirigencia política y de los clubes. Si bien estos sectores no son nada nuevo, algunos indicios parecen indicar que pegaron un salto en cuanto al poder dentro y fuera de las tribunas sobre finales de los años ochenta y comienzos de la nueva década. Si las barrabravas son utilizadas como fuerza de choque de políticos y burócratas sindicales (el caso de Cristian Favale, barrabrava de Defensa y Justicia, que asesinó a Mariano Ferreyra, por citar uno de los cientos que podemos encontrar), si además cuentan con la venia de la mayoría de los dirigentes de clubes para cometer todo tipo de ilícito, ¿puede sorprender que proliferen desde allí este tipo de prácticas xenófobas?
Durante los años noventa también se dio una combinación de dos elementos que le hicieron muy mal al fútbol en cuanto deporte y que obviamente tuvieron sus consecuencias en las tribunas: 1) el exitismo de ganar a como dé lugar, sin importar el cómo, si se hace trampa o no, y 2) ante la falta de resultados de algunos equipos, el espectáculo se traslada del campo de juego a las tribunas, surgen los “hinchas de su propia hinchada”, la “cultura del aguante”. Obviamente no podemos afirmar que exista una relación mecánica entre estos dos factores y, a su vez, las prácticas xenófobas de las hinchadas, sin embargo parece lícito plantearse al menos la duda.
En este sentido, si bien el folclore futbolero entre las hinchadas es una de las cosas que distingue a éste de otros deportes en nuestro país, y es algo que practicamos todos en nuestros lugares de trabajo, estudios y demás, en especial cuando comienza la semana, es imposible dejar de soslayar que flaco favor se le hace al deporte cuando el objetivo es ganar como sea, tomando al rival circunstancial como si fuera un enemigo mortal a quien hay que eliminar. Imaginarse esta situación en tribunas lideradas por mafias fascistoides es un cóctel reaccionario cuyo resultado se torna lamentablemente previsible.
Para terminar quiero tomar otros dos elementos que suelen ser utilizados acríticamente a veces, a manera de chicanas otras, para el análisis y la crítica de este tipo de prácticas en el ambiente futbolero. En los sectores de izquierda o “progre” vinculados al ambiente futbolero es muy común encontrar caracterizaciones respecto a las hinchadas de tal o cual club y de manera lineal, incluso por momento caricaturezca, vincularlas con tal o cual estrato social. Es decir, clubes de los sectores más humildes y otros más chetos, burgueses o como se le quiera denominar. Si bien puede guardar un halo de realidad para otros deportes, o incluso clubes chicos de fútbol, ningún estudio más o menos serio ha dado cuenta, hasta lo que nosotros sabemos, de que esto suceda entre los clubes grandes.
Ello se da de esta manera porque el fútbol es un deporte de masas, arraigado en todos los estratos sociales. Este es uno de los razonamientos que subyace en los denigrantes insultos xenófobos y racistas. Suponer que un hermano boliviano, paraguayo, peruano, o de la nacionalidad que fuere, por su misma condición es simpatizante de tal o cual club, además de facho, es un razonamiento que no guarda ninguna relación con la realidad.
La última cuestión que quiero plantear, que no está al nivel de las anteriores, pero que no me parece menor, refiere a la banalización de la xenofobia y el racismo cuando se chicanea a tal club de ser facho porque un sector de su hinchada propinó los cantitos en cuestión. Arrogarse una cuota de pseudo-progresismo al chicanear a clubes o simpatizantes de un club de fachos porque un sector de la hinchada propine este tipo de insultos, es banalizar la cuestión. Por ende, a mi humilde entender, no suma en el combate contra este tipo de prácticas. Incluso a veces la chicana y la acusación de racista a tal o cual simpatizante, termina con el insulto de “puto”, por citar uno de tantos. “Vos sos un racista porque nos discriminás. Ustedes son todos putos”. La discriminación en las tribunas, como en el resto de las expresiones sociales, no se reducen a la xenofobia y el racismo, sino que completa todo un combo de prejuicios impuestos para que las clases populares nos dividamos frente a nuestros enemigos. Las expresiones homofóbicas y machistas parecieran estar incluso más naturalizadas, por lo que no son objeto de una crítica como ocurre con la xenofobia y el racismo. De todas maneras, que cobren visibilidad estas dos últimas formas de discriminación es un paso adelante, pero, como dijimos, no agota ni por asomo la cuestión.
Para los fundamentalistas del tiki tiki no pasa sólo por tomar partido por el juego al ras del piso, las triangulaciones, el firulete, el “pressing” en campo contrario o salir jugando desde abajo. Tampoco con denunciar la mercantilización del deporte y la adaptación de las corrientes picapiedristas a la berreta filosofía resultadista impuesta desde el establishment de las grandes cadenas deportivas o al marketing. No. Todo eso es imprescindible. Pero a razón de ser implacables con toda manifestación discriminatoria dentro y fuera de la cancha. Dicho esto, me preparo para ver esta noche al único equipo en la actualidad que respeta el estilo del fútbol descripto más arriba.