La mística y la fuerza de los cuentos de Silvina Ocampo, la autora relegada de la literatura argentina, es ya harto conocida. Una lectura de sus obras en clave de género nos lleva más allá de la magia, y nos permite encontrar cuestiones que el feminismo problematizaría y nombraría mucho más adelante en el tiempo.
Viernes 2 de junio de 2017
Nieta del terrateniente Manuel Ocampo (quizá más conocido por ser el femicida de Felicitas Guerrero, “la mujer más bella de Argentina”, en una supuesta historia de amor celebrada por la tradición popular), Silvina Ocampo nace a principios del siglo XX en la cuna de la alta sociedad, con un apellido que lentamente cae en el deterioro. Su hermana, Victoria Ocampo, indiscutida eminencia de la literatura, dirige la revista literaria Sur, en la que publica los cuentos y poemas de su hermana. Su tranquila vida en la alta sociedad no es, sin embargo, una vida dentro de un tanque de ignorancia: siempre supo mirar a aquellos diferentes, por encima de los muros de su enorme privilegio. Y sobre ellos escribió.
La vida de Silvina es controvertida y apasionante. Sus amantes, su sexualidad, su matrimonio con Adolfo Bioy Casares (once años menos que ella), su breve pero intenso apasionamiento con la increíble Alejandra Pizarnik, la pusieron en el ojo crítico y juzgador de la alta sociedad muchas veces. Rodeada de figuras literarias de semejante importancia, como su hermana, su marido, y el mejor amigo de este, Jorge Luis Borges, la producción lírica y ficcional de Silvina Ocampo queda abandonada y desvalorada por mucho tiempo, para resurgir mucho más adelante.
Hoy, se la oye nombrar como una de las grandes figuras de la literatura argentina. Posiblemente muchos hayan leído alguno de sus cuentos en la escuela. Sin embargo, el potencial de Silvina Ocampo para tratar problemáticas tales como la cultura de la violación, los roles de género impuestos por la sociedad, los estándares de belleza, e incluso los abusos sexuales en la Iglesia Católica, no han sido explotados. Analicemos, con esta intención, los cuentos Las vestiduras peligrosas, y Los funámbulos. Con estos cuentos, y en el marco de la Ley de la ESI (Ley de Educación Sexual Integral), podemos llevar al aula realidades vividas por las mujeres y por el colectivo LGTBI hasta el día de hoy.
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Las vestiduras peligrosas: una problematización de la cultura de la violación
Sharna Olfman define en el año 2009 la cultura de la violación como “una cultura, en que la violación es un problema social y cultural, y es aceptada y normalizada debido a actitudes sociales sobre el género, el sexo, y la sexualidad”. Se refiere, en resumen, a las actitudes de miembros de la sociedad, miembros de las fuerzas represivas, y los medios de comunicación, que toman a las violaciones como algo cotidiano y natural, y sobre todo, culpabilizan a la víctima.
Una amplia campaña de concientización frente a esta problemática se desarrolla en las redes sociales y en distintos ámbitos de discusión. Consignas como “no fue la pollera, no fue el alcohol, no fue porque andabas sola y de noche, fue el machismo, fue el patriarcado, fue el capitalismo”, aparecen en las marchas del 8M, y del ya cercano 3J. Y esta idea ya aparece acuñada en un cuento escrito en el año 1970, en el cuento Las vestiduras peligrosas.
La trama del cuento se centra en la excéntrica Artemia, quien contrata a una costurera personal, llamada Piluca, para que le confeccione los más hermosos y únicos vestidos. La línea de acción del cuento consiste en Artemia pidiéndole a Piluca la creación de vestidos increíblemente osados, que muestran gran parte de su cuerpo y sugieren escenas sexuales. La sensualidad y la osadía de los pedidos aumentan progresivamente, ante una Piluca sumida en el pudor, que cose y cose sin parar. Artemia todas las noches sale a caminar con sus nuevos y sugestivos vestidos, y siempre al día siguiente recibe una terrible noticia: una mujer, en un lugar del mundo totalmente distinto, pero usando exactamente el mismo vestido, es brutalmente violada y asesinada por una patota de hombres.
Las coincidencias terribles terminan por asustar a Artemia, y siguiendo el consejo de la mesurada Piluca, opta por vestirse con un pantalón y una camisa, ropa para nada “incitadora” y hasta cierto punto, masculina, en los ojos de Piluca. Artemia sale a caminar como todas las noches, pero de este paseo nunca vuelve. Como acostumbra, Silvina Ocampo termina el cuento de una manera sumamente impactante: “Una patota de jóvenes amorales violaron a la Artemia a las tres de la mañana en una calle oscura y después la acuchillaron por tramposa”.
La ambigüedad y la duda son rasgos característicos de todos los cuentos de Silvina Ocampo. Pero hay una serie de elementos clave: las violaciones sistemáticas a mujeres, la idea instalada en el imaginario social de que la culpa del hecho la tiene la vestimenta, y al final, la cruda e irrefutable prueba de que este segundo pensamiento es totalmente erróneo. Ya que, por más “recatada” que sea la ropa de Artemia, sufre el mismo destino que las otras mujeres. La violación y el femicidio no recaen sobre el vestido, sino en otra cosa, que hoy podemos nombrar con nombre y apellido como unsistema patriarcal que legitima la violencia machista, ilustrado con maestría en la cruel ironía del cuento de Ocampo.
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Los funámbulos: contra la imposición de roles de género
Los roles de género impuestos por el sistema capitalista y el patriarcado, nos normalizan y encuadran en determinados “lugares comunes”, que tenemos que llenar siendo y actuando de determinada manera: como personas de sexo femenino o masculino, nos corresponden géneros respectivos, que conllevan actitudes determinadas, cierta orientación sexual, y también cierto lugar en el sistema productivo.
Las teorías queer, que vienen a patear el tablero y abrirnos los ojos sobre la posibilidad de performar y construir el género, tienen sus teorías precursoras en los 80, y su auge en los 90. Por el año 1937, Silvina Ocampo escribe la historia de los hermanitos Cipirano y Valerio, dos nenes que amaban profundamente el circo. Al explorar más en exhaustivamente la personalidad de Valerio, Silvina Ocampo menciona que este tiene una particular afinidad por las muñecas, y escribe:
“…Valerio de vez en cuando hacía equilibrio sobre una silla rota y escondía cuidadosamente su afición por las muñecas. No comprendía por qué los varones no tenían que jugar con muñecas. No había sabido que era una cosa prohibida hasta el día en que se había abrazado a una muñeca rota en el borde de la vereda y la había recogido y cuidado en sus brazos con un movimiento de canción. En ese momento lo atravesaron cinco risas de chicas que pasaban-y su madre lo llamó, y con el mismo gesto de tirar a la basura le arrancó la muñeca.”
Podemos extraer un mensaje claro: el mandato de género que indica que los nenes no juegan con muñecas y las nenas sí, no era comprendido ni había venido prefabricado en la mente del personaje de Valerio. De hecho, ninguno de los mandatos impuestos con el género vienen de nacimiento, no son naturales. Los niños nacen con iguales capacidades e intereses, y es la mirada del otro, de las niñas del cuento, de la sociedad, la que los aplasta con su risa y con su dedo juzgante, que señala y rechaza, aquello que sale de la norma inventada e impuesta por el mismo sistema patriarcal y capitalista. La que nos moldea y nos fuerza mandatos.
Problematizar que la femineidad y la masculinidad son constructos sociales, y que nosotros tenemos la capacidad de romper y reconstruirnos, no tiene un potencial subversivo del sistema y totalmente emancipador, pero es un primer paso esencial para la problematización y la toma de consciencia. Valerio no lo logra: enferma gravemente, y vive su vida a través de su hermano, “excepto su afición por las muñecas”. Hacia el final del cuento, los hermanitos se toman de la mano y se suicidan: dejando la puerta abierta a la incertidumbre nuevamente, podemos teorizar que ambos se enfrentaban a la horrible presión de no poder vivir sus vidas, frente a la tenaz mirada de su madre.
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Conclusiones: el potencial del Silvina Ocampo y por qué es tan importante pensar en clave de género
El contenido de estas pequeñas-grandes obras no se agota en estos análisis: podemos seguir rascando y encontrar críticas a la familia, a la moral burguesa y católica, principios de feminización del trabajo, entre otras cuestiones interesantísimas. Todos los cuentos de Silvina Ocampo tienen algo para rescatar y desmenuzar: con El vestido de seda podemos pensar lo dañino de los estándares de belleza; Amada en el amado no abre la puerta a pensar lo tóxicos que pueden tornarse los vínculos monogámicos y cerrados, y el cuento El pecado mortal establece una relación directa entre abuso sexual y religión. Su literatura es increíblemente rica y completa, y sobre todo, muy adelantada para su época.
Si bien la primera intención de este artículo es fomentar la lectura de Silvina Ocampo, para pensar su lectura de manera más consciente, y poder llevar al aula a través de su literatura debates sobre géneros y sexualidades, es inminente discutir estos temas en todos los ámbitos. Mañana, sàbado 3 de Junio, volveremos a salir a las calles al grito de “¡Ni Una Menos! ¡Vivas Nos Queremos!”, y es esencial pensar de dónde y cómo las mujeres somos explotadas. Cómo el patriarcado le es funcional al capitalismo, y en conjunto este “matrimonio bien avenido” nos explota y oprime por todos lados.
Pensamos que nuestro espacio de lucha es en las calles, y también donde trabajamos y estudiamos, junto con nuestros compañeros y compañeras. No queremos más penas, no queremos soluciones que vengan después de muertas, queremos ya la implementación del Proyecto Contra la Violencia Hacia las Mujeres del Frente de Izquierda. No queremos ser explotadas en el trabajo ni en la casa: queremos una jornada de 6 horas 5 días a la semana, la socialización del trabajo doméstico, y guarderías en todos los lugares de trabajo, terciarios, y universidades. Por estas demandas y muchas más, en las aulas debemos pensar y discutir, en los lugares de trabajo también, y en las calles tenemos que gritar ¡NUESTRAS VIDAS VALEN MÁS QUE SUS GANANCIAS!