En los últimos 40 años, Chile ha sufrido varias crisis económicas. La dos más importantes fueron la crisis asiática del 98 y la crisis mundial del 2008-9. Sin embargo, ambas, tras unos trimestres en recesión, vieron luego un “rebote” relativamente rápido, burlando una recesión duradera o directamente una depresión. Hoy nos dicen lo mismo: vendrá una caída, y seguirá una recuperación. Sin embargo, si es así: ¿por qué surge el debate de la crisis de 1982? En esta nota analizamos las causas y consecuencias de la crisis de 1982-83. En una próxima tomaremos el debate sobre la crisis actual y sus consecuencias.
Lunes 6 de abril de 2020
El mundo se encuentra en la antesala de una recesión económica, y no es descartable una depresión, que podría ser peor a la de 1929. En EEUU cerca de 10 millones perdieron su trabajo en dos semanas [1], superando la crisis del 2008-9 y del 76. El economista Jeffrey Sachs ante la pregunta “¿Qué tan seria es la crisis?” responde: “La peor de la historia moderna” [2]. El Fondo Monetario Internacional (FMI) señala que en América Latina será la peor desde 1945, y así siguen los pronósticos.
Chile no escapa a esta situación. Hay consenso que habrá recesión el segundo trimestre, que probablemente será una de las peores caídas en la historia, también que este año el producto caerá. Sin embargo, no hay consenso en su intensidad y magnitud. Por ejemplo, el Banco Central esta semana dio a conocer su Informe de Política Monetaria (IPoM), señala que este año el país caerá entre 1,5 y 2,5 puntos del producto. Pero también señala que el 2021 vendrá una fuerte recuperación, de entre 3,75 y 4,75 puntos del PIB, un crecimiento importante [3]. Muchos intentan instalar esta visión, “optimista” por decir lo menos. No desinteresado, tampoco es casual que sea el Banco Central quien da esta visión, que intenta “tranquilizar” al mercado financiero.
Pero muchos empiezan a ver que el escenario 1982 y sus efectos (caída del producto, quiebras de empresas y bancos, desempleo masivo, etc.) es una probabilidad no lejana. Pensar en 1982-83 no es casualidad, porque fue –tras la depresión de 1929- la peor crisis económica que vivió el país.
Chile vivió durante las últimas cuatro décadas, sobre la base de la contrarrevolución liderada por la Dictadura (1973 - 1990), una enorme transformación económica y social, de crecimiento “excepcional”. Aunque distintas crisis posteriores han marcado las fases de la acumulación de las últimas décadas (crisis del 95 efecto tequilazo, crisis asiática del 98 y la crisis mundial 2008-2009 centralmente) golpeando en distintas magnitudes a sectores de la clase trabajadora y populares, Chile ha burlado –por ahora- crisis catastróficas.
Sin embargo, ya se están discutiendo medidas “similares” a la del 82, y el mundo se debate si cae o no a una nueva depresión. En nuestro país habrá una caída económica de las más grandes del último tiempo; la bolsa ha caído todo este año; se disparó el precio del dólar a niveles históricos con el peso como una de las monedas más devaluadas del mundo y el cobre vive sus peores niveles en términos de precios. Según una consultora llamada Plusmining, con los actuales precios del cobre, el 45% de las mineras están operando a pérdida.
La crisis del Covid-19 está llevando a paralizar importantes sectores económicos, como servicios financieros, comercio, construcción y está arrastrando a la caída a la industria y la paralización de minas. El desempleo trepará a niveles históricos. Lejos del Banco Central, todo parece apuntar a que la situación será peor, preparando las condiciones para una crisis de magnitudes historias. El escenario 2020 parece llevarnos a una tercera crisis económica de dimensiones catastróficas.
A continuación queremos abordar los orígenes, consecuencias y discusiones que muestra la crisis de 1982. ¿Cuáles eran las condiciones previas que la fraguaron? ¿Cómo se rescató al capital y se atacó brutalmente al pueblo trabajador?
La dictadura y el primer ataque sobre el pueblo y los trabajadores
Desde 1973 a 1975, a la aniquilación física de toda una vanguardia de trabajadores, le acompañó el terror laboral, el aumento de la jornada y el derrumbe de los salarios. A ello acompañaron primeras “reformas estructurales” de “liberalización” económica: liberación de precios; se “restituyeron” a sus antiguos dueños empresas que habían sido expropiada su ocupadas por sus trabajadores (se privatizan industrias y bancos), se libera el tipo de cambio y se desregulan las operaciones financieras; en 1974 se decreta el estatuto del inversionista extranjero en el país (DL600), con grandes facilidades que se mantiene hasta hoy; reducción de impuestos al capital.
En 1975 el país entraría en una nueva recesión y la inflación llegó al 375%. El salario había caída brutalmente como una muestra de los ataques: el de 1975 era el 40% del valor de 1970. El FMI, que venía negociando la deuda desde 1974, exigió duros “ajustes”. Tomó el comando económico de la dictadura un grupo de neoliberales llamados Chicago Boys (lo que Karin Fischer denomina como “intelectuales orgánicos de la burguesía”), representados en Sergio Díez, el 24 abril DE 1975 se inicia el “tratamiento de shock” monetarista, que abrió un periodo de “lluvia” de créditos extranjeros.
En esta primera fase la dictadura restituyó el poder del capital sobre la mano de obra, y con derrumbe salarial y liberalización, intentaron recomponer las ganancias capitalistas, pero llevaron a una nueva recesión y nuevos ataques.
El tratamiento de shock y el “milagro” 1976-1981: las nuevas condiciones que prepararon la catástrofe posterior
La crisis de 1975 fue enfrentada con un severo programa de estabilización ideado nuevamente por los dictados del FMI. Se buscaba sacar la economía del estancamiento, reducir la inflación y el déficit fiscal. Y la receta era la misma: descargar la crisis sobre la clase obrera y rescatar a los capitalistas. Pero esta vez como “medidas de shock” y fueron:
1) Liberalización arancelaria que progresivamente hacia 1979 llega a un 10%, 2) congelamiento de salarios [4] , y 3) ajuste fiscal, sobre todo en salud, educación y gastos sociales, golpeando sobre las familias más necesitadas, que llevó a reducir el déficit general del sector público un nivel récord de 30% [5].
Hacia 1977 el modelo comenzó a afianzarse iniciándose un ciclo de boom que redujo el déficit fiscal, la inflación y llevó a un crecimiento económico hacia 1981. La inflación se reduce a un 10% en 1981, el déficit fiscal consigue un superávit del 5,5% y logró vencer la cifra de 21% de déficit que se registraba en 1973. Comenzaba a diversificarse la exportación con el sector maderero, frutícola y pesquero, entre todas eran el 35% del crecimiento anual en 1981. Aunque el salario se recuperaba, recién en 1981 alcanzó el nivel de 1974, para luego volver a caer en 1982. El desempleo se mantuvo en un 13% el año 1981.
Con la privatización de 117 empresas en 1976 y el cambio de política, los grandes ganadores fueron los nuevos conglomerados o grupos económicos, como el grupo Cruzat-Larrín, la familia Vial, Matte o Angelini. En 1979, los 10 principales grupos controlaban 135 de las 250 empresas privadas más importantes, y el 70% de las empresas que tranzaban acciones en la bolsa. si ampliamos a los 9 grandes grupos, la suma del control de los activos bancarios llegaba al 82% [6].
Pero este período pre-crisis 82, que lo llamaron “milagro” sobre todo en los años 80-81 que vivió su peack, era muy frágil. Como señala Javier Rodríguez, fue “un boom del consumo basado en la expansión del crédito” (P. 251). Entre 1979 y 1982 el dólar se intercambió a un valor fijo de 39 pesos, política conocida como “paridad con el dólar”.
La privatización bancaria y la desregulación, combinado con altas tasas de interés (sobre el 30%), unido a la enorme facilidad para el capital extranjero, llevó a lo que varios autores denominan un “aluvión de créditos externos” en el país, que sin embargo, no fueron hacia la inversión en actividades productivas (al revés, la industria perdía su peso competitivo), sino en el aumento del sector financiero, el otorgamiento de créditos masivos a casi cualquier persona y empresas, produciendo un aumento artificial del consumo y las importaciones (que durante el periodo 76-81 crecieron en promedio anual del 26%). Entre 1973 y 1982 la deuda externa de las empresas (medida en dólares) aumentó de 3.500 a más de 17 mil millones de dólares.
El crédito doméstico subió de 25% en 1976 al 64% del PIB en 1982. Esta dinámica estuvo en la base del llamado “milagro” del 76 al 81, y reventaría de forma catastrófica en 1982.
La crisis de 1982: la dictadura y los grupos económicos desatan una catástrofe sobre el pueblo
En 1982 se inicia una crisis de las crisis de las peores. Se inicia como crisis mundial que golpea de forma brutal en el país. Hubo factores externos: el alza del precio del petróleo producto de los conflictos árabes y el fin del ciclo de pos guerra habían generado una recesión en EEUU que le obligó a cuidar sus intereses. Se produjo también una baja del valor de las materias primas, principalmente el Cobre (baja de un 40%). A la vez incrementar el aumento de las tasas de interés en EE.UU (que ya superaban el 20% en 1980) llevó a la “crisis de la deuda” en los países latinoamericanos.
Sin embargo, estaban en el ’82 las “condiciones internas” para una catástrofe: por un lado bancos sobre-expuestos y empresas sobre-endeudadas. Ambos factores “internos” “generaron las condiciones perfectas para que la crisis externa de 1982 tuviese en Chile efectos devastadores" [7]. El crecimiento “artificial” basado en la deuda (y consumo) como reconoce Juan Andrés Fontaine, jugó ahora sus efectos más destructivos.
La crisis económica desató una crisis política en la Junta Militar, ante la negativa del ministro de Hacienda de intervenir. Los gremios empresariales como la SOFOFA y la Cámara de la Producción y el comercio presionaron a la Junta Militar devaluara la moneda. Como consecuencia Sergio de de Castro y reemplazado por Sergio de La Cuadra tomando la dirección de Hacienda escuchando más al mundo empresarial.
En Abril de 1982, el fin del tipo de cambio fijo con el dólar mediante una devaluación del 18% del peso simbolizo la debacle”, porque incrementó en un 50% las deudas que estaban contraídas en su gran mayoría en dólares por bancos y empresas [8].
Así, la relación de bancos sobre-expuestos y empresas sobre-endeudadas, llevó en 1982 a una brutal quiebra de 810 empresas, contando bancos. En 1982 fue una de las peores caídas del producto: un 14,3% según varios autores. La caída del producto fue de dos años consecutivos, la caída más profunda posterior a 1929.
En total el Estado intervino 14 bancos (de 26) y 8 financieras (de 17). Entre ellos los más grandes: BHC (Vial), Banco de Santiago (Cruzat-Larraín, creadores de la emblemática Torre Santa maría), Banco de Chile (Vial). La intervención consistía en que el Banco Central re-capilizara las deudas transformándolas en deuda pública. O sea: con dinero público un rescate a los grandes bancos y grupos económicos.
Se llamó “nacionalizaciones”, pues el Estado “socializaba las pérdidas” al pueblo trabajador (con quiebras, desocupación masiva, caída del salario) y luego privatizaba las ganancias. Con posterioridad a esta intervención los bancos fueron re-privatizados y con la Ley General de Bancos se les anuló de facto las deudas. La economía se destruyó pero se rescató a los capitalistas y luego se les volvió a entregar el poder empresarial.
El desempleo se disparó como consecuencia inmediata de las quiebras y el espiral de deuda.Según datos de Patricio Meller el desempleo llega al 26,1% en 1982 y 31,3% en 1983 [9]. El Estado creó a fines de 1982 el POJH, Programa de Obras para Jefes de Hogar, que llegó a tener más de 200 mil empleados. Se pagaba alrededor de un tercio del sueldo mínimo, y se trabaja en obras no productivas. Esto se suma al PEM, Programa de Empleo Mínimo [10], creado en 1975 y de características parecidas. O sea, mientras había un gran rescate a los bancos y grupos capitalistas, desocupación masiva hacia los trabajadores y programas de empleo de miseria para “paliar” los efectos. Nuevamente otra crisis se transforma en catástrofe para la clase obrera y el pueblo, mientras los accionistas son rescatados con el dinero público.
Ollas comunes en 1983
La Dictadura, caía en el descrédito y la vergüenza. “Fue durante la crisis de 1982 cuando la legitimidad del modelo neoliberal debió encarar su más dura prueba" [11]. La crisis del 82-83 llegó a compararse con la 1929, el mayor desastre económico-social de la historia de Chile. Ambas fueron las peores crisis económicas capitalistas de su historia reciente. Pero tenía elementos distintos. En el 29 el golpe vino por el lado de las exportaciones, con el desplome y caída final del salitre, viga del desarrollo capitalista chileno en más de medio siglo. En el 82-83 la enorme masa de deuda sobre-acumulada que inflaba el consumo mientras “morían las industrias”como decían Los Prisioneros, y aunque fue importante la caída en el precio del cobre, la deuda jugó un rol central [12].
En ambos escenarios se mostraron las “susceptibilidades” del capitalismo chileno: un capitalismo semi-colonial enormemente expuesto a las crisis globales, y peor aún a sus depresiones.
No olvidemos que en 1929 según muchos historiadores económicos Chile fue el más golpeado del mundo. En ambos casos, 1929 y 1982, coinciden en que el Estado y la burguesía optó por una “economía de guerra contra la clase trabajadora, los pobres, las capas medias". Una desestructuración del trabajo y aumento de marginalidad. La crisis detonó además una ola de protestas contra la dictadura militar.
En 1981 ya había primeras “Marchas del Hambre” por el centro de Santiago. Durante 1983 se desarrolla la primera protesta nacional de masas convocada por los sectores mineros y el Comité Nacional de Trabajadores, el pueblo trabajador cansado de la miseria y los ajustes económicos se plegó con todo a las calles, amenazaba la estabilidad política de la Dictadura. Se inició con fuertes paros productivos en la minería y se desplegó en avenidas y resistencia callejera en poblaciones. Luego en 1984 volvieron a aflorar enormes movilizaciones, que se dieron en nuevas oleadas en 1985 y 1986. En todas la consigna principal era: “pan, paz y trabajo”.
Primera protesta nacional de 1983
Las medidas capitalistas para salir de la crisis: de la catástrofe al segundo “milagro” 1985-1989
En 1985 llega al comando económico Hernán Büchi. Esta etapa estuvo marcada por el protagonismo de los gremios empresariales. Se renegoció la deuda con el FMI y el Banco Mundial para reducir la deuda externa creada durante los años del golpe económico a costa de nuevos ajustes sobre las masas. Con estos nuevos ajustes en curso, en 1985 se inicia la tercera ola de privatizaciones que esta vez no solo abarcó bancos, que tras ser rescatados por el Estado nuevamente se privatizaron a “precio de huevo”, sino también empresas estratégicas en la energía, las telecomunicaciones y aviación. De aquí son las privatizaciones de CAP, SQM y LAN. Un nuevo saqueo que reorganizó nuevamente a los grupos económicos.
Junto a ello, en 1984 se permitió al capital extranjero reconvertir las deudas en acciones, a precios devaluados que equivalían a “una ganga”, lo que fue aprovechado por el capital extranjero para penetrar en los negocios nacionales junto a capitalistas nacionales. La deuda bajó de 19.000 a 10.000 millones dólares, a cambio el capital extranjero comenzó a controlar empresas estratégicas. A la vez que se entregó un “dólar preferencial” que beneficiaba a “los deudores”, es decir los capitalistas nacionales.
En 1987 solo siete grandes grupos controlaban el 75% de las 300 principales sociedades anónimas [12], que concentraban el grueso de la fuerza exportadora del país, combinándose en conglomerados tradicionales y nuevos junto al capital extranjero. Los principales ganadores fueron los grupos con baja deuda como Angelini, Matte y Luksic, variados socios extranjeros con la política de “canje”, y nuevos grupos vinculados al régimen por lazos políticos o familiares como: Said, Briones, Claro, Saieh y Ponce Lerou (yerno del dictador). En 2004 una comisión parlamentaria estimo que el Estado al hacer esta operación de rescate y privatización había perdido más de 2.200 millones de dólares [14].
Además se estrenaba las Administradora de Fondos de Pensiones (AFP) que utilizaron los ahorros para especular en el mercado interno y externo. Mientras atacaban duramente el sistema de jubilaciones para hacer morir de hambre a los pensionados, significó una enorme inyección de liquidez a los grandes grupos económicos y al mercado financiero.
Si bien el desempleo en 1987 bajó un 14,1% y en 1988 a un 11,31%, los trabajadores que volvían a ser asalariados ahora lo harían por menos salario, permitiendo una mano de obra barata para las nuevas empresas y bajo formas flexibles de empleo estipuladas en el Plan Laboral de José Piñera en 1979 [15].
Jóvenes combatientes en poblaciones de Santiago, 1983
En el marco de un escenario internacional que benefició la apertura comercial, nuevos créditos fluyeron al país mediante “inversión extranjera directa”, y es en estos momentos que nuevamente la exportación se transforma en motor principal de crecimiento. Un dólar caro y un peso barato aseguraban rentabilidad para las exportaciones, y se desarrolló una relativa diversificación con nuevos productos en torno al procesamiento de materias primas, como el metal, la celulosa, la harina de pescado, los salmones y la fruta. Hacia 1990 el cobre, principal exportación de mediados del siglo XX era sólo un 45% de ellas. Este sector fue beneficiado con una nueva baja de aranceles de 35% al 15% en 1989.
El periodo 82-89 los neoliberales le llamaron “el nuevo milagro”. En 1989 el crecimiento alcanzó un 7,2%. A esta fase se le llamó “nuevo milagro”. No fue milagro, sino producto de la catástrofe económica y social que la Junta y los empresarios descargaron sobre el pueblo haciéndole sufrir enormes padecimientos como hambre, miseria, desempleo, precarización. Sobre la base de esa “tarea sucia" (acompañado de la “transición pactada” con los militares genocidas por parte de la Concertación) se sentarían las bases de décadas de crecimiento.
Mientras el Estado se hizo de una enorme deuda pública rescatando a bancos y grandes empresas, el pueblo y los trabajadores sufrieron lo peor de la crisis, situación aceptada por entonces por esa misma Concertación que luego gobernaría para dar “estabilidad” a los grupos económicos.
Una nueva catástrofe nos amenaza. Que la paguen los capitalistas, no los trabajadores
Está en debate si la recesión en curso precipitará una crisis catastrófica en Chile. El Banco Central dice que habrá un repunte pronto mientras otorga miles de millones de dólares a los bancos con préstamos a interés casi de 0%.
Sin embargo, es una visión interesada. Ya se están discutiendo medidas similares a la del 82, y el mundo se debate si cae o no a una nueva depresión. En nuestro país habrá con mucha probabilidad una caída económica de las más grandes desde aquella crisis; la bolsa ha caído todo este año; se disparó el precio del dólar a niveles históricos con el peso como una de las monedas más devaluadas del mundo y el cobre vive sus peores niveles en términos de precios. Según una consultora llamada Plusmining, con los actuales precios del cobre, el 45% de las mineras están operando a pérdida. La crisis del Covid-19 está llevando a paralizar importantes sectores económicos, como servicios financieros, comercio, construcción y está arrastrando a la caída a la industria y la paralización de minas. El desempleo trepará a niveles históricos. Lejos del Banco Central, todo parece apuntar a que la situación será peor, preparando las condiciones para una crisis de magnitudes históricas.
El plan del gobierno imita la formula capitalista histórica para enfrentar las crisis. Con un rescate de 12 mil millones de dólares para las empresas, ataca el salario y el ingreso de las y los trabajadores, mientras los empresarios despiden o suspenden. Se dice que en los próximos días habrá un nuevo plan para las empresas. Se discute también si rescatar a las grandes. Latam es solo una de ellas, pues hay muchas más que quieren “ayudas”, desde bancos a empresas del retail y la construcción.
Rescatar las ganancias empresariales descargando la crisis sobre los trabajadores y el pueblo, Esa es la receta. Estos ataques si es que no los enfrentamos y los resistimos, significarán sufrimientos aún mayores. No podemos resignarnos a “apretarnos el cinturón” con la idea que mañana será mejor, porque no será así. La crisis de 1982 muestra que si no pagan ellos la crisis que se viene, seremos nosotros quienes la pagaremos.
Si queremos cambiar la historia y que la crisis la pagan sus responsables, son necesarias medidas de urgencia: la suspensión del trabajo en empresas no esenciales para proteger a la clase obrera de la crisis sanitaria, la centralización del sistema sanitario y la reconversión de la economía en función de las necesidades sociales para enfrentar la pandemia actual. Frente a esta crisis y los intentos de descargarla sobre nuestros hombros, hay que prohibir los despidos y exigir un salario mínimo igual a la canasta básica familiar. Se trata de la preservación de la vida de la clase trabajadora. Como señala el revolucionario ruso León Trotsky “Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen infaliblemente de los males por él mismo engendrados, debe morir”.
Hay que rechazar los “rescates” a los capitalistas. Si una empresa amenaza quebrar como Latam, hay que nacionalizarlas sin pago a sus accionistas y ponerla bajo el control de sus trabajadores. Frente a la especulación bancaria con nuestras deudas, hay que nacionalizar la banca sin pago para proteger nuestros ahorros del saqueo de los grupos capitalistas. Frente al aumento de los precios, es necesario crear comités de control de precios controlados por trabajadores y sectores populares. Asimismo, la expropiación de los grandes monopolios que saquean el cobre y los recursos estratégicas, es una medida elemental para poner los recursos en beneficios del pueblo,
Son medidas que tomadas de conjunto, hacen a un programa para que la crisis la paguen los capitalistas y no los trabajadores. Debemos luchar desde hoy para ello empezando por la defensa frente a todos los ataques que estamos recibiendo, recuperando los sindicatos en manos de la burocracia conciliadora de la CUT
Citas:
1-. Steve Mathews, U.S. Jobless Rate May Soar to 30%, Fed’s Bullard Says, Bloomberg Economics, March 22, 2020.
2-. Gutiérrez, María José, "Refrey Sachs: "Para Chile esta es una doble crisis", en: Revista Capital, Santiago,26 de marzo 2020, disponible en: [https://www.capital.cl/jeffrey-sachs-para-chile-esta-es-una-doble-crisis/]
3-. Informe de Política Monetaria Banco Central, marzo de 2020, disponible en: [https://www.bcentral.cl/areas/politica-monetaria/informe-de-politica-monetaria-ipom]
4-. Rodríguez Weber, Javiera, Desarrollo y desigualdad en Chile (1850-2009) Historia de su economía política, LOM Ediciones, Santiago, 2018., p. 251.
5-. Fontaine, Juan Andrés, Transición económica y política en Chile: 1970-1990, Estudios Públicos, Santiago, 1993, p. 253
6.- Fisher, Karim, Clases dominantes y desarrollo desigual. Chile entre 1830 y 2010, Editorial Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2017, p. 114.
7-. Salazar, Gabriel y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile III. La economía: mercados, empresarios y trabajadores, LOM Ediciones, Santiago, 2002, p. 89.
8-. Rodríguez Weber, Javier, Desarrollo y desigualdad en Chile (1850-2009). Historia de su economía política, LOM Ediciones, Santiago, 2018, p. 251.
9.- Patricio Meller, Un Siglo de Economía Política Chilena (1890-1990), Versión Actualizada: Comentarios y Prólogos, Cieplan, Santiago, 2017.
10-. Ruiz-Tagle, Jaime y Roberto Urmeneta, Los trabajadores del Programa del Empleo Mínimo, Academia de Humanismo Cristiano,Santiago, 1984.
11-. Salazar y Pinto. op. cit., 2018, p. 56.
12-. "1973-1987: Memoria de una Dictadura. Cronología de 14 años de pesadilla", en: Revista Análisis, Santiago, 1987, p. 47.
13.- Fisher, Karin. op. cit., 2017, p. 128
14.- Fisher, Karin op. cit., 2017, p. 128
15-. Valdivia, Verónica Rolando Álvarez, , "Platita poca pero segura. El Plan Laboral y la negociación colectiva: ¿origen de un nuevo sindicalismo en Chile? 1979-1985", en: Valdivia, Verónica y Rolando Álvarez, Karen Donoso, La alcaldización de la política. Los municipios en la dictadura pinochetista, LOM Ediciones, Santiago, 2012. p. 117-148.
Pablo Torres
Dirigente nacional del Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR). Autor y editor del libro Rebelión en el Oasis, ensayos sobre la revuelta de octubre de 2019 en Chile, Edición Ideas Socialistas, 2021.