Ofrecemos en este artículo un contrapunto a la idea de que Hegel (y por tanto, también Marx) tenía una concepción eurocéntrica.
El sistema de Hegel fue un aborto gigantesco pero el último en su género.
— Federico Engels
La posibilidad de acceder al pensamiento hegeliano, desde un punto de vista totalizador, es una tarea harto difícil. En el presente ensayo no se intentará dar una visión acabada del método epistémico hegeliano sino se realizará una breve exposición de la particular visión del pensador alemán del siglo XIX sobre el continente americano y sus pobladores indígenas. El continente americano aparece en el espectro de la reflexión hegeliana sobre todo en Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, texto tardío en el conjunto de su obra.
De Haití a Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal
Para abordar esta reflexión debemos de comenzar con la obra que cambió la mirada sobre el pensador alemán y el continente americano: Hegel y Haití de Susan Buck-Morss. Para la autora, también analista y crítica de la obra de Walter Benjamin, el periódico Minerva publicado en Alemania y leído por la plana mayor de filósofos germanos de su tiempo dedicó varias páginas a la Revolución de 1804: uno de sus lectores fue Hegel. Deduce, con algunos comentaristas y especialistas en la obra hegeliana, que la parábola del amo y el esclavo en Fenomenología del espíritu fue gracias a su lejana inspiración de la revolución de los esclavos que dieron origen a Haití. Es de lo más normal que una de las revoluciones más maravillosas e intempestivas de la modernidad hayan influido en el pensamiento filosófico de su tiempo. El mérito de Susan Buck-Morss es indagar, luego de un enorme y reconocido rodeo, esta relación, aunque difícilmente se puede decir que Hegel se haya convertido en un ferviente defensor anticolonialista o antimperialista. Detalla también que las lecturas marxistas de Fenomenología son de autores blancos (Lukács uno de ellos) lo que impidió (a su manera de ver) la influencia de la Revolución de 1804 en la obra hegeliana. [1] Y en el caso de los marxistas antillanos como CLR James o Eric Williams destaca que ellos no se interesaron por dicha relación teórica.
Ahora bien, tiempo después Hegel en su Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal revirará explícitamente de sus posiciones. Este Hegel, tardío, muestra con más claridad que su sistema de pensamiento tiene una fuerte dosis de racismo eurocéntrico. En Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, Federico Engels ve un texto central para el sistema de Hegel:
La filosofía alemana moderna en donde se encontró su remate en el sistema histórico de Hegel —en el que por primera vez— y este es su gran mérito se concibe todo el mundo de la naturaleza, de la historia y del espíritu, como un proceso, es decir, en constante movimiento y desarrollo […] la historia del humanidad no aparecía ya como un caos árido de violencias absurdas, igualmente condenables todas ante el fuero de la razón filosófica hoy ya madura y buenas para ser olvidadas cuanto antes, sino como proceso de desarrollo de la propia humanidad, que al pensamiento incumbía ahora seguir en sus etapas graduales y a través de todos los extravíos y demostrar la existencia de las leyes internas que guían todo aquello que a primera vista pudiera creerse obra del ciego azar. [2]
Ahora bien, la principal aportación del pensamiento hegeliano a la historia de la filosofía es la fenomenología del espíritu, rompiendo el mundo del seudo concreto, de lo fenoménico y sensorial, buscando la articulación del espíritu. Según Hegel: “lo verdadero es el todo, pero el todo es solamente la esencia que se completa mediante su desarrollo y el conocimiento científico, en cambio exige entregarse a la vida del objeto o lo que es lo mismo tener ante sí y explicarse la necesidad interna de él”. [3] El mérito de Hegel para la historia de la filosofía, en ello coindice Lukács, está en la aportación de la Fenomenología entendida como la “búsqueda de las conexiones internas de los procesos objetivos, en el proceder de la conciencia a la ciencia”. [4]
La potencia emergente y el debate
Para el italiano Antonello Gerbi en el Siglo XIX existía un debate en Europa sobre la importancia o no se América, de la población indígena, sobre la geografía y por la episteme del ya no tan nuevo mundo. Las concepciones hegemónicas de la época han comenzado a inicio del siglo XIX, a cambiar de naturaleza. Aunque la anterior disputa por el nuevo mundo en relación a la polémica naturalista (expresadas en la reacción americana a De Paw y a Buffon sobre el origen y naturaleza del hombre y la naturaleza americana), ahora la aparición de la polémica sobre las características y la naturaleza del continente americano está en nuevo terreno. [5] ¿Qué cambió el debate de dicho tiempo? Efectivamente la aparición de obras teóricas del nuevo mundo se convierte en un problema filosófico.
La revolución de independencia norteamericana y la aparición de una nueva potencia emergente, mejor dibujada y expresada en 1830, por la obra teórica de La democracia en América de Alexis de Tocqueville, [6] así como la disgregación del imperio español y la pérdida del imperio portugués del Brasil, hace que los “territorios americanos se quedarán solos en busca de sus destinos. Europa, exonerada de casi toda responsabilidad política, no sentía ya tan agudamente los problemas americanos o los diluía en otros de índole más general: los relativos a los pueblos primitivos, a la colonización y al progreso civilizado”. [7]
La polémica adquiere un salto: los elementos antes planteados hacen que las referencias del nuevo mundo cambien. Las naciones americanas se alejan políticamente y buscan un rumbo de desarrollo independiente. La aparición de la joven y amenazante Norteamérica, con la doctrina Monroe bajo el brazo y la apuesta declinante de las viejas potencias colonizadoras. hizo que los representantes más destacados de las naciones europeas tomen partido y posición. De contenido la polémica expresada muestra una América con nulas posibilidades de civilización, los americanos se perfilan como simples habitantes, burdos e incapaces de construir una nación, los pobladores americanos son vistos como groseros humanos. Sólo el sentimiento anti inglés, antiexpansionista y anticolonizador del poeta William Blake, dibuja una población americana, puesta como “el teatro del nuevo destino”. [8]
En el caso francés pueden observarse profecías de todo tipo para la joven y futura potencia imperialista: Talleyrand expone a comienzos del siglo XIX el temor de que la joven nación norteamericana pueda anexionarse las viejas colonias inglesas. Para la solución al perfil colonizador francés, este promueve que la Francia se vuelque a la expansión al mediterráneo.
La forma alemana del debate: Kant y Goethe
Ahora bien, para poder expresar las representaciones hegelianas sobre el nuevo mundo tendríamos que hacer una escala en explicar cómo se ubicaron los pensadores alemanes.
Por una parte, Alemania según G. Lukács tenía un problema de “espíritu”: “el destino de la tragedia del pueblo alemán, hablando en términos generales, consiste en haber llegado demasiado tarde en el proceso del desarrollo de una burguesía moderna aunque es cierto que la minería, la industria y las comunicaciones se desarrollaron considerablemente en Alemania de fines de la Edad Media y comienzos de la época moderna no cabe duda que su desarrollo fue más lento que en Inglaterra, Francia y Holanda”. [9]
En ese sentido Alemania es una potencia diferente a Estados Unidos: esta última emergente. Las representaciones sobre el continente son inauguradas por Immanuel Kant y no son homogéneas. En 1764 Kant consideraba a los norteamericanos como hombres sencillos, honrados y dignos, pobladores enamorados por la libertad, en obvia suposición tras la victoria de la independencia norteamericana. [10]
Sin embargo, en 1788 tras la incorporación kantiana de los textos de De Paw, el continente americano adquiere una naturaleza de sub-raza de imperfección, frialdad y decadencia. Y aunque utiliza los elementos clásicos de la polémica, sobre las representaciones naturalistas del carácter del continente americano, por ejemplo, en que “las aves no cantan bien” es en la Metafísica de las costumbres donde el problema adquiere un matiz de orden jurídico y político. En este se argumenta “la imposibilidad de esas razas a constituir un orden jurídico, no pueden establecer una sociedad organizada, no pueden tener civilización, los pobladores americanos carecen de afectos, está mal poblado y es semi-animal... algunos americanos representan el escalón más bajo de la humanidad”. [11]
La ambivalencia del pensamiento kantiano sobre el continente es racionalista, influenciada por Johann Friedrich Blumenbach, en distintas epístolas, donde este muestra las “aportaciones” de De Paw sobre el continente. Distinto de Kant y más aproximado a la irracionalidad y romanticismo Goethe brinda una aproximación hacia el continente que choca con las aspiraciones inglesas y francesas del nuevo mundo.
El escritor de Fausto y Werther da un primer paso en el terreno literario. En La vida de Lothario muestra cómo el supuesto de que Estados Unidos tiene una oportunidad para el despliegue de una personalidad noble y de riqueza heredada: Lothario, personaje literario, ha viajado por el mundo entero y ha peleado al lado de Washington por la independencia norteamericana este ha sido dibujado como una de las aspiraciones de la liquidación de la herencia feudal. [12]
La representación del continente adquiere dos distintas proporciones, que ligadas nos demuestran el carácter irracional y ahistórico, decadentista del pensamiento de Goethe. Por un lado, incorpora el análisis geológico y por el otro el histórico tradicional romántico de la nación alemana.
Goethe quedó impresionado por la estabilidad telúrica del paisaje americano, síntoma del “desarrollo regular y tranquilo del continente” y considera que la falta de historia y tradición es un elemento positivo de su posible desarrollo, al contrario de Kant y posteriormente como veremos de Hegel. Para Goethe la novedad del continente radica en su ausencia de castillos, y en su estabilidad geológica, considerando la historia del viejo continente como una escoria del momento sin sentido.
Además, cabe considerar la influencia que adquirió de Humboldt y de las distintas visitas de las que fue parte en Weimar, de distinguido pensadores americanos: Tockonr, Brancroft, Calvert, Trumbull. Y sólo para mostrar el carácter benévolo de las representaciones de Goethe sobre el continente hace falta lo siguiente: “Si fuera veinte años más joven, me embarcaría a América del Norte”. [13]
Hegel y la cuestión indígena
Como ya hemos señalado arriba según Engels, el mérito teórico de la filosofía hegeliana consiste en racionalizar y ordenar el curso histórico. En el mismo tono Ortega y Gasset, analiza el presupuesto histórico hegeliano como: “una emanación de la razón, que el pretérito tiene buen sentido y que la historia universal no es una retablilla de inepcias, sino en su gigantesca secuencia ha pasado algo serio, algo que tiene realidad, algo que tiene estructura, razón”. [14] Entonces, Hegel no se pronuncia solo sobre Norteamérica: habla de América entera.
Esta apuesta totalizadora se puede analizar con detenimiento en Las lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal. Es obvio que dicha obra tardía busca dialogar con lo escrito por Kant y Goethe. Esta organizada de la forma siguiente: la historia universal está compuesta por tres partes del mundo que interactúan de forma dinámica y esencial, división que no es casual, sino esencial fenomenológica y articuladora: África, Asia y Europa, cohesionados integralmente por el Mar Mediterráneo. Como puede notarse América no tiene cabida en esta tríada. Según Hegel:
Para América solo quedaría el principio de no acabado y del no acabar, en África domina el aspecto sensible, en Asia es el área de los contrastes, y Europa es la parte del mundo del espíritu la totalidad consiste en la combinación de los tres principios y esto acontece en Europa, la parte del espíritu unido en sí mismo y que se ha dedicado a la realización y conexión infinita de la cultura, pero manteniéndose, al propio tiempo, firme y sustancial. [15]
La encadenación “racional” de la filosofía de la historia hegeliana está compuesta con el intento de mostrar la escala de evolución histórica de la humanidad, por ejemplo, las sociedades que aún no establecieron una constitución estatal son consideradas por la filosofía de la historia hegeliana como una irracionalidad humana. Los pueblos “salvajes” a su vez primitivos y continentes históricos completos, no tiene cabida en su historia.
En realidad, el síntoma esencial de la historia y de racionalidad es la constitución de un estado. Todas aquellas sociedades que no han alcanzado ese grado de civilización son por tanto civilizaciones a-históricas y tras este razonamiento se convierten en sociedades que no caben en la suposición histórica hegeliana. Según Gasset, los pueblos salvajes en la concepción hegeliana no tienen historia como la tienen las abejas o las termitas”. [16] Es paradójico que en este esquema de reflexión el continente americano este situado en el apartado geográfico de Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal y no de forma positiva: considera que todo el continente tiene una “inmadurez geográfica”.
Según Hegel: “No quiero negar al Nuevo Mundo la honra de haber salido de las aguas al tiempo de la creación, como suela llamarse. Sin embargo, el mar de las islas, que se extiende entre América del Sur y Asia, revela cierta inmadurez, por lo que toca también a su origen”. Incluso puede observarse la limitante americana a constituir naciones bajo la geografía existente en el continente. “Las ubicaciones regionales entre los enormes ríos Orinoco y Amazonas, formando grandes valles que, sin embargo, no son apropiados para convertirse en países de cultura, ya que constituyen simplemente grandes estepas”. [17]
Sin embargo, la reflexión hegeliana está más empeñada a demostrar el carácter inferior del espíritu de los habitantes de este continente. Por tanto, la cultura prehispánica, los habitantes añejos y “salvajes” de la cultura americana, al haber perecido tras la conquista española, demostraron su carácter inferior e impotente. [18] Según Hegel:
La conquista del país señaló la ruina de su cultura, de la cual, conservamos noticias; pero se reducen a hacernos saber que se trataba de una cultura natural, que había de perecer en tanto el espíritu hiciera contacto con ella. América se ha revelado siempre y sigue revelándose impotente en lo físico como en lo espiritual. Los indígenas, desde el desembarco de los europeos han ido pereciendo al soplo de la actividad europea. En los animales mismos se advierte igual inferioridad que en los hombres. La fauna tiene leones, tigres, cocodrilos, pero estas fieras, aunque posee parecido notable con las formas sin embargo en todos los sentidos son más débiles y más impotentes en cuanto a los hombres estos pueblos de débil cultura perecen cuando entran en contacto con pueblos de cultura superior y más intensa”. [19]
Así, pues, “los americanos viven como niños, que se limitan a existir, lejos de todo lo que signifique pensamientos y fines más elevados, incluso los negros son más sensibles a la cultura europea que los indígenas”. Además, la incapacidad e impotencia del poblador americano adquiere un carácter más trágico puesto que Hegel considera que todo aquello que pasa en América tiene su origen en le geografía.
La importancia de la caracterización de impotencia del poblador americano reside en la impotencia de creación del sentimiento nacional y en la incapacidad de ponerse al frente de una nación. De hecho, para Hegel aquellos que tuvieron que asumir la tarea de constituir un sentimiento nacional frente a la opresión española tuvieron que ser las elites criollas, inducidas por las ideas occidentales.
Ahora bien, la suerte de división del continente en dos regiones diferenciadas contempla los siguientes elementos: el Sur (Norteamérica) “podemos ver una prosperidad, basada en el crecimiento de la industria y de la población, en el orden civil y en la libertad toda la federación constituye un solo estado y tiene un centro político. En cambio, en el sur se basan en el poder militar; su historia es una continua revolución. Estado que estaban antes en federación se separa, otros que estaban en desunidos se reúnen y todos estos cambios por revoluciones militares”. [20] La explicación de avance norteamericano reside en que la parte norte de América fue colonizada y no conquistada como el resto América.
Sin embargo, la comparación del joven estado norteamericano parecería ridícula a los ojos de Hegel. Para él, el estado que pinta Tocqueville ha logrado la unidad subjetiva, puesto que existen a la cabeza del estado una persona (presidente), aunque no se constituye como un estado maduro.
América en las Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal no ha terminado aun su formación, y menos todavía políticamente. Aunque Hegel no hace referencia otros elementos, como la religión, el comercio, etc., América no tiene cabida en el teatro de la que constituye la historia universal.
Marx y la superación colonial
Karl Marx, a diferencia de lo que sostienen algunos pensadores decoloniales, superó la concepción eurocéntrica hegeliana. Marx anticipa la idea del “desarrollo del subdesarrollo” y el capítulo XXIV del Capital será central para el surgimiento de la teoría de la dependencia, la teoría del sistema mundo, del pensamiento antillano marxista de la escuela capital esclavitud y del propio pensamiento decolonial.
Karl Marx escribió en El Capital una reflexión trascendente sobre el descubrimiento y conquista de América: el capítulo XXIV es central para la historia de América Latina. Marx es enfático y explica que el “descubrimiento” es un acto de barbarie.
Un 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón “descubrió" América. El viajero genovés intentaba encontrar nuevas rutas comerciales de la península ibérica para llegar a Asia. El “descubrimiento” permitió a Europa salir de la crisis de la Edad Media y el despojo del viejo mundo a los pueblos indios de América generó el parto del sistema mundial capitalista. Dice Marx en ese capítulo XXIV del tomo 1 de El Capital:
El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista (...) Los tesoros expoliados fuera de Europa directamente por el saqueo, por la esclavización y las matanzas con rapiña refluían hacia la metrópolis donde se transformaban en capital. [21]
Este párrafo tiene las siguientes ideas fuerzas concentradas: no existe centro del capital sin periferia, el capitalismo es un sistema mundial, la nueva acumulación originaria fue imposible sin el despojo de América y existe una interconexión de formas -esclavismo y trabajo asalariado- imbricadas, para dar nacimiento al sistema mundial. El capítulo XXIV es central, decisivo, para comprender la historia de América Latina y pone énfasis en el carácter destructivo y reaccionario de Europa en el “Nuevo Mundo”.
Más del debate
Es necesario, después de este acercamiento a las representaciones del continente en el siglo XIX y XVIII sobre todo en la Alemania de Hegel, Kant y Goethe, realizar un pequeño paréntesis a modo de conclusión y balance.
Por principio encontramos una característica muy interesante en el pensamiento de la época, trastornado y evidentemente modificado por la aparición de la amenazante joven potencia emergente de Estados Unido. Sin embargo, el razonamiento ontológico del pensamiento occidental logró adecuar su discurso lo suficientemente como para intentar demostrar el carácter inmaduro y precoz del continente del futuro y provenir, como diría Hegel.
No fue sino hasta las reflexiones de Humboldt que se logró oponer un discurso distinto al pensamiento de inmadurez e inferioridad hegeliano. Humboldt mostró como la naturaleza americana es tan creativa que escapa a las dicotomías de los filósofos de su tiempo. Es evidente que la discusión de carácter ontológico sobre la América a lo largo de la historia de nuestro continente ha tenido muchas expresiones momentos.
Pero para el siglo XIX es evidente que los filósofos alemanes, salvo Karl Marx, proponían que la modernidad hubiera preferido la inexistencia ontológica del continente americano. El desprecio con el que se expresan del mismo hace pensar en que la única salida sea la colonización por grados más altos de civilización, en este caso la occidental. En el caso contrario América Latina toda, permanecerá como la niñez de la ecúmene.
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