Hurgo en un revoltijo de sentimientos y palabras. Busco inquieta: ¿Habrá algo nuevo? Pareciera que la historia se repite. Pero vuelvo a mirar y veo a docentes que recién empiezan, a infancias y adolescencias que pueblan las escuelas. Elijo intentarlo una vez más.
Domingo 3 de abril de 2022
Ilustración: Agustín García Müller. Docente de La Marrón y el PTS
Hace quince años, en Neuquén, mataron a un maestro. Se llamaba Carlos Fuentealba. Tenía cuarenta años y dos hijas, con Sandra, su compañera. Era profe de química, sus alumnos lo adoraban porque dejaba lo mejor de sí en cada clase. Era un militante que defendía con fervor sus convicciones: la democracia sindical, la dignidad de los estudiantes, la docencia y la clase trabajadora, la escuela pública. Cumpliendo las resoluciones de la asamblea y agrupado junto a sus compañeros fue al corte de ruta. Sostuvo la lucha con su cuerpo y sus ideas hasta el final.
La orden de reprimir la dio el gobernador Sobisch y la cumplió obedientemente la policía. Fue la mano asesina y entrenada de Poblete la que disparó la granada de gas lacrimógeno que estalló en su cabeza.
Desde el sur llegaron los gritos y los llantos que inundaron cada rincón del país. Enloquecidos, nuestros viejos celulares destellaban azules reflejos. Los mensajes de texto se sucedían insistentes y sin pausa. “Mataron a un maestro. Las tizas no se manchan de sangre. Hoy todos somos Carlos Fuentealba”. Con el dolor en carne viva y la bronca estallada parimos protestas en cada provincia.
La memoria se construye con recuerdos, con historias, con palabras, con gestos y con hechos. No debe ni puede ser un resto fósil. Por eso, tenemos la responsabilidad de hacer entrar a Carlos en las aulas y en los patios de nuestras escuelas. Sentarnos en ronda y pronunciar su nombre desde el micrófono. Contar su historia y pasar la voz a quienes recién llegan. Como guardianes del fuego mantener la llama viva, sosteniéndola desde nuestras prácticas.
Quince años después sigue su lucha intacta, vigentes sus ideas, necesario su compromiso. Por eso el cuatro de abril es el día de la docencia que lucha en las aulas y en las calles, de quienes se niegan a cerrar el círculo de la reproducción de las injusticias y pretenden un futuro más justo y solidario.
Entre mi revoltijo de palabras y sentimientos, despunta un sentido. No es repetición. Es insistencia. Entonces, lo vuelvo a decir: hace quince años, en Neuquén, mataron a un maestro.
Betty Jouve escritora y docente de Rosario