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Red Internacional
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LA PASIÓN POR EL FÚTBOL. Galeano, con el fútbol a sol y sombra

Ante el fallecimiento de Eduardo Galeano, desde la sección deportiva de La Izquierda Diario le rendimos homenaje destacando una de sus mayores pasiones: el fútbol. En el ámbito del deporte es muy conocida su obra “El fútbol a sol y sombra”, en la que despliega una concepción del juego muy asociada al arte y la literatura.

Augusto Dorado

Augusto Dorado @AugustoDorado

Martes 14 de abril de 2015

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Foto: diario Marca

Jugaba de ocho y me fue muy mal porque siempre fui un “pata dura” terrible. La pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de amor no correspondido. También era un desastre en otro sentido: cuando los rivales hacían una linda jugada yo iba y los felicitaba, lo cual es un pecado imperdonable para las reglas del fútbol moderno”. Así comienza su libro El fútbol a sol y sombra, de lectura obligada para cualquiera que aspire a involucrarse en el periodismo deportivo. Pero además de ser una lectura ineludible, genera muchas veces cierta empatía con el autor porque, por lo general, quienes escriben o hablan sobre deportes (o fútbol en particular) suelen sufrir también ese amor no correspondido. Es el caso de quien escribe estas líneas.

La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí”. Con esta genial definición abre el primer capítulo de este libro que desmenuza acontecimientos destacados de los mundiales de fútbol y el contexto histórico y político en el que sucedieron. Reeditado incontables veces, la última edición incluye el Mundial de Sudáfrica 2010, emblema del fútbol industria que se potenció a niveles impensados en Brasil 2014.

Sin embargo, la distancia entre “placer y deber” en este hermoso deporte no anula la posibilidad de encontrar ingenio, habilidad, malabarismo, nobleza o picardía; o condimentos propios del arte más que del deporte, que en el fútbol están aunque muchas veces debajo de una montaña de mezquindad y resultadismo, fogoneada por quienes quieren hacerse pasar por “analistas” y enfocar a este deporte como si se tratara de una ciencia. Por eso, Galeano se definía a sí mismo como un “mendigo del buen fútbol, que recorre los estadios y pide una linda jugadita, por amor de Dios”.

Hincha de Nacional de Montevideo, porque “(…) lleva los colores de José Gervasio Artigas, el héroe de pueblos que hizo la primer reforma agraria de América y se llama Nacional porque fue el primer equipo uruguayo que no manejaron los ingleses.”, en Argentina fue galardonado como socio honorario de Belgrano de Córdoba en reconocimiento a su trayectoria. Anoche, el estadio Mario Alberto Kempes (donde el pirata cordobés recibió a Quilmes) hizo un minuto de silencio en su honor, aunque algunos a decir verdad no aguantaban su alegría por jugar ese partido y no guardaron ningún silencio. Esa alegría ruidosa del hincha inquieto, también fue en su honor.

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Foto: Facebook oficial del Club Belgrano de Córdoba

Acontecimientos deportivos históricos como el Maracanazo de 1950 fueron retratados por Galeano como nadie: fanático de la “celeste” y del “negro Jefe” Obdulio Varela, prefirió centrarse en el penoso destino del arquero Barbosa, el que “se comió” el 2 a 1 que dejó a Brasil enmudecido y sin copa. Logró uno de los mejores relatos sobre el deporte que se conozcan.

En esta época de sobreabundancia de intentos de fusión entre fútbol y literatura, verse al espejo de un grande como Galeano –como los nenes se miran en el espejo de Messi, Cristiano Ronaldo o Neymar- es lo mejor que le puede suceder al fútbol y a la literatura, aunque lamentablemente -como en el fútbol- en general se privilegian los resultados (en este caso las ventas).

Pero hasta que el fútbol logre emanciparse de las limitaciones que le impone la industria, seguiremos –como Galeano- mendigando buen fútbol y también buena literatura, o al menos aquella que puede erizar la piel y conmover hasta las lágrimas como un gol olímpico o de chilena.