Al calor del fin de ciclo del neorreformismo español, y en el marco de una crisis de múltiples dimensiones del capitalismo mundial, en la extrema izquierda del Estado español reaparecen algunos debates estratégicos. Esto es auspicioso, y necesario. En este artículo, abordamos tan solo algunos de estos, como la relación entre huelgas, sindicatos, lucha de clases y perspectiva socialista. Nos proponemos hacerlo al calor de una de las experiencias más avanzadas de la lucha de clases en la actualidad, la “batalla de las pensiones en Francia”.
Josefina L. Martínez @josefinamar14
Diego Lotito @diegolotito
Jueves 30 de marzo de 2023
Naturalmente el debate teórico y político marxista se puede abordar desde diferentes ángulos, pero la lucha de clases es un test fundamental que permite poner a prueba y contrastar posiciones con la realidad para sacar lecciones estratégicas. En este sentido, lo primero que llama la atención es que la lucha de clases en Francia haya concitado hasta ahora tan pocas o nulas reflexiones en la mayor parte de la izquierda radical del Estado español. Pese a que en los últimos dos meses se han desarrollado allí 10 jornadas de huelga y movilización, y al hecho de que se ha abierto un nuevo momento político, marcado por la radicalización de sectores de la clase trabajadora y la juventud desde la aprobación del decreto 49.3 por el gobierno de Macron.
En el caso de la izquierda institucional, este silencio no sorprende. Para partidos como Podemos, Izquierda Unida o el PCE, la lucha de clases, más cuando esta se radicaliza, siempre ha sido un peligro a conjurar, una amenaza hacia el orden político capitalista del que solo buscan ser buenos gestores. Basta recordar las declaraciones de Enrique Santiago cuando la huelga de Cádiz, o los dichos de Alberto Garzón en apoyo al accionar policial contra los manifestantes en ocasión de las manifestaciones por el encarcelamiento de Pablo Hasel.
En cambio, en el caso de corrientes que son críticas del neorreformismo, la socialdemocracia y de las burocracias sindicales, que reivindican incluso cierta idea de una independencia de clase, llama la atención que no se haya dedicado casi ninguna atención a lo que ocurre en Francia. Es el caso, en particular, del nuevo “Movimiento Socialista” que impulsan organizaciones como el GKS, HS o el EPS. No creemos que esto se deba, o al menos no fundamentalmente, a un problema de desconocimiento, sino a una posición política sectaria ante la lucha de la clase obrera.
Para una corriente que posee varios medios de difusión, que viene produciendo un nada desdeñable cúmulo de artículos y trabajos de análisis y debate político sobre diversos temas, recién el pasado 23 de marzo, el periódico del GKS, Gedar, publicó un Editorial con el título “La reforma de las pensiones en Francia y los límites del sindicalismo” [1] Dos meses después del inicio del enorme proceso de lucha en Francia, cuando se multiplican las huelgas duras, los cortes de carreteras y vías, los piquetes, ocupaciones de cientos de colegios y universidades, fuertes enfrentamientos con la policía y los antidisturbios, más de 500 detenidos solo en la última semana, el inmenso proceso de lucha de clases que recorre Francia fue merecedor de un artículo de 553 palabras, poco menos que un cable de prensa. Y lo que nos encontramos en este artículo es únicamente el señalamiento de lo que se consideran los “límites” del movimiento, que evidentemente los tiene, pero ni una sola palabra respecto a sus potencialidades.
En vez de hacer un análisis concreto del proceso, el Editorial de Gedar reproduce una serie de fórmulas generales sobre los límites de la socialdemocracia y el rol de los sindicatos en la sociedad capitalista, de las que no se desprende, según los autores, más tarea que difundir la idea del socialismo. Una posición abstracta y abstencionista ante uno de los procesos más avanzados de lucha de la clase trabajadora en la actualidad. Dicho de otro modo, una concepción idealista de la lucha de clases que parece eludir nada menos que el momento de la lucha, anhelando el desarrollo de una conciencia socialista en un futuro indeterminado a partir de la propaganda sin establecer una relación dialéctica entre ese momento y los combates actuales. Veamos por qué decimos esto.
¿Qué está ocurriendo en Francia?
“El marxismo es sobre todo un método de análisis, no del análisis de textos sino del de las relaciones sociales”, escribe Trotsky en su notable Resultados y perspectivas de 1905. No es un compendio de fórmulas abstractas para aplicar a todo tiempo y lugar, sino un método que nos permite hacer un análisis concreto de las situaciones concretas. Por ello, repasemos brevemente los acontecimientos de la lucha de clases en Francia.
Leyendo el editorial de Gedar, un lector desprevenido podría concluir que lo que allí ocurre no es más que una serie de huelgas “económicas” controladas por sindicatos burocráticos y partidos socialdemócratas que, sin embargo, al haber menos margen para que el Estado otorgue concesiones económicas por las tendencias a la recesión, no tienen ninguna salida. ¿Puede esta definición dar cuenta del proceso profundo que se está desarrollando al otro lado de los Pirineos? De ninguna manera.
La “batalla de las pensiones” arrancó el pasado 19 de enero con una convocatoria conjunta de todos los sindicatos franceses a una huelga general contra la reforma de las pensiones de Macron. Desde entonces, hubo 10 jornadas de huelgas generales, acompañadas de movilizaciones masivas en todo el país (más de 3 millones de manifestantes el 7 de marzo), desde las grandes ciudades hasta las más pequeñas. La profundidad y extensión del movimiento mostró desde el comienzo que esta lucha actuaba como un catalizador de múltiples malestares que hace pocos años había estallado con fuerza a partir del movimiento de los Gilets Jaunes (Chalecos Amarillos). No solo el rechazo al aumento de la edad jubilatoria, también la caída del salario ante la inflación, la precariedad, las pésimas condiciones laborales, la degradación de la educación y la sanidad pública que se agudizó en la pandemia, la pauperización de sectores de las clases medias, la guerra y el militarismo, los discursos reaccionarios de la extrema derecha contra migrantes, mujeres y disidencias, la violencia policial, entre otras cuestiones muy sentidas por amplios sectores de la clase obrera y sus capas más precarias, migrantes, mujeres y jóvenes.
Sin embargo, hasta hace unas semanas, las huelgas se mantenían en los marcos de lo que podemos definir como “huelgas masivas, pero pasivas”. Es decir, el profundo rechazo obrero y popular a la reforma no había dado lugar a procesos de autoorganización desde abajo y las burocracias sindicales imponían sin mayor resistencia su impronta “pasivizadora” al movimiento para que este no se saliera de control. En un artículo de análisis, nuestro compañero Juan Chingo de nuestra organización hermana en Francia, Révolution Permanente, lo denominó el “momento Berguer” de la lucha, en referencia al dirigente de la CFDT, la central sindical francesa más conciliadora, que junto con FO, CGT y otras, se encuentran liderando las convocatorias.
Es decir, la burocracia mantenía llamados a jornadas de huelgas aisladas, sin que tuvieran continuidad en un verdadero plan de lucha, necesario para derrotar a Macron. Su intención era -y sigue siendo- evitar que la movilización obrera se radicalizara y se articulara social y políticamente como una fuerza que pudiera poner en cuestión el poder capitalista. Como señalaron varios analistas, se buscaba evitar la “chalecoamarillización” del movimiento y su radicalización. Por eso, las burocracias sindicales restringieron el programa al único punto de rechazo a esta reforma de las pensiones, buscando una negociación con el Gobierno. Para la izquierda reformista francesa como la agrupada en Nupes alrededor de la figura de Mélenchon y los aparatos sindicales burocráticos, se trababa de mantener el conflicto como una lucha de presión sobre el Gobierno y la Asamblea Nacional, por eso se negaban a avanzar en la huelga reconductible o huelga general activa.
Los compañeros y compañeras del GKS señalan correctamente el rol “pasivizador” que juegan las burocracias sindicales en el capitalismo. Esto no es una novedad, sino un fenómeno que el marxismo revolucionario viene señalando hace más de un siglo. Por nuestra parte, hemos desarrollado numerosas elaboraciones teóricas sobre la cuestión, partiendo de los mejores aportes del marxismo revolucionario en el siglo XX que mantienen enorme vigencia. [2] Retomamos en este sentido las elaboraciones de la Tercera Internacional en sus IV primeros congresos, antes de la degeneración estalinista, junto con las elaboraciones de León Trotsky en los años 30 [3] analizando el salto en la estatización de las organizaciones sindicales y el papel de las burocracias sindicales como “policías del capital” en el seno del movimiento obrero, o las de Antonio Gramsci, acerca del “Estado integral” [4].
Las burocracias sindicales son los principales agentes del capital en las organizaciones obreras, garantes de la fragmentación y división en las filas de la clase obrera y de la separación entre la clase obrera y otros sectores oprimidos, buscando limitar las luchas al terreno económico y corporativo. El problema no es esta definición, que seguramente compartimos, sino que de ella se extraiga la conclusión de que no es necesario intervenir en las luchas de masas convocadas por reivindicaciones económicas, incluso aquellas que han sido convocadas por sindicatos burocráticos. Por el contrario, de lo que se trata es de cómo intervenir con un programa para intentar derrotar la política de las burocracias, desplegar tácticas de frente único obrero que permitan desenmascarar su rol conciliador, formando fracciones revolucionarias en los sindicatos para desarrollar la autoorganización e impulsar una política de independencia de clase. Retomaremos esto más adelante.
Volviendo a la lucha de clases en Francia, los compañeros/as del GKS parecen haber visto una foto a partir de la cual definen el movimiento -dos meses después de su inicio y cuando este se ha radicalizado enormemente-, como si se trata de una serie de “huelgas económicas” sin ningún contenido político. No solo no miran la película -el movimiento en su desarrollo- sino que no toman en cuenta los elementos de radicalización, los sectores avanzados, las potencialidades latentes, los cambios y las tendencias contradictorias en el propio desarrollo de lucha de clases. Todo parece limitarse a un esquema previo donde, si las luchas son encabezadas por los sindicatos burocráticos, se trata de luchas económicas, y, por lo tanto, son por su propia naturaleza parciales y limitadas. Una posición contemplativa, que solo percibe los “limites” en la realidad, pero no sus potencialidades.
Nuestros compañeros y compañeras de Révolution Permanente en Francia, que vienen jugando un papel destacado en el combate por desarrollar el movimiento en un sentido revolucionario, en cambio, plantearon desde el comienzo una posición que combinaba una enérgica denuncia a las burocracias sindicales y su rol “pasivizador”, con la pelea por una estrategia para que el conflicto pueda ganar. Es decir, combatir desde adentro del movimiento por una política para superar a las burocracias sindicales, partiendo de la propia experiencia de la clase trabajadora en la lucha. En ese sentido, defendieron la necesidad de ampliar el pliego de reivindicaciones, incorporar la lucha por una jubilación a los 60 años (o 55 para los trabajos insalubres), el aumento de salarios contra la inflación, la lucha contra la precariedad en la juventud y por el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y parados, entre otras. De este modo, se podrían agrupar el conjunto de demandas, malestares y reivindicaciones de sectores obreros, precarios y populares en una misma lucha, multiplicando las fuerzas en disposición para este combate. Ante el 8M, plantearon la necesidad de unir la lucha del movimiento de mujeres a la lucha de la clase trabajadora contra Macron. Y en las movilizaciones contra la ley de extranjería racista, defendieron la unidad de la lucha antirracista con la de la clase trabajadora, cuyos sectores más explotados son migrantes y racializados. Al mismo tiempo, llamaron a desarrollar ampliamente la autoorganización, impulsando asambleas de base en los centros de trabajo y estudio y buscando concretar la coordinación de los sectores más combativos en asambleas interprofesionales, para que la clase obrera pudiera tomar la lucha en sus propias manos, construyendo así una verdadera huelga general activa contra el gobierno de Macron. Es decir, unir “por abajo” lo que las burocracias dividen “por arriba”, para que la lucha y el movimiento avance y se eleve al terreno político.
No nos podemos extender aquí en cada momento del conflicto durante estos dos meses. Para quienes estén interesados en conocer más, recomendamos leer las decenas de artículos publicados en múltiples idiomas en nuestra red internacional a Izquierda Diario. Sin embargo, es clave señalar que desde el pasado 16 de marzo, se ha producido un punto de inflexión en la lucha. Lo que nuestros camaradas de Francia han definido la apertura de un “momento prerrevolucionario” que puede cambiar la relación de fuerzas entre las clases en Francia.
Desde entonces ha habido un salto en la radicalización del movimiento, huelgas “salvajes” y duras convocadas por la base en sectores como recolectores de residuos, refineros, y ferroviarios, manifestaciones espontáneas todas las noches en decenas de ciudades, cientos de ocupaciones de universidades y escuelas, dando lugar a una jornada histórica el pasado 23 de marzo. Como señala Paul Morao de RP: “Se hace así realidad un escenario negro para el gobierno: lejos de desarrollarse al margen del movimiento de masas, como algunos analistas quieren hacer creer de forma interesada, la radicalidad y la espontaneidad se desarrollan en el corazón de la movilización, los trabajadores y la juventud, a partir de su experiencia con la política de la intersindical y como reacción a un poder autoritario, cuyo 49.3 parecía ser la mayor provocación.”
Huelgas de protesta y huelgas combativas: ¿qué hacer?
En su polémica con Kautsky acerca de la huelga general, el partido y los sindicatos, Rosa Luxemburgo establecía una diferencia entre las huelgas de “protesta” y las huelgas “combativas”. En el caso de las primeras, se trataba de acciones pacíficas, controladas por los sindicatos desde arriba para exigir cuestiones parciales al gobierno [5]. Mientras que las huelgas “de lucha” o “huelgas combativas” podían incluir a las huelgas de protesta como un momento parcial, pero se combinaban con la radicalización de sectores de masas. En esta polémica, Luxemburgo destacaba que la acción del partido era fundamental para impulsar esa radicalidad y darles una orientación política. Es decir, no se trataba de esperar pasivamente a que las “huelgas de protesta” se transformaran en “huelgas combativas”, sino que lo más importante era cómo actuar para impulsar esa perspectiva, agitando previamente la necesidad de la huelga general, impulsando la movilización y combatiendo a la burocracia en el propio transcurso de la lucha.
Salvando las importantes diferencias históricas, este debate nos permite reflexionar sobre la lucha de clases en la actualidad y el papel de las corrientes revolucionarias. Las burocracias sindicales francesas actuaron en todo momento para mantener el movimiento en el estadio de una protesta parcial, con “huelgas masivas pero pasivas”. Si esto no cambiaba, la lucha tenía garantizada la derrota [6].
Frente a este panorama, ¿qué tocaba hacer? Quien no señalara los límites del movimiento, solo podía adaptarse a las burocracias, a la lucha tal cual era. Como contracara, quien solo apuntara las limitaciones del movimiento, plantearía que, como eran huelgas llamadas por la burocracia, no tenían demasiada importancia. Dado que la lucha no era tal cuál nos gustaría que fuese, solo quedaba difundir de forma abstracta la idea del socialismo. A grandes rasgos, un sector de la izquierda francesa tomó la primera posición, asumiendo de forma acrítica la orientación de las burocracias sindicales, sin salirse de su “cronograma”, sin cuestionar su programa restringido y sus métodos. Otro sector, identificado con el autonomismo universitario, mantuvo una orientación sectaria con la lucha obrera. Sostenían que, como el movimiento estaba dirigido por las burocracias sindicales se trataba de un “no movimiento”. Proponían acciones separadas en las universidades y otras actividades “alternativas”. Una política que tampoco combatía a las burocracias, sino que, en todo caso, les dejaba el campo libre.
Sin embargo, era posible una tercera posición. Nuestros compañeros/as de RP, están interviniendo con una política activa para desarrollar el movimiento, combatir a las burocracias sindicales y generalizar la huelga como una huelga general política contra Macron. Esto no es un discurso, sino una batalla concreta, interviniendo en las movilizaciones, en las asambleas, en las ocupaciones y en los piquetes, poniendo todo el esfuerzo en agrupar a los sectores más combativos de la clase obrera y la juventud, aquellos que veían la necesidad de generalizar la lucha por medio de una huelga general reconductible contra el gobierno. Esto permitió, en las últimas semanas, dar forma a la “Red por la huelga general” con decenas de dirigentes sindicales combativos entre los ferroviarios, recolectores de residuos, docentes, y jóvenes precarios, junto a intelectuales de izquierda como Frederic Lordon o la actriz Adele Haenel y estudiantes universitarios y secundarios. El pasado 24 de marzo, la Red por la huelga general realizó una acción clave de solidaridad contra el desalojo de la refinería más importante de Francia, en Normandía, que está paralizada por sus trabajadores en huelga, viajando cientos de compañeros desde París y otras regiones hasta el piquete amenazado por la represión y las requisiciones. Este ejemplo es significativo no solo por ser una muestra de solidaridad obrera y militante, sino porque este sector representa una “posición estratégica” del movimiento obrero francés, que al paralizarse por sus trabajadores genera desabastecimiento de combustible y un efecto en cadena sobre el conjunto de la economía. Este sector de trabajadores de las refinerías es justamente uno de los más firmes en la lucha contra Macron y la lucha por una huelga reconductible.
Es decir, se trata de buscar establecer un puente entre las luchas actuales, considerando sus limitaciones y sus potencialidades, entre las demandas actuales y la conciencia actual, con una perspectiva de una mayor radicalidad, de una lucha generalizada contra el gobierno y contra el capitalismo. Y esto no puede hacerse desde una posición contemplativa. Es un combate encarnizado contra las burocracias sindicales y políticas. Porque, como dice Juan Chingo, “el principal obstáculo para que el “momento” prerrevolucionario se transforme en una situación abiertamente prerrevolucionaria, o más aun revolucionaria, es la dirección conservadora e institucional del movimiento obrero”.
En este momento, ese combate continúa con la propuesta de organizar “comités de acción” por la huelga general en todos los lugares de trabajo y estudio, sumando otras reivindicaciones a la huelga. Los comités de acción son una herramienta formidable para organizar a las masas en lucha, unificando a los sectores estratégicos que están en huelga con los sectores más precarios, a los ocupados con los parados, a los trabajadores, con los estudiantes y la juventud oprimida. Dicho de otro modo, son la vía para unificar la lucha defensiva de las masas trabajadoras, aumentando la conciencia de las masas en su propia fuerza para pasar a la ofensiva contra Macron y el Estado capitalista.
Sindicatos, reforma y revolución en la era imperialista
Retomemos la pregunta, ¿qué hacer ante un movimiento como el de Francia? La misma pregunta nos podemos hacer frente a la ola de huelgas que recorre Reino Unido, Grecia o Alemania, más aun en el marco de la guerra de Ucrania y las crecientes tensiones interimperialistas [7] Los compañeros/as del GKS señalan que no hay “márgenes para la mejora de las condiciones económicas, ya que la socialdemocracia y sus sindicatos tienen unos límites cada vez más evidentes para acordar el precio de venta de la fuerza de trabajo de la clase obrera”.
Podemos coincidir con esa definición general, pero es parcial. Que el capitalismo en su etapa de declinación imperialista deja cada vez menos márgenes para “reformas” y “mejoras económicas” es una definición elemental para el marxismo revolucionario desde sus orígenes contra todas las ilusiones del reformismo, pero insuficientemente determinada. Las condiciones excepcionales que hicieron posible un “Estado de bienestar” [8], restringido a algunos países, y durante un período muy acotado de tiempo, mostraron sus enormes limitaciones a fines de los años 70, con el salto en la crisis de acumulación capitalista. El período de la restauración neoliberal no resolvió esa crisis de acumulación, sino que, por medio de diversos mecanismos, logró tan solo eludir por un período y postergar hacia adelante la crisis. Esta se reabrió con nuevas y más importantes características en 2008. Desde entonces, y más aún con el regreso de la guerra a territorio europeo, estamos presenciando la apertura de una nueva etapa que, desde nuestro punto de vista, actualiza las condiciones de la época de guerras, crisis y revoluciones ya definida por Lenin y el marxismo revolucionario a comienzos del siglo XX, aunque con los rasgos propios del capitalismo del siglo XXI [9].
Ahora bien, ¿qué implicancias tiene esto para la lucha de clases en Francia en la actualidad? Pensar que, como el capitalismo no deja “márgenes para la mejora de las condiciones económicas”, no tiene mayor importancia intervenir en las luchas convocadas por los sindicatos sería un error totalmente sectario que nos aleja de la lucha de clases real. Pero, participar de estas luchas solo para “difundir la idea del socialismo”, en abstracto, también sería un error.
El editorial de Gedar plantea que “las luchas económicas deben integrarse en una lucha política más amplia; las mejoras de las condiciones de vida del proletariado deben conducir al desarrollo del poder obrero.” Y señala que “el proletariado sólo llegará a conseguir la paz cuando no tenga una oposición real; entre tanto, nuestro quehacer se basa en difundir la lucha a favor del socialismo” [destacado nuestro]. Entonces, ¿cómo hacemos, para que las huelgas adquieran un carácter político? ¿Haciendo propaganda socialista en pequeños círculos sin combatir en la lucha misma por una estrategia revolucionaria? Mucho tememos que esa sea la actitud del GKS.
Los compañeros/as señalan que las luchas parciales están condenadas a la derrota porque no hay salida progresiva en los límites del capital y la relación salarial. Esto obviamente es cierto en un plano histórico general. Pero esto no quiere decir que no se puedan conquistar triunfos importantes en múltiples huelgas parciales y más aún mediante huelgas generales, frenar planes de ajuste, o incluso hacer caer a gobiernos por los métodos de la lucha de clases. Y si esas luchas ganan o pierden, no da igual. Al contrario, son decisivas. Porque es en ese terreno en el cual la conciencia se desarrolla (no gradualmente, sino a saltos) y de lo cual depende la posibilidad de que la relación de fuerzas entre las clases cambie radicalmente, que se abran situaciones prerrevolucionarias e incluso revolucionarias. Pero también las derrotas pueden hacer avanzar la conciencia de sectores de la clase trabajadora, a condición de que se haya combatido con decisión. Si la derrota se produce sin combate no puede dejar lecciones revolucionarias, solo desmoralización.
La época imperialista está marcada por las crisis capitalistas, las guerras y (el retorno de) la lucha revolucionaria, lo que implica que los cambios bruscos están a la orden del día. Por ello, pensar la realidad desde rígidos esquemas preestablecidos, donde a un largo momento marcado por la “derrota” (el período actual, según parece, para el GKS) le sigue una fase de “acumulación de fuerzas y conciencia socialista” por fuera de la intervención en la lucha de clases real, para que en un futuro indeterminado esta fuerza acumulada gradualmente permita un vuelco socialista que derrote al estado capitalista, no solo es una concepción sectaria, sino que es una ficción.
Lucha de clases, lucha de estrategias y partido revolucionario
La lucha de clases en Francia aun no ha dado su veredicto. Con los límites de ser una organización joven y con fuerzas dinámicas, pero aún limitadas, nuestros camaradas de Révolution Permanente están luchando porque se desarrolle una perspectiva de hegemonía obrera que unifique las filas de la clase trabajadora para que el movimiento triunfe y derrote al gobierno capitalista. Como sabemos, los aparatos de las burocracias reformistas juegan el papel contrario. Este es un combate abierto.
Lejos de cualquier automatismo o fatalismo, la acción o inacción de las fuerzas políticas existentes, es parte determinante de la evolución de las situaciones y la relación de fuerzas. Y en este mismo sentido es determinante la existencia o no de una fuerza revolucionaria y cómo actúe (o no) en la medida de sus fuerzas. Por ello, incluso si hay explosiones extraordinarias de espontaneidad y lucha de clases, las derrotas o la pasividad no surgen de la nada: hay muchos actores que contribuyen de diferentes formas a construirla por acción o inacción. Después de las derrotas, los reformistas siempre ofrecen la misma explicación: que “las masas no lucharon”, que “no resistieron”, que “no dio la relación de fuerzas”, y cosas por el estilo. Pero las situaciones no se forman solo a través de la acción de las masas, sino también a través de la lucha de programas y estrategias, de la acción de sus partidos y direcciones, que a medida que las situaciones se han más agudas son cada vez más determinantes. Y en los momentos críticos, decisivas.
Si la lucha de Francia es derrotada o desviada de algún modo, los compañeros/as del GKS podrán decir que esto era lo esperable porque la lucha económica liderada por la socialdemocracia lleva a un callejón sin salida. Sin ánimo de ofender, hasta un reloj roto da la hora correcta dos veces al día. El problema estratégico es qué perspectiva alternativa se plantea en el combate mismo para que la lucha no termine en un callejón sin salida o, como diría nuestro compañero Matías Maiello, para que no se siga reproduciendo esa especie de ecosistema de reproducción de regímenes burgueses en crisis en los que las corrientes reformistas o los “populismos de izquierda” ofician de válvula de escape para un capitalismo cada vez más imposibilitado de consolidar nuevas hegemonías. [10] Al mismo tiempo, la lucha política y programática contra las burocracias en el terreno de la lucha misma es justamente una clave para que sectores avanzados de la clase obrera y la juventud hagan la experiencia con las direcciones reformistas y saquen conclusiones que los acerquen a las ideas socialistas y revolucionarias.
Volvemos a la pregunta inicial: ¿cuál es la táctica y la estrategia para que avance la lucha de clases actual hacia una perspectiva política contra el capital? Si la clave pasa por fortalecer una organización revolucionaria y socialista, entonces, ¿cómo lo hacemos? En el caso de Francia, pensamos que la clave pasa por intervenir de forma decidida en el proceso real de la lucha de clases. Pelear por una política de independencia de clase en lucha política contra las burocracias, el gobierno y los capitalistas, apostando por el desarrollo de la autoorganización y en perspectiva una estrategia soviética [11]
Nuestra corriente internacional se caracteriza por la jerarquía que le damos a la lucha ideológica, a la propaganda socialista, a la elaboración teórica y la actualización de la crítica marxista para pensar los desafíos del siglo XXI. Por ello en los diferentes países donde intervenimos impulsamos revistas teóricas, charlas y seminarios de marxismo, campus virtuales, editoriales militantes, etc. El debate de ideas es uno de los frentes fundamentales del combate. Pero la propaganda socialista no es suficiente para avanzar en la construcción de un partido revolucionario socialista [12] La justeza de la teoría revolucionaria debe ser demostrada y puesta a prueba en la experiencia práctica.
En Francia, Révolution Permanente cuenta con una fuerza material de cientos de trabajadores en centros de trabajo como entre los ferroviarios, trabajadores de la energía y docentes, junto a una dinámica corriente de jóvenes en las universidades e institutos. Una corriente que todavía es pequeña respecto de lo que se necesita en Francia -un partido revolucionario de la clase obrera-, pero que está emergiendo con mucha fuerza. Esta dinámica no es fortuita, es el resultado de combinar la defensa intransigente de un programa de independencia de clase y una estrategia revolucionaria contra el neorreformismo de Mélenchon (y el seguidismo al mismo del NPA), junto una intervención decidida en la lucha de clases de todo el período anterior.
Es justamente al calor de combates como los que atraviesan Francia en la última década y especialmente como el actual que se forjan las direcciones revolucionarias. En este caso, lo que se juega es la posibilidad de que pueda emerger una fuerte organización obrera revolucionaria y socialista en Francia. Toda posición sectaria y contemplativa frente a esta situación nada tiene que ver con la lucha por el socialismo. Como decía Trotsky frente a un movimiento más avanzado que el actual, como fue la huelga con ocupación de fábricas de 1936: “La organización que no encuentre apoyo en el movimiento huelguístico actual, que no sepa ligarse estrechamente a los obreros en lucha, es indigna del nombre de organización revolucionaria”. Este espíritu es el que guía la acción de nuestros camaradas de Révolution Permanente en Francia y de todos los que orgullosamente luchamos junto a ellos por la revolución obrera y el socialismo desde nuestra corriente internacional.
Esperamos que esta contribución polémica sea un aporte para profundizar en un debate estratégico que es tan urgente como necesario para reconstruir la izquierda revolucionaria y socialista en el Estado español y el resto del mundo.
[1] Reconocemos que es limitado, obviamente, establecer una polémica sobre un proceso tan profundo en base a un artículo tan breve como este, pero no hemos encontrado ningún otro análisis sobre Francia por parte del GKS hasta ahora, dos meses después del inicio de las movilizaciones.
[2] Para profundizar en estos elementos puede consultarse Esteban Rivera, “Sindicatos, autoorganización y política revolucionaria” o Juan Dal Maso, “Trotsky: marxismo y sindicatos”, entre otros.
[3] Ver León Trotsky, Los sindicatos y las tareas de los revolucionarios, Ediciones IPS.
[4] Sobre las elaboraciones de Antonio Gramsci, recomendamos la lectura de los trabajos de nuestro compañero Juan Dal Maso, El marxismo de Gramsci y Hegemonía y lucha de clases: tres ensayos sobre Trotsky, Gramsci y el marxismo, ambos de Ediciones IPS, así como los artículos “Trotsky y Gramsci: debates de estrategia sobre la revolución en ‘occidente’” y “Trotsky, Gramsci y la emergencia de la clase trabajadora como sujeto hegemónico”, de Emilio Albamonte y Matías Maiello, entre otros múltiples trabajos publicados en la red internacional Izquierda Diario.
[5] Josefina L. Martínez, "Rosa Luxemburgo, la fuerza de las ideas revolucionarias", Contrapunto, 13/01/2019, disponible en: https://www.izquierdadiario.es/Rosa-Luxemburgo-la-fuerza-de-las-ideas-revolucionarias
[6] Hasta aquí, podemos encontrar similitudes con el accionar de las burocracias sindicales en todo el planeta, lo que confirma el carácter profundamente conciliador de estas y su papel de garantes del orden capitalista existente. En el Estado español, no se convoca a una huelga general desde hace una década. En el caso de la burocracia sindical francesa, se pusieron a la cabeza de la lucha, solo porque percibieron que el malestar era muy profundo, que había mucha rabia por abajo. Así, intentaron controlar mejor el movimiento, para evitar que se fuera más allá.
[7] Para una reflexión sobre las huelgas actuales y la lucha contra el militarismo imperialista, recomendamos el artículo "Vuelve la lucha de clases en Europa a un año de la guerra de Ucrania" de Santiago Lupe.
[8] Valga decir que no se puede entender el llamado “boom” de la posguerra, sin considerar condiciones como la destrucción masiva de fuerzas productivas en la Segunda guerra mundial. Tampoco se puede explicar este período de relativa estabilidad capitalista en el centro imperialista sin tener en cuenta la importancia de los pactos de Yalta y Postdam entre las potencias imperialistas y la burocracia estalinista que permitieron derrotar y desviar los procesos revolucionarios en los centros capitalistas más importantes, y relegarla a la periferia donde no podían evitarla.
[9] Para un análisis de la dinámica de la nueva etapa internacional recomendamos leer el artículo de Matías Maiello y Emilio Albamonte, "Más allá de la ’Restauración burguesa’: 15 tesis sobre la nueva etapa internacional en contrapunto con Maurizio Lazzarato".
[10] Para profundizar sobre este concepto recomendamos el libro "De la movilización a la revolución" de Matías Maiello, recientemente publicado por nuestra editorial. En este trabajo, el autor se adentra en una serie de contrapuntos con las elaboraciones de Ernesto Laclau sobre la articulación populista y la idea de que la ampliación del campo de la hegemonía depende de la pérdida del carácter de clase de las demandas, así como los intentos de reconstruir una “socialdemocracia de los orígenes” de autores como Eric Blanc, Bhaskar Sunkara o Vivek Chibber. A partir de una revalorización del pensamiento estratégico, Matías Maiello recupera la noción de “programa transicional” sistematizada por León Trotsky y revisita los debates que, en torno a estas problemáticas, han atravesado al marxismo desde sus orígenes, para repensar la perspectiva socialista hoy.
[11] Para un mayor desarrollo sobre la cuestión estratégica en el marxismo revolucionario recomendamos leer el libro “Estrategia socialista y Arte Militar”, de Emilio Albamonte y Matías Maiello, publicado por nuestra editorial, Ediciones IPS (2017).
[12] Para profundizar sobre el carácter estratégico de la construcción de un partido revolucionario, recomendamos el artículo "Partido, estrategia revolucionaria y perspectiva socialista en el siglo XXI" de Diego Lotito.
Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.