×
×
Red Internacional
lid bot

Crisis Nacional. ¿Hacia dónde va Venezuela?: las fuerzas políticas y económicas y los desafíos para la clase obrera

El Gobierno de Maduro consiguió instalar la Asamblea Nacional (AN) pasando ahora a tener el control de todos los poderes del Estado. Por su parte la oposición sufrió el revés por parte de la Unión Europea de no seguir tratando a Guaidó como presidente interino, debilitando aún más su proyecto de mantener una AN en paralelo con una comisión delegada, y aún está por verse qué política tendrá el nuevo presidente de EE.UU., Biden. ¿Hacia dónde se dirige el país?

Jueves 14 de enero de 2021 09:39

Para el Gobierno de Maduro era más que una necesidad la instalación de una nueva Asamblea Nacional en su ordenamiento político, y lo podía hacer, convocándola a imagen y semejanza para garantizarse una mayoría, y por el hecho de que a la anterior se le vencía su mandato, era una exigencia también de países como China, Rusia, entre otros, para poder continuar llevando a cabo sus negocios y acuerdos, con el respaldo de todos los poderes públicos del Estado.

Es de recordar que uno de los remezones que terminó desatando las movilizaciones de la oposición en septiembre del 2017, fue a partir de la acción del Tribunal Supremo de Justicia, que decretaba que, en función que la Asamblea Nacional estaba en desacato, pasaba el TSJ a asumir las decisiones legislativas. Por detrás estaba una exigencia de China y Rusia para avanzar en acuerdos comerciales.

Como veremos más adelante, el Gobierno de Maduro viene en toda una línea entreguista y privatizadora, que ha tenido su expresión máxima con la llamada Ley “antibloqueo”, amparada en lo que ya es hoy la extinta Asamblea Nacional Constituyente, donde no solo se respalda con todo lo que ya se ha venido haciendo sino que avanza más aceleradamente en el curso económico de entreguismo nacional.

Con el control de la nueva Asamblea Nacional, y en la que sobre pasa incluso la mayoría absoluta para votar en lo que bien le plazca, podrá dar más rienda suelta, incluso, en una AN que será nada más que una extensión del brazo Ejecutivo, donde los diputados del oficialismo ya vendrán con todo lo cocinado para cumplir la formalidad de levantar la mano.

Te puede interesar: Asume nueva Asamblea controlada por el Gobierno y Guaidó proclama “continuidad” de la de 2015

Pero todo esto en una situación donde no se sale del marco de la catástrofe económica y social en la que está sumergido el país desde hace más de siete años, y que no ha dejado de profundizarse, así como también el sometimiento a las sanciones económicas, sobre todo las de Estados Unidos, que impactan en una economía ya quebrada. Esta situación catastrófica que reina sobre el país determina gran parte del panorama con un gobierno con mayores controles y con un régimen cuasidictatorial.

En tal marco nos encontramos en una situación abierta y llena de múltiples incógnitas, pues se atraviesa una situación con muchas potenciales inestabilidades. Si bien hay elementos que tienden a “estabilizar” relativamente al gobierno y a la situación, en comparación con la aguda crisis y confrontación de la que se viene en los años previos, como el mayor control político de todos los poderes, la derrota de la oposición proimperialista y la impotencia del movimiento obrero y popular, en la escena se hacen presente factores potencialmente desestabilizadores y dependiendo de cómo se desarrollen o no pueden incluso llegar a ser explosivos. Veamos.

Una precaria “estabilidad” reaccionaria

El Gobierno de Maduro se podrá sentir “cómodo” en la nueva correlación política que ha impuesto con el mayor control político, pero sobre todo en una correlación marcada fundamentalmente por una cuasi derrota o postración del movimiento obrero y popular para hacer frente a una situación de verdadera tragedia nacional, que va conteniendo una de las crisis hiperinflacionarias más largas del capitalismo, que ha tirado por el piso conquistas y condiciones de vida de las masas venezolanas.

Estamos hablando en este marco de una “estabilidad reaccionaria” precaria, por el telón de fondo de la catástrofe económica y social, que está sentada sobre esta impotencia del movimiento obrero, donde las tendencias a rebeliones obreras disminuyen, a no ser implosiones locales por el hambre, como ya hemos visto en distintos puntos del país en el último año. Lo que no quiere decir que no hayan luchas, como hemos apreciado, pero no en capacidad, al menos en lo inmediato, de poder derrotar al gobierno y sus políticas hambreadoras.

Si por un lado el Gobierno de Maduro ha llevado al movimiento obrero a esta situación, la situación de “estabilidad reaccionaria” por otra parte se asienta también en la derrota del otro factor ultrareaccionario en la situación nacional, que es la oposición de derecha proimperialista con intentos agresivos golpistas como ha décadas no se veían en América Latina como lo fue todo el 2019 en adelante. Un sector que apareció como la única otra fuerza en la escena nacional con cierto importante respaldo, precisamente ante la ausencia de intervención independiente del movimiento obrero en la situación nacional: ante esa ausencia de la clase trabajadora como sujeto propio, el “cualquiera menos Maduro” llevó aguas al molino de la oposición proimperialista.

Esa gran ofensiva reaccionaria imperialista la logra semiderrotar el Gobierno o al menos la pone a la ultradefensiva. La oposición de derecha se ha visto acorralada, casi derrotada, pero no a manos del movimiento obrero y de masas, sino a manos de un gobierno aislado cada vez de las masas y sostenido en el aparato militar y el poder estatal. Lo que se fortalece no es el movimiento de masas sino que es un gobierno que cada vez más tiene un giro no solo autoritario sino entreguista y privatizador en la saga neoliberal. He allí la compleja y difícil situación para el pueblo trabajador, entre dos fuerzas reaccionarias y sin lograr poner en movimiento sus propias fuerzas con personalidad propia, para abrir un “tercer campo”.

No hay que dejar de considerar lo que escribimos en un artículo reciente, que las últimas elecciones tuvo una participación electoral del 30%, siendo que el Gobierno, con toda su presión ejercida, sobre todo en los sectores populares, apenas cosechó un apoyo del 20% de los habilitados a votar. El Gobierno presionó a más no poder para la asistencia electoral, manifestándose en la alta abstención en lo que ya hemos venido afirmando, lo de un gobierno repudiado a nivel de las amplias masas.

A esta cierta “estabilidad” reaccionaria por demás, puede contribuir también incluso la propia elección en Estados Unidos hace previsible un posible cambio de estrategia hacia Venezuela también, en el país clave de la ofensiva imperialista, y la casi semiderrota del movimiento de masas, le permite que aún, en una situación catastrófica a nivel económico y social, con relación a la gran inestabilidad que tenía el Gobierno, mantenerse en el control del conjunto del régimen, ahora más, pasando a controlar todas las instituciones del Estado.

Los fuertes elementos de inestabilidad están marcados por la catástrofe económica y social que no dejan de profundizarse, en un Estado prácticamente quebrado, en el que se agudizan cada vez más los grandes padecimientos del movimiento de masas, así como también por la presión imperialista. Esto desestabiliza al Gobierno –como a cualquier otro gobierno- más allá del fuerte control que ejerza sobre el conjunto de las instituciones del Estado, pues en la medida en que esta situación se agudiza, aumentando las calamidades, los grandes males de todo un pueblo, producto del sufrimiento inaudito, las posibilidades de explosiones sociales son grandes, como ya se observó en distintos lugares en los últimos años. De generalizarse estas explosiones sociales, ya no solo en el interior, sino en las principales ciudades, puede desestabilizar y hacer tambalear al régimen político. Es claro, que esta situación puede actuar en dos sentidos, por un lado, puede ser un reanimador de las luchas de los trabajadores, sacarlos de la postración producto de los golpes y retomar sus fuerzas; pero también, puede alentar el surgimiento de sectores más reaccionarios o animar a las propias Fuerzas Armadas a una actuación más directa.

La reubicación de los grupos económicos

En todo este contexto se da también a nivel interno una reubicación de ciertas fuerzas de los sectores patronales empresariales, que históricamente han sido antichavistas, incluso que llegaron a participar abiertamente en golpes de Estado directamente contra Chávez, que busca cada vez más entendimientos en materia económica con el Gobierno, lo que se pudiera definir como una actitud bastante pragmática y oportunista, cuestión común en la burguesía.

Es que luego de los intentos de derrotar al Gobierno fracasaron, y en el medio de una situación catastrófica de la economía, pero sobre todo en el marco de la gran liberalización que está llevando a cabo Maduro, llegan a concluir que lejos están de un cambio de poder, y por tanto hacen acuerdos económicos con los que están mientras esta sea la situación.

Pero no solamente frente a la dificultad de sacarlos del Gobierno, sino porque los que están y se mantuvieron están girando cada vez más al programa que pide la patronal y que piden los capitales extranjeros, que tiene abiertamente políticas neoliberales y de la liberalización de la economía. No avanzar en acuerdos sería perderse la gran parte del pastel del remate nacional que se opera desde las alturas, y otros no dudarán en aprovechar.

Así con la Ley “antibloqueo”, por ejemplo, gran parte del programa que proponía la derecha clásica y que pedía el sector patronal empresarial el Gobierno de Maduro lo está ejecutando a su manera, de tal forma que avanza en el sentido que conviene a la patronal. Además y sobre todo, con el trabajo ya realizado de la destrucción abierta de las conquistas obreras y salarios en el piso, a niveles que incluso ni un neoliberal soñaría.

Por eso, basta mencionar a un gran empresario, Alberto Vollmer (Ron Santa Teresa), quien mejor lo expresa. Aunque se trata de un empresario que siempre estuvo ligado a negocios con el Gobierno, recientemente afirmó que: “Ha habido una política de presión internacional a través de sanciones, etcétera, que ha limitado ingresos a Venezuela y esa reducción bárbara de ingresos, tanto por los errores del gobierno venezolano, por supuesto, pero además complementados por las sanciones. Y eso no obligó a un cambio político. Parece mentira pero ha obligado a un cambio económico obligado”. Con palabras claras sostiene que si las sanciones no han conseguido sacar al Gobierno, sí ha conseguido todo un cambio en el rumbo económico.

Por otra parte tenemos a los representantes de Fedecámaras, cabecillas centrales en el golpe de Estado en el 2002, quienes se han pronunciado claramente a favor de la Ley “antibloqueo”. Tal como lo manifestara el presidente de la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecamaras), Ricardo Cussano, quien destacaba los “aspectos positivos” de dicha Ley, aunque le criticara la “manera anárquica” en se llevaría a cabo.

Hay que remarcar que el Gobierno está dando una clara señal que va a desmontar los espacios que el Estado tenía en diversos sectores de la economía. En la racionalidad capitalista, todo indica que un Estado quebrado económicamente, con empresas quebradas, su decisión es pasarlas a mano del sector privado, sea nacional o transnacional. Solo que piensa llevar esta operación a su manera. Los que vienen aprovechando bastante las privatizaciones o negocios claves por el momento, son sectores de empresariales ligados a la burocracia gobernante, cuando no los propios burócratas militares y civiles, devenidos ahora en nuevos burgueses y terratenientes (que pasan a ser dueños de las empresas privatizadas o de las tierras arrebatadas a los campesinos), o capitales aliados como los iraníes, entre otros, como se ha visto con los supermercados, hotelería, etcétera. Pero en las grandes ligas, en el terreno petróleo, siderúrgica, industrias básicas, minería, electricidad, telecomunicaciones, avanza el posicionamiento de capitales ya más poderosos como los chinos y los rusos.

Te puede interesar: ¿Nuevo “gran viraje”?: Gobierno y oposición solo ven apertura depredadora como “salida” a la catástrofe y ruina del país

Una coyuntura que permite al Gobierno avanzar en sus ataques y su curso entreguista

A la luz de todos estos elementos es que hay que ver la coyuntura, como indicamos al principio. El control de la Asamblea Nacional por parte del Gobierno busca que se ordene de alguna manera el curso entreguista nacional el país avanza a la liberalización tal como se estipula en la Ley “antibloqueo”, regida por este gobierno con cierta precaria “estabilidad” –reaccionaria– y ciertos acuerdos con algunos de los factores de poder tanto económicos de la burguesía nacional. Esta era una de las críticas del presidente de Fedecámaras, cuando indicaba que “esa ley en ciernes proviene de una Asamblea Constituyente que tiene estas falencias en términos jurídicos y de legitimidad”. Cuestión que se sortea con la nueva Asamblea Nacional. Precisamente, en su presentación de Memoria y Cuenta ayer en la Asamblea, Maduro fue enfático e insistente en que ese parlamento debería legislar para continuar y profundizar la política de la ley “antibloqueo”.

Está por verse aún la política de Biden, si avanza con algún tipo de tolerancia o una política menos agresiva comparada con la de Trump, si sigue o no la política que ya se plasma en los países de la Unión Europea que deja de seguir considerándolo a Guaidó presidente encargado. Internamente puede haber incluso algún tipo de acuerdo o la colaboración con un sector de la oposición dispuestos a entenderse con el Gobierno, ya se vieron las fuertes diferencias entre el sector de Capriles Radonski (incluido Stalin González, entre otros) con Guaidó, que buscaron una aproximación a través de la Unión Europea. Además de todo el arco que, aunque minoritario, también se desmarcó y acudió al proceso electoral diseñado por el Gobierno, logrando algunos ser parte de la presencia mínima opositora (8% de los/as diputados/as); otros no lograron siquiera entrar al parlamento.

Todo esto en un marco en que el grueso sector opositor, sobre todo en el que se referencia en Guaidó está en franca debilidad, siendo que no pudieron frenar ni poner ninguna alternativa frente a la elección de la Asamblea Nacional (su “consulta popular” fue un completo fracaso, a que a estas alturas ni se recuerda), siendo que además pierden apoyos importantes a nivel internacional.

Los desafíos de la clase trabajadora

Esta situación plantea nuevos desafíos para los trabajadores y el conjunto de los sectores explotados que tendrán que buscar las formas de resistencia a las políticas en curso del Gobierno de Maduro, que cuenta con un acuerdo implícito (con cada vez más señales de ser explícito) del grueso de la clase capitalista local y la derecha que ha aceptado convivir en los marcos del régimen político actual. A pesar de las duras confrontaciones y serias fracturas en la clase dominante y en sus políticos, hay cierto consenso burgués no declarado en lo que se refiere a la lógica con que se piensa la cuestión de la economía del país: coinciden en que el curso a seguir debe ser “atraer inversiones y recursos” y “reactivar la economía” mediante un mayor entreguismo nacional y más “liberalización” de la economía. Es decir, privatizaciones a granel, menor presencia reguladora del Estado en la economía (que ya hoy es prácticamente inexistente) para ir a “lo que diga el mercado”, nuevos endeudamientos externos y aprovechar la destrucción del salario y las conquistas laborales, como una “ventaja comparativa” para la inversión y ganancia empresarial.

Nuevos desafíos también para las organizaciones sindicales, si continuarán unas siendo fieles servidores a las políticas gubernamentales u otras furgón de cola de las políticas de la oposición de derecha. Por su parte, en la izquierda, incluso aquella que dice romper con el chavismo, así como en los que nos reclamos de la izquierda obrera y socialista, avanzar en nuevos espacios de lucha y coordinación, pero bregando constantemente por una política independiente de la clase trabajadora, así como avanzado en las necesarias lecciones del pasado reciente, en primer lugar sacando las lecciones estratégicas de la experiencia de estos más de veinte años del chavismo. La necesidad de la construcción de un partido de trabajadores revolucionarios se plantea más que nunca en la presente situación, y a ello ponemos nuestras fuerzas desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo.

Te puede interesar: [Dossier] Rentismo, capitalismo dependiente, chavismo y revolución permanente