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Red Internacional
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Libros. Hiperrealismo satírico

Gerardo y Mercedes, de Ricardo Strafacce. Tras la estela de César Aira navegan –entre los autores argentinos más evidentes– Daniel Guebel y Sergio Bizzio. (Alberto Laiseca, por supuesto, emparentado en algunos aspectos desde su “realismo delirante” es, sin embargo –por “volumen” de obras y por tópicos específicos–, un caso aparte).

Demian Paredes @demian_paredes

Sábado 1ro de noviembre de 2014

Y también se encuentran los libros de Ricardo Strafacce: breves, como los de Aira; de imaginación proliferante, omniabarcadora (temáticamente), y muchas veces arrasadora, como en Aira; y publicados en editoriales “independientes” o “chicas”: también como hace Aira. Strafacce, autor de la ciclópea, minuciosa, completa e imaginativa biografía de Osvaldo Lamborghini –de nada menos que mil páginas–, se despacha ahora con la historia de un negocio familiar de ventas de ropa interior femenina, con ofertas a empleadas estatales, amoríos y aventuras (incluso literarias, como un episodio “con ‘Fogwill’”), que hasta contará con el “novedoso” invento de una “bombacha con GPS”…

Entre lo inesperado y “lo imposible”: esos son los parámetros por los cuales pareciera (querer) movilizarse la literatura de Strafacce –en particular, en sus novelas–. Con Gerardo y Mercedes (Bs. As., Wu Wei, 2013) lo hace nuevamente, en una dinámica (imparable) de acontecimientos y sucesos provocados por las acciones (anhelos y sueños, caprichos, defecciones y arrojos) de sus personajes; por imprevistos de todo calibre; por giros y contragiros, maniobras y volantazos que se mantienen a lo largo de todo el libro. El delirante realismo –urbano, contemporáneo, “histórico” incluso, pop– cruza entonces la vida de seres “corrientes”, aunque con sus particularidades, que los definen como “personajes” –de algún tipo; tampoco pasa por aquí lo esencial de Strafacce–, junto a “referentes reales”: “famosos”, “personajes públicos” y diversos “tipos sociales”. Y esto –abundando– es así en la mayoría de las novelas de Strafacce: en La boliviana están los militares, Campo de Mayo, la “cadena nacional” y los (pobres) residentes extranjeros en sus barrios; en La transformación de Rosendo los piqueteros movilizados y el “famoso” ex Vicepresidente de la República “Cacho [sic] Álvarez”, habitué del bar Varela Varelita; en Frío de Rusia el “aparato” del PJ y sus punteros e “internas”, la mención a Luis Zamora y la existencia de un policía (de barrio) que se dedica a la dramaturgia (!); y en Crímenes perfectos aparecen Maradona (ojo: sólo dando un reportaje, o dos) y el big business deportivo-mediático, con el pobre jugador argento-sudaca que quiere ir a Europa “para hacer la diferencia económica”, y las llamadas “botineras” –“como corresponde”, junto a sus bogas–. Acá, con Gerardo y Mercedes aparecen, en escenas comiquísimas, hilarantes, burlescas, Cristina Mucci (y su programa de TV) y Fogwill, además de un (“posesivo”) psicólogo, un golpe militar como “trasfondo”… y personas desaparecidas. Todo esto como acompañamiento de una historia de amor, la de Gerardo y Mercedes, junto a una plétora de personajes (“famosos”, amigos, personajes y desconocidos) que los acompañan. La polimorfia sensual/sexual, las transformaciones y cambios sorprendentes (y a veces inesperados), las frases hechas y lugares comunes retrabajados (delirados) en este re-uso de expresiones, refranes y dichos “célebres” en los parlamentos, convocan a un cierto “sabor de lectura”, a una “ceremonia” (incluso), o a un enfoque desde cierto sarcasmo (“light” o ferozmente crítico: dependerá de quien lea) para con la sociedad. (Claro que hablamos de una particular “sociedad”: hipostasiada, “deformada”, “retorcida”, “enmadejada”, con “cruzamientos” de todo tipo por la imaginación y escritura de Strafacce –con cierto frenesí, que cuenta; o mejor: que nos cuenta el presente, en una suerte de “realismo mágico-bizarro”, o satírico, donde la cultura se referencia –y opera, actúa– desde los medios masivos al “inconsciente colectivo”, los clisés y “sentidos comunes” que existen en la subjetividad contemporánea.) También están los juegos de palabras: “equívocos” y “sinsentidos”, asociaciones “caprichosas” y parlamentos con exaltados duelos, chicanas y enfrentamientos como parte fundamental de la acción, tan delirante como las “comunicaciones” y relaciones que mantienen (en definitiva: la tríada pensamiento-diálogo-acción) cada uno de los personajes.

Vale para ilustrar todo esto la “síntesis” que hace un personaje masculino sobre la dinámica de Mercedes, hacia el final de la historia: “En efecto, se dijo mientras seguía caminando a su lado, ella había pasado de ama de casa frígida y millonaria a madre, poeta y mujer abandonada y después, trascartón, había devenido, casi sin solución de continuidad, mujer abandonadora (de Gofi [su hijo]), ex poeta, madre arrepentida, flamante lesbiana, madre pluscuamabandonadora y, al parecer, poeta otra vez. Y además estaba sin un peso”. Una escritura dinámica, incesante, que se estructura para prácticamente no dar –ni darse– ningún respiro (así sea en una nouvelle de unas pocas decenas de páginas), con sus sorprendentes mutaciones, giros y saltos… los elementos de “la realidad” funcionando como fuerzas centrípetas, en aras del desarrollo de un núcleo humorístico-narrativo.

Tal vez, una invitación a reírnos de lo que somos (lo que hacemos, decimos y pensamos), vía la prosa paródica –la sátira delirante– de Strafacce.