Israel bombardeó sin previo aviso la casa de mi familia en Gaza y los mató mientras dormían
Lunes 13 de noviembre de 2023 22:00
El fotoperiodista palestino Mohammed Alaloul llora el cadáver de su hijo, muerto en un ataque israelí contra el campo de refugiados de Al Maghazi, en el centro de la Franja de Gaza, en el hospital Al Quds de la misma ciudad, el 5 de noviembre de 2023. (AFP)
Reproducimos a continuación un artículo publicado por el fotógrafo Mohammed Alaloul en el sitio Middle East Eye
Soy fotoperiodista. Nací en febrero de 1987, me casé en 2009 y tuve a mi primer hijo, Ahmad, al año siguiente. Le siguieron varios más: Rahaf en 2012, Kanan en 2017 y Qais en 2019. Gracias a Dios tuve a Adam en noviembre de 2022; es el único que sobrevivió.
Fui a la universidad y seguí mi sueño de convertirme en periodista. Me puse el chaleco e informé desde el terreno, cubriendo guerras y la Gran Marcha del Retorno. Pero nunca podría haber imaginado lo que estaba por venir.
Jamás habría imaginado, ni en mis peores pesadillas, que bombardearían mi propia casa; que perdería a mis hermanos menores, a mi hermana, a mis hijos, a mis sobrinos... a todos ellos, así, sin más.
Solíamos compartir sueños y recuerdos. En un instante, mi hogar murió.
Mi casa y mi familia fueron atacados sin previo aviso y sin piedad. Nuestro hogar fue bombardeado duramente.
Cuando ocurrió, estaba en el trabajo. Muchas veces estoy fuera de casa varios días por mi trabajo y, cuando estoy, suelo estar agotado, pero al menos siempre me queda el consuelo de saber que mis hijos y mis sobrinos están cerca.
Siempre me pedían que tuviera cuidado mientras estaba de servicio, y que no corriera riesgos. Pero estaban durmiendo plácidamente en la seguridad de su hogar cuando fueron bombardeados y asesinados.
Noticias desgarradoras
Durante años fui a trabajar, arriesgando mi vida para sacar fotos e informar de las noticias, para poder alimentar a mis hijos. Hoy me he quedado sin nada: mi casa y mi familia han sido destruidas. No puedo describir el dolor de mi corazón; no hay palabras. Me siento roto. Mi corazón está roto, mi espalda está rota. Gracias a Dios por lo que me queda.
Mientras bombardeaban mi casa, yo realizaba entrevistas con periodistas en el Hospital Nasser y hablaba de los crecientes peligros de trabajar en Gaza. Apenas había terminado cuando recibí una llamada de un amigo, preguntando: "Mohammed, ¿dónde estás?"
Le dije que estaba trabajando en el campo. Entonces me dijo que estaban bombardeando la zona cercana a mi casa. Se me paró el corazón. Llamé rápidamente a mi mujer, mis hermanos y otros familiares, pero nadie respondió. No había Internet, nada que pudiera conectarme con mi familia.
Empecé a llamar a vecinos y amigos, que me dijeron que estaban cenando con mis hermanos. Di gracias a Dios, pero en unos instantes, el barrio fue bombardeado hasta quedar reducido a escombros.
Perdí la cabeza; no sabía qué hacer. Llamé a mis colegas, que intentaron tranquilizarme diciéndome que mi mujer estaba bien, mi hijo Adam estaba bien, mi sobrina Layan estaba bien.
Entonces empecé a recibir imágenes de mis familiares muertos. La primera fue de mi hijo Qais. Pronto le siguieron otras.
Llamé al hospital local y me dijeron que mi primogénito, Ahmad, era trasladado a la sala de urgencias y que se pondría bien. Pero en el fondo de mi corazón sabía que Ahmad no estaba bien; sentía que mi hijo se moría.
Convertirse en la historia
Quedé en shock al ver la lista de muertos de mi familia: Atef, Kamal, Ahmed, Sojoud y Razan, estos dos últimos aún enterrados bajo los escombros de su casa. Tuve que cavar con mis propias manos para sacarlos. Los enterré después de enterrar a mis hermanos y hermanas.
Mohammed y Jamal, los hijos de mis hermanos, y mis propios hijos: mi hijo Ahmad, mi única hija Rahaf, Kanan y Qais, además de muchos amigos y vecinos de toda la vida. Dios ha dado y Dios ha quitado.
Tras semejante tragedia, he perdido mi pasión por la vida. Sólo me quedan recuerdos dolorosos y el eco inquietante de mis hijos suplicándome que dejara de trabajar para poder estar a salvo en casa con ellos. Mi hijo Kanan es el último al que vi, y me dijo: "Ojalá dejaras tu trabajo y te quedaras aquí con nosotros, baba" [papá, NdelT].
Solía cubrir historias y llorar por los hijos de otras personas. Contaba la historia y ahora me he convertido en la historia.
Hago un llamamiento a todos los funcionarios, a las Naciones Unidas, a todas las personas con conciencia, para que tengan compasión, para que sientan nuestro sufrimiento y nuestro dolor. Pido a todas las instituciones y embajadas que actúen de inmediato para salvarnos.
¿Qué han hecho mis hijos para merecer morir así? ¿Qué han hecho mis hermanos y mis sobrinos? ¿Qué crimen cometieron para merecer morir así, bombardeados en su casa mientras dormían? ¿Qué he hecho yo para merecer el dolor de tener que buscar a mi familia bajo los escombros?
¿Dónde está la comunidad internacional, las organizaciones de derechos humanos, los principales gobiernos?
Son crímenes de guerra. Israel está matando a periodistas y a nuestras familias, con la esperanza de quebrarnos e impedir que sigamos informando de la verdad. Y yo estoy quebrado. No me queda nada en Gaza.