Fueron parte del Frente de Liberación Homosexual (FLH), y se agrupaban en células de hasta diez mujeres sin contar a muchas simpatizantes que colaboraban de forma anónima. El nombre elegido por esta agrupación de lesbianas, en su mayoría feministas, rememora a la poetisa griega Safo de Lesbos.

Tomás Máscolo @PibeTiger
Miércoles 8 de abril de 2015
La política represiva de los años ‘60 y ‘70 estuvo fundamentada en el resguardo de la moral impuesta por la Iglesia Católica. En 1975, la revista El Caudillo de José López Rega, llamaba a “acabar con los homosexuales”, haciendo alusión a las lesbianas como “bebedoras de hormonas masculinas y asesinas de policías y soldados” (en referencia al asesinato del jefe de policía Villar, supuestamente a manos de una joven militante guerrillera).
Durante la última dictadura militar, el aparato represivo también cumplió un destacado papel en la “salvaguarda de la moral y las buenas costumbres” que se dictaban desde el púlpito. La persecución hacia las lesbianas, trans y homosexuales, llevó a muchos grupos de la diversidad sexual a hacer malabares para preservar su existencia. La recaudación proveniente de la organización de fiestas para la diversidad sexual –absolutamente clandestinas- ayudó para su autogestión; de esa manera mantenían la actividad, publicaban sus materiales e incluso compraban víveres para las y los activistas que estaban presos.
No se sabe a ciencia cierta quiénes conformaron esta agrupación Safo. Pero hay documentos firmados por Ana N. Diaman que reflejan el fuerte cuestionamiento hacia los roles de género. Lo interesante de su crítica es que también cuestionaban el machismo y el sexismo de las parejas homosexuales: “Para los heterosexuales es macho/hembra, marido/esposa… para los homosexuales es activo/pasivo, macho/loca. Los seres humanos se cosifican, al ser tratados como propiedad, como si una persona pudiera ser dueña de la otra”.
Por el hostigamiento policial de esa época, que se amparaba en los códigos contravencionales vigentes, la principal lucha de Safo era contra la violencia y la estigmatización que se ejercía contra ellas. Cuestionaban fervientemente que tuvieran que esconder el amor entre las mujeres y las manifestaciones de cariño en los espacios públicos. Para debatir sobre estos temas, crearon grupo de concientización en los que participaban todos los militantes del Frente de Liberación Homosexual (FLH), imitando a la Federación Lésbica de Nueva York.
En dichos grupos se discutían distintos tópicos. Los principales trataron sobre el cuestionamiento cultural de la época, enfocados hacia la educación. Uno de los talleres se llamaba: “De 1 a 5 años, primeras experiencias formativas”, donde se cuestionaba el proceso de formación de los roles de género en la escuela primaria, la presión que existe en la adolescencia a “conformarse en el ambiente heterosexual”, y se debatía sobre la represión y el ocultamiento de la identidad y la sexualidad para aquellos que podían acceder a la universidad.
Ponían una especial atención para explicar que estos grupos no tenían la intención de ser terapéuticos, o simples reuniones sociales para intercambiar experiencias. Sino que lo distintivo era que formaban parte de su proceso de organización política, servían para cuestionar las expresiones sexistas de los militantes, ya que también se oponían a la “hegemonía” de la militancia homosexual y de los dirigentes varones en el FLH.
“Decimos que se nos da la gana ser gays, trans y lesbianas”
Lamentablemente hay poco archivo del Grupo Safo. Pero su intervención en la historia de las luchas por la emancipación sexual de Argentina, ha dejado su marca. La pelea por desterrar la moral y combatir el statu quo de los roles de género no sólo ha sido parte de aquella época, sino una herencia que debemos retomar. Más aún hoy, cuando el Papa expresa su transfobia y propone eliminar las leyes que permiten el matrimonio igualitario en pocos países. Cuando incluso donde conquistamos ese mínimo derecho democrático, como en Argentina, todavía sin reglamentación el acceso a la salud de las personas trans y en diversas provincias siguen rigiendo reaccionarios códigos contravencionales, con los que la maldita policía hostiga principalmente a travestis en situación de prostitución, mientras asesina a un joven de las barriadas populares cada 30 horas.
Hay que retomar la cobatividad y la insumisión del Grupo Safo, hoy más que nunca, cuando muchas ong’s o asociaciones civiles que enarbolan los derechos de la comunidad LGTB, celebran con bombos y platillos que la ex ministra Nilda Garré obligara a las fuerzas armadas a hacer un “curso de inclusión”, para que se respeten los derechos humanos y la diversidad sexual en las mismas filas de quienes nos reprimen.
La memoria del grupo Safo, por el contrario, muestra a las claras que para luchar contra la estigmatización y el hostigamiento a quienes viven su sexualidad e identidad por fuera de la heteronorma, es necesario organizar un movimiento militante, independiente del gobierno y todos los partidos de este régimen que defienden los intereses de los capitalistas.
La calle puede ser el escenario donde la alianza de todos los sectores oprimidos con el conjunto de los explotados, abra el camino para acabar con este sistema capitalista, heterosexista y patriarcal.

Tomás Máscolo
Militante del PTS y activista de la diversidad sexual. Editor de la sección Géneros y Sexualidades de La Izquierda Diario.