La del 5 de mayo de 1996 fue, hasta el momento, la mayor goleada recibida por el xeneize en su cancha. Gimnasia perdió ese campeonato por un gol, con un equipo plagado de pibes como los mellizos Barros Schelotto y “lujos” como el Beto Márcico. Boca ese día estrenaba los palcos que había mandado a construir Macri. Pero el equipo del Narigón y Maradona (ese día ausente) con Caniggia, Verón, Navarro Montoya y otras estrellas terminó abucheado por “la 12”. En los vestuarios, el técnico descargó su furia contra las camisetas triperas que sus jugadores habían intercambiado al final del partido.
Jueves 5 de mayo de 2022 11:25
Foto Museo de Gimnasia
El viernes pasado Gimnasia y Esgrima La Plata le ganó 6 a 0 a Patronato en Paraná por la 13° fecha de la Copa de la Liga Profesional de Fútbol. Enseguida les periodistas especializades empezaron a revisar los archivos para ver cuándo el Lobo había cosechado media docena de goles de visitante. Y ahí salió a la luz aquel partido jugado por el equipo de Carlos Timoteo Griguol contra el equipo de Carlos Salvador Bilardo el 5 de mayo de 1996 en la Bombonera. Un partido del que, pese al paso de los años, se sigue hablando.
No se disputaba ni una final ni una clasificación. Era apenas uno de los tantos partidos de la octava fecha del Torneo Clausura. Sin embargo antes, durante y después de los 90 minutos de juego, y por diversas razones, se habló mucho de ese encuentro.
El año anterior había llegado a la presidencia de Boca el empresario e ingeniero Mauricio Macri. Su apuesta a convertir al popular club de la ribera porteña en una gran empresa tuvo como primer “hito” la remodelación de la clásica Bombonera. Tras meses de frenética demolición y construcción, para mediados de 1996 la cancha ya estaba en condiciones de ser reabierta.Y la dirigencia boquense eligió ese partido para la inauguración del “nuevo” estadio. Hubo mucha propaganda previa en los medios y el domingo asistieron a sus palcos varies invitades VIP.
Desde lo futbolístico, ese año el xeneize derrochaba “apellidos”. Carlos Bilardo como director técnico. Diego Maradona con la 10, que había vuelto al país y, tras un año en Newell’s de Rosario, regresó al club de sus amores tras una carrera brillante en Europa y la conquista del mundial del 86 junto al Narigón. Claudio Caniggia, entre otras cosas dupla implacable con Diego en la selección. El legendario arquero Carlos Fernando Navarro Montoya. Y un joven Juan Sebastián Verón, que venía de ascender a primera con Estudiantes tras de ganar de punta a punta el Nacional B.
En su crónica del partido publicada el lunes 6 en la revista El Gráfico, el periodista Eduardo Verona contaría que el jueves, tres días antes de pisar la Bombonera, el viejo Timoteo les había dicho a sus jugadores en Estancia Chica: “La victoria no es algo lejano y menos imposible, esto métanselo en la cabeza. Además, es cierto que juega Caniggia, pero no va a estar Maradona. Si desarrollamos bien lo que pensamos, podemos dar el golpe. Eso sí: hay que enchufarse con todo, porque de lo contrario, somos boleta”.
Era cierto que Diego no sería de la partida por una lesión que arrastraba en la rodilla. La inyección de optimismo de Timoteo pareció surtir efecto en el plantel, que encaró la última práctica del viernes con más confianza.
Goliat y David
La inauguración de la Bombonera garantizaba un estadio repleto de almas bosteras. Las entradas se habían agotado apenas salidas a la venta. Del lado visitante también había garantía de asistencia masiva, ya que ese equipo tripero venía de ser subcampeón el año anterior y prometía seguir siendo protagonista. Y así fue, la Bombonera reventó de gente aquel domingo soleado de mayo casi como si se tratara de un Boca-River, con el protagonismo de “la 22” en la segunda bandeja.
Sin Maradona disponible, Bilardo armó un equipo que buscaba disimular tamaña ausencia. El once titular fue con el Mono Navarro Montoya en el arco, Nelson Vivas, Luis Medero, Néstor Fabbri y Carlos Mac Allister en la defensa; José Basualdo, Fabián Carrizo, Cristian “Kily” González y Verón al medio; y adelante el goleador uruguayo Sergio “Manteca” Martínez y Caniggia. Un equipo que, por el costo de jugadores y cuerpo técnico, casi cotizaba en bolsa.
Griguol venía manteniendo una estructura que, pese a cambios coyunturales de nombres, le venía dando buenos resultados. Enzo Noce al arco; abajo Guillermo Sanguinetti, Jorge San Esteban y Ariel Pereyra; al medio un paredón conformado por Gustavo Barros Schelotto, Guillermo Larrosa, Andrés Yllana, Alberto ”Beto” Márcico y Fabián “Yagui” Fernández; como delanteros, la potente dupla de José Albornoz y Guillermo Barros Schelotto.
A diferencia del Boca de las estrellas, Gimnasia armaba siempre sus equipos a base de inferiores y una (comparativamente) modesta inversión en perlas como Mársico, quien precisamente venía de ser gloria en el xeneize y se sumaba al club platense sobre el final de su carrera. Podría haber seguido en Boca, pero para Bilardo “ya no servía”. Según describe el sitio Historia de Boca, “luego de estar apuntado como uno de los líderes del plantel (…) en 1996 con la llegada de Macri y Bilardo se decide su salida del club”. El Beto no volvió a pisar la Bombonera hasta ese domingo 5 de mayo.
Partido intenso
Este resumen que puede verse en Youtube sintetiza lo ocurrido en esos intensos 90 minutos. Para les amantes del buen fútbol, abajo se puede ver el partido completo.
Como había pedido Timoteo en el entrenamiento previo, si el Lobo quería llevarse los tres puntos debían estar enchufados desde el minuto cero hasta el pitazo final del árbitro Hugo Cordero. Y le hicieron caso. Tanto que desde el arranque el doctor Bilardo (además de todo, un símbolo de Estudiantes, el clásico rival de Gimnasia) no hacía más que gesticular y hacer comentarios de preocupación a sus asistentes. El Narigón era una bola de nervios, como si en ese partido se jugara algo más que la imagen del equipo en un partido trascendente como el del estreno de la nueva Bombonera.
A los 2 minutos de empezado el partido Gimnasia ya ganaba 1 a 0 con gol de Guillermo Barros Schelotto. A los 13, cuando Boca todavía no había superado el madrugón, el mellizo le clavó el segundo. Siguieron 27 minutos de ida y vuelta, con los locales buscando quebrar a la defensa tripera y los visitantes llegando con más y más chances hasta el arco del “Mono”. A los 40 Márcico, perseguido por tres defensores, descargó un pase magistral para Albornoz que desde afuera del área acarició la pelota y conectó el tercero. Parecía partido sellado. Pero iba solo la mitad. Un minuto antes del entretiempo, Guillermo metió el cuarto.
El segundo tiempo arrancó casi igual que el primero, con Boca a la deriva y Gimnasia insaciable. Una “foto” grafica el momento: los defensores Mac Allister y Fabbri pegaron como pocas veces en su vida. Entre los Barros Schelotto, Márciso y Albornoz los volvieron locos. En el primer cuarto de hora del segundo tiempo Fabbri terminaría arrancándole la camiseta a Guillermo, ganándose la segunda amarilla y yendo a los vestuarios antes de lo previsto.
A los 6 minutos del complemento Márcico metió el quinto. Fue de penal, tras una falta en el área de Navarro Montoya a Albornoz. Tiro abajo a la izquierda, inalcanzable para el Mono. El Beto no lo gritó. En un respetuoso silencio y con la cabeza gacha se fue caminando al centro de la cancha. En devolución, “la 12” empezó a corear “olé, olé, olé, Betoooo, Betoooo”. Bilardo hervía de bronca. El sexto quedaría cargo de Mario Saccone, que había entrado en reemplazo de Albornoz y a los 34 metió un zapatazo a quemarropa.
En otra de las fotos nunca vistas en la historia de Boca, a diez minutos del final desde los cuatro costados de la cancha comenzaron los silbidos e insultos al equipo. Un estruendo sólo tapado por el festejo de la hinchada visitante. Mientras descargaban su calentura a los gritos, varios miles de hinchas xeneizes comenzaron a retirarse de la Bombonera. “Si les preguntás a algunos jugadores de Boca si prefieren terminar el partido e irse ya, se van”, se animó a decir al aire el relator de TyC Sports Walter Nelson. “Es cierto, pero te digo algo, lo que tiene que hacer la gente de Boca cuando termine el partido, los que quedan en el estadio, es despedir de pie y aplaudiéndolos a los jugadores de Gimnasia”, respondió el comentarista Alejandro Fabbri.
Otra foto. La Raulito, histórica hincha bostera, fue registrada por las cámaras en medio de la tribuna, gomera en mano, haciendo ademanes de atacar con ese arma casera a sus jugadores, en una muestra más que gráfica de rechazo y frustración. Insólitamente, dejó de posar amenazante sólo cuando la rodeó un grupo de policías. Además, el partido estuvo varios minutos parado porque decenas de hinchas se habían subido a los alambrados.
Cuando Cordero pitó el final, las tribunas boquenses estaban casi a la mitad de su ocupación. En la segunda bandeja albiazul, en cambio, nadie quería irse. Bilardo no quería mirar para arriba. Con cara seria, se acercó a sus dirigidos diciéndoles “ya está, olvídense” y apurándolos para abandonen el campo de juego. La goleada más amplia sufrida por Boca en su propia cancha (hasta hoy) estaba consumada y no había más por hacer. O sí…
Hace pocos años, en una entrevista con el sitio Cielo Sports de La Plata, Márcico reflotó una anécdota que hasta entonces muy pocos conocían. “Tras el 6 a 0 Bilardo mandó a cortar camisetas de Gimnasia”, dijo el Beto. Cuando terminó el partido, “entró Bilardo al vestuario y vio varias camisetas de Gimnasia” en los asientos. Eran las que los jugadores de Boca se habían intercambiado con los triperos. “Entonces le dio la orden al utilero para que cierre la puerta y con una tijera las cortó todas”. Y agregó que su camiseta, que se la había dado al delantero camerunés Alfonse Tchami, terminó “hecha flecos. Una locura total. Uno piensa lo que es comerse seis goles y sobre todo para Bilardo, pero es una locura”.
Goles y dialéctica
El lunes 6 de mayo de 1996 el cronista Verona de El Gráfico reprodujo algunas palabras robadas a Guillermo Barros Schelotto una vez terminado el partido. “No es que ellos entraron dormidos o algo por el estilo. El tema es que nosotros los sorprendimos. Los apuramos en defensa, les ganamos la pelota y Boca, cuando no la tiene, no encuentra las posiciones ni las marcas”. Pero lo que para “el Mellizo” era fácil de explicar en verdad era consecuencia de un largo tiempo aprendiendo las lecciones de Griguol y de tantos otros entrenadores que los “educaron” desde chicos, a él y a Gustavo, en el Bosque de La Plata.
En ese Torneo Clausura el Lobo terminaría otra vez segundo, a un punto de Vélez Sarsfield. Además de Boca, le ganó a otros once equipos, empató con tres y perdió con cuatro. Si el Lobo en lugar de empatar 1 a 1 le hubiera hecho otro gol a Estudiantes en la última fecha, habría superado a Vélez por un punto y se hubiera quedado con el Clausura. Pero no pudo ser. Por un gol no fue campeón, como le había pasado el año anterior, cuando perdió 1 a 0 con Independiente en el Bosque y con un empate le alcanzaba para superar a San Lorenzo. ¿Cuánto hubieran dado Griguol y compañía por regalar uno de esos seis goles en la Bombonera a cambio de uno frente a Estudiantes en la fecha final?
Bilardo duró apenas cinco meses en Boca, desde enero a junio. Un año después su reemplazante, Héctor “Bambino” Veira, le pediría a Macri algunos refuerzos. A mediados de 1997 el club terminó comprándole los mellizos Barros Schelotto a Gimnasia. Y haría lo propio con otro joven prometedor, Martín Palermo, que venía de hacer una muy buena campaña en Estudiantes. Con ellos, poco después Carlos Bianchi armaría uno de los equipos más exitosos de la historia xeneize.
Y Gimnasia… Gimnasia siguió sacando cracks de su cantera, que le darían muchas chances más de conquistar títulos. Hasta ahora sin el éxito merecido. Pero esa es otra historia.