Jueves 10 de marzo de 2016 21:00
En un hecho casi sin precedentes en la historia cubana (desde 1928) un presidente norteamericano visitará Cuba. El 21 y 22 de marzo Barack Obama se entrevistará con Raúl Castro, esta vez en La Habana.
Después de haberse mostrado impotente la política de agresión, bloqueo económico y desestabilización que tanto republicanos como demócratas mantuvieron durante décadas, Obama va a Cuba para consolidar y profundizar el camino de reformas pro mercado que está impulsando el gobierno cubano. Con esta perspectiva de imponer la restauración capitalista, y para que los monopolios y empresarios yanquis no se pierdan el negocio, es que la Casa Blanca, con la mediación del Vaticano, emprendió el giro histórico en la política hacia Cuba.
El imperialismo va por Cuba
Luego de haberse retomado públicamente las relaciones diplomáticas, comenzado a flexibilizar el bloqueo económico, encuentros en foros internacionales y reapertura de embajadas, ahora la visita de Obama es un salto en el llamado “deshielo” de las relaciones entre La Habana y Washington. Las relaciones comerciales se vienen potenciando rápidamente, sobre todo en el área del transporte ligado al turismo, pero también inicialmente en el ámbito bancario y financiero y en el agro donde recientemente se anunció la instalación de una ensambladora de tractores que le venderá a los campesinos privados y cooperativas. Obama utilizará la visita a Cuba para presionar al congreso estadounidense, hoy en manos de los republicanos, para que se avance en el levantamiento del bloqueo comercial con la isla. Una demanda exigida por las empresas agroalimenticias y de turismo, entre otras, que ven a Cuba como un negocio millonario con un mercado de 11 millones de consumidores a pocos kilómetros de sus costas.
En un sentido similar Obama reflotó hace unos días el tema del desmantelamiento de la cárcel de Guantanamo, que EE.UU. ocupa ilegalmente en territorio cubano. El cierre de esta cárcel había sido una promesa (incumplida) de su campaña en 2008, y ahora la usa tanto para presionar a los republicanos en el congreso de EE.UU., como para llegar con “un regalo bajo el brazo” en su visita a Cuba.
EE.UU. ya permite a sus empresas invertir en la zona franca del Puerto de Mariel y se especula con nuevos anuncios de más flexibilizaciones al bloqueo días antes de la llegada de Obama o durante alguno de sus discursos en la isla. Todo este camino solo lleva a la restauración del capitalismo y a que los monopolios y empresarios norteamericanos (como de otros imperialismos) lleven nuevamente a Cuba bajo la órbita del mercado internacional para expoliar sus recursos y explotar su mano de obra barata y calificada.
La economía cubana y las reformas pro capitalistas
Por su parte, el gobierno de Raúl Castro hace varios años que ablandó su discurso contra EE.UU., para poner el énfasis en “los cambios estructurales y de concepto” que debía encarar el país. Esto se materializó en las profundas reformas pro mercado como las que promueve la nueva Ley de Inversiones Extranjeras (2014) que abre la puerta al capital en toda la economía excepto “la salud, educación y fuerzas armadas”. Y entre los grandes cambios también están “los subsidios y gratuidades” que vienen siendo drásticamente recortados junto a cientos de miles de despidos y el aumento de la edad jubilatoria.
En Cuba sigue primando la propiedad estatal sobre áreas clave de la economía como su sector industrial, servicios públicos y el sector agrícola (ahora cedido en usufructo al sector privado o cooperativo). Y en la áreas abiertas durante el periodo especial de los ’90 como el turismo continúa la propiedad mixta con mayoría estatal. El Estado, a través de la burocracia dirigente, mantiene el control del comercio exterior y de la banca (sector que se está abriendo a bancos extranjeros). Por eso seguimos considerando a Cuba como un estado obrero burocratizado que está en proceso de descomposición pero donde aun la ley del mercado no puede funcionar libremente y todavía existen trabas para que una clase capitalista local que pueda desarrollarse.
Sin embargo, las conquistas sociales están siendo destruidas por la política de la burocracia que trata de negociar con el imperialismo su lugar en la restauración capitalista. Hay que defenderlas peleando por liquidar ya e incondicionalmente el bloqueo imperialista y por la devolución inmediata de la base de Guantánamo.
Al mismo tiempo, mientras la burocracia gobernante se asocia a los monopolios y empresarios extranjeros, los trabajadores no tienen libertad de sindicalización ni derecho a huelga para pelear por sus reivindicaciones. Está prohibida la organización política por fuera del Partido Comunista, incluso para los que defienden las conquistas de la revolución.
Es más necesario que nunca una revolución política que tire abajo a la burocracia y sus privilegios, acabe con el régimen de partido único e imponga un verdadero gobierno de los trabajadores y el pueblo autoorganizado y autodetermindo. Esto solo será posible enfrentando al imperialismo y proponiéndose como parte de la lucha de sus pueblos hermanos de todo el continente por liberarse de la explotación capitalista.