Pablo Iglesias se prepara para llegar al ejecutivo del Estado español, nada menos que como vicepresidente en un gobierno de coalición con el PSOE. En cinco años, Podemos culmina el camino que llevó a muchos de sus dirigentes de las plazas del 15M al Palacio de la Moncloa. Un proyecto en el que Anticapitalistas, corriente que tuvo una responsabilidad clave en la fundación de Podemos, aún sigue siendo parte a pesar de este salto cualitativo en la integración del partido al régimen imperialista español.
El antecedente más cercano de un partido neorreformista a la cabeza de un Estado de la Unión Europea es el de Syriza. Recordemos que el partido de Alexis Tsipras llegaba al gobierno en enero de 2015, después de haber concitado el apoyo de gran parte de la izquierda reformista mundial. Syriza demostró en solo seis meses lo que significaba convertirse en gestores del Estado capitalista, con todas sus consecuencias. La capitulación de Syriza ante la Troika fue monumental, pasando a ser aplicadores de los programas de privatizaciones, recortes de pensiones y ajustes más grandes de la historia reciente. Como era de esperarse, el “balance” de la prueba del poder de Syriza fue un mayor empobrecimiento del pueblo, el descrédito de la izquierda y, finalmente, el retorno de la derecha al poder en julio de este año.
La “syrización” de Podemos, un proceso iniciado apenas nacida la formación, también lleva implícitas todas sus consecuencias. Es por tanto un espejo en el cual examinar la deriva de la izquierda neorreformista española. Sin embargo, existe una gran diferencia, que la hace aún más capituladora. Porque Podemos junto a sus socios de Izquierda Unida se predisponen a entrar con ministros y un vicepresidente, el propio Pablo Iglesias, al gobierno con el PSOE, uno de los pilares del régimen imperialista español. Y lo harán bajo la hegemonía de los social liberales, en un momento en que el PSOE se encuentra a la cabeza del bloque “constitucionalista” y monárquico contra el movimiento democrático catalán, en medio de una fuerte represión y con 40 presos y presas políticas. Nada más ni nada menos.
Por si eso fuera poco, los pronósticos de una probable recesión mundial en los próximos meses, que afectarán la débil recuperación de la economía española, aceleran las presiones de la UE y el FMI para aplicar mayores ajustes presupuestarios, nuevas contrarreformas laborales y medidas antipopulares. En ese marco, lo único esperable es un gobierno “progresista neoliberal”, de manos vacías, sin ningún margen de maniobra para otorgar siquiera alguna tibia medida social.
Por ello Pablo Iglesias ha dirigido hace pocos días una carta a los afiliados de Podemos, asegurando que ingresarán en un gobierno con el PSOE “en minoría” y que se encontrarán “muchos límites y contradicciones” y en el que tendrán que “ceder en muchas cosas”. Si ya lo está anunciando, antes de empezar, imaginemos hasta dónde estará dispuesto a llegar con sus “concesiones”.
Ilusión y poder político: un salto de calidad
Desde su irrupción en 2014, Podemos pasó varias etapas. Primero fue la expresión más pura del paso de la “ilusión de lo social” -la idea autonomista de que se puede “cambiar el mundo” sin intervenir en el terreno político- a la “ilusión de lo político” -la confianza en la posibilidad de regenerar el régimen capitalista desde las instituciones de la democracia liberal-.
Sobre esta base, Podemos -junto a IU y diversas confluencias- fueron el vehículo de una nueva “ilusión gradualista”, cuyo momento de esplendor fueron las elecciones municipales de 2015 y la conquista de los ayuntamientos de las principales ciudades del Estado como Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz, Zaragoza, Santiago de Compostela y otras.
La ola del 15M aterrizó así en las playas del “municipalismo”, creyendo encontrar en estas una posible salida capaz de dar expresión institucional a su propósito democratizador. Pero ya esta primera “prueba del poder” del neorreformismo, mostró sus límites insalvables.
Insertas en la lógica de la “gestión”, estas candidaturas abdicaron de toda perspectiva de movilización social y a la hora de implementar su limitada agenda social, se toparon con el límite de su respeto absoluto por la “sagrada” propiedad de los bancos y la legalidad capitalista.
Así lo vimos en Madrid o Barcelona, donde mantuvieron la continuidad en lo fundamental con los gobiernos anteriores de la derecha, sin cuestionar los negocios de los grandes empresarios ni la burbuja inmobiliaria, con las policías municipales que persiguen a los manteros e inmigrantes, etc. Y también en el Ayuntamiento de Cádiz, gestionado por al alcalde anticapitalista “Kichi” González, que llegó al colmo de entregar una medalla a la virgen del Rosario o asegurar que entre “paz o pan” elegía el pan, aceptando los contratos de venta de armas de Navantia a la reaccionaria monarquía Saudí.
En Podemos esta dinámica tuvo como correlato la estructuración de un partido monolítico y la moderación infinita del programa, bajo una estrategia reformista de explícito cuño socialdemócrata opuesta al desarrollo de la lucha de clases.
Pero el salto cualitativo de este proceso aún estaba por llegar. Tuvo una primera expresión con el pronunciado giro a la derecha tras las elecciones del 20D de 2015, con el primer intento fallido de formar un “gobierno progresista” con el PSOE. Después fue seguido por el pacto para gobernar en coalición Castilla La-Mancha en julio de 2017. Y finalmente, las negociaciones fallidas después del 28A, la formación de gobiernos comunes con los social liberales en seis Comunidades Autónomas tras las elecciones del 26M, la repetición electoral y el acuerdo que acaban de firmar Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para hacer un gobierno de coalición.
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En medio de este proceso de adaptación al régimen, hubo en Podemos una marcada derechización de su posición ante el movimiento democrático catalán. De aquella posición de falsa equidistancia y la propuesta imposible de un “referéndum pactado”, se pasó al llamado a “asumir” y “acatar” la sentencia del procés, y declaraciones criminalizando a la juventud catalana y a la izquierda independentista, como las que hicieron Pablo Iglesias y Alberto Garzón.
Así se llega al final del camino en la integración del neorreformismo al Estado capitalista. Un verdadero salto de cantidad en calidad, por el cual Unidas Podemos pasaría a formar parte del Consejo de ministros del Estado español. Y no de cualquier gobierno, sino de la dirección de un Estado imperialista, como parte de la arquitectura de la Unión Europea del capital.
Un Gobierno que continuará su cruzada contra Catalunya, cuestión ante la cual Podemos ya ha prometido “lealtad de Estado”. Por ello ha firmado en el preacuerdo de gobierno con el PSOE buscar “fórmulas de entendimiento y encuentro, siempre dentro de la Constitución”. Que dicho de otro modo implica avalar la represión, aceptar la infame condena a los dirigentes independentistas y la negación del derecho de autodeterminación de los pueblos.
Un gobierno que, como escribieron Karl Marx y Friedrich Engels hace 171 años en El Manifiesto Comunista, actuará como una verdadera “junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”. Es por ello que en el “preacuerdo” con el PSOE también se establece la garantía del “equilibrio presupuestario” y el “control del gasto público” marcados por Bruselas.
Así, Unidas Podemos será corresponsable de todas las medidas austericidas que deberá tomar el próximo gobierno. Pero también lo será de todas las políticas imperialistas del Estado español, como cuando la Corona visita a monarquías reaccionarias como la Saudí para garantizar la venta de armas, o como cuando Pedro Sánchez brinda apoyo al golpista gobierno de Guaidó en Venezuela, o los reyes -a los que no eligió nadie- van a Cuba a dar lecciones de “democracia”, o cuando las tropas españolas forman parte de misiones imperialistas en el exterior como en Haití o Afganistán.
El mismo Estado que hace lobby para defender los intereses de las empresas multinacionales españolas que expolian los recursos naturales en América Latina o países de África; el mismo Estado que mantiene los acuerdos de concordato con la reaccionaria Iglesia Católica, y el mismo Estado que controla las fronteras, organiza la expulsión de inmigrantes y el mantenimiento de los CIE, así como de todas las políticas que el Estado español defienda con sus socios imperialistas europeos.
No se trata, por lo tanto, solo de las “renuncias” o la moderación en su programa, ni de que las medidas sociales que puedan esperarse del gobierno PSOE-Podemos son irrisorias, o de que se mantendrá en pie lo fundamental de las reformas laborales, la ley mordaza y la precariedad. Se trata de que Unidas Podemos se integrará con ministros “progres” a la gestión del Estado imperialista español. Y lo harán con los ojos bien abiertos.
La gestión del Estado capitalista y la aceptación del “no hay alternativa”
Allá por el año 2015, interrogado por el camino seguido por Syriza, Pablo Iglesias realizaba una defensa sin medias tintas del Gobierno griego, asegurando que “no había alternativa” que aplicar los ajustes de la Troika. Esa definición ya auguraba lo que iba a venir. [1]
“El problema -decía Iglesias- es que todavía se tiene que verificar que alguien desde un estado puede plantear semejante desafío […] si nosotros gobernando vamos a hacer una cosa dura de repente tienes a buena parte del ejército, del aparato de la policía, a todos los medios de comunicación […] tienes a todo contra ti, absolutamente todo. Y un sistema parlamentario, en el que cómo aseguras tú una mayoría absoluta, es muy difícil […] Para empezar habría que haber llegado a un acuerdo con el Partido Socialista.”
En el libro Estrategia Socialista y Arte Militar, Matías Maiello y Emilio Albamonte, señalan sobre esta afirmación: “Efectivamente aquí se encuentran esbozados sencillamente los dos caminos estratégicos existentes. El primero, el defendido por Iglesias: actuar dentro de los marcos impuestos por la Troika desde un discurso y una “cultura” de izquierda en general. Algo parecido podemos encontrar en el reciente folleto Construir Pueblo de Íñigo Errejón y Chantal Mouffe, o en Disputar la Democracia del propio Pablo Iglesias. Es decir, el recorrido de Syriza, ya sea con mayores o menores márgenes de maniobra. El segundo es el de enfrentar a las instituciones de la UE y atacar los intereses capitalistas, que implica prepararse para enfrentar “a buena parte del ejército, la policía, los medios de comunicación”, etc., así como conquistar nuevas formas democráticas de expresión de las mayorías, superiores al parlamentarismo, entre otras cuestiones”.
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El camino elegido por Unidas Podemos es claro: atenerse a los marcos de lo instituido y actuar dentro de los límites impuestos por el capitalismo, combinándolo con un discurso “de izquierda” (y cada vez menos) para actuar como administradores de los intereses de los capitalistas. Una asimilación completa al Estado burgués como sus gestores, tal como la acometida por Rifondazione Comunista en Italia en los años 90, o la experiencia de los gobiernos del PCF con François Mitterrand en los años 80, pasando a ser la “pata izquierda” del gran capital francés.
Una política que no puede terminar de otro modo que como terminó Syriza: aplicando el ajuste, a pesar de que había hecho un referéndum donde el 60% votó por enfrentar a la Troika. Syriza tenía un programa más de izquierda de lo que finalmente hizo, sin embargo, la crisis capitalista limita al extremo las opciones reformistas. Por eso la alternativa es de hierro: o enfrentar al Estado capitalista, o someterse a los dictados del capital.
La disyuntiva de Anticapitalistas
En los últimos días referentes de Anticapitalistas han publicado artículos y opiniones en las redes sociales con posiciones críticas hacia la entrada de Podemos en un posible gobierno de coalición, cuestionando sus concesiones al PSOE, como aceptar la “disciplina presupuestaria” de la UE o la nefasta política de plegarse a la política reaccionaria de Pedro Sánchez y el bloque del 155 ante la cuestión catalana -cuestión que Anticapitalistas viene criticando hace tiempo.
Podemos se prepara junto a Izquierda Unida -que acaba de aprobarlo en su dirección federal-, nada menos que a incorporarse con un vicepresidente y varios ministros en el ejecutivo del Gobierno del Estado imperialista español. Un salto de calidad al que no se le pueden oponer criticas parciales como estas y que estaba siendo anunciado abiertamente por la dirección de Podemos, al menos, desde 2016. Durante este tiempo Anticapitalistas han seguido siendo parte de Podemos, como su principal (y casi única) corriente interna, con un importante peso relativo en algunos territorios como Andalucía. Teresa Rodríguez, una de las principales referentes de Anticapitalistas, es actualmente la secretaria general de Podemos en esa Comunidad e hizo campaña en las últimas elecciones junto a Pablo Iglesias diciendo que el líder de Podemos era “el depositario de todas nuestras esperanzas el próximo 10N”.
Ante este escandaloso salto en la integración al régimen monárquico español del partido del que son parte, la actitud esperable de una corriente que se revindica “anticapitalista” debería ser de ruptura abierta… no “ser vigilantes”, juzgar al Gobierno “por sus acciones” y no “defenderlo en todo", para “exigirle” desde afuera medidas políticas y sociales, como ha dicho recientemente su portavoz Raúl Camargo. ¿Ser vigilantes? ¿Juzgarlo por sus acciones? ¿Es que la acción neoliberal y antiobrera del PSOE en 40 años de bipartidismo español no son suficientes?
Tampoco se puede oponer como alternativa lo que Anticapitalistas ha defendido -tanto después del 28A como en la campaña del 10N- de apoyar una “opción a la portuguesa” ante la investidura del PSOE. Es decir, darle apoyo desde afuera, como hace el Bloco de Esquerda -en el cual participa la corriente hermana de Anticapitalistas en el país vecino- con el gobierno de Santos. Una posición oportunista que hemos criticado y que contrasta abiertamente con la de la CUP, que a pesar de todas las diferencias estratégicas que podamos tener, sostiene una orientación clara de enfrentamiento con el régimen y ha planteado su rotunda negativa a apoyar la investidura de Sánchez como presidente del gobierno de coalición del PSOE con UP. Pero hoy estamos ante un salto en calidad aún mayor.
Si deciden mantenerse dentro de Podemos cuando se predispone a entrar al Ejecutivo del PSOE estarán embelleciendo al futuro gobierno, que no será ni “progresista” ni “reformista”, sino un gobierno neoliberal de un estado imperialista con cobertura “progre” por parte de Unidas Podemos. ¿Hasta cuándo van a esperar? ¿Cómo puede prepararse correctamente el inevitable enfrentamiento con el próximo gobierno sin romper abiertamente con una experiencia política? Y, sobre todo, ¿cómo se puede avanzar en la construcción de una alternativa política al fin de ciclo del neorreformismo?
En su comunicado posterior al 10N, en el que llamaron a votar críticamente a UP, Anticapitalistas sostuvo que “el anticapitalismo debe iniciar un profundo proceso de reflexión tras el 10 de noviembre, abordando estos retos de fondo en un contexto todavía incierto. Abordando también de forma honesta nuestras propias insuficiencias y errores: no basta con enunciar los ejes de la política revolucionaria, hace falta construir una fuerza política y social organizada a escala estatal capaz de hacerlos efectivos”.
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No podemos más que coincidir con que tal reflexión es urgente, como ya afirmamos en otro artículo. Obviamente no tenemos un balance común de Podemos. Según su lectura de la situación de la izquierda y la extrema izquierda en el Estado español, Anticapitalistas consideró que la manera de no caer en la irrelevancia sectaria era construir un partido común con reformistas y populistas de izquierda y formar Podemos. En general, tienen un balance positivo de los inicios de este proceso, como sostuvo Brais Fernández en un debate que mantuvo con María Rovira de la CUP y nuestro compañero Santiago Lupe, que organizamos recientemente en Madrid a cuatro años del lanzamiento de Izquierda Diario.
Es evidente que nosotros no compartimos esta visión. No sólo hemos cuestionado la hipótesis Podemos de conjunto, sino que también hemos muy críticos con la participación de Anticapitalistas: su adaptación, las concesiones al aparato a la hora de acordar posiciones dentro del partido, así como su actitud conciliadora ante los permanentes zig zags, cada vez más a la derecha. Y especialmente hemos cuestionado su participación en la gestión del Ayuntamiento de Cádiz por su adaptación pasiva y reformista al régimen burgués, en vez de intentar señalar a cada paso a la clase trabajadora -al mismo tiempo que se hacía todo lo posible en defensa de sus intereses- que sin la conquista del poder del estado, la política municipal es impotente.
Pero más allá del balance, hoy asistimos a un salto cualitativo. Lo repetimos: Podemos se va a integrar al gobierno de uno de los principales estados imperialistas de Europa. Seguir dentro de Podemos, por más críticas que se hagan, solo puede ayudar a darle cobertura a una traición histórica que solo traerá desmoralización.
Anticapitalistas está ante una disyuntiva insalvable: o seguir subordinados a una formación que en los hechos forjó una nueva “casta” de izquierda, cuyo centro de gravedad es el parlamentarismo y, ahora, el “ministerialismo” [2]; o, por el contrario, sacar lecciones y apostar decidida y urgentemente por la construcción de una alternativa anticapitalista y revolucionaria independiente basada en la lucha de clases.
No hay tiempo que perder
Hace tiempo que la “ilusión” con Podemos comenzó a extinguirse. Pero el gobierno de coalición con el PSOE, si bien puede haber generado cierto “alivio” frente al avance de la derecha, no despierta ilusión alguna.
En un artículo publicado en Viento Sur, Toni García sostiene que el objetivo del PSOE es “desgastar a Unidas Podemos desde dentro” de un gobierno que continuará con la represión en Catalunya y aplicará todo tipo de medidas antipopulares. De es manera, prosigue la nota, “el campo a su izquierda quedará vacío por cooptación, de modo que en las próximas elecciones (sean en 2023 o, con bastante probabilidad, antes) el PSOE vuelva a ser la única opción de la izquierda.”
Esta hipótesis no puede descartarse. Pero en nuestra opinión, no es la más probable. Ante la completa integración de Unidas Podemos en el régimen y el gobierno capitalista del PSOE que será el responsable de mantener la represión y hacer pasar los próximos ajustes, el peligro no es solo el de un reforzamiento coyuntural del PSOE y el “extremo centro”, sino la posibilidad de que la tendencia a la polarización se agudice y lo que avance sea la derecha y la extrema derecha.
Es necesario pensar la perspectiva inmediata en el Estado español a la luz de la experiencia latinoamericana (ya sea en Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia o Venezuela), donde los gobiernos “posneoliberales” fueron responsables de llevar a cabo duros ataques al pueblo trabajador, contribuyendo así a la desmoralización de su propia base social y abriendo el camino a la derecha.
Por ello no hay tiempo que perder para construir una alternativa política anticapitalista, anti-régimen y de independencia de clase, es decir, revolucionaria. Con ese sentido estratégico desde la CRT e Izquierda Diario, con nuestras humildes fuerzas, ya desde las pasadas elecciones del 28A y nuevamente el 10N, planteamos que las fuerzas que se reivindican anticapitalistas, empezando por la CUP y Anticapitalistas, teníamos la oportunidad (y la responsabilidad) de avanzar en poner en pie un frente de la izquierda anticapitalista y de independencia de clase en todo el Estado, que promoviese la autoorganización y movilización social.
La experiencia del Frente de Izquierda y los Trabajadores – Unidad, del que participan nuestros compañeros y compañeras del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina, es en este sentido un ejemplo a seguir. Un frente electoral de independencia de clase y socialista que ha puesto cada una de sus conquistas en las instituciones de la democracia capitalista para desarrollar la agitación extraparlamentaria y la lucha de clases, preparándose para escenarios como los que ya comenzamos a ver en América Latina.
Pero esta perspectiva está planteada más allá del escenario electoral. Reiteramos: tenemos no sólo la posibilidad, sino la responsabilidad, de abrir esta reflexión audazmente, llamando a asambleas o comités comunes de todos los sectores de la izquierda rupturista y el activismo obrero, juvenil y del movimiento de mujeres, con el objetivo de superar las variantes neorreformistas o “populistas de izquierda” que sólo abrirán el camino al “populismo de derecha”. Una perspectiva que, en el caso de Anticapitalistas, presupone romper abiertamente con Podemos.
A las puertas de una nueva recesión económica internacional y cuando un nuevo ciclo de lucha de clases violenta comienza a desarrollarse a nivel internacional, como los que vemos -con sus características particulares- en Francia, Chile, Ecuador, Argelia, Sudán, Haití, Hong Kong, Bolivia o Catalunya, lo que hace falta es la mayor audacia para desplegar una estrategia que se enfrente con los poderes fácticos del régimen capitalista, no buscar nuevos “compromisos históricos” para salvarlo.
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Como parte de esta batalla, se revitaliza la tarea estratégica de construir un fuerte partido revolucionario, que se proponga intervenir en todos los terrenos de la lucha de clases, ya sea en los sindicatos, el movimiento de mujeres, el movimiento por el clima, los institutos y universidades y el conjunto de los movimientos sociales, para desarrollar la autoorganización y articular las fuerzas materiales capaces de unificar a la mayoría de la clase trabajadora y luchar por una nueva hegemonía bajo un programa socialista revolucionario. En esa labor estamos embarcados desde la CRT.
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