×
×
Red Internacional
lid bot

A 47 AÑOS DEL 2 DE OCTUBRE. Hacia un balance estratégico del movimiento del 68

Publicamos la séptima entrega de un análisis marxista del movimiento del 68 y la masacre de Tlatelolco.

Jimena Vergara

Jimena Vergara @JimenaVeO

Sábado 3 de octubre de 2015

Los elementos avanzados del ´68 mexicano no deberían ocultar en nuestra reflexión las limitaciones que se expresaron en la lucha.

Hemos hablado en los apartados anteriores, de la gran fortaleza que dio al movimiento su organización democrática, la huelga con toma de instalaciones, la autodefensa y la labor permanente de las brigadas. Sin embargo, la dinámica de la lucha lo llevó a confrontar al régimen del PRI y a plantear la necesidad de una salida revolucionaria para su derrocamiento.

Pero esta perspectiva –la del derrocamiento del régimen capitalista– no podía hacerse efectiva sin el concurso de la clase obrera, retomando el camino de unidad de los obreros y estudiantes parisinos que hicieron temblar a toda Francia durante mayo.

Esta posibilidad se empezaba a atisbar en el acto de “desagravio del lábaro patrio” donde los trabajadores presentes repudiaron al gobierno. Otro ejemplo de esto es lo que narra González de Alba, a propósito de la manifestación del dos de octubre: “Se notaban particularmente las gorras azules de los ferrocarrileros y sus mantas con el número de las secciones sindicales presentes, también podían verse mantas de electricistas y otros sindicatos. Los “charros” van a tener mucho trabajo este año, pensé, es en las organizaciones populares controladas por el gobierno donde el movimiento ha causado mayor impacto; en seguida caí en la cuenta de que el aspecto del mitin era muy distinto al de los anteriores: a simple vista podía observar que no era, de ninguna forma, un mitin estudiantil; no sólo por la gran cantidad de mantas y carteles que así lo demostraban, sino por el aspecto mismo de la gente; era un mitin de personas atentas, vestidas con ropa en la que predominaba el azul-gris, el café oscuro; faltaba la bulliciosa ingenuidad de un mitin universitario, el colorido de los suéteres y camisas sport, las mallas, las minifaldas de dibujo escocés, las barbas estrafalarias y las cabelleras largas. La mayor parte de los asistentes estaban concentrados, atentos y respondían a los oradores con un rugido unánime que terminaba pronto en aquellos rostros concentrados” (González de Alba, 1984:180).

La propia dinámica de la lucha empujaba hacia la unidad con los trabajadores, más concretamente, la agitación estudiantil, reanimaba, después de meses de rebelión, la llama que dejaron encendida los ferrocarrileros.

Si esto se desarrollaba, México podría entrar en una dinámica revolucionaria de carácter más generalizado como la que sacudió a otros países de América Latina y Europa. Ante eso el priato se decidió por el derramamiento de sangre y la brutal represión, lo cual fue solapado por las direcciones burocráticas del movimiento obrero que durante todos los meses previos, dejaron aislado al movimiento estudiantil.

Si bien durante la lucha del ´68, importantes sectores independientes –tanto de estudiantes como de trabajadores– se enfrentaron a la política del PC y expresaron un alto ánimo de combate, no existía una organización sólida e influyente de la clase obrera que pudiera, de forma organizada, plantear una política claramente alternativa, que pusiera su fuerza en soldar la unidad obrero-estudiantil y ganar para un proyecto revolucionario a los cientos de jóvenes que se lanzaron a la lucha. Una organización que, a pesar de la derrota, se preparara para nuevos ascensos y sentara las bases para la construcción de un partido revolucionario en México.

Los pequeños grupos trotskistas, que se hicieron parte activa del movimiento, eran muy débiles como para dotar al mismo de una política efectivamente alternativa y sentar las bases de una organización superior.

Aún así, el ´68 es el caldo de cultivo donde nuevos cuadros, activistas y militantes se templan para nutrir distintas variantes estratégicas como la guerrillera, que tiene una experiencia trágica en México y que requiere un balance aparte.

En el caso del trotskismo, sería hasta los setentas que, de la fusión de varios grupos de tradiciones distintas, surgirá el Partido Revolucionario de los Trabajadores. A pesar de su influencia en el estudiantado, en la intelectualidad, las clases medias y el movimiento obrero, el PRT se dividió y entró en una profunda crisis aún muy joven, producto de una estrategia equivocada, que lo llevó a disolverse presionado por la “marea democrática” de los ochentas o en movimientos no proletarios como el del FZLN. La historia de esta crisis del PRT, también merece un estudio aparte.

Según Gilberto Guevara Niebla en la introducción de su libro La democracia en la calle, el movimiento estudiantil se dividió en dos tradiciones, que datan de la reforma universitaria de 1929: la liberal y la popular. Dicha división estaría atizada por la discusión que libraron Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano, a propósito de “el carácter socialista” de la educación que proponía Lombardo en detrimento de la libertad de cátedra que proponía Caso.

De este gran debate, según Guevara Niebla, se conformaron dos alas, una formada por liberales y socialistas independientes y otra por lombardistas, socialistas y comunistas que formarían la Confederación de Estudiantes Socialistas de México, la Federación de Estudiantes Campesinos y Socialistas de México y la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, esta última dirigida por los fundadores del PRI.

La tradición liberal acabó por corromperse y diezmarse y, según este autor, la tradición popular permaneció luchando por educación popular y se confrontó cada vez más con el gobierno frente a su derechización después del ´40. Sin embargo, esta “tradición popular” está circunscrita a la influencia de los comunistas y la política de la que hemos hablado anteriormente, atravesada por concepciones estratégicas que la llevaron a cuadrarse permanentemente ante la lógica de la conciliación de clases.

Una tercera tradición, que omite Guevara Niebla, se ha manifestado en momentos de ascenso del movimiento estudiantil; aquella que, de forma espontánea, motorizada por un sentimiento de combate y rebeldía, ha peleado incesantemente por la independencia del movimiento frente a los partidos patronales. Se expresó en el ´68 y se expresó en la huelga de 1999, donde cientos de jóvenes rompieron con la “nueva burocracia estudiantil” encarnada por una ruptura del propio PRI, el PRD. Esta generación fue, como la del 68, tratada con desprecio por la intelectualidad y denominada despectivamente por los medios de comunicación como “ultra”.

Pero la energía de estos sectores que giraron a izquierda al calor de la lucha de 1968, careció de referentes estratégicos alternativos, anclados en una tradición marxista revolucionaria de larga data. En México, como lo demuestran las contradicciones del propio movimiento estudiantil del ´68, no han existido grandes organizaciones de la clase obrera, como expresión orgánica de la independencia de clase. El movimiento obrero, atenazado y traicionado por sus direcciones charras, ha tenido que remar contracorriente, como lo demostró la huelga ferrocarrilera.

En estos giros a izquierda tanto del movimiento estudiantil y en primer lugar del movimiento obrero yace la posibilidad de poner en pie una organización revolucionaria en México y transformar su energía de lucha y combatividad en algo superior, al hacerse parte activa y militante de la construcción de una herramienta de clase, que encarne el proyecto socialista y que intervenga en las gestas del movimiento estudiantil y del movimiento obrero con un objetivo estratégico común, aprendiendo de las derrotas y construyendo, con su práctica cotidiana, nuevas victorias. Un proyecto de sociedad compartido, sustentado en una estrategia, un programa y una política común. Este grado de concreción, solo puede venir de la mano de la construcción de un partido revolucionario, que fusione a los estudiantes, en su carácter de intelectuales revolucionarios y a las capas más conscientes y resueltas de los trabajadores.

Tratar de recuperar esta tradición, la del marxismo revolucionario y que se haga carne en sectores de izquierda de los estudiantes, es la tarea que desde la juventud del Movimiento de Trabajadores Socialistas (MTS, antes Liga de Trabajadores por el Socialismo-ContraCorriente) hemos tratado de impulsar con nuestras modestas fuerzas. Bajo esta perspectiva estratégica es que orientamos nuestra política e intervención en la huelga universitaria de 1999 y la que sigue guiando nuestra acción hoy en día, preocupados por que sectores de estudiantes que hoy despiertan a la vida política, abracen las banderas de la revolución.

Fuentes consultadas:

Guevara Niebla, Gilberto
1988, La democracia en la calle, Siglo XXI, México
González de Alba, Luis
1984, Los días y los años, Ediciones Era, México


Jimena Vergara

Escribe en Left Voice, vive y trabaja en New York. Es una de las compiladoras del libro México en llamas.

X