Han sido semanas duras para muchas familias obreras, han muerto seis trabajadores en accidentes fatales dentro de sus trabajos, accidentes que podrían haberse evitado. Para quienes estamos a diario expuestos en nuestros lugares de trabajo a múltiples accidentes, estos hechos no pasan desapercibidos, menos cuando un hermano o hermana de clase pierde su vida por llevar el pan a casa.

Martín López Trabajador del Litio
Jueves 15 de septiembre de 2016
El dolor y la rabia se hacen latentes en estas situaciones, porque no hay empresario que sea capaz de asumir las consecuencias de estos eventos, menos asumir responsabilidad alguna, todo lo contrario, nuestros verdugos se encargan de culparnos a nosotros cotidianamente de los accidentes tanto menores hasta de las mismas fatalidades, aún cuando por motivos de muerte el trabajador no tiene derecho a defenderse, pasando el patrón por encima incluso de los momentos más críticos de nuestras familias.
Los empresarios no son capaces de hacerse cargo ni siquiera de que son ellos los que intentan cambiar hasta la relación que tenemos con nuestras herramientas para laborar. Pasamos del cuidado, incluso de una relación emocional con los materiales para ejecutar procesos productivos a una rivalidad de trabajador versus máquina consecuencia del despotismo que tienen las empresas con nuestras vidas.
Para ellos-los empresarios-es fácil hostigarnos con políticas de higiene y seguridad de mano del auto cuidado, y para nosotros es difícil poder trabajar tranquilamente cuando tus salarios dependen de bonos productivos, cuando la amenaza del despido es constante sobre todo en un momento donde la minería atraviesa por una crisis de precios, lo que no se condice con una crisis del ritmo productivo. Trabajar en este tipo de ambientes donde tu pareces ser el responsable de todo hasta de la muerte de tus compañeros no son sinónimo de las mejores condiciones para los trabajadores.
Son tan constantes la palabras muerte, accidentes, despidos, crisis, no tener derecho a reclamo, o a hablar de política menos poder hacerla en la cabeza de muchos trabajadores, que nuestros espacios de trabajo parecen una dictadura. La ofensiva diaria mediante imposición de estas situaciones por parte de los empresarios, para transformarnos en objetos de la producción es tan brutal, que a veces pareciera naturalizarse entre los trabajadores. Un ejemplo claro de esto, es que no es normal que tengamos que salir de nuestras casas, asegurarte de despedirte de tus seres queridos porque sabes que dentro de la faena puede que dejes tu vida y con eso el último adiós.
A todos los compañeros de trabajo, a toda la clase obrera nos llegó el momento de ponerle un pare a este tipo de situaciones y condiciones. Si mal esto no cambiará de raíz hasta echar abajo este sistema capitalista que oprime y explota. Si es momento, de nosotros tomar las condiciones de peligro que atentan contra nuestras vidas, es una cuestión concreta de que los empresarios no lo harán, a ellos les vale con mantenernos con las condiciones mínimas para agrandar sus bolsillos.
Pero, esto no será un pasaje pasivo dentro de nuestros trabajos, porque se contrapone a los intereses de los patrones. Es más va de la mano de poner al centro nuestra defensa mediante luchas para imponer el interés nuestro de vivir y mantener a nuestras familias. Y para ello es necesario que la seguridad no sólo la tomen los prevencionistas que sólo cumplen el rol de lavarle la cara a los empresarios, que no sólo participemos de los comité paritarios, sino que también desde nuestros organismos como los sindicatos levantemos comisiones de riesgos de trabajo, donde democráticamente todo trabajador que quiera hacerse partícipe activo de desarrollar verdaderas políticas de seguridad, porque si no lo hacemos nosotros nadie más lo hará.
Los trabajadores si queremos tomar el destino de nuestras vidas en nuestras propias manos, debemos organizarnos activamente, para que no haya ni una trabajadora ni un trabajador muerto más por condiciones laborales.
Por Miguel Araya, Marcelo Ganga, Juan Bedoya, Daniel Lino, Patricio Bobadilla, Carlos Albanez y todos los trabajadores muertos por la indiferencia de los patrones.