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La “Guerra Mundial” del COVID19

Óscar Fernández

CULTURA

La “Guerra Mundial” del COVID19

Óscar Fernández

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Ni en los escenarios más catastróficos la humanidad se habría imaginado enfrentarse a una pandemia como la del COVID19. Ante la situación de cuarentena en muchos países, hubo varios que recordaron la novela de Max Brooks “Guerra Mundial Z”, que habla de un apocalipsis zombi.

La aparición de la cepa SARS-CoV-2 a finales de 2019 y la posterior epidemia masiva en Wuhan en China tomaron al mundo por sorpresa. La expansión rápida del virus, combinado con las acciones unilaterales de distintos países para mitigar la propagación de la enfermedad, la postura de diversos dirigentes políticos y la consecuente desaceleración de la economía planteó un escenario que ni siquiera en los libros de ficción se pudo haber previsto.

Sin embargo, las imágenes de hospitales saturados, médicos con trajes de aislamiento y el hecho de que la infección se debiera a un patógeno viral hicieron que varios resaltaran puntos de contacto y paralelismos con las obras que retratan un apocalipsis zombi. Si bien hay algunas populares como la de la aclamada serie de historietas traída a la pantalla chica, The Walking Dead, una en particular tiene el mérito de no sólo plantear dicho escenario hipotético, sino de llevarlo a una escala global y geopolítica: el libro Guerra Mundial Z (WWZ) del autor Max Brooks, hijo del productor de Hollywood, Mel Brooks, y cuya adaptación cinematográfica no le hace justicia al libro.

La obra toma lugar cerca del 2026, con el autor (quien se intuye es el mismo Max Brooks) entrevistando a los sobrevivientes de la pandemia zombi, detallando cómo sobrevivieron, en lo que en términos convencionales caería dentro del género de historia oral. El propósito del libro es contribuir a un reporte por parte de las Naciones Unidas de cómo la humanidad hace frente a las secuelas de la guerra, los efectos que ésta tuvo a nivel global, ambiental, geopolítico, social, etc.

En el universo de WWZ, la epidemia comienza, irónicamente, en China. No se dice exactamente cómo, pero se intuye que un zombi de alguna epidemia local anterior logró adentrarse en las aguas de la Presa de las Tres Gargantas, en la provincia de Congqing, donde un niño y su padre buscaban objetos valiosos ilegalmente. El chico es mordido, perdiendo un pulgar del pie, mientras que de su padre no se vuelve a saber.

De ahí empieza a morder a otros en la aldea y deben llamar a especialistas médicos, pero los casos se multiplican por el tráfico de órganos, muchos de los cuales están infectados y el virus llega a Brasil y Sudáfrica. Asimismo, otros refugiados logran infectar a traficantes de personas en Kirguistán, Tibet y otros logran abordar aviones a Europa.

Cada vez más personas comienzan a infectarse y los gobiernos deben tomar medidas. Israel cierra sus fronteras, lo que provoca miles de personas buscando asilo, así como anunciar que también se lo otorgará a los palestinos que alguna vez vivieron en los territorios del Mandato Palestino, lo que ocasiona una breve guerra civil por parte de los judíos ultraortodoxos. Pero para ese punto, ya era tarde; en Estados Unidos la CIA había sufrido de recortes presupuestales, que combinados con la postura del gobierno de no avanzar en la fase 2 de contingencia, el virus se expande en el gigante del norte.

Para este punto, el virus es llamado “la rabia africana” (por los casos de infección en Sudáfrica) y al principio el gobierno y las farmacéuticas tratan de calmar a la gente con una medicina placebo llamada Phalanx para supuestamente contrarrestarlo, pero la vacuna sólo es contra la rabia, no contra el virus zombi (que en el mundo de WWZ se conoce como Solanum). La “ventaja” de Phalanx es que logra calmar a la gente en un año de elección, pero una vez se muestra inefectivo para curar a la gente del virus Solanum, se genera el Gran Pánico.

Las hordas de zombis y refugiados provocan una guerra nuclear entre Irán y Pakistán, así como el aniquilamiento del ejército estadounidense, el cual estaba mal preparado. Es interesante la observación que Brooks hace sobre las cuestiones militares: es verdad que las guerras se libran sobre las lecciones que genera la anterior; la “desventaja” de los yanquis es que venían de librar la guerra de Irak (el libro da a entender que el Gran Pánico ocurre entre 2007 y 2008), por lo que incluso los tanques seguían teniendo camuflaje del desierto. Al nunca haber enfrentado un enemigo que solamente con disparos en la cabeza pueda quedar 100% inmovilizado (disparar al corazón o las arterias no sirve en los zombis), la demostración de fuerza de la “Batalla de Yonkers” se convierte en una carnicería y la población entera de Estados Unidos huye al oeste más allá de las Montañas Rocallosas.

De ahí comienzan distintas iniciativas como el llamado “Plan Redeker” en Sudáfrica, donde los refugiados son utilizados como carnada para que los sobrevivientes puedan huir a zonas seguras. Se implementan tácticas como el “Cuadrado de Raj-Singh”, donde los soldados se forman en fila para disparar cronometradamente a los zombis, de igual forma se usan distintas maniobras auditivas para atraer a los no-muertos (en EE.UU. se usan canciones de Iron Maiden, en Escocia se usan gaitas, etc.).

El resultado es que la humanidad va ganando terreno, pero sufren serias consecuencias sociales. Surgen “quislings” (traidores), gente llevada a la locura extrema y que técnicamente siguen vivos pero que se comportan igual que los zombis. También hay una depresión extensa que genera el “síndrome de resignación”, donde una persona se deprime tanto que literalmente se duerme para nunca más despertar.

Las consecuencias son devastadoras: los mamíferos marinos prácticamente están extintos, hay miles de balsas y barcos navegando en el océano, el cual está demasiado contaminado. China tuvo una rebelión, la cual hizo que se dividieran entre aquellos leales al PCCh y los disidentes, quienes finalmente detonaron una bomba nuclear desde un submarino sublevado; en Corea del Norte, la población entera se refugió en sus búnkeres subterráneos y no se sabe nada de ellos, si es que siguen vivos y bajo un miedo instigado por los burócratas estalinistas del PTC o si quizá hay miles de zombis debajo del suelo norcoreano.

Los cambios políticos son notables: Cuba se volvió capitalista y es la potencia mundial, Palestina se unificó, Putin instaura una teocracia en Rusia y se hace llamar césar. Guerra Mundial Z logra poner el apocalipsis zombi en una escala mucho más relista que varias películas o historietas.

Y es que eran inevitables las comparaciones con la situación actual. Un virus surgido en China que genera pánico mundial y una pandemia que acelera las tendencias a la crisis, las cuales intentan ser mitigadas por varios gobiernos, en especial el de EE.UU. que está en un proceso electoral, a la vez que se toman medidas de cuarentena y el sistema de salud es saturado.

Pero las diferencias también son importantes: la respuesta a los zombis se da de manera relativamente coordinada, avalada incluso (en el universo de WWZ) por Nelson Mandela, mientras que en la realidad no sólo vimos posturas aislacionistas de cierre de fronteras, sino que además fuimos testigos de cómo varios políticos tomaban lisa y llanamente posiciones negacionistas. Trump, Bolsonaro, Boris Johnson e incluso López Obrador llamaban irresponsablemente a la gente a continuar con su vida mientras el SARS-CoV-2 ingresaba a más personas.

Si bien el SARS-CoV-2, a diferencia del Solanum, ingresa por vía aérea y no por fluidos (como el VIH), eso no quita que hubiese una situación mucho más peligrosa que en la obra de Brooks. En el caso de los países latinoamericanos, varios de quienes fueron los primeros casos de COVID-19 eran gente acomodada que acababa de regresar de Europa.

Las medidas tomadas por los gobiernos nacionales, empero, fueron quizá igual de severas que el Plan Redeker de Brooks. Se insiste en que los infectados no salgan de sus casas para evitar más contagios, pero los servicios de salud, duramente golpeados por los recortes de austeridad, no dejan otra opción más que dejar morir a los enfermos mientras sus hospitales se sobresaturan con los que piden pruebas de infección, las cuales incluso terminan por costar cuantiosas sumas (como el Phalanx del universo de Brooks).

Las malas noticias son que, a diferencia del universo alterno de WWZ, donde la población contaba con un Manual de Supervivencia que, aunque modesto, podía dar consejos para enfrentar los ataques de los muertos vivientes, el COVID-19 no cuenta con semejante receta. Pero las "buenas noticias" son que no estamos frente a un Gran Pánico que genere que los militares disparen indiscriminadamente contra sanos y enfermos como en WWZ, sino que tenemos toda la posibilidad de impulsar la reconversión de la industria mundial en función de las necesidades más apremiantes de hoy: guantes, cubrebocas, respiradores, ventiladores, gel antibacterial, etc. Toda una gama de productos que el mundo de WWZ no se pudo dar.

Este sistema ya ha dado suficientes muestras para comprobar que no le importa la salud de la población, sino el movimiento de mercancías (por eso los gobiernos insisten en la medida de lo posible en mantener las actividades laborales con normalidad). Implementar medidas para enfrentarla requiere que las impulsen y peleen por ella los trabajadores y la juventud. Quizá no nos enfrentamos al Solanum que provoca el despertar de los muertos, pero con mayor razón podemos dar vuelta a la pandemia y ganar la batalla contra el COVID-19.


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Óscar Fernández

@OscarFdz94
Politólogo - Universidad Iberoamericana