El guitarrista Antonio Romano y Sergio Fasanelli (director del sello que lo editó) recuerdan detalles del disco más emblemático de la H.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Martes 7 de diciembre de 2021 00:30
Portada de Ácido Argentino, obra cumbre de Hermética.
Hay una especie de mito sobre la portada original de Ácido Argentino, editado primeramente en vinilo y justo en el año parteaguas donde ese formato empezaba a claudicar ante el CD: Ricardo Iorio había pensado en hacer la tapa con una plancha de ácido lisérgico troquelada, para ser dividida en cartones. El propio Iorio lo contó alguna vez.
¿Habrá sido cierto? Más verificable es el trabajo que debieron hacer para llevar la la ilustración de José Laluz a la tapa que la terminaría haciendo célebre: fue necesario el dibujo en papel del artista y un scanner rotativo. 1991, año de dificultades: la banda había grabado las doce canciones del disco y el diseño estaba resuelto, pero sobre la chicharra Iorio propone lo inimaginable. “Se le ocurrió que tenía que tener un color muy distintivo”, recuerda Sergio Fasanelli, director de Radio Trípoli, el sello que editó a la H en actividad. “Un naranja brillante”, propuso Iorio. Y el sello lo siguió hasta el final: además le agregó un trabajo de laca UV, acabado de calidad que las discográficas habían abandonado décadas atrás.
Finalmente, la tapa lleva un audaz marco naranja. “Fue un verdadero cazaojos: ese color llamaba la atención a distancia desde la vidriera de una disquería, o de un local cualquiera”, reconoce Fasanelli. En pocos meses, Ácido Argentino vendió sesenta mil copias y se convirtió en Disco de Platino.
Un color entra tantos colores para hacer de Ácido el disco justo, en el momento y lugar precisos: Hermética en su hora de gracia, percudiendo con esas punzantes aguafuertes conurbanas en el año del debut del primer ciclo de Cavallo en el Ministerio de Economía, el lanzamiento de la convertibilidad como espada brillante y un menemismo vigoroso tras elecciones legislativas favorables.
Un año antes, George Bush había sido recibido con honores en la Cámara de Diputados. El dibujo de Laluz en la tapa de Ácido Argentino dispara links a varias canciones del disco, pero también carga una advertencia pesada sobre lo que estaba por agudizarse: el Tío Sam sometiendo a una mujer de rojo gorro frigio, policías avanzando contra señoras de pañuelo blanco, arriba una iglesia asediada por cuervos, abajo la prole arrinconada. Hay olivos y hay esqueletos. El dibujo —como el disco que ilustra— es de 1991.
Ricardo Iorio vivía en Caseros, el Tano Romano en Villa Insuperable, La Matanza, y Claudio O’Connor en Lavallol, Lomas de Zamora. Para Hermética, el Conurbano era territorio vivencial y de exploración interna, pero también el lugar desde el cual proyectar una cosmovisión: de “En las calles de Liniers”, última postal porteña antes de entrar al oeste del GBA con el Sarmiento, hasta “La revancha de América”, insolente revisionismo histórico a meses de las celebraciones pantagruélicas por los 500 años del primer viaje de Cristóbal Colón, Ácido Argentino pinta el mundo a partir de esa aldea ioriana. Una mezcla de Motörhead, Larralde y la escuela Basilio en una época donde las audiencias estaban distraídas viendo el "tiragoma" de Ritmo de la Noche o a Gerardo Sofovich cortando una manzana en vivo.
Hermética ya llevaba casi cuatro años de rodaje y dos experiencias previas en estudio: en 1988 grabaron su disco debut y en 1990 hicieron Intérpretes, un maxi EP con versiones varias. Para Ácido no solo cuentan con más horas de estudio, sino —fundamentalmente— con mejor equipación. A esa altura la H ya tenía una importante cantidad de horas de vuelo. Lo que aún faltaba era alguien que supiera grabar eso. A diferencia de otros discos de Hermética (y también de las posteriores carreras de Iorio y Romano), la producción técnica no estuvo a cargo de Álvaro Villagra, sino de Martín Menzel. “Buscábamos participar de alguna manera, a lo mejor sin conocer el vocabulario técnico, pero tratando de dar a entender cómo queríamos que sonaran cada uno de nuestros instrumentos”, recuerda el Tano.
La banda se hizo cargo de la producción artística. Un trabajo de laboratorio en el que engranaron las letras de Iorio y las músicas o arreglos de Romano más la incorporación del Pato Strunz, clave en esa marcha adicional que por momentos Ácido Argentino tiene en relación al disco anterior.
La cocina del ácido
La gimnasia de composición que predominó en Hermética es más o menos conocida: “Ricardo mostraba sus canciones en una guitarra criolla y yo me encargaba de transformarlas para que las pudiera tocar toda la banda”, dice el Tano. “A lo mejor los temas míos estaban un poco más elaborados desde lo musical. Pero Ricardo era espontáneo: a él lo que le importaba era lo que decía la canción”.
A diferencia del primer álbum, y de Víctimas del Vaciamiento, Ácido Argentino tiene pocas canciones firmadas por Romano: apenas tres. “En ese disco me dediqué más a trabajar las canciones que traía Ricardo en la criolla. Para darles el toque que nos permitiera seguir sonando potentes. Para que suenen a heavy metal”. La incorporación del Pato Strunz —en lugar de Tony Scotto— le sumó a la banda más caballos de fuerza a través del doble bombo. Un plusvalor rítmico que le expandió al Tano Romano los horizontes del sonido que le gustaba: “Riffs veloces”, resume.
Y si bien Ácido Argentino es un disco mucho más galopante que su antecesor, también hay espacio para una media marcha… que terminó siendo épica: “A mí me gustan los riffs retorcidos, por eso uno de los temas favoritos de Acido es “Vientos de poder”, me encanta -dice el Romano-. Pero “Memoria de siglos”, por ejemplo, es un tema que si lo tocas instrumental, se vuelve pesado y largo. Sin embargo, la letra de Ricardo deja la música en otro plano. Lo que escribió pasa a ser lo más importante de la canción”.
Un himno que ninguno de sus músicos pudo dejar de tocar: Iorio, con Almafuerte, y O’Connor, como solista, llegaron a regrabarlo. Aunque la letra y música está inscripta en SADAIC a nombre de Ricardo, el Tano no cae en la falsa modestia y asume lo evidente: “Creo que le metí un lindo solo a un tema muy melodioso, le quise dar una onda Black Sabbath… y me parece que lo logramos”.
“Cuando yo traía canciones, Ricardo escuchaba y esperaba a ver qué le generaba, en qué lo hacía pensar. “Evitando el ablande” creo que es un buen ejemplo de esa mecánica: la música lo llevó al ritual del heavy metal, y así escribió lo que escribió. Sus letras realmente eran increíbles”, amplía Romano.
“Musicalmente, la voz de Claudio, mis rffs y la batería de Pato dejaban bien en claro que éramos nosotros tres los que hacíamos que las canciones sonaran de esa manera”, explica Romano. Pero remata: “Claro, después estaban las letras de Ricardo que eran algo muy importante de las canciones, sino lo más importante”.
La H y el después
“Ácido Argentino fue el disco que definió a Hermética como una banda grande”, banca Sergio Fasanelli. “Lo digo no solo como un tipo que trabajó con ellos, sino también como alguien que vivió noches increíbles viéndolos en un escenario. Con las canciones de ese disco, más las del primero y las de Intérpretes, ya contaban con un buen repertorio para tocar dos horas. Para Radio Trípoli fue muy importante, y nos enorgullece, pero fuera del trabajo que se podía hacer para marketinear el disco con presentaciones y publicidades en radios y revistas de la época, lo importante es la música. ¡Y ese disco tiene temazos!. Recuerdo que, en una vuelta, arrancaban el show con “Vientos de poder”, pero antes la intro de “Cráneo candente”… y se me pone la piel de gallina. Esas cosas te marcan la vida”.
“Yo estoy orgulloso de haber logrado lo que logramos con Ácido Argentino: recorrimos el país y llegamos al corazón de mucha gente”, recuerda el Tano Romano acerca de lo que le deparó a Hermética la publicación de ese disco, la aparición de esas canciones… y la apropiación cultural que hicieron de ellas muchas personas que, de repente, y acaso por primera vez, se sintieron interpeladas. Treinta años después, mientras pivotea entre Malón y su proyecto solista, también sostiene La H No Murió, un autohomenaje que comenzó como algo excepcional y terminó continuando por la sencilla razón de que sigue apareciendo gente dispuesta a verlos. “Hoy todavía vienen chicos jóvenes que escuchan nuestras canciones y se sienten influenciados: arman una banda, o se ponen a sacar canciones para tocarlas o cantarlas en su casa. Está buenísimo poder seguir generando esa emoción, incluso en gente que ni siquiera había nacido cuando existía Hermética”.