Alrededor de 350 trabajadores de la automotríz fueron suspendidos luego de un acuerdo entre el sindicato de mecánicos y la multinacional estadounidense. No es el primero de estos “pactos”.
Jueves 9 de marzo de 2017 13:36
Trabajadores suspendidos por la multinacional General Motors repudiaron el acuerdo de suspensiones entre el SMATA y la empresa, rechazaron la resolución empresarial y también denuncian que se trata de despidos encubiertos, más allá de que los voceros del sindicato quieren hacer pasar el ataque por una “medida necesaria para evitar despidos”.
Cabe destacar que la multinacional General Motors desde su retorno al país en la época menemista, goza de permanentes subsidios estatales para su funcionamiento, excenciones impositivas, divisas que le provee el estado para comprar insumos importados, entre otros privilegios. En 1995 el gobernador Carlos Alberto Reutemann y la Comuna de Alvear firmaron una carta de intención garantizando 10 años de incentivos económicos ratificados posteriormente por Ley Nº 11286. En el 2009, la expresidenta Cristina Kirchner anunció el otorgamiento de un Crédito del Bicentenario a tasa subsidiada para mantener funcionando su planta luego de que su casa matriz sea salvada de la quiebra por la estatización parcial que realizó el gobierno estadounidense. El monto fue de 70 millones de pesos y fue aportado por Anses.
A pesar de todos los beneficios que gobiernos de muy diversos signos político le otorgaron, esta multinacional ha multiplicado los ataques a los trabajadores. Y lo cierto es que Smata Seccional Rosario, enrolado en el Movimiento Sindical Rosarino, ha venido actuando de vocero de la empresa, más que defender los puestos de trabajo en GM. Lo mismo en otras autopartistas y terminales automotrices en todo el país.
No hace mucho tiempo, en medio del conflicto por 60 despidos en la autopartista Gestamp en Buenos Aires, el secretario general adjunto del Smata Rosario, Antonio Milici, declaraba: “Gestamp es proveedora de General Motors pero por el momento tenemos insumos como para seguir trabajando como hasta ahora”, señalando como si fuese el representante de prensa de la empresa multinacional. Alineado con el titular del gremio nacional, Ricardo Pignanelli, la larga historia de traiciones se repite.
Así como los 350 trabajadores de la General Motors que este lunes se encontraron con que no podían ingresar a la fábrica, miles han pasado por esa situación a lo largo y ancho del país, obviamente, con la venia sindical. Los combativos obreros de Lear lucharon mas de 9 meses contra una patronal que quería detruír su organización interna que no comulgaba con el Smata, contra el propio gremio, y la represión estatal; levantando las banderas de “Familias en la calle nunca más” en alución al trauma social de millones ante el recuerdo de la hiperdesocupación de los 90 y el 2001.
El año 2014 en General Motors transcurrió con suspensiones, despidos y también con fraude electoral. Según declaraciones del secretario adjunto de Smata Rosario en el mes de febrero: "El año pasado teníamos un ritmo de producción de 34 autos por hora y ahora estamos en 29 unidades", y agregó: "Con la empresa estamos bien, y vamos viendo cómo sigue la situación general del país, el mercado interno y el externo".
Como consecuencia de tan buena relación, en marzo, mientras se realizaban las elecciones para delegados de la planta, trabajadores que eran candidatos opositores al SMATA Rosario, denunciaron fraude electoral por parte de los dirigentes sindicales del gremio y amenazas a su integridad física por parte de una patota. Terminada la “limpieza” de todo opositor al gremio, en el mes de junio, acordaron con la automotriz suspender una vez a la semana a los 2700 operarios de la planta de Alvear. El acuerdo contemplaba cuatro días de suspensiones para todo el mes y sería revisado luego para consensuar el cronograma de julio.
El “entendimiento” fue alcanzado por el secretario de Smata Santa Fe, Marcelo Barros, con Isela Costantini, presidenta y directora de General Motors para Argentina en ese entonces, quien luego tomó una licencia para dirigir Aerolíneas Argentinas en el gobierno macrista. En los últimos dos años, la empresa realizó despidos encubiertos a través de los “retiros voluntarios”.
El “Chevy Club”
En octubre de 2008, General Motors intentó despedir 435 operarios aduciendo los efectos de la crisis internacional global, una merma en la producción y bajo la amenaza permanente del cierre de la planta. Luego de una conciliación obligatoria dictada por el gobierno santafesino, la firma negoció con SMATA “transformar” 236 despidos que todavía pensaba realizar, en 160 suspensiones que se extenderían hasta fines del 2009 y se mantendrían a 120 contratados hasta el 31 de julio. Esa política generó una dura resistencia por parte de los trabajadores que tuvo que enfrentar a la empresa y al sindicato por igual.
Finalmente, los 236 operarios quedaron en condición de suspendidos y de ellos, 150 optaron por el “retiro voluntario” bajo aprietes y amenazas, ya que eran parte del listado de los 435 que habían intentado despedir originalmente y a los que la empresa no volvió a asignarles tareas productivas. Previo a los retiros, los trabajadores sin tareas, habían sido confinados a un espacio dentro de la planta llamado “Chevy Club” bajo promesa del dictado de cursos de capacitación. Lo cierto es, que lejos de una “capacitaciòn”, los directivos de General Motors los hostigaron, acosaron y amedrentaron, violando los mas elementales derechos humanos.
Al respecto, el secretario general de Smata Rosario, Marcelo Barros declaró: “Nosotros siempre dijimos que hay que aguantar y presionamos para que entren a trabajar, pero muchos muchachos no pudieron aguantar, tal vez porque tenían otra posibilidad de trabajo o porque necesitaban la plata”. Cinismo al servicio de la empresa.