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Red Internacional
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Política. Garrote, garrote, garrote

El caso Chocobar como recurso didáctico. Macri puede no recuperar imagen positiva pegándose a un criminal uniformado, pero está decidido a dejar en claro que el ajuste va con gatillo fácil.

Daniel Satur

Daniel Satur @saturnetroc

Domingo 4 de febrero de 2018 00:00

En agosto de 2017, cuando José "el Nene" San Filippo vio los números finales de su performance electoral se angustió. Apenas un 0,33 %, poco más de seis mil personas en toda la Ciudad de Buenos Aires, lo querían como diputado. En ese momento no pensó que algunos meses después su slogan de campaña "garrote, garrote, garrote" sería tomado como propio por las más altas autoridades políticas del país.

No se sabe aún cuántos decimales sumó en su índice de popularidad Mauricio Macri recibiendo en la Casa Rosada a Luis Chocobar, el efectivo de la Policía Local de Avellaneda que fusiló por la espalda a Pablo Kukoc después de correrlo al menos dos cuadras del barrio de La Boca. Lo que sí es seguro es que con la aparición de videos que muestran al consagrado "héroe" por el Presidente fusilando por la espalda a una persona indefensa, a muchos les cuesta cada vez más reproducir como loros el discurso macrista.

Los videograph se reacomodaron y ahora se instaló la pregunta "¿de héroe a asesino?". Huelga decir qué estarían diciendo hoy esas mismas empresas periodísticas si Infobae no hubiera difundido ese video (luego de comprarlo, seguramente, a un más que oneroso precio).

Violencia es mentir (sobre todo después de matar)

Ahora ya se sabe que Chocobar mintió para encubrir o desviar la atención sobre los detalles del crimen que ejecutó. Y entonces las ilustradas gerencias de noticias se empiezan a preguntar si Macri cometió un error o pecó de apresurado al convocar al asesino a ser ungido como héroe nacional en la mismísima Casa Rosada.

Pero Macri no se equivocó. Él y su mano ultraderecha Patricia Bullrich (a esta altura una especialista en construcción de relatos ficcionales autojustificatorios) no desconocían quién era y qué hizo Chocobar. Ellos decidieron muy conscientemente hacer público que para el Gobierno se estaba cometiendo una injusticia con el ejemplar policía que no hizo más que cumplir con su deber. Una injusticia ejecutada por un juez que desprecia la vida de los ciudadanos honestos que pagan sus impuestos religiosamente.

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El Gobierno decidió que se sepa que hay un apoyo incondicional del Poder Ejecutivo a todo criminal de uniforme que cometa cualquier "desliz" en pos de mantener el control social en las barriadas populares y preferentemente sobre la juventud pobre. Sin dudas el prefecto, hasta ahora anónimo, que ejecutó, también por la espalda, a Rafael Nahuel hace poco más de dos meses al ver a Macri, Bullrich y Chocobar juntos se sintió mucho más aliviado. No está solo.

Sacando pecho, Bullrich acompañó a Chocobar en toda su visita a la casa de gobierno y se preocupó mucho porque en las fotos de los diarios aparecieran ambos sonriendo. Y casi se acalambra los dedos al escribir con frenesí en su Twitter lo orgullosa que estaba de ser parte de ese momento tan emotivo. Y ahí lo dejó a Chocobar suelto para que dijera lo que quisiera ante los medios.

Escuela de guerra (de clases)

No se sabe si lo hizo en broma o hablaba en serio, pero el agente de boina azul dijo al menos dos cosas muy curiosas. Primero que "el Presidente sabe que actué como todo policía tendría que actuar, y por eso le estoy muy agradecido". Y también dijo: "Traté en todo momento de que las cosas sean como a mí me enseñaron".

Entremedio Bullrich metió un bocado nada menor. Reiteró que el Gobierno va a "cuidar a quienes nos cuidan" y que Chocobar no actuó de otra manera que como se esperaba para evitar que la persona perseguida "agreda o mate a otro". Y además anunció que los Gobiernos nacional y provincial van ponerle abogados al agente para que lo defiendan.

Las definiciones de ministra y policía desautorizan por sí solas cualquier interpretación sobre el hecho en clave de errores presidenciales o apuros desmedidos. Porque esa decisión de reivindicar al héroe se hizo con conocimiento de causa. Sobre todo de la causa en la que el policía está procesado por homicidio y embargado por $ 400 mil. Dicho sea de paso, ¿Chocobar quiso hacer un chiste cuando con tono victimizante dijo que "no hay miembros de la fuerza que tengan esa suma de dinero"?

Según el fallo del juez de Menores Enrique Velázquez, el "héroe" Chocobar no actuó como debía actuar ni cumplió con su deber. Hizo un uso "irracional" y "desproporcionado" de su arma de fuego, asesinando con dos disparos por la espalda a una persona que no estaba armada. Es más, por la evidencia de los hechos el juez ni siquiera se vio obligado a llevar totalmente las cosas a su justo terreno y le alcanzó para procesar y embargar al policía hablar de "exceso en la legítima defensa", algo que no sería precisamente lo que pasó.

Por eso más de un periodista especializado en "policiales" prefirió instalar inmediatamente el debate sobre si no habría que modificar las leyes para evitar que agentes como Chocobar sufran lo que están sufriendo. Dicen defender la legalidad, pero cuando hay una traba legal que no se ajusta al sentido común reaccionario plantean la necesidad de cambiar la ley.

Como si por lo demás eso no fuera lo que viene sucediendo desde hace décadas. El cambio de leyes, el endurecimiento de las penas, la baja en la edad de imputabilidad, el llenado de cárceles y comisarías de jóvenes pobres que alcanza niveles récord año a año, sin embargo, no modifican ni morigeran las tasas de criminalidad social.

Cada vez más muertos

Contradictoriamente, lo que sí crece de forma sostenida y sin pausa es la incorporación de personal a todas las fuerzas de seguridad del país, el desarrollo de infraestructura y la adquisición de tecnología para alcanzar un mayor poder de fuego y un más abarcativo control sobre la población trabajadora.

El saldo de este paradigma, llevado a la práctica con el abultado presupuesto en el área de Seguridad de todas las administraciones, es el aumento crónico de muertes por gatillo fácil o torturas en cárceles y comisarías de todo el país. No hay estudio o estadística en la materia, tanto del ámbito público como privado, que no dé cuenta de ese avance criminal del Estado sobre la población trabajadora y pobre.

A ningún macrista honesto se le podría ocurrir echarle la culpa a la "pesada herencia" en este punto. Chocobar es un producto original de las políticas de seguridad del peronismo volcadas en la Provincia de Buenos Aires durante décadas. De hecho la Policía Local a la que pertenece Chocobar es un engendro del sciolismo que en Avellaneda tiene la contención y el apoyo de la intendencia kirchnerista de Jorge Ferraresi.

Ferraresi inaugurando una base de la Policía Local de Avellaneda construida con aportes de Shell

Ya nadie desconoce a esta altura que el agente no solo no estaba siendo agredido por Kukoc, sino que al momento de dispararle a poco menos de diez metros de distancia el joven de 18 años no estaba en actitud amenazante, sino escapando desarmado. Incluso todo ocurrió varios minutos después y bien lejos de la esquina en la que yacía el hombre estadounidense herido. Chocobar no le estaba salvando la vida a nadie, como falsamente relató en su descargo judicial.

"Aguante Chocobar"

No caben dudas de que el relato rabiosamente agresivo y reaccionario vomitado desde la Casa Rosada pega bien en determinados sectores sociales. Sobre todo en esos sectores medios para los que, por ejemplo, Santiago Maldonado era un piojoso hippie que se suicidó ahogándose en el Río Chubut o que las personas (en su mayoría inmigrantes) que venden en la calle baratijas sobre mantas son mafiosos que ponen en riesgo con sus crímenes la pequeña y mediana empresa nacional.

Esa empatía entre discurso presidencial y sentido común reaccionario no es gratuita. Vaya como ejemplo la amenazante pintada que alguien estampó durante la madrugada de este sábado en la persiana de la sede de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi): "Aguante Chocobar".

Como bien analiza Correpi en su comunicado de denuncia del ataque, "sabemos perfectamente qué clase de gobierno nos toca enfrentar en esta etapa, y lo venimos diciendo: es un gobierno que ha decretado de hecho el estado de excepción, que mete presos manifestantes populares y manda a su casa al genocida Etchecolatz, y que no disimula el rol de sus fuerzas de seguridad, a las que defiende sin fisuras".

Final abierto

Está por verse es si esta decisión de empujar el clima social y la agenda pública cada vez más a la derecha finalmente tendrá éxito. Porque una cosa es que cacareen horrorizados que en este país no se puede vivir por los robos, por el narco, por las "mafias"; y otra muy distinta es defender con uñas, dientes y abogados a quien fue registrado por cámaras urbanas asesinando por la espalda a una persona desarmada.

Hoy miles de Chocobares están siendo conminados a defender, a los tiros si es preciso, las políticas de ajuste del Gobierno nacional y de las administraciones provinciales. Por eso las tradicionales represiones policiales a la protesta social, a las manifestaciones obreras y populares, que más de una vez tuvieron muertos y heridos graves, ahora tienen condimentos incluso más violentos.

La orden oficial, quizás no escrita, es que a ningún policía le tiemble el pulso a la hora de apretar el gatillo contra trabajadoras y trabajadores que reclaman trabajo, salario, vivienda, salud o educación. Por eso los Chocobares creen tener la impunidad asegurada.

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Pero cuando son miles, millones los que rechazan esas políticas y están dispuestos a salir a la calle si son convocados a luchar, la cosa se les puede complicar. La batalla contra la policía de parte de miles de jóvenes trabajadores el 18 de diciembre en la Plaza del Congreso bien puede pensarse como un preámbulo de lo que puede pasar si Macri y sus cómplices aprietan el torniquete.

La muerte de Pablo Kukoc fue tan injustificada como peligrosa es la actitud oficial de avalar y defender jurídicamente al asesino. El mensaje presidencial puede causar escozor y hasta perplejidad. Pero no está escrito que puedan llevar sus planes adelante con facilidad.

Hasta los militares genocidas, que habían sido alegremente sostenidos y festejados por la burguesía y las grandes empresas periodísticas, un día terminaron yéndose de la Casa Rosada como ratas por tirante.


Daniel Satur

Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc

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