Traducida recientemente al español por Siglo XXI España, Hemisferio Izquierda Un mapa de los nuevos pensamientos críticos, de Razmig Keucheyan, sociólogo de la Universidad de la Sorbona y militante del Nuevo Partido Anticapitalista, se propone recrear una cartografía de las principales producciones del pensamiento crítico de las últimas décadas.
Miércoles 8 de octubre de 2014
La categoría pensamiento crítico en sí es una categoría demasiado amplia cuyos límites son difíciles de definir y ello genera una dificultad a la hora de reconstruir una teoría y una estrategia que se planteen seriamente la tarea de revertir el orden social que se cuestiona. Keucheyan entiende que la dimensión crítica de un pensamiento radica “en la generalidad de su cuestionamiento social contemporáneo” (p. 11). Desde este punto de vista, el mapa de los autores que entran en esta categoría es demasiado abarcador. Allí se incluye la producción de autores como Negri y Hardt sobre el Imperio, la Multitud y el capitalismo cognitivo, los debates en torno al nacionalismo de Benedict Anderson y Tom Nair, la solución espacial y la acumulación por desposesión de David Harvey, el estado de excepción permanente de Agamben. Recorre también la obra de Rancière, Badiou y Zizek, la teoría queer de Judith Butler, la noción sobre clase social de E.P. Thompson, la propuesta de “capitalismo andino” de García Linera y la lectura sobre la posmodernidad de Jameson, por nombrar solo algunos de ellos.
Keucheyan retoma buena parte de las definiciones de Consideraciones sobre el marxismo occidental de Perry Anderson para considerar su caso. Las teorías críticas actuales, señala, son herederas del marxismo occidental, nutridas por otras tradiciones teóricas como el estructuralismo y post-estructuralismo (se insiste mucho en el entrelazamiento de estos con las tradiciones marxistas). Si lo que marcó al marxismo occidental según Anderson fue la derrota de la Revolución Alemana de 1923 y de la ola revolucionaria de entre guerras, la teoría que de ella se deriva es una teoría situada y condicionada por la derrota, una reflexión sobre la derrota. Ésta había significado por un lado una producción teórica cada vez más alejada de la práctica política, más refugiada en los centros académicos, por lo tanto menos centrada en los problemas estratégicos; y por otro lado, más abocadas al desarrollo de problemáticas abstractas. La derrota del ascenso revolucionario de 1968 para Keucheyan va a ser el contexto histórico en donde se va a gestar el “nuevo” pensamiento crítico.
De ello el autor desprende por lo menos tres conclusiones significativas. La primera la producción de las obras se remontan a problemáticas heredadas de la década del 60´ y del 70´ fundamentalmente los debates en torno al sujeto de la emancipación y a los problemas del poder que se siguieron desarrollando en las últimas dos décadas. De hecho, también se señala, que la trayectoria política de gran parte de los pensadores en cuestión se inicia en estos años. La segunda es que se ha profundizado la tendencia iniciada por el marxismo occidental, en donde los autores tienen poca o nula relación con las organizaciones políticas, tendencia que se profundizó al mismo tiempo por un “deslizamiento geográfico” de los núcleos de producción teórica de Europa a las universidades de Estados Unidos, cuyo régimen elitista y hermético acentúa aún más el divorcio entre teoría y práctica. Si bien también señala que el pensamiento crítico se “internacionalizó” y la producción de teorías críticas también se puede encontrar en países de América Latina y Asia, Estados Unidos sigue cumpliendo un rol preponderante en este sentido. La tercera es la incorporación de otras tradiciones teóricas y políticas al corpus del pensamiento crítico, especialmente del estructuralismo y del post-estructuralismo, como los problemas de la lingüística, la producción de Lacan, las conceptualizaciones en torno al poder de Foucault, las referencias a Carl Schmitt, así como también la rehabilitación de conceptos como ciudadanía y soberanía.
Después de transitar por la producción de los autores en cuestión, Keucheyan reflexiona alrededor de los posibles “destinos del socialismo”. Una vez más la referencia es Perry Anderson y su artículo “Los fines de la Historia”. Keucheyan plantea que el destino del socialismo se puede dirimir en dos direcciones, la primera enuncia que las experiencias revolucionarias del ciclo 1848-1989 fueron “acumulativas”, por lo tanto darán lugar a procesos de transformación en un lapso de tiempo breve. La segunda hipótesis sostiene que se necesitarán lapsos más largos para que aparezcan acontecimientos de esta naturaleza. Keucheyan se inclina por esta última opción, señala que la temporalidad política que transitamos para la reconstrucción del marxismo es análoga a la que recorrió el liberalismo desde la Revolución Inglesa a la Revolución Francesa, una temporalidad de largo alcance. En este caso el socialismo sería objeto de una profunda reconsideración.
Muchos de los enfoques de Keucheyan son certeros, sobre todo la relación entre teoría y práctica que atraviesa el pensamiento crítico en las últimas décadas. También es un trabajo útil para un primer acercamiento a la abundante producción teórica de los últimos años. No obstante, épocas como la actual requieren acortar al máximo la temporalidad política de largo alcance por la que se inclina Keucheyan. El mismo Anderson sostiene que el trotskismo constituyó una corriente que ligó la elaboración teórica con las necesidades de la lucha revolucionaria durante todo el siglo XX. La crisis económica actual y la lucha de clases abren entonces la perspectiva para apostar a que la experiencia acumulada del período 1848-1989 se traduzcan en la elaboración de un marxismo, que no sólo dé respuestas a las preguntas que aborda el nuevo pensamiento crítico, sino que también se transforme en una herramienta para apostar por una estrategia para que la clase trabajadora y los oprimidos tomen el cielo por asalto, una perspectiva teórica que ligue su producción a una estrategia por la revolución socialista y la lucha por el comunismo.
Rodrigo López
Nació en Rosario en 1989. Es licenciado en Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.