El gobierno lanzó su proyecto de inversión para favorecer a los grandes capitales y al imperialismo.
Miércoles 16 de mayo de 2018
Un plan para revertir la pérdida de la agenda y fortalecer al gran capital nacional y extranjero
El día lunes Piñera lanzó su primer plan de inversión para "derrotar la pobreza y avanzar hacia el desarrollo". Lo hace en un intento de retomar la agenda tras los diversos nudos críticos del gobierno que han debilitado al gabinete y en particular a ministros claves en su agenda, y revertir los escenarios de crisis de gobierno que han aparecido el último mes en el Gobierno (desde la fracasada designación del hermano del presidente como embajador argentino, pasando por la interpelación parlamentaria al Ministro de Salud, el volteo del protocolo de aborto por parte de Contraloría, y la crisis en el Ministerio de Hacienda con el viaje de Larraín a Harvard), y que han dado aires a la "oposición" que empieza a levantar cabeza mediante la lucha en las instituciones.
La política pro-inversión de Piñera tiene dos grandes ejes por ahora, que van en favor de los grandes capitales y sus ganancias:
Ambas políticas van en conjunto con un programa que directamente busca beneficiar a las grandes fortunas y corporaciones como comando central de la economía, como la anunciada "contrarreforma" tributaria que en unos meses lanzará el Ministerio de Hacienda, para "simplificar" el régimen tributario y bajar la tasa de impuestos en favor de las grandes corporaciones; o los llamados a "revisar" la reforma laboral de Bachelet para fortalecer a los grupos negociadores contra los sindicatos, y los "servicios mínimos" contra el derecho de huelga. Medidas que van directamente a favor de los intereses del gran capital y contra la clase trabajadora.
¿Hacia el desarrollo?
Al presentar la agenda "pro-inversión", Piñera señaló el desafío de llegar a transformar a Chile en un país "desarrollado" para el 2030, "derrotando la pobreza". Sin embargo, no olvidemos que ya el año 2012 (segundo año del primer gobierno de Piñera) la derecha había anunciado "llegar al desarrollo en 2020". Una falsedad total, y una utopía reaccionaria cumplir aquel desafío (incluso al 2030) sin tocar los intereses del gran capital extranjero y nacional, más aún en el "mundo de Trump", con la tendencia al nacionalismo económico, a la guerra comercial, y a la menor apertura de los "mercados" (eufemismo para designar a los grandes capitalistas), que amenazan con desequilibrar todo el panorama económico. Baste ver Argentina, con el amigo de Piñera, Mauricio Macri, que ha quedado encerrado en la "corrida bancaria" y la fuga de capitales, que está poniendo en crisis al gobierno trasandino y que tuvo que "volver al FMI" repudiado ampliamente por la población argentina.
Sin embargo, estas medidas de Piñera, tienen más de "autobombo" de que realidad. No solo porque son medidas insuficientes para "reducir la burocracia" e implementar grandes proyectos (para lo cual requieren un plan más agresivo, como intentará unos años más con la "modernización del Estado"), sino porque el actual crecimiento económico, en el marco de una situación mundial más "cerrada", lejos de "despegar", está haciendo a los capitales extranjeros mucho más volátiles, con bases inestables para inversiones rentables a largo plazo, y más bien apostando el capital financiero a ejercer su presión vía los mercados de capitales fortaleciendo el dinero fácil mediante el juego de divisas, como le ocurre a Argentina.
Junto a ello, para "despegar", requiere un crecimiento de la inversión de casi el 7%, una meta de mínima, muy difícil, no solo por el contexto internacional, sino porque internamente la inversión se encuentra bajísima, cercana al 2%, y el crecimiento económico observado los últimos meses tiene más que ver con la caída del año anterior (recesión en los primeros meses del 2017) y particularmente con la inversión minera, débil por si misma para empujar un mayor crecimiento y absorber fuerza de trabajo para la creación de cientos de miles de empleos.
Por ello los grandes empresarios como la Corporación de la Producción y el Comercio (CPC) o las grandes empresas imperialistas de calificación crediticia, insisten en planes más agresivos contra el pueblo trabajador, como una contrarreforma laboral que debilite a los sindicatos y "flexibilice" el mercado laboral junto a una más agresiva reforma tributaria. De allí el escepticismo en el gran capital que este plan pueda dar por sí mismo mayores márgenes de inversión y rentabilidad.
La utopía reaccionaria del "desarrollo" de la mano del capital imperialista y sus socios nacionales
Ex titular de Economía del gobierno de Bachelet, Jorge Rodríguez Grossi, señaló que “las iniciativas van en la dirección correcta”, y reconoció al nuevo gobierno de que se hayan recogido ideas de la administración anterior que no alcanzaron a formalizarse.
Este planteo demuestra que el viejo "progresismo", que busca aparecer como alternativa a la derecha, en verdad no tiene ningún proyecto estratégico alternativo al piñerismo. El proyecto de Chile a transformarse en un "país desarrollo" no es solo de la derecha, sino también de la ex Nueva Mayoría, en base a la alianza con los grandes capitalistas.
La utopía reaccionaria de alcanzar el "desarrollo" de los países imperialistas, no solo tiene sus límites en lo económico (una situación internacional inestable y una base productiva nacional relativamente estancada), sino también en "lo social": derrotar la pobreza es una falsedad en los marcos de este sistema social que vela por las grandes ganancias. Así ha quedado en evidencia con los campamentos, que han aumentado un 48% los últimos 6 años, y hoy hay tantas familias viviendo en campamento como el año 1985, según Techo para Chile. ¡A los niveles de los peores años económicos de la dictadura!
No solo han aumentado los campamentos, sino que está aumentando enormemente el "subempleo", con el aumento de los "trabajadores independientes" (1/3 de ellos vendiendo en las calles) y el empleo precario en el Estado (honorarios y a contrata), claves de la baja base de desempleo actual, con el sector privado casi sin incorporar nueva fuerza de trabajo. Todo esto sin contar el sobre-endeudamiento de los hogares, con ya casi 7 de cada 10 trabajadores endeudados, 4 de ellos en "mora", sin poder cumplir sus obligaciones.
El plan de Piñera no tiene mucha diferencia con los últimos 28 años de transición entre la derecha y el viejo "progresismo" de la vieja Concertación. Ambos proyectos buscan "desarrollar" el país de la mano del saqueo de los recursos naturales y estratégicos, de aumentar las privatizaciones, la flexibilidad laboral y abrir nuevas áreas al gran capital.
Un programa anticapitalista para terminar con el saqueo, la dependencia y el atraso
No se puede "derrotar" la pobreza y sacar al país de la dependencia económica sin afectar al gran capital extranjero imperialista y sus socios nacionales. Chile es un país semicolonial sometido a estos dictados del "mercado", y será incapaz de salir del atraso sin afectar estos intereses.
Sin expropiar los grandes recursos como las minas, como BHP Billiton de Escondida, AngloAmerican (ambas de capital imperialista inglés) o Antofagasta Minnerals (de Luksic); sin tocar los 2 millones de hectáreas de los Matte y Angellini que junto al capital extranjero controlan los recursos forestales; o sin afectar a los intereses de la banca (donde también hay enorme penetración de los banqueros imperialistas), es imposible "derrotar la pobreza" y conquistar condiciones básicas de vida para todo el pueblo trabajador.
Sólo un programa que contemple la nacionalización sin indemnización y bajo gestión de los trabajadores de las empresas privatizadas en dictadura (como SQM o Penta) y de los recursos estratégicos del país (minas, bosques, aguas y los servicios públicos entregadas al capital extranjero como en el agua y la energía eléctrica), podrá poner fin al saqueo, al sometimiento nacional al imperialismo, y abrir condiciones para conquistar salud, educación, vivienda, pensiones y salarios dignos.
Un programa así, que atente contra los grandes monopolios capitalistas y los intereses imperialista, es incapaz de ofrecerlo el viejo "progresismo" concertacionista ligado por mil lazos al imperialismo y las 10 grandes familias, ni es tampoco la perspectiva del Frente Amplio, que busca utópicamente "conquistar derechos" sin afectar al imperialismo y a los grandes capitales nacionales.
Es la tarea de la izquierda revolucionaria luchar por un programa anticapitalista que derrote las falsas promesas del "desarrollo" de la mano de los capitalistas y del imperialismo, y abra condiciones para que la lucha de los trabajadores y el pueblo resuelva íntegramente las tareas democráticas y sociales planteadas, conquistando su propio auto-gobierno, que ponga fin al saqueo, la dependencia y las ganancias empresariales; y ponga el conjunto de los recursos estratégicos y la economía nacional en beneficio del pueblo trabajador, y no de sus ganancias.
Pablo Torres
Dirigente nacional del Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR). Autor y editor del libro Rebelión en el Oasis, ensayos sobre la revuelta de octubre de 2019 en Chile, Edición Ideas Socialistas, 2021.