Como Aylan y su familia, muchos de los que viajan arriesgando sus vidas a lo largo de la ruta de los Balcanes hacia Europa vienen de Siria, Somalia, Irak y Afganistán.
Martes 8 de septiembre de 2015
Fotografía: EFE/Nake Batev
Huyen de las consecuencias del saqueo y las intervenciones militares del imperialismo en sus países de origen, de la violencia y los horrores del Estado Islámico. Mujeres y niñas enfrentan el rostro más duro de la llamada crisis migratoria.
Estas son algunas de sus historias, que cada día se multiplican por miles.
Violencia sexual, trata y matrimonios forzosos.
“Las fuerzas de ISIS han cometido de manera organizada violaciones, agresiones sexuales y otros delitos aberrantes contra mujeres y jóvenes yazidíes”, declaro Liesl Gerntholtz, directora de la división de derechos de la mujer de Human Rights Watch.
La ONG realizo un informe sobre la situación de las mujeres en estos lugares de conflicto, donde estas contaron como soldados de ISIS separaban sistemáticamente a mujeres jóvenes y adolescentes de sus familias, y las trasladaban de un sitio a otro dentro de Irak y Siria.
De las 20 mujeres entrevistadas, la mitad, incluidas dos que tenían apenas 12 años, afirmaron que fueron violadas, y casi todas indicaron que fueron obligadas a contraer matrimonio, vendidas (algunas incluso varias veces) o entregadas como “obsequios”. Las mujeres y jóvenes también presenciaron cuando otras víctimas en cautiverio eran abusadas.
El año pasado, ISIS reconoció en su publicación Dabiq que habían entregado a mujeres y jóvenes yazidíes que tenían en cautiverio a sus combatientes, a modo de “botín de guerra”. Las declaraciones refuerzan la evidencia de que se trata de una práctica generalizada y un plan de acción sistemático.
La difícil tarea de sobrevivir siendo refugiadas
En Líbano un grupo de mujeres refugiadas denuncio a HRW haber sufrido agresiones sexuales por parte de sus patrones, los propietarios de las viviendas que alquilan e incluso, por miembros de organizaciones religiosas que distribuyen ayuda en ese país. Ninguna de ellas quiso hacer la denuncia en la ONU, ya que consideran que esto no cambiara su realidad diaria, y se encuentran en la encrucijada de tener que aceptar estos abusos para poder mantener a sus familias.
Hala, una mujer de 53 años de Damasco conto que su esposo se encuentra detenido en Siria, y que limpiaba varias casas en un suburbio de Beirut para sobrevivir y mantener a sus cuatro hijos, y declaro que en 9 de las 10 casas donde había trabajado había sufrido acoso o intento de explotación sexual por parte de sus patrones. Según contó le decían: ‘Te daremos más dinero si nos haces un favor sexual o nos das a tu hija’”.
Talia Farhan, de 33 años y nativa de Dará, Siria, conto que su quinto hijo, Belal, que nació entre las tiendas de Mafraq en Jordania tuvo buena salud hasta el día en que una tormenta de arena golpeó su campamento. “Nuestra tienda se nos cayó encima. Tomé a mi recién nacido en brazos y corrí sin rumbo con mis otros hijos hasta que todos nos escondimos en la tienda de un vecino durante dos horas, hasta que se calmó la tormenta”, recuerda la mujer. “En esas dos horas no dejamos de llorar, daba mucho miedo. Hasta ahora, todos mis hijos sufren infecciones por el polvo”.
Jalida Musa, de 28 años, que llegó a Mafraq desde los alrededores de la capital siria, Damasco, tuvo hace poco a Abdulelá, su cuarto hijo. “Tuvimos que pedir dinero prestado para que diera a luz”.
Sobrevivir al mediterráneo, y a Europa…
Samar Joukhadar, que espera cruzar la frontera hacia Macedonia, viaja con su pequeña hija de 2 años, que padece una enfermedad del corazón. Para ella hacer una nueva vida en Europa, significa salvar la vida de su hija en todos los sentidos, ya que su hija necesita con urgencia ser operada.
Samar abandonó Siria con sus tres hijos y su hermano y sus dos hijos. Se fueron a Turquía y trataron de cruzar el mar mediterráneo en barco rumbo a Grecia, pero los traficantes de personas robaron todo su dinero. Finalmente y a cambio de 1200 USD por persona, pudieron llegar a Grecia. Una vez que llegaron a Atenas, debieron dormir en las calles durante cinco días. Ella hizo un presupuesto de 50 euros al día para ella, su hermano y los cinco niños, con eso pudieron comer una comida al día, por lo general un sándwich de pollo.
Una vez en Europa, Samar, como miles de otros inmigrantes que llegan a diario, deben enfrentarse con la indiferencia de los líderes europeos que ahora se muestran conmovidos a partir de la imagen de Aylan que recorrió el mundo, y con el maltrato y la xenofobia como es el caso de quienes todos los días intentan llegar a Austria o Alemania a través de Hungría, donde los niños fueron reprimidos con gases lacrimógenos y las mujeres sacadas de los pelos con sus bebes de las vías mientras resistían para no ser trasladadas a centros de refugio donde viven en pésimas condiciones.
Merkel, es la misma que hasta hace muy poco hacia llorar a una niña palestina, diciéndole que debía ser deportada porque “no todos los inmigrantes se pueden quedar en Alemania”. Sin duda la contracara de la hipocresía de los lideres de Europa, que mucho tiene que ver con la desestabilización de medio oriente y el financiamiento de grupos como ISIS, es la solidaridad de la gente, que se organiza para ayudar a los refugiados con agua, alimentos, o incluso ofreciendo sus casas.