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Sudeste asiático. Huelga silenciosa vacía las calles en Myanmar a un año del golpe militar

El pueblo de Myanmar desafía las amenazas militares mientras la población se queda en su casa un año después del derrocamiento del gobierno de Aung San Su Kyi el 1 de febrero de 2021. El pueblo de Myanmar aún demuestra fuerzas para derrotar a la dictadura.

Martes 1ro de febrero de 2022 10:39

Un año después del golpe, hay demandas crecientes para que el ejército de Myanmar rinda cuentas por la represión de los manifestantes y los ataques contra civiles. Archivo: AFP.

Las calles estuvieron desiertas y los negocios abandonados en muchos de los pueblos y ciudades de Myanmar el lunes, mientras la población desafiaba las amenazas de la junta militar quedándose en l la casa en una “huelga silenciosa” en el primer aniversario del golpe de Estado en el país.

Las imágenes publicadas en las redes sociales mostraban carreteras generalmente congestionadas pero sin tráfico y tiendas cerradas. En una fotografía compartida por Khit Thit Media, la carretera Sule Pagoda, generalmente concurrida, en el centro de Yangon, la capital, estaba completamente vacía. En Mandalay, la segunda ciudad más grande, un mercado normalmente bullicioso prácticamente no tenía clientes.

Las imágenes publicadas en línea mostraban escenas similares en todo el país: desde Myitkyina y Namati en Kachin, el estado más septentrional de Myanmar, hasta Dawei y Myeik en la región de Tanintharyi, en el sur del país.

El ejército, que ha reprimido duramente a la población para controlar la oposición generalizada a su gobierno, había amenazado con cargos de sedición o terrorismo contra cualquiera que participara en la protesta de quedarse en casa. A los dueños de negocios también se les había dicho que sus propiedades serían confiscadas si participaban.

Algunos abrieron sus tiendas pero las dejaron desatendidas para eludir las amenazas. En una imagen que se compartió ampliamente en las redes sociales, un vendedor dejó un letrero burlonamente junto a su puesto de comida que decía: “Todos los elementos del menú están disponibles”. A su lado, los tazones vacíos estaban etiquetados como "frijoles", "tofu" y "col rizada".

La Izquierda Diario conversó con Thura, un periodista de Myanmar, que nos comentó que “hoy es el primer aniversario del golpe, la gente está saliendo a luchar y se nota que estamos desafiando al gobierno militar”.

“La gente se quedó en sus casa a un año del golpe ilegítimo como protesta, y nunca se hemos dejado de luchar por restaurar la democracia.”

El ejército derrocó al gobierno elegido democráticamente de Aung San Suu Kyi el 1 de febrero de 2021 y ha infligido una violencia y un terror letales en un intento de aplastar a la oposición.

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Desde el golpe, más de 1.500 personas han muerto y al menos 11.838 personas han sido arrestadas en represiones militares, según la Asociación de Asistencia a Presos Políticos. Los detenidos han sido sometidos a torturas y malos tratos, incluidas palizas, violencia de género y posiciones de estrés prolongadas, según una investigación de Human Rights Watch .

A pesar del riesgo de más violencia militar, algunos activistas realizaron pequeñas manifestaciones antes de la huelga silenciosa del martes por la mañana. Los manifestantes, encabezados por estudiantes, rociaron las calles de Yangon con pintura roja, el color asociado con la Liga Nacional por la Democracia de Aung San Suu Kyi. Los activistas compartieron imágenes del acto en Facebook y escribieron: “Nuestra sangre es roja y marcharemos hacia nuestro enemigo”.

En Mandalay, los manifestantes marcharon por la mañana coreando: “¿Quién se atreve a vivir en el lado opuesto de la gente?”.

Junto a los movimientos de protesta pacífica, los civiles, incluidos muchos jóvenes, han tomado las armas y formado fuerzas de defensa del pueblo.

En Yangon, los medios locales informaron el lunes de varios atentados que se cree que fueron llevados a cabo por tales grupos. Según los informes, otro ocurrió en una comisaría de Myitkyina.

Los grupos de resistencia armada atacan a los militares con métodos de guerra de guerrilla contra objetivos militares e infraestructura clave. El ejército, a su vez, ha respondido lanzando ataques aéreos, incendiando pueblos y bloqueando la ayuda a los civiles.

Al 27 de diciembre, unas 320.900 personas se desplazaron internamente en Myanmar como resultado de la crisis y la escalada del conflicto, según las Naciones Unidas. Otras 340.000 personas ya estaban desplazadas antes del golpe.

Una declaración de la oficina del secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió el lunes sobre “una intensificación de la violencia, una profundización de las crisis humanitarias y de derechos humanos y un rápido aumento de la pobreza en Myanmar”.

Antes del aniversario del golpe, Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá anunciaron nuevas sanciones coordinadas contra funcionarios de Myanmar, entre ellos el fiscal general, Thida Oo, el presidente del Tribunal Supremo, Tun Tun Oo, y el presidente de la comisión anticorrupción, Tin Oo. EE.UU. dijo que estos personajes estaban estrechamente implicados en la persecución "políticamente motivada" de Aung San Suu Kyi. La líder destituida se enfrenta a una amplia gama de cargos establecidos por la Junta Militar que han sido criticados y puede a pasar el resto de su vida en prisión.

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Los grupos de derechos humanos han pedido más medidas para bloquear el acceso de la junta a los ingresos extranjeros del petróleo, el gas y otros recursos, y que el consejo de seguridad de la ONU apruebe una resolución que instituya un embargo global de armas a Myanmar, y que remita las atrocidades militares a la Corte Criminal Internacional.

Sin embargo, estas medidas aumentan la injerencia imperialista en el país. Estados Unidos y Europa han dado apoyo al partido de Aung San Suu Kyi, la Liga Nacional por la Democracia. Mientras que China, que tiene enormes inversiones en el país, ha estado apoyando abiertamente a la Junta Militar.

Desde que los militares tomaron el poder del Estado para evitar que asumiera el partido ganador de las elecciones (las segundas desde 2011), en un país con regímenes dictatoriales desde 1962, la Liga Nacional por la Democracia, se desató en el país del sudeste asiático una oleada de movilizaciones con grandes sectores de la clase trabajadora poniéndose al frente. Sobre todo de la rama de los talleres textiles, mujeres en su gran mayoría, que incluyó una huelga general en los primeros días del golpe. La organización previa que se venia gestando desde años anteriores obligó a las direcciones sindicales a llamarla.

La política de la Liga Nacional Democrática y su dirigente Suu Kyi, por su propia orientación neoliberal y pro occidental nunca se planteó ir más allá de recuperar la institucionalidad del Estado.

Pero dado el control que los militares ejercen sobre los recursos naturales y las grandes empresas capitalistas era necesario avanzar en la autoorganización obrera y popular que pelee por demandas que apuntaran contra el robo de esos recursos y la brutal explotación que los empresarios ejercen sobre la clase trabajadora. Pero tanto las direcciones sindicales como la LDN son enemigas de esa perspectiva y tratando de pacificar la resistencia -a pesar de la cruenta represión desatada- impidieron que se concretara y generalizara.

Desde agosto lo que comienzó a crecer es la resistencia armada, tanto urbana como en zonas rurales, con una política que coincide en dejar las demandas en las puertas de la vuelta a la democracia burguesa. Además de una resistencia de los grupos étnicos que son hostigados constantemente por el Ejército bombardeando sus aldeas.

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A fuerza de una salvaje represión y asesinatos, es que el General Min Aung Hlaing se declaró a sí mismo primer ministro bajo el "estado de emergencia" que él mismo decretó cuando comandó el golpe. En un mensaje televisivo dijo que “tenemos que hacer preparativos. Prometo celebrar las elecciones generales multipartidistas sin falta". Elecciones que pospuso para el 2023.

Para hacer realmente voltear a la dictadura militar en Myanmar es necesaria la más amplia movilización de los pueblos asiáticos pero también de los trabajadores de los países imperialistas para condenar el golpe y exigir su caída, aportando a la enorme lucha y valentía del pueblo trabajador de Myanmar que aún demuestra que tiene fuerzas para ganar.