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Red Internacional
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SALUD Y CAPITALISMO. ¿Gym, running, spinning o cross training? Llamémoslo obsesión

Damos algunos apuntes sobre la fijación actual por el ejercicio físico y los cuerpos tonificados.

Jaime Castán @JaimeCastanCRT

Martes 27 de febrero de 2018

En los últimos años muchas personas han decidido dedicar una parte importante de su escaso tiempo libre a realizar ejercicios físicos para muscular o tonificar sus cuerpos, proliferando gimnasios, maratones, ciclistas, tiendas de dietética y deportistas por las calles. Ir al “gym” (gimnasio), hacer “running” (el correr de toda la vida), “spinning” (pedalear) o “cross training” (un programa extremo de fuerza, potencia y acondicionamiento físico a partir de diversos ejercicios) forma parte de sus rutinas diarias.

Por un lado el deporte ayuda a mejorar la salud, pues combate el riesgo de obesidad, mejora el estado de los órganos, incluso se plantea que ayuda al funcionamiento y al desarrollo cognitivo ayudando a prevenir enfermedades neurodegenerativas, así como otro tipo de enfermedades como la diabetes, la osteoporosis o el cáncer. Del mismo modo, puede ayudar a relajarse y a prevenir la aparición de trastornos psicológicos como la depresión, ansiedad o el estrés.

Por otro lado sin embargo, estas actividades pasan a ser dañinas para las personas cuando llegan al nivel de la obsesión, esto es, cuando se convierten en una prioridad absoluta en la vida. Ir al gimnasio o salir a correr pasa a determinar el día a día tratando de cumplir unas obligaciones u objetivos autoimpuestos a costa de la propia salud física, metal y de las relaciones sociales.

La apariencia física y la autoestima es el telón de fondo de esta situación. Los cánones de belleza con que nos bombardean cotidianamente, en un mundo donde la imagen ha cobrado una relevancia fundamental, transmiten un ideal de lo que deben ser los cuerpos difícilmente alcanzable. A pesar de esto, muchas personas tratan de ajustarse lo más posible a esos ideales de belleza que implican unas rutinas físicas y alimentarias muy estrictas. De esta forma, el deporte como una actividad saludable y realizada en compañía de otras personas, ha ido dando paso a situaciones individuales de permanente estrés tratando de superar límites constantemente.

Tonificar el cuerpo… ¿Una vía de evasión?

Los últimos años de crisis económica han sido el caldo de cultivo perfecto en el que se han generado las adicciones al deporte. La juventud se ha visto golpeada por una situación que la ha sumido en la frustración: desempleo, precariedad, inestabilidad económica, etc. Son pocas las formas en las que estas generaciones han podido verse realizadas. Una alternativa es mejorar la imagen física a través de la actividad física, funcionado por lo tanto, como una forma de evasión.

No obstante, esta fijación por el deporte no es sólo una cuestión de la juventud, sino también de personas de mediana edad, en un marco de crisis de expectativas de vida o de desengaños personales. Una situación que puede entrañar riegos añadidos ya que mucha gente pasa de no haber realizado deporte en su vida, a someter a su cuerpo a sobreesfuerzos muy peligrosos a una edad avanzada.

Es preciso tener en cuenta que en una sociedad de la imagen, la superficialidad y la individualidad, como es la sociedad capitalista actual, la autoestima está muy relacionada con la apariencia física. Así, la búsqueda de un cuerpo tonificado y estético se convierte en una forma de darle algo de sentido a una vida que se vive con cierta desilusión. Teniendo en cuenta además que dedicando tiempo y constancia, son fácilmente observables los progresos: tras un mes saliendo a correr puedes hacerlo más tiempo y a más distancias, haciendo pesas puedes poco a poco ir levantando más peso, etc. Lo que va trasformando, además, la imagen del cuerpo que se ve en el espejo.

En un marco de falta de autoestima o situaciones depresivas, el deporte termina siendo en muchas ocasiones un refugio donde verse fácilmente realizado, ante las dificultades de hacerlo en otros ámbitos como las relaciones de amistad, amorosas o laborales.

Sin embargo, esta vía de escape también tiene unos límites muy marcados, pues al fin y al cabo, la imagen del cuerpo está constantemente sometida a la comparación con otros cuerpos y con los ideales de belleza, lo que también conlleva el riesgo de frustración e inseguridad, aumentando la autoexigencia a niveles patológicos. No es casualidad que lo gimnasios estén plagados de espejos.

El capitalismo y sus patologías

Al igual que otros trastornos o desórdenes psicológicos y alimenticios como anorexia, la bulimia o la megarexia, nos encontramos otros casos extremos como los que se han catalogado como “complejo de Adonis” o “vigorexia”. Este complejo o dismorfia muscular, es una condición psicológica que engloba los problemas de salud derivados de esa búsqueda por aumentar la masa muscular con el fin de poder tener un cuerpo que se asemeje a los estereotipos sociales.

Ahora bien, hay diferencias entre los géneros, ya que los cuerpos musculados están asociados a la masculinidad. No obstante, son las mujeres las que más sufren la mayor carga de los estereotipos estéticos y la cosificación de sus cuerpos, con la delgadez como una estricta norma a cumplir.

En este marco son muchos los riegos para la salud derivados de estas obsesiones por el deporte como medio de alterar estéticamente el cuerpo, como es el caso de las lesiones físicas en el aparato locomotor, derivadas de actividades muy duras e incesantes. Se producen situaciones en las que, con la fijación por cumplir unos objetivos marcados, como terminar una maratón o levantar un peso determinado, se llega a dañar al cuerpo de manera irreversible. También se puede terminar cayendo en una dependencia de las endorfinas que se liberan cuando se realizan actividades físicas, al funcionar como un analgésico para las preocupaciones mentales y los dolores musculares; entrando en un círculo vicioso de búsqueda de mayor liberación de endorfinas y sobreesfuerzos físicos.

Por otro lado, la subordinación de las dietas alimenticias al objetivo de mejorar a toda costa el aspecto físico, también conlleva riesgos importantes para la salud. Las alteraciones en la dieta y el consumo de anabolizantes y esteroides pueden generan problemas en el hígado o cambios hormonales y metabólicos.

El deporte como rutina saludable

Los ritmos de vida del capitalismo, la necesidad de estar permanente haciendo actividades, el estrés, las frustraciones y depresiones, la precariedad laboral, etc. Son la larga lista de una sociedad donde las personas viven bajo fuertes presiones y con problemas sociales y psicológicos importantes.

La clase obrera sufre con mayor dureza esta situación, al encontrarse con mayores impedimentos para conciliar la vida laboral, familiar o social, así como sus condiciones materiales de existencia, con hábitos de alimentación y de deporte saludables.

Mejorar las condiciones laborales y de vida se impone como una cuestión fundamental, de ahí la necesidad de levantar consignas como el reparto del trabajo sin rebaja salarial, para poder trabajar menos horas y trabajar todo el mundo. Ya que una vida menos estresante, con mayor tiempo libre y de descanso es una premisa clave para una vida sana, algo que el capitalismo no está dispuesto a asumir.

Del mismo modo, los ritmos cotidianos que nos impone el capitalismo y los salarios de miseria no facilitan el poder llevar a cabo una dieta saludable, comiendo en muchas ocasiones entre prisas por los horarios laborales y cayendo en el consumo de alimentos precocinados, procesados o de cuestionable calidad.

Por otro lado, debemos llevar a cabo un cuestionamiento radical de los estereotipos y del disciplinamiento que la sociedad capitalista impone sobre nuestros cuerpos, al mismo tiempo que construimos unas relaciones sociales que no estén sustentadas en la individualidad y la superficialidad.

Finalmente frente a la actividad física como obligación autoimpuesta ante la necesidad de sentirse válido en esta sociedad, tenemos que recuperar el deporte como una actividad beneficiosa, satisfactoria, colectiva y enriquecedora. Poder juntarse tranquilamente entre amigos y amigas para jugar al fútbol, al baloncesto o al juego que sea, parece cada vez más una situación imposible en un mundo de ritmos angustiosos, horarios irreconciliables, turnos de trabajo partidos y jornadas nocturnas o en días festivos