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Cordobesismo: Modelo para desarmar. “Hay un aprovechamiento del ‘cordobesismo’ en torno a demandas reaccionarias y conservadoras”

Entrevista a Juan Manuel Reynares. Doctor en Ciencia Política. Investigador del CONICET. Docente e Investigador de la Universidad Nacional de Villa María.

Miércoles 18 de mayo de 2022 11:58

LID- En tus trabajos analizaste que la llegada al poder de la Alianza Unión por Córdoba encabezada por De La Sota en 1999 expresó el triunfo de una versión del peronismo local de matriz neoliberal. ¿Qué condiciones permitieron que se asentara, en el marco de la crisis social que se arrastraba por el ajuste neoliberal de las gestiones radicales de Angeloz y Mestre?

JMR: Las condiciones de asentamiento de un proyecto político como el de Unión por Córdoba siempre aluden al contexto de relativa estructuralidad sobre la que se despliega ese proyecto. A partir de mi trabajo de investigación veo que en esas condiciones más contextuales, pero también estructurales, hay que tener en cuenta el proceso de hegemonización del repertorio neoliberal durante los ‘90 a nivel nacional. La expansión del predominio de un repertorio de imágenes y de símbolos vinculados a la eficiencia del mercado, a la posibilidad de privatizar empresas, de volver más eficientes procesos internos dentro de las áreas gubernamentales. Todo esto muy cercano a las reformas de segunda generación del Estado que promovía el Banco Mundial ya desde mediados de los ‘90. Estas cuestiones generaron una amalgama simbólica que volvió más permeable a la sociedad a proyectos como el de Unión por Córdoba con la plataforma que presentó en el ‘98-‘99 y a las medidas de reforma estructural que tomó, sobre todo respecto al Estado que se impulsaron desde el Poder Legislativo hasta el 2001-2002. También hay que considerar que si bien la crisis profunda fue la del ’95, y fue la que enmarcó las medidas de shock y de ajuste de Mestre, en el ‘98-’99 no se experimentaba una crisis intensa, orgánica, al menos eso es lo que se desprende del análisis de los medios y entrevistas a ciertos informantes clave. Y esto es lo que me parece que permite reforzar la conjetura de que la reforma que plantea de la Sota no es una reacción a una crisis particular, sino más bien pretende ser una reforma integral apoyada sobre esta lenta hegemonización del espacio público por parte del repertorio neoliberal. Teniendo en cuenta este carácter integral, me parece que podemos agregar el hecho de que la sociedad cordobesa, o por lo menos muchas de sus dirigencias, están marcadas por un fuerte conservadurismo que puede explicarse por la presencia de ciertas organizaciones, como la fuerza de la Iglesia en tanto actor social, la “capacidad” que tuvo la dictadura cívico militar con el personaje nefasto que fue Luciano Benjamín Menéndez de reprimir y debilitar todas las alas izquierda de las dirigencias político-partidarias cordobesas. Tanto Mestre, de la Sota, Bercovich, e incluso un Schiaretti que ya volvió a la provincia de Córdoba habiendo dejado de lado todo su pasado de militancia de los ‘70. Toda esa dirigencia expresa una centroderecha que no tiene prácticamente competencias desde la centroizquierda. Son muy marginales los actores de centroizquierda dentro de las dirigencias político-partidarias, y para eso fue clave la represión de la dictadura que fue realmente muy profunda y muy extensa.

LID: Has planteado que la crisis de 2001, lejos de empujar a un replanteo del peronismo gobernante, reforzó los elementos de continuidad en la identidad política neoliberal del modelo de gobierno delasotista. Una suerte de “vía cordobesa” donde, a diferencia de la dinámica nacional, primó la continuidad neoliberal. ¿Qué rol jugaron los grandes sindicatos en este proceso?

JMR: La expansión de un repertorio neoliberal y el debilitamiento de los actores de las izquierdas dentro de las diversas organizaciones político-partidarias, repercute también en los sindicatos. Es cada vez más difícil para los sindicatos oponerse a las medidas de reforma. Y además, de La Sota fue bastante inteligente para ir desactivando focos de oposición que se estabilizaron bastante cuando planteó que no se va iba a vender EPEC en el 2001. No había oferentes, pero tampoco hubo un proyecto de ir en contra del sindicato, de Luz y Fuerza particularmente. Me parece que algunas de esas condiciones permiten explicar cómo logró consolidarse un proyecto que no responde y no reacciona a una crisis coyuntural profunda, como puede ser el ‘95 a nivel provincial, como puede ser el ‘89-‘90 a nivel nacional, sino que se asienta sobre esos procesos de más largo plazo y busca consolidar ese repertorio neoliberal para comprender lo que debe ser un “estado eficiente”, “moderno”, etc. Consideremos que estaba muy presente en el clima de época plantear la necesidad casi indiscutible de modernizar las organizaciones y luego “integrarse al mundo”.

LID: El proyecto de Unión por Córdoba se articuló en torno a un bloque empresarial dinámico que actuó como su base de sustentación social. ¿Cómo logró este bloque social imponer su proyecto como hegemónico en una provincia con los índices sociales críticos que exhibe Córdoba?

JMR: Yo no sé si estaría tan de acuerdo con que Córdoba tenga un “bloque empresarial dinámico”, o habría que discutirlo. Me parece que en Córdoba podemos encontrar diversos sectores económicos muy heterogéneos entre sí e incluso con demandas contrapuestas, pero que como el gobierno provincial no maneja las variables macroeconómicas y macro-financieras, no está obligado a mediar, terciar o a negociar en esa suerte de discusión constante entre “industria y campo”, sino que va capitalizando los avances de cada uno de estos sectores de maneras particulares. Sobre todo en el sector rural, un sector muy fuerte económicamente en la provincia de Córdoba que tanto el peronismo de Córdoba como su oposición defendió a capa y espada en 2008, prácticamente perfilando lo que sería el debate político de la provincia en los años subsiguientes. Un amplio bloque anti-kirchnerista con Unión por Córdoba en su centro y un marginal exponente del kirchnerismo sin territorio defendiendo esas políticas de la 125. Entonces me parece que un punto central es la articulación de sectores económicos tradicionales muy fuertes en Córdoba con una dirigencia política que excede incluso a la de Unión por Córdoba. Luego, me parece que a nivel industrial los sectores, por ejemplo, de autopartes y de la industria automotriz supieron aprovechar las medidas anti-cíclicas y de promoción del consumo de la primera década del siglo 21 del gobierno nacional, con sus matices y obviamente aciertos y errores. Recuerdo que uno de los últimos actos importantes donde aparecen Juan Schiaretti y Cristina Fernández de Kirchner es la presentación del modelo Renault Fluence en su planta de Santa Isabel. Entonces un sector socioeconómico muy significativo en la ciudad de Córdoba también supo ser capitalizado por el gobierno de la provincia. Luego, si hubo cuestiones más puntuales como la promoción a nivel impositivo, a nivel fiscal, de algunos “unicornios”, como el caso Globant. Pero considero que más que ese “bloque empresarial dinámico” hay un escenario heterogéneo en la economía cordobesa, que a veces tiene tensiones, pero que el gobierno provincial no acusa esas tensiones, sino que trata de capitalizar sus avances y despegarse en sus retrocesos.

Párrafo aparte merece la connivencia entre los sectores empresariales mediáticos de Córdoba, con Cadena 3 a la cabeza, y el gobierno de la provincia. Ahí es fuerte la política de pauta y casi un abroquelamiento mediático de Cadena 3 hacia la gestión de Unión por Córdoba a lo largo de los últimos 20 años. Y también ciertas políticas públicas insignia de los gobiernos de Unión por Córdoba que fueron apareciendo en contextos electorales. Había como una estrategia de campaña que era presentar una política pública protagonista y luego un repertorio de otras de segundo orden. Una de las primeras que se desarrolló allí fue el Plan Primer Paso, el PPP, esa promoción laboral de los primeros años del ingreso al mercado laboral por parte de los y las jóvenes. También sirvió para ir consolidando una política, pero sobre todo una imagen de gestión de un gobierno provincial que “promueve el trabajo”, “facilita las condiciones para que los empresarios y el sector privado generen ese trabajo”, etc. Es una de las marcas quizás más explícitas de un modo de gobernar que establece condiciones condiciones-marco para que los actores económicos desplieguen cierta estrategia de competencia como fue el PPP. En términos de la política fiscal sigue siendo evidente que el Gobierno de la provincia de Córdoba favorece, a través de una estructura impositiva regresiva, al campo y las industrias agrícolas a través del impuesto rural. Está claramente favoreciendo a un bloque económico concentrado del centro, este y sur de la provincia, de donde provendrán seguramente los dirigentes del peronismo en los próximos años. Digamos LLaryora, Passerini, Calvo, son claramente exponentes de aquellos sectores y habría que ver LLamosas e incluso Gill qué rol juegan. Podría ser una casualidad, pero creo que también se podría rastrear estructuralmente la capacidad de esos dirigentes de sectores de territorios rurales o de fuerte producción agrícola y ganadera, que son quienes terminan concentrando la representación o la coalición representativa de dirigentes en el peronismo de Córdoba.

LID: Muchos resaltan la estabilidad política que logró el peronismo provincial, que ya lleva más de dos décadas de gobierno. ¿En qué condiciones generales crees que reside la estabilidad de su modelo de gobierno?

JMR: Para responder, primero lo plantearía analíticamente “haciendo como que” el actor político puede distinguirse perfectamente del entorno social que habita. Porque obviamente esa frontera es completamente permeable, ¿dónde comienza el actor político, donde termina? Pero asumamos que existe esa frontera. Y yo pensaría en el político como una sucesión de círculos concéntricos del más externo, el más interno. En el más externo evidentemente ese actor político se apoya sobre esos bloques sociales y bloques económicos heterogéneos, de los que charlamos. Esa capacidad para surfear momentos críticos, para capitalizar el avance económico de ciertos sectores. Esa capacidad también para negociar con actores sociales y actores religiosos. Dije antes la Iglesia Católica pero obviamente, todas las iglesias evangelistas y todos los congresos de evangelistas cierran con la presencia del gobernador. Entonces allí hay una capacidad para sortear crisis y para capitalizar avances de parte de los diversos actores sociales, económicos y culturales de la provincia. A esto sumemos el abroquelamiento mediático, que no es menor, y un contexto político-cultural que tiende, al menos en sus dirigencias, hacia la derecha, hacia el conservadurismo. Luego, acercándonos a los anillos más internos, pensaría en cómo está estructurada la organización política del PJ. Y ahí, apoyándome en ciertas categorías como la de la politología más clásica, lo importante acá sería ver las coaliciones dominantes. La principal coalición dominante conformada entre 2001 y el 2006, que es la coalición José Manuel de la Sota-Juan Schiaretti, permitió dar lugar a una cierta fórmula de sucesión. Que sortea las limitaciones constitucionales respecto de las reelecciones y al mismo tiempo establece una competencia continua dentro de la organización política que es inescindible de la gestión estatal. Hay una competencia política continua por recursos, por las trayectorias y por las carreras políticas de los dirigentes de segundo, tercero, cuarto y quinto nivel. Una competencia continua entre delasotistas y schiarettistas que redundó en una capacidad de gestión relativamente alta pensando en los gobiernos provinciales de la Argentina. Incluso, ya fallecido de la Sota, hay una tendencia del schiarettismo a colocar en diversas áreas de gobierno a dirigentes que compiten entre sí para ver quién capitaliza políticamente los avances de su área de gobierno. Y de ese modo, mantiene a raya a esos dirigentes, pero se asegura al menos movimiento de esas áreas. Charlando también con personas que forman parte del Estado se ve muchas veces que esa promoción de la competencia en diversas áreas redunda en al menos una apariencia de gestión. Entonces, ya yendo a ese “núcleo” de estos círculos concéntricos, hay una coalición dominante entre de La Sota y Schiaretti que fue muy efectiva y mostró dirigentes con cualidades y perfiles distintos. Un líder político, en el caso de de la Sota, un gestor más de corte administrativo en el caso de Schiaretti. Luego de muerto de la Sota y ya con un Schiaretti con problemas de salud, una edad avanzada y sobre todo la imposibilidad de presentarse de vuelta a gobernador, se pone a prueba esta renovación, que probablemente sea una renovación dirigencial “por el centro” de la estructura. Eso expresa una literatura politológica muy clásica, que señala que el momento en que la coalición dominante todavía es fuerte (aún cuando solamente sobreviva uno de los componentes de esa coalición dominante) cohesiona el resto de los dirigentes, incluso los militantes, que saben “para dónde ir”, a quien escuchar. En este caso va a hacer que la renovación sea por una cuestión etaria, básicamente, y por el centro de la estructura, es decir que no habrá una extremización de los debates ni nadie va a pretender romper o “sacar los pies del plato”, competir por fuera del PJ. El más díscolo de todos me parece que es Martín Gill y no lo hizo, y claramente vuelve al redil apenas pasada una elección donde se presentó por el gobierno nacional. Entonces me parece que se viene un momento de desafío para esa estructura organizativa, pero Hacemos por Córdoba tiene amplias capacidades para preservar el gobierno de la provincia mientras los círculos más externos de este esquema de análisis no se rompan, no se compliquen: si los sectores empresariales siguen apoyándolo; si no se va de cauce la situación económica y social general, para lo cual también Schiaretti puede manipular la fecha de elecciones y adelantarlas a Mayo como parece que va a hacer (adelantar tanto la fecha de las elecciones en la provincia puede buscar evitar que los movimientos bruscos que pueden generarse en la economía y en la sociedad previo a las elecciones nacionales, sobre todo con las PASO y la extensión del período electoral que genera mucho movimiento).

LID: Entre sectores de la política y la intelectualidad hay una discusión abierta en torno a qué es el “modelo cordobesista” y cuanto de nacionalizable hay en esta experiencia. ¿Qué opinión tenés al respecto?

JMR: Yo haría dos contextualizaciones para bajarle un poco el precio a esta idea del “cordobesismo”. Primero, el hecho de que en los últimos 25-30 años, y en el marco de las reformas administrativas de descentralización, hay una tendencia a los provincianismos La tendencia que vemos acá a reforzar una cierta identidad natural de la provincia con toda la historia del s XIX, del Gral. Juan B. Bustos, también se puede replicar en otras recuperaciones históricas de provincias argentinas en su discusión continua con la Nación por el manejo de recursos. Y esto porque las provincias en los últimos 25-30 años están a cargo de áreas muy sensibles como educación y salud con escasos recursos. Entonces, en ese debate continuo por recursos, dinero y capacidades; con una ley de coparticipación muy difusa, muy “habitualidad sin ley” y por eso mismo muy arbitraria en la cuestión de la coparticipación de los impuestos; el provincianismo se vuelve un “músculo” a utilizar en esa puja. Inclusive podríamos ubicar esta tendencia de los provincianismos en un fenómeno más general de “asentarse en el terruño”, en el reducto territorial más básico, en momentos en donde el mundo explota en múltiples incertidumbres. Esto no implica que todo provincianismo sea reaccionario o individualizante. En Córdoba se impuso un “cordobesismo” que levanta la voz para exigir que los “vagos del conurbano” no se “roben” el esfuerzo de los trabajadores cordobeses, y ahí sí hay un uso del provincianismo cordobés que se hace en pos de una demanda reaccionaria conservadora. Pero podría ser otro el caso. Me parece que los provincianismos ya son parte del repertorio político nacional argentino. Y luego, en la segunda contextualización en relación al propio caso cordobés, ya desde prácticamente mediados del siglo XIX y luego con momentos álgidos como Sabattini, Angeloz y luego de la Sota, se recuperó esto de Córdoba como un “caso específico”. Como una “isla democrática” en los ‘30, como una “isla de eficiencia en los 80” y ahora también, como un “modelo específico” en el “cordobesismo” actual, aunque no me parece que haya un modelo muy específico y por eso no me parece que sea específicamente nacionalizable. Si pensamos la posibilidad de que Schiaretti compita en elecciones nacionales el año que viene, difícilmente lo haga en una posición dominante que le permita imponer su proyecto, si es que ese proyecto tuviese algo de específicamente “cordobesista”, que no lo creo. Sí hubo en esa tendencia general que mencionaba de los provincianismos, un aprovechamiento del “cordobesismo” en torno a demandas reaccionarias y conservadoras, cuando podría ser distinto. Se podría apelar, como han hecho otros actores representativos de Córdoba del lado de la cultura o de la discusión universitaria, al Cordobazo y la Reforma. Esas historias de Córdoba que recupera Tcach, por ejemplo, y que sería importante que puedan ser retomadas por actores opositores a Unión por Córdoba. Pero que sean realmente opositores, no digo los no peronistas que negocian todo el tiempo como la UCR o el juecismo, sino realmente ciertos actores opositores que hay en Córdoba y están desarticulados.

LID: Una mirada sobre la dinámica política de los últimos años muestra que los intentos de construir “terceros partidos” frente al bi-coalicionismo provincial dieron lugar a experiencias que terminaron o integradas a una de sus como expresiones o muy debilitadas. ¿Cómo ves la relación política entre el peronismo oficialista y el kirchnerismo local?

JMR: Esos sectores desarticulados, pero que pueden llegar a tener al menos una representación no tan marginal de un 12%, (por ejemplo como Pablo Carro) serían más capaces de obtener estabilidad en el tiempo si dependieran menos de la suerte nacional y pudiesen dedicar más esfuerzo en desplegar un territorio, un relato, una narrativa cordobesa que se desmarque del uso conservador que han dado los actores políticos mayoritarios del oficialismo y del no peronismo. Sobre el cordobesismo.

El sistema político cordobés, como muchos sistemas políticos provinciales, está bastante cartelizado: prima la negociación entre los diversos actores políticos, en este caso coaliciones partidarias, donde no hay una diferenciación ideológica notable, sobre todo porque el peronismo de Córdoba ha diluido su tradición peronista en pos de este modelo de gestión “eficaz”, “eficiente” y “transparente”. Esa cartelización permite explicar el reparto entre provincia y capital durante 2011 y 2015, que se quebró en 2019 y fue clave para motorizar a Juntos por el Cambio para competir el año que viene. Yo creo que allí, con los resultados electorales de Juntos por el Cambio (si bien lo de Juez puede expresar algo coyuntural porque fue legislativo y porque puede ser un fenómeno pasajero, más importante electoralmente me parece la derrota de Negri y la victoria de De Loredo en el radicalismo) de tensionar esa cartelización que hoy existe en la política cordobesa. Por otro lado, los terceros actores difícilmente puedan competir en un sistema cartelizado. Y allí, además, si ese tercer actor depende de recursos tanto simbólicos como económicos de Nación, se complica el doble. Porque ese actor político nacional lo que necesita es que no se le obstaculicen proyectos de ley en el Congreso y para eso negocia con el gobernador de la provincia, y en este caso incluso con jefes de bloque que son líderes partidarios en la provincia: uno en retirada como Negri, otro en ascenso como De Loredo. Alberto Fernández e incluso Cristina Fernández, por acción u omisión van a tender a negociar con los partidos tradicionales de Córdoba. Y allí es donde probablemente se suelte la mano o se condicionen las estrategias de los actores políticos de, por ejemplo, el kirchnerismo, o si se puede hablar de “albertismo” a nivel provincial que si no se consolidan en el territorio de la organización local y depende de los movimientos de la dirigencia nacional quedan muy expuestos.