En la última Conferencia (marzo 2024) de las organizaciones que conformamos la Fracción Trotskista - Cuarta Internacional (FT-CI), discutimos una serie de definiciones sobre la situación política internacional y sus principales tendencias. En el siguiente artículo, queremos contribuir a esas definiciones, dialogando con los últimos sucesos de la coyuntura internacional, y esbozar algunos desafíos centrales que tenemos como corriente internacional, a modo de contribución a los debates del próximo Congreso del Partido de Trabajadores Revolucionarios que tendrá lugar a fines de julio.
Domingo 7 de julio
Un interregno peligroso: la época imperialista actualiza sus tendencias
La coyuntura internacional está atravesando un interregno peligroso. Por un lado, con el aumento de las tensiones entre EE.UU y China -que ya habían dado un salto con la anterior administración de Trump y la guerra comercial que Biden se jactó de mantener en el reciente debate presidencial- y, por otro lado, con el salto en el conflicto en Medio Oriente, con centro en Israel-Palestina, pero que irradia hacia una escalada regional. A esto se suma la intervención directa de grandes potencias en la guerra de Ucrania con Rusia en las puertas de Europa.
Si la crisis de 1929 y la dinámica ascendente de Estados Unidos como potencia hegemónica a inicio de la década de 1930 llevó a Trotsky a prever que “algún día el mundo será testigo de un gran estallido de la agresividad yanqui en todos los rincones de nuestro planeta” [1]; hoy es el proceso de decadencia de la hegemonía norteamericana el trasfondo sobre el cual se activan los procesos aquí mencionados -como el desafío ruso a la OTAN- y de la política internacional norteamericana de Biden de sostener a Israel y Ucrania, a costa de importantes crisis políticas internas (con el Partido Republicano y la juventud y trabajadores universitarios hace unas semanas).
La hegemonía de Estados Unidos está en decadencia, tal cual el debate presidencial entre Biden -que fue apodado “genocide Joe” por la juventud que acampó en las universidades contra el genocidio en Palestina- y Donald Trump, que anuncia quitar apoyo a cualquier país de la OTAN que no cancele las cuotas.
Inéditamente, Europa -en parte ante las bravatas de Trump, posible reemplazo de Biden- implementará un plan de reconversión industrial para generar industria militar propia [2]. Una medida tomada en un contexto de fortalecimiento de la extrema derecha, como se expresó en los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo (6-9 de junio). Las zonas militares en tensión se amplían, y las similitudes con el escenario pre 1914 no son lejanas, como desarrollan Emilio Albamonte y Matías Maiello en ¿Hacia una configuración pre-guerra entre potencias del escenario internacional? y Claudia Cinatti en La ofensiva rusa en Ucrania y los espectros de una situación “pre 1914”.
Que se incrementen las tendencias militaristas no es menor. Cuando terminó la Guerra Fría y se restauró el capitalismo en la URSS y en Europa del Este, hubo quienes se apresuraron a plantear que la historia había llegado a su fin, lo cual, por supuesto, implicaba el fin de grandes conflictos bélicos. La expansión sin precedentes de la democracia representativa y la exclusión de un horizonte revolucionario o socialista; presagiaban -supuestamente- un mundo capitalista estable en el cual el dominio norteamericano no iba a encontrar rivales de peso.
No obstante, las cosas ocurrieron de un modo muy distinto. Esto lo constata, por ejemplo, el intelectual Maurizio Lazzarato: “Tras la caída del muro de Berlín, en lugar de llegar a su fin, la historia empezó a correr, acelerando gradualmente y precipitándose hacia el cambio de siglo” [3]. Sin embargo, este planteo resulta pertinente. También hubo quienes como Toni Negri plantearon que la época en la cual los Estados constituían un actor clave de la política internacional había llegado a su fin, abriendo paso a un imperio sin un centro hegemónico o a formas supraestatales de poder. Sin embargo, “las guerras actuales nos advierten: el capital sólo puede globalizarse a través del Estado, que permanece cerrado dentro de sus fronteras, aunque sea una potencia mundial como Estados Unidos” [4]. Lejos de dar origen a un mundo capitalista democrático-liberal hegemonizado apaciblemente por Estados Unidos o a un imperio global más o menos homogéneo, el capitalismo internacional está revelando que las definiciones del imperialismo como época de “crisis, guerras y revoluciones” (Lenin) son en realidad las más concretas para entender el mundo del presente.
Es evidente un creciente desafío chino y ruso al orden “unipolar” impuesto por Estados Unidos. La declaración explícita de Vladimir Putin y Xi Jinping realizada a mediados de mayo, plantea que “los lazos ruso-chinos han crecido hasta alcanzar el nivel más alto de asociación e interacción estratégica”. En esta declaración, también se plantea que “Moscú y Pekín profundizarán aún más su confianza y su cooperación en el ámbito militar”, a pesar de que Xi, en su previa visita a Europa, se había comprometido a no abastecer con armamento a Rusia. Todavía la “cooperación militar” parece no concretarse materialmente, pero los lazos entre ambas potencias resultan cada vez más provocativos para Estados Unidos: Rusia, incluso, se comprometió a respaldar el principio de “una sola China”, reconociendo que Taiwán es parte integral de China, y respaldando las acciones de ésta para subordinar a aquel país. China, como sabemos, es una preocupación para el imperialismo norteamericano. Rusia aprovecha esta política de alianzas, para, a su vez, hacer su juego propio, estableciendo una colaboración tecnológica-militar con Corea del Norte.
Estas tendencias actualizan -como decíamos- la definición de la época imperialista como una época de crisis, guerras y revoluciones, tomando el concepto de Lenin y configuran el marco donde se desarrollará la tarea de construir un partido revolucionario internacionalista que, para nosotros, como FT, es la IV Internacional.
Trump, Biden y las contradicciones en Estados Unidos
La administración de Biden tiene varios flancos abiertos: en el ámbito económico implicó cambios importantes, como el aumento de forma drástica a los aranceles al acero chino y casi de un 150% a los autos eléctricos [5]. Medidas proteccionistas que lo ubican ofensivo en relación con el gigante asiático. Sumado a la política de acuerdos en América Latina, para abrir espacios a inversiones imperialistas sobre los recursos naturales estratégicos como el litio, el cobre, el petróleo y el gas. El plan T-MEC para la ampliación de infraestructura energética y corredores industriales, fortaleciendo la Alianza del Pacífico, busca demarcar el territorio de influencia de China, que tiene su juego propio, especialmente en Sudamérica.
Pero los costos de sostener la guerra en Ucrania y el genocidio en Palestina, han abierto una brecha que Trump viene aprovechando, con una fuerte crítica a la conducción del Partido Demócrata. En el debate presidencial organizado por CNN -patético para todo el mundo- Trump le dijo a Biden que por su política internacional nadie respeta a Estados Unidos y que si él estuviese en la presidencia, Putin no habría atacado a Ucrania ni Hamás a Israel, pues a él se le respetaría. Biden, por su parte, se jactaba de ser un aliado clave para Israel. Trump le recriminaba a Biden abrir las fronteras a migrantes indocumentados que serían delincuentes y Biden intentaba mostrarse como un defensor de una dura política fronteriza. Es una muestra del proceso de decadencia de la hegemonía norteamericana como potencia imperialista hegemónica y de las contradicciones internas en el corazón del imperialismo.
Ucrania y Palestina: dos centros del teatro de operaciones
La guerra de Ucrania que parecía estar en un segundo plano, vuelve a escena. A mediados de mayo Rusia dio un paso táctico, quizás el más relevante desde la primera invasión en febrero de 2022, que nadie del lado ucraniano parecía ver venir y que puede marcar un punto de inflexión en la dinámica del conflicto. El ejército de Putin avanzó con 30.000 soldados y 400 tanques cruzaron la frontera, ingresando a la región de Kharkiv, al noreste de Ucrania, apoyados por ataques aéreos con las llamadas “bombas planeadoras” (FAB-1500). Un ataque que avanzó sobre territorio ucraniano, y que puso a la defensiva a Zelenski, considerando el atraso en la llegada de municiones provenientes de EE.UU. El gobierno ruso logró imponer orden y cerrar filas tras la crisis del grupo Wagner, tras la muerte del opositor Lavalni en “condiciones extrañas”.
Si bien la ofensiva de mayo no cambió la dinámica de “guerra de desgaste”, la prolongó al menos un año, poniendo límites a la hipótesis de un “conflicto congelado”, al estilo Guerra de Corea. Este movimiento tuvo como consecuencia que grandes potencias intervengan de forma más directa en el conflicto, como lo anunció Macron con el "traslado" de aviones Mirage 2000 a Kiev y la formación de pilotos ucranianos en Francia, Reino Unido y EE.UU. También habilitaron la utilización de armas occidentales aunque en zonas acotadas del territorio ruso, además de incluir el envío de “instructores” militares a territorio ucraniano. Va llegando a un límite la estrategia de EE.UU de debilitar a Rusia poniendo a Ucrania como carne de cañón, con el peligro de que se amplíe el teatro de operaciones a las potencias de la OTAN.
El genocidio en Palestina también es parte de las tendencias a la guerra. Con una brutalidad sin precedentes en el siglo XXI, con más de 40.000 muertos entre ellos miles de niños, mujeres y ancianos, 1,9 millones de personas desplazadas, decenas de hospitales e instalaciones de salud destruidas, cientos de trabajadores de la salud asesinados, casi 150 trabajadores de la prensa asesinados, 500 mil palestinos sin hogar al que retornar y con un altísimo riesgo de muertes por hambruna.
La política reaccionaria de Netanyahu toma un nuevo ribete con el ataque realizado a Irán a mediados de abril, abriendo el riesgo de una escalada regional del conflicto. Todos los aliados de Irán que integran el llamado “eje de la resistencia” se han visto involucrados en acciones militares de distinta envergadura: Hezbollah en el Líbano, las milicias relacionadas con el régimen iraní en Siria, Irak y Jordania y los hutíes que vienen atacando barcos comerciales en el Mar Rojo -hecho este último que provocó bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña en Yemen. Egipto, que está negociando el traslado de refugiados de la franja de Gaza, amenaza con salirse del acuerdo de Camp Davis, que articuló el dominio norteamericano desde 1978 en la zona [6]. Si bien la política del imperialismo norteamericano es de “normalización” y trata de reponer una alianza con un sector de los gobiernos islámicos, los acuerdos de Abraham, las tendencias a la escalada guerrerista se manifiestan, sumado a la intransigencia de Netanyahu y la agudización de la crisis interna en Israel alimentada por los sectores derechistas radicales.
El fortalecimiento de la extremaderecha en Europa: militarismo, colonialismo y lucha de clases
La guerra ruso-ucraniana alienta el militarismo europeo y las contradicciones internacionales que se abren con la decadencia del imperialismo norteamericano. Sin embargo, los efectos económicos de la guerra (inflación) y sus efectos sociales y políticos generan un distanciamiento de franjas de masas con respecto a los gobiernos más guerreristas, como el de Macron en Francia y el de Scholz en Alemania, abriendo una crisis del eje franco-alemán. La extrema derecha -con un discurso euroescéptico- canaliza ese distanciamiento incrementando su votación. Esta votación expresa una “protesta por derecha”. Esto no es un resultado natural: es producto de la política de las variantes neorreformistas y de centroizquierda que han tenido responsabilidad directa en gobernar durante la última década y producto de la política de las burocracias sindicales, como explicaremos a continuación.
Si bien el bloque de “extremo centro” -liberales, socialistas, verdes- puede seguir gobernando en la Comisión Europea, con el 63% de los votos en las parlamentarias, los más beneficiados en las últimas parlamentarias europeas son agrupaciones como RN (Agrupación Nacional) de Marine Lepen en Francia y AfD (Alternativa por Alemania), partido éste último que superó a la Socialdemocracia actualmente en el gobierno (Olaf Scholz). En total, las formaciones de extrema derecha obtuvieron un 25% de los votos (habían obtenido un 18% en 2019) [7].
En el caso de Francia el escenario es bastante estrepitoso para el actual gobierno de Emmanuel Macron y su partido Renaissance (Renacimiento), que obtuvo apenas un 15,2 % de los votos frente al 32,4% que obtuvo Jordan Bardella, de RN, en las parlamentarias europeas. En las elecciones congresales nacionales del 30 de junio -que fueron convocadas de manera adelantada por Macron como maniobra política para usar el temor por el ascenso de la extrema derecha para aglutinar tras su proyecto-, el oficialismo vuelve a sufrir otra derrota ante RN de Marine Le Pen, que obtuvo cerca del 33,5% de los votos, 10 millones de personas. “Ensemble” (Juntos) de Macron obtiene poco más del 22% de los votos. El Nuevo Frente Popular -que reunió a grupos como el PS o la Francia Insumisa de Mélenchon-, un 28,5%.
Sin embargo, el macronismo está logrando un nuevo aire de vida gracias a la política claudicante del Nuevo Frente Popular, que de cara a la segunda vuelta de este 7 de julio decidió retirar 183 candidaturas en beneficio de los candidatos de Macron a cambio de 83 retiradas del campo oficialista. Así, los partidos que formaron el Nuevo Frente Popular, ahora impulsan una política de “frente republicano”. sosteniendo a las figuras más odiadas del macronismo. Esto sólo fortalece a los partidos enemigos de la clase trabajadora.
Esta claudicación por ejemplo de la Francia Insumisa de Jean Luc Mélenchon, confirma lo central que fue poner en pie la candidatura revolucionaria y socialista de nuestro camarada Anasse Kasib, en contra de la política claudicante del Nuevo Frente Popular que incluye a partidos directamente imperialistas como el PS Francés. A diferencia de lo que hacen grupos centristas como la LIT-CI, que llamó a votar al Nuevo Frente Popular, Revolución Permanente, el grupo hermano del PTR en Francia, viene no sólo interviniendo en los procesos más avanzados de la lucha de clases en los últimos años, sino que también está buscando construir una referencia política más clara, con figuras como la de Anasse, criminalizado también por expresar su solidaridad con el pueblo palestino.
En el caso de Alemania, fue la Unión Demócrata Cristiana CDU/CSU (de la ex gobernante Angela Merkel) la que ganó con un 29,5% de los votos, aumentando respecto al año anterior. Pero es relevante que la formación de extrema derecha AfD -que rompió su alianza con RN de Francia- haya obtenido una votación del 16,5%, por sobre el 13,9% del SPD de Scholz, y por sobre los otros partidos de gobierno, el FDP (verdes) que obtuvo un 11,9% y los liberales que obtuvieron apenas un 5,1%. Además, Scholz, que carga con los costes de no contar más con el gas barato ruso, lo que ha traído tendencias inflacionarias en Alemania, persiste en ubicarse como un claro defensor de la guerra por procuración contra Rusia. Referentes relevantes de AfD han cuestionado abiertamente esta política, planteando que un bloque con Moscú fortalecería a Alemania en el terreno geopolítico. Su referente Krah -que dijo que en las SS de Hitler no todos eran criminales- fue acusado de tener a un espía chino entre sus asesores y de fomentar medios pro-rusos. Todos estos debates se desarrollan sobre el trasfondo del agotamiento del modelo económico alemán. Y ante la posibilidad de que al otro lado del Atlántico triunfe Donald Trump, que viene planteando abiertamente que no desea continuar colaborando con recursos para sostener a los países de la OTAN sin condiciones.
En una nota de redacción de LaIzquierdaDiario.es leemos que “quizás lo más significativo es que los resultados de Marine Le Pen en Francia y de la AfD en Alemania, indican un “voto castigo” (por derecha) a los Gobiernos del eje franco-alemán que ha embarcado a la UE en un alineamiento incondicional con la OTAN, la guerra de Ucrania y el rearme militarista”. Estos resultados “muestran las contradicciones profundas que recorren la Unión Europea, en un contexto marcado por el rearme militarista, la guerra de Ucrania y el genocidio en Palestina”. En el mismo artículo leemos que “en el marco de una crisis profunda del “orden global neoliberal” que se apoyó en la hegemonía de Estados Unidos en las últimas décadas, la Unión Europea, como bloque imperialista, tiene fuertes grietas y puntos de fractura. En última instancia, son expresión de las contradicciones entre su estructura supranacional y los intereses de cada Estado nación, que se agravan en un escenario internacional convulsivo, cuando crecen las tendencias proteccionistas y los choques entre las grandes potencias”.
Esta crisis del proyecto europeísta dirigido por el eje franco-alemán implica importantes consecuencias regionales e internacionales. Un proyecto que ha tenido como uno de sus objetivos centrales contener el avance de Rusia como se ve en Ucrania y preservar la alianza con los Estados Unidos a través de la OTAN, está entrando en una etapa de claro desorden. Por esto, no es esperable que las burguesías imperialistas europeas prioricen la creación de un aparato militar supranacional por sobre el fortalecimiento del potencial de fuego de sus Estados nacionales, si bien en términos tácticos requieren posicionarse frente a Estados Unidos y Rusia ahora que Trump anuncia la posibilidad de dejar de respaldar a países de Europa de ganar las elecciones. En parte es el rechazo al europeísmo guerrerista el que se ha expresado en estas elecciones, pero al ser canalizado por la extrema derecha, esto no redunda en una armonización de las relaciones internacionales, al contrario, es previsible que las tendencias militaristas se incrementen.
Se hace necesario responder por qué este cansancio con la guerra se expresa por derecha y no por izquierda. Hay al menos dos razones:
A) Una de ellas es la amplia decepción que generaron las formaciones neorreformistas que surgieron en el ciclo de luchas anterior -como Podemos o Syriza- que ya fueron gobierno, aplicaron ajustes y decepcionaron a amplios sectores de masas. Ya no son una opción para canalizar el descontento con la política europea preponderante. Por ejemplo, las críticas de Podemos a la política exterior de España resultan poco creíbles después de que apoyaron toda la línea de la OTAN cuando fueron gobierno. Otras variantes como Die Linke (Alemania), si bien no llegaron al poder, se han ubicado plenamente alineados con los planes imperialistas del eje franco-alemán y la OTAN. En esta vuelta, el discurso “antisistema” y “contra el establishment”, es apropiado y distorsionado por las nuevas variantes de extrema derecha como Se acabó la fiesta o AfD.
B) La otra razón del giro a derecha que se expresa en las elecciones europeas es la política divisionista o corporativa de las burocracias sindicales y la izquierda reformista que impidieron poner en pie una alternativa por izquierda a la situación compleja que se abrió con la guerra. Correlativamente, podemos decir que el límite es la inexistencia de una alternativa revolucionaria de vanguardia con influencia de masas. Hace un año hubo en Europa una verdadera primavera de huelgas. Como escribía nuestra compañera Josefina Martínez “en Europa no se vivía un escenario de este tipo, con huelgas importantes de forma simultánea en varios países, desde hace por lo menos una década, en los años que siguieron a la crisis capitalista del 2008”. Pero estos procesos fueron derrotados o desviados -como ocurrió con las huelgas en Francia contra la reforma al sistema de pensiones de Macron- y las burocracias se encargaron de obstaculizar la coordinación, la autoorganización y el salto de lo económico a lo político. En Alemania, las huelgas económicas contra la inflación derivada de la guerra, no dieron un salto a expresiones políticas de peso por izquierda que superen a Die Linke y las burocracias ligadas al SPD.
De conjunto, no surge una vertiente política de izquierda, basada en la clase trabajadora y con un programa revolucionario con la fuerza suficiente para combatir la desmoralización a la que conducen políticas como la del Nuevo Frente Popular en Francia.
Sin embargo, al no resolverse las tendencias inflacionarias derivadas de la guerra, no se puede excluir la hipótesis de que resurjan procesos huelguísticos. Tampoco se puede descartar del todo que la juventud vuelva a la escena con los acampes.
En Alemania este año hubo varios procesos relevantes. Por ejemplo, trabajadores ferroviarios lucharon por la disminución de la jornada laboral de 38 a 35 horas semanales, sin reducción salarial, a lo que la empresa Deutsche Bahn se negó. Por su parte el sindicato Ver.di (aeroportuarios de tierra) exigió “un aumento salarial del 12,5%, o al menos 500 euros más al mes, en las negociaciones para casi 25.000 trabajadores de tierra de Lufthansa, incluido el personal de facturación, manipulación de aviones, mantenimiento y carga”. En Finlandia, llamó a huelga “la central sindical SAK, con 800.000 afiliados, contra las políticas de ajuste fiscal, reforma laboral y la reducción del seguro por desempleo” en diciembre de 2023, contra el gobierno conservador. Participaron trabajadores de posiciones estratégicas como la energía. En buena medida estas luchas económicas son una respuesta a las tendencias inflacionarias incrementadas con la guerra ruso-ucraniana.
En el mismo sentido, la proliferación de discursos xenófobos o transfóbicos -tan característicos de las nuevas formaciones de extrema derecha aunque también en la derecha tradicional-, puede abrir un terreno de luchas defensivas y de resistencia. Ejemplo de esto es la marcha de cientos de miles en Alemania que tuvo lugar en enero, en contra de AdD por su connivencia con nazis y derechistas extremos para elaborar planes de deportaciones masivas. O las marchas en 45 ciudades de Francia el recién pasado 5 de mayo, en contra de los planes del PR del ex presidente Sarkozy, impulsada por las feministas socialistas de Pan y Rosas y Lexie Agresti, Morgan Noam y Les Inverti.e.s, una movilización histórica por los derechos trans reunió a miles de personas.
Pero sin duda es el movimiento de acampes por Palestina, que se extendió desde Estados Unidos a Europa, el factor más avanzado que ha tenido lugar los últimos meses en Europa. En Francia este movimiento ha tenido que enfrentar incluso a la represión del gobierno que tilda de antisemita cualquier tipo de lucha contra el sionismo colonialista.
Las contradicciones y tensiones se trasladan también a la relación de los centros con las colonias, como sucede en Kanaky -colonizada por Francia y llamada Nueva Caledonia por ésta.
Pero también hay desplazamientos de contradicciones y tensiones de la periferia hacia el centro. La otra cara de esta ofensiva militarista y colonialista son los discursos nacionalistas reaccionarios, la militarización de las fronteras y el endurecimiento de las políticas represivas contra los migrantes. Miles de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares producto del saqueo de las propias guerras y ocupaciones imperialistas de sus países. Es decir, el mismo imperialismo que provoca los desplazamientos luego, internamente, ataca a los migrantes que huyen del desastre.
Como vemos, se trata de una Europa cada vez más tensa y peligrosa. Dicho todo esto es claro que, si no detenemos esta máquina de guerra que genera el capitalismo, donde los gobiernos imperialistas son artífices directos de la barbarie, con los “socialistas”, liberales y verdes promoviendo los lineamientos de la OTAN, la socialdemocracia administrando la guerra por procuración y blindando al Estado de Israel, entonces las grandes potencias nos arrastrarán a todos a su abismo. La clase trabajadora y la izquierda socialista y revolucionaria tenemos la tarea de frenar el camino a éste.
América Latina: nuevas derechas, bonapartismo y crisis orgánicas
América Latina también participa del desorden mundial: además de las contradicciones económicas que implica para la región el hecho de que el crecimiento internacional esté “por debajo de sus promedios históricos” con altas tasas de interés en las potencias centrales, como analiza la CEPAL, acarrea una serie de dificultades monetarias, como las que está atravesando Brasil. El continente, a su vez, se transforma en un escenario de disputa de China a Estados Unidos, especialmente en Sudamérica. La pobreza bordea el 29%, casi un tercio de la población. Se abren escenarios de inflación, déficit fiscal y deudas.
Es sobre este trasfondo económico-social que viene desarrollándose un escenario signado por crisis orgánicas, en el cual prima un curso a la derechización. El declive de los gobiernos posneoliberales y los proyectos neodesarrollistas abrió un escenario en el cual la revuelta cobró pasó al centro (2019). El segundo ciclo de lucha de clases posterior a la crisis capitalista de 2008 -que tuvo lugar en 2018 y 2019-, no sólo recorrió Myanmar, Hong Kong, Haití, Argelia, Sudán, el Estado Español y Estados Unidos; también arribó a Bolivia, Ecuador, Colombia y Chile. Sin embargo, esta tendencia a la revuelta no devino en procesos revolucionarios, debido a la traición de las burocracias sindicales o el reformismo. En el caso de Chile vimos cómo el proceso fue canalizado, primero, por la Convención Constitucional y, luego, por el gobierno de Boric. En otros casos, ha sido la derecha la que se ha fortalecido (como en Ecuador).
En cierta manera, el hecho de que los procesos de revuelta sean derrotados o desviados, o el hecho de que amplias franjas se decepcionen con la política tradicional, contribuyó a la exacerbación de las tendencias a las crisis orgánicas, abriendo el espacio para el surgimiento de nuevos fenómenos políticos por la derecha. Este elemento constituye una característica relevante del actual escenario. Si en la etapa de declinación del ciclo neodesarrollista emergió un fenómeno de extremaderecha como el bolsonarismo en Brasil -que se apoyó en las tendencias bonapartistas del poder judicial y las fuerzas armadas-; pos ciclo de revueltas, esta corriente se fortaleció. La emergencia de una derecha autoritaria contrapuesta a la política tradicional de centroderecha más proclive a los consensos, propia de los años de buena salud del neoliberalismo, es hoy una realidad. Tenemos casos como el de El Salvador, con el derechista Nayib Bukele, que decretó el estado de excepción, inauguró las megacárceles y avanzó a pasos agigantados con la criminalización de la pobreza. Un modelo que copian Daniel Noboa, presidente de Ecuador, y Xiomara Castro, mandataria de Honduras.
Pero sin duda el fenómeno de extremaderecha más relevante es el fenómeno Milei en Argentina. Es clave analizarlo, pues en Argentina la FT es donde tiene a su organización más fuerte: el PTS.
En el terreno internacional, Milei está plenamente alineado con Estados Unidos y el Estado de Israel y eso es ya todo un síntoma [8].
Como sabemos, el anterior gobierno peronista de Alberto Fernández y Sergio Massa fue nefasto para los trabajadores y los sectores populares en Argentina, que habían depositado en éste sus esperanzas luego del gobierno del centroderechista Mauricio Macri, lo cual fue aprovechado por Milei para hacer demagogia.
El proyecto de Milei consiste en una reestructuración del país al servicio del capital financiero y las grandes corporaciones. Inaugura un nuevo ciclo de reestructuración de gran escala en este sentido. Emilio Albamonte, en su informe sobre la situación en Argentina presentado a la última conferencia de la FT, se refirió a los ciclos de reestructuración capitalistas previos y a los procesos de la lucha de clases que estuvieron ligados a aquéllos: la derrota de Perón en 1955 y la resistencia obrera conocida como “resistencia peronista” posterior; Onganía (1966) y la lucha de clases que derivó en el Cordobazo en 1969 y en la etapa revolucionaria derrotada en 1976; la dictadura, que se desmoronó por sus propias contradicciones y la lucha de masas; los gobiernos de Menem y sus privatizaciones, ciclo cuya duración se prolonga hasta el levantamiento de 2001 que hizo caer a De la Rua.
El plan de Milei también apuesta a un ciclo de reestructuración al servicio del capital financiero y las grandes corporaciones en gran escala, a través de recortes presupuestarios radicales y ataques a las condiciones de vida de millones de trabajadores y pobres, pero también de las capas medias -por ejemplo el sector que ha sido históricamente base del radicalismo, concentrado en las universidades-. También a través de la destrucción de fuerzas productivas, dándole primacía -en el esquema de poder burgués- a los sectores extractivistas -mineros, sojeros, energéticos- en desmedro de la industria- sector más beneficiado en el ciclo kirchnerista.
No obstante, habiendo transcurrido seis meses de su gobierno, es evidente que Milei no la tiene nada fácil. Su gobierno constituye un intento bonapartista débil. Bonapartista, en tanto busca superar por derecha la crisis orgánica que hay en Argentina al menos desde 2018, implementando una serie de medidas de shock para eliminar los débiles controles estatales sobre el mercado, aprovechando la autoridad de la presidencia de la república y desplegando al aparato represivo para controlar las movilizaciones. Los anuncios de Patricia Bullrich -ministra de seguridad- de prohibición de marchar en las calles y la dura represión que tiene lugar en manifestaciones como la del pasado 12 de junio, luego de las cuales los detenidos fueron procesados por la causa delirante de "terrorismo y levantamiento contra el orden constitucional", son muestras de ese “bonapartismo”. Pero éste es débil, porque tiene una pequeña representación parlamentaria, no tiene ninguna gobernación, hay una relación de fuerzas por quebrar para arrebatar conquistas a las masas, y en la propia burguesía hay divergencias sobre el plan económico-estructural”.
Esa debilidad ha quedado demostrada en el hecho de que ha tenido que ir cercenando su propio programa a fin de intentar dar algunos pasos y evitar perder los respaldos del gran capital. Recordemos que en enero sufrió una primera gran derrota con la no aprobación de la Ley Ómnibus. Cuando anunció recortes en la universidad la respuesta tampoco se hizo esperar. Como escribió Fredy Lizarrague: “El 23 de abril otro actor social irrumpió en escena: la marcha universitaria que sumó cerca de 1 millón de personas en todo el país, con alrededor de 430 mil en Plaza de Mayo y alrededores, siendo una de las movilizaciones más masivas de las últimas décadas”. Un elemento clave es que al calor de esta situación en la cual comienzan a ponerse en movimiento sectores de masas, también ha ido surgiendo una vanguardia, cuya expresión más dinámica han sido las asambleas barriales concentradas principalmente en Buenos Aires.
Ahora, el 12 de junio, logró un triunfo parcial con la aprobación de la Ley Bases, pero tuvo que renunciar a privatizaciones -como la de Aerolíneas Argentinas- y otros componentes. La Ley Bases es una versión reducida de la Ley Ómnibus. Ahora bien, Milei logró facultades excepcionales por un año al declarar emergencia administrativa, económica, financiera y energética, lo cual le permitirá gobernar por decreto sin pasar por el Congreso, aunque requiriendo ser visado por una instancia bicameral. También logró aprobar el RIGI (Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones) que trae beneficios impositivos, aduaneros y cambiarios, y estabilidad normativa por 30 años para proyectos de inversión superiores a 200 millones de dólares. Con eso busca abrir las puertas a las compañías trasnacionales para que saqueen los recursos naturales. También avanzó en dos privatizaciones: originalmente había puesto 40 empresas del Estado en la lista, pero podrá privatizar 2: Intercargo y Energías Argentina. También aprobó una reforma laboral que elimina las indemnizaciones por despidos y avanza en la flexibilidad laboral con la figura de “colaboradores”.
Sin embargo, el precio que pagó Milei fue alto. Para lograr la aprobación de lo poco que logró, tuvo que jugar el juego de la casta con especial descaro. Como explica Fernando Rosso: “Cargos por votos, votos por plata y todo en vivo y en directo, casi por cadena nacional. Milei metió las dos manos en la mierda de la política tradicional, se enchastró hasta el cuello para, con la lengua afuera, aprobar una ley bastante mutilada. Porque digamos la verdad, el “logro” fue haber evitado un escenario de catástrofe si la ley se caía, más que haber sentado las bases para solucionar los problemas que lo siguen acechando”.
Ahora bien, se trata de un primer triunfo parcial ¿Por qué no se pudo frenar? Por el papel de las burocracias sindicales de la CGT, la CTA y los grandes sindicatos. Como plantea Rosso: “¿qué le impedía a los sindicatos poner 300 mil, 400 mil personas en la calle para que la marcha sea más contundente y seguramente la represión menos efectiva? Nada lo impedía, no sólo eso, sino hacer un paro nacional y una deliberación en todos los lugares de trabajo para concientizar y lograr mayor adhesión. Nada lo impedía, salvo que quieren negociar ellos, “la suya”.”
Nuevamente, sólo la izquierda -especialmente el PTS y las corrientes agrupadas en el FITU- son las que cumplieron el papel de organizar la resistencia. Esto fue reconocido incluso por el ministro-vocero Manuel Adorni, quien, en su conferencia de prensa posterior a la jornada del 12, tildó a quienes se manifestaron en las afueras del Congreso de “salvajes”, incluyendo explícitamente al PTS en ese campo y amenazando que “tendrían que pagar”.
El PTS ha conquistado a través del FITU un rol dinámico en la izquierda socialista y de las y los trabajadores y cuenta con figuras masivamente conocidas como Nicolás del Caño y ahora más aún, Myriam Bregman; al mismo tiempo que viene buscando ligarse a la vanguardia como hizo interviniendo sobre el fenómeno de las asambleas barriales y en luchas de resistencia contra despidos en el aeropuerto y realizando exigencias y denuncias a la burocracia sindical, participando de la lucha en defensa de la educación pública.
Seguir la política en Argentina y las batallas del PTS es de la mayor importancia para toda la FT en el camino de superar las variantes de centro-izquierda o neodesarrollistas tardías que revelan su corrimiento a derecha en lugares como Bolivia -con el MAS de Arce-, Brasil -con Lula-, México -con el gobierno de la MORENA- o Chile -con el Frente Amplio, el PC y el PS-.
El movimiento contra la guerra, las perspectivas de la lucha de clases y la batalla de la FT por una izquierda socialista e internacionalista
La guerra de Ucrania trajo tendencias inflacionarias en Europa: eso estuvo en la base del proceso simultáneo de grandes huelgas en 2023, que tuvo como centro la lucha contra la reforma de pensiones de Macron en Francia, que terminó en una derrota.
El genocidio de Israel contra el pueblo de Palestina activó un movimiento de acampes en universidades de Estados Unidos y Europas aunque también en algunas universidades latinoamericanas -incluyendo Chile, movimiento que ya ha retrocedido, principalmente producto de la represión.
A los acampes realizados por los estudiantes se suma la huelga de los trabajadores de la universidad en EE.UU., que tuvo lugar en mayo, involucrando a la mayoría de los 48.000 trabajadores académicos que son miembros del sindicato United Auto Workers Local 4811. Los sindicatos llamaron a la huelga en respuesta a la represión de la universidad y exigiendo que las escuelas de la UC (U. de California) se deshagan de sus conocidas inversiones en fabricantes de armas, contratistas militares y empresas que se benefician de la guerra de Israel en Gaza, entre otras demandas. La represión frente a la cual se manifestaron estos trabajadores fue dura, con policía, patotas sionistas y detenciones en contra de los jóvenes de los acampes.
En Francia, también: el primer ministro Gabriel Attal declaró que “nunca habrá derecho al bloqueo, nunca habrá tolerancia con las acciones de una minoría activa y peligrosa que intenta imponer sus reglas a nuestros estudiantes y profesores”, mientras que Emmanuel Macron se mostró “favorable” a la intervención policial en las universidades. Estas medidas las aplicaron mientras judicializaron a activistas por la causa palestina, como hicieron con nuestro compañero Anasse Kazib.
En América Latina este movimiento también tuvo su expresión, con acampes en México, Brasil y Chile, donde nuestra corriente ha intervenido profundamente, buscando desarrollar un movimiento estudiantil antiimperialista, exigiendo la ruptura de convenios con las universidades sionistas y enfrentando la ofensiva autoritaria de la rectora Rosa Devés, que ha buscado distintos medios para denostar a los estudiantes.
Hipotetizamos que esta oleada de protestas que tuvo lugar en el corazón del imperialismo, podía transformarse en una punta de lanza tanto para el reanimamiento de la juventud y el movimiento estudiantil como para la entrada en escena de la clase trabajadora y un cuestionamiento del imperialismo. Es una hipótesis que todavía no se ha dado, pero que no está cerrada. No por simple deseo: no sólo hay derechización, también hay procesos de resistencia. Por ejemplo, frente al retorno de las políticas neoliberales en Argentina, miles de trabajadores y jóvenes salen a las calles para enfrentar las medidas del ultraderechista Javier Milei.
Argentina, de alguna manera, puede ser un laboratorio para las fuerzas de extremaderecha de Europa que vienen dando avances. En el contexto de los efectos económicos y sociales de la guerra y de los peligros que abre el genocidio en Palestina ¿no está planteado todavía, en tiempos indefinidos, que aparezca el movimiento obrero en la escena? Ya ha habido acciones de vanguardia por Palestina: bloqueos en los principales puertos de Barcelona, Portugal, Génova, entre otros. Un escenario que excluya completamente la lucha de clases implicaría un cambio mayor en la correlación de fuerzas.
Pero no sólo eso. Hay que pensar hipótesis políticas relacionadas con nuestras batallas. También en Argentina existe el Frente de Izquierda y de los Trabajadores - Unidad (FITU), que aglutina a la izquierda socialista y referenciada en la clase trabajadora; y el PTS, que viene cumpliendo un papel protagónico en la resistencia contra Milei. Hoy nos proponemos dar un salto en nuestra organización e influencia militante, buscando organizar a miles por la revolución socialista, defendiendo las ideas de la cooperación entre la clase trabajadora contra la ideología individualista de Milei y organizando la resistencia frente a sus planes, en un contexto donde después del triunfo parcial en la aprobación de la ley de bases, no ha logrado cambiar la relación de fuerzas. Para esto buscaremos revolucionar nuestros medios de influencia, con el salto que viene dando La Izquierda Diario, buscando ser una referencia para millones de trabajadores, un organizador colectivo de los sectores de vanguardia.
En los procesos de acampe nuestra corriente apostó por construir una juventud internacionalista y revolucionaria que pelee por transformar estas enormes movilizaciones en una punta de lanza contra el capitalismo imperialista, buscando aliarse con la clase trabajadora para hacerle frente a sus crisis y guerras. En un reciente encuentro, y posterior manifestación en solidaridad con Palestina, hicimos el lanzamiento del Manifiesto ¡Alto al genocidio en Gaza y la represión a los jóvenes solidarios en el mundo! ¡Por una juventud antiimperialista, internacionalista y revolucionaria!
En Francia además de ser parte del movimiento de solidaridad con el pueblo de Palestina -lo que nos valió la persecución a Anasse Kazib-; hemos resistido con una política de independencia de clase ante el Nuevo Frente Popular al que claudicó el centrismo (LIT-CI, NPA). Esto, a contracorriente de la presión de votarle con el argumento de parar a la “extremaderecha”. Que RP haya podido desarrollar para la primera vuelta de las parlamentarias la campaña de Anasse Kazib y Elsa Marcel, con actos de cientos de personas, nos muestra como un referente de la independencia de clase, en continuidad con el rol cumplido por nuestra corriente en los recientes procesos de lucha de clases y de luchas políticas con el centrismo del NPA siempre propenso a la claudicación con el reformismo.
Como vemos, en Francia y Argentina se concentran importantes batallas estratégicas de nuestra corriente a las que debemos aportar como parte de los desafíos políticos internacionalistas.
Como desafío internacionalista, para este congreso del PTR en Chile queremos profundizar en estas discusiones. Y además, como impulso de política internacionalista, aportar en la implementación de las Tres propuestas urgentes para luchar por un internacionalismo socialista: contra el genocidio en Palestina, el militarismo y el saqueo imperialista que votamos en la última Conferencia de la FT-CI.
[1] Trotsky, León, “Entrevista concedida al Manchester Guardian”, febrero de 1931, Escritos. Citado en Dal Maso, Juan; Hegemonía y lucha de clases. Tres ensayos sobre Trotsky, Gramsci y el marxismo
[3] Lazzarato, Maurizio; ¿Hacia una nueva guerra civil mundial? p. 10. Aclaramos que no compartimos las tesis de este autor, que han sido profusamente debatidas en el trabajo “Más allá de la “Restauración burguesa”: 15 tesis sobre la nueva etapa internacional en contrapunto con Maurizio Lazzarato”, de Emilio Albamonte y Matias Maiello
[4] Ídem
[7] “El nuevo Parlamento europeo, con un total de 720 eurodiputados queda conformado de este modo: 185 para el Partido de los Populares Europeos de la derecha tradicional (suben 3 respecto a 2019), 137 para los socialistas (pierden 17 respecto a 2019), 80 los liberales (pierden 28), 52 los verdes (pierden 22). En el flanco de la extrema derecha, suman 73 los Conservadores y Reformistas, grupo liderado por Giorgia Meloni y del cual es parte VOX (ganan 11 escaños). El grupo Identidad y Democracia, liderado por Marine Le Pen, alcanza 58 escaños (pierden 15, pero eso se explica porque Alternativa por Alemania fue expulsado y ahora va como no inscripto). Los parlamentarios no inscriptos suman 46, (17 pertenecen a Alternativa por Alemania y 36 al grupo de La Izquierda (pierden 5)”. En La Izquierda Diario: Análisis. Elecciones europeas: crece la extrema derecha en una Europa embarcada en el militarismo.
[8] Ver, Albamomte, Emilio; La lucha recién comienza. Sobre la crisis argentina y las tareas de los revolucionarios.
Juan Valenzuela
Santiago de Chile