En las recientes experiencias en el movimiento estudiantil, que ha enfrentado las políticas contra la educación reflejadas en las escuelas, surgen inquietudes entre los normalistas sobre los problemas que les aquejan y por ello queda la orden del día la necesidad de la organización.
Miércoles 19 de octubre de 2022
La política educativa de la 4T, si bien tuvo que dialogar con las innumerables aspiraciones del movimiento estudiantil y con el magisterio que durante el sexenio pasado se movilizó contra la odiada reforma educativa del Pacto Por México, ahora se ha mostrado que no se diferencia mucho de sus antecesores.
Falta de pagos tanto a docentes universitarios como de educación básica, el quiebre del ISSSTEZAC, la precarización laboral de docentes del PRONI, las constantes trabas por parte de USICAMM en el ingreso y la promoción horizontal de miles de docentes, tanto de nuevo ingreso como de quienes buscan tener un mejor salario; y las condiciones de estudio que han motivado los paros masivos del estudiantado universitario en la CDMX y otras universidades a nivel nacional, son tan solo algunos ejemplos de estas políticas de abandono a la educación o de profundización en la degradación de ésta.
De esta situación no están exentas las normales a nivel nacional. En la CDMX, por ejemplo, recientemente hubo paro de trabajadores de asistencia y apoyo a la educación, quienes demandaban mejores condiciones laborales y denunciaron el abandono en que se tiene la Benemérita Escuela Nacional de Maestros.
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Entonces, ¿qué pasa al interior de las normales en la CDMX donde no ha habido expresiones de organización estudiantil como en el resto de las universidades que se encuentran movilizadas?
Como un primer elemento a considerar está el control que las autoridades han logrado imponer sobre las comunidades escolares. Vinculado a lo anterior, la ruptura de la tradición política que existió por décadas en las escuelas formadoras de docentes, donde habían distintas corrientes y colectivos políticos que daban vida a las normales como espacios de debate y acción política.
Eso explica en gran medida por qué no ha habido representaciones que emanen de las comunidades estudiantiles, sino que en todo caso sean organizadas o cooptadas por la dirección de sus respectivas escuelas.
Recuperar los hilos de continuidad del movimiento normalista
Si bien la tradición política y organizativa del normalismo todavía se expresa en otras entidades y en la CDMX tuvo grandes expresiones durante el 68, el 71 y todavía durante la década de los 80’s, también en los años recientes normalistas de todos los niveles mantuvimos importantes peleas en defensa de la educación pública, así como en exigencia de verdad y justicia por Ayotzinapa.
Desde 2013, con la implementación de la reforma educativa de EPN nos movilizamos y durante esa experiencia nos dimos cuenta de la imperiosa necesidad de organizarnos en asambleas y coordinarnos entre las distintas normales, generando espacios de debate de nuestras ideas y de toma de decisiones para llevar nuestras demandas hasta el final, en unidad con docentes, trabajadorxs y otros sectores de estudiantes, como los de la UNAM y el Poli que hoy se encuentran en pie de lucha y se vienen organizando en la Asamblea Interuniversitaria.
Formamos en su momento consejos estudiantiles para enfrentar las maniobras de las autoridades, las cuales siempre han demostrado que no están de nuestro lado. Conformar los consejos de manera democrática no es sencillo, pero se vuelve necesario como parte del proceso de organización normalista y para hacerle frente a la ofensiva contra la educación pública.
Las nuevas generaciones que enfrentan la continuidad de los planes educativos neoliberales no tienen que empezar de cero, podemos recuperar esa tradición que hasta el momento parece que se encuentra “suspendida”, debatiendo e impulsando consejos estudiantiles como representación de la comunidad, que desconfíen de las autoridades, con delegadxs por grupo, rotativos y revocables en todo momento cuando no cumplan con el mandato de las asambleas.
Consejos estudiantiles democráticos que no solo funcionen como gestores de problemas cotidianos, lo cual se hace necesario, sino que también impulsen las grandes discusiones sobre los problemas educativos y sociales, contribuyendo a formar la conciencia política del normalista, además de fomentar la unidad entre las escuelas normales y con otros sectores de la educación media superior y superior, pues muchas de las demandas de estos sectores son comunes a las de las y los normalistas.
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