El hilo investigativo que caracterizó al biólogo tuvo un importante puntapié con las observaciones en ojos de rana llevadas a cabo en el MIT en 1959. Los hallazgos llevarían a Maturana más tarde a formular su concepto de autopoiesis de profundas implicancias en diversas áreas de la ciencia.
Sábado 8 de mayo de 2021
Intentar definir lo que significó el aporte de Humberto Maturana resulta una tarea difícil. Simplemente consideremos que las ideas del científico “experto en nada” influyeron en campos tan diversos como la biología, la neurociencia, las ciencias cognitivas, la teoría de sistemas o la sociología. Sin embargo, a continuación se hará una aproximación a lo que significó el trabajo del destacado pensador.
Maturana como biólogo
En 1959, Maturana formó parte de un equipo de investigadores liderados por el científico Jerome Lettvin. El experimento que tuvo lugar en un sótano del MIT, consistió en hacer observaciones y mediciones de los nervios ubicados en la retina del ojo de una rana, y dio como resultado uno de los papers más citados de la ciencia: “What the Frog’s Eye Tells the Frog’s Brain” (Lo que el ojo de la rana le dice al cerebro de la rana).
Antes de la publicación de este texto, se tenía la noción de que le ojo animal era un órgano que simplemente transmitía información “en bruto” al cerebro. Se suponía que la interpretación del mundo tenía lugar exclusivamente en el cerebro. Sin embargo, los resultados del experimento concluyeron que el ojo envía información ya altamente organizada e interpretada al cerebro. En otras palabras, se puede decir que el los investigadores concluyeron que el ojo no representa la realidad, sino que la construye. Un verdadero hallazgo para el naciente campo de la neurofisiología.
Maturana, al extrapolar los hallazgos de este experimento al funcionamiento del cerebro y sistema nervioso humanos, se convenció de que cualquier explicación de la cognición debe tener en claro que el mundo que percibimos es principalmente como resultado de la estructura de nuestro cerebro y sistema nervioso (del cual los ojos forman parte). A partir de ello, Maturana se pondría en busca de una definición de lo que constituye la vida y la cognición.
Autopoiesis y cognición
En los años 60, el ahora neurocientífico se adentró en los estudios de la percepción del color, publicando papers consecutivos relacionados con la biología de la cognición. Sin embargo, con cada publicación fue surgiendo un problema, en palabras del autor:
«Entré en una situación en la que mi vida académica quedó dividida y me orienté hacia la búsqueda de respuestas a dos cuestiones que parecían conducir en direcciones opuestas, a saber: ¿Cuál es la organización de lo vivo? y ¿Qué sucede en el fenómeno de la percepción?»
Pasó casi una década en que Maturana estuvo debatiendo estas dudas, hasta que dio con una explicación común para ambas. La clave para ambos puzzles pasaba por comprender la “organización de lo vivo”. En esta búsqueda, Maturana congenió con su entonces alumno, Francisco Varela, y juntos comenzaron a desarrollar la teoría de la autopoiesis. En síntesis, la autopoiesis es un modo de organización en que las partes de un sistema están encargadas de reproducir esas mismas partes, de manera circular y al mismo tiempo delimitándose del medio en que habita. Esta postulación ha sido ampliamente discutida, a favor y en contra, en la literatura científica en campos como la cibernética, teoría de sistemas o sociología.
La aceptación del “otro”
Por definición, la autopoiesis da cuenta de sistemas discretos (separados de su medio). Entonces, para aproximarse al problema de este “aislamiento”, Maturana y Varela postularon que el ser humano tiende puentes a través del lenguaje, reconociendo al resto de los seres humanos como un iguales, en lo que que definen como un acto de amor:
«Este acto se llama amor, o si no queremos usar una palabra tan fuerte, la aceptación del otro junto a uno en la convivencia. Éste es el fundamento biológico del fenómeno social: sin amor, sin aceptación del otro junto a uno no hay socialización, y sin socialización no hay humanidad.»
Esta visión acompañó a Humberto Maturana a lo largo de su vida y configuró un eje permanente en sus intervenciones públicas.
Maturana como sujeto político
Hacia el final de sus días, en su rol de científico consagrado, Humberto Maturana no fue reacio a hacer públicas sus posturas políticas. Conocida es su postura a favor del aborto, en acuerdo, pero no recomendándolo: “Para mí, es una acción legítima que ella o la familia decidan perder un bebé que no desean. Es un embrión destinado a sufrir la negación, porque no se le quiere. Y se hace más daño teniendo un hijo a la fuerza que no teniéndolo. Ahora, decir que el aborto es legítimo no me inhabilita para señalar que, en el fondo, es un acto sagrado, porque es una vida por otra vida. (...) Y quien debe decidir, por supuesto, es la mujer, porque se trata de su vida y de su cuerpo”.
En cuanto a temas tan trascendentales como la revuelta de Octubre de 2019, Maturana tuvo posiciones contradictorias. Por un lado, el científico estuvo de acuerdo y encontró legítimas demandas tan sentidas como el derecho a una salud digna. Sin embargo, se mostró en contra de las formas más agresivas de manifestación: “pienso que la violencia no tiene que ver con la queja, la queja de no haber sido escuchado o no haber tenido presencia en la comunidad es distinta a la violencia que se ha producido. Esa violencia para mi, no es queja, es otra cosa, es vandalismo, es otra cosa.”
A modo de cierre, podemos considerar que el legado del Humberto Maturana es grande como el de pocos. Influyendo en una diversidad de áreas científicas, y abogando por la construcción de comunidades basadas en el amor y en el respeto mutuo, en armonía con el medio ambiente. Mantener y realzar ese legado pasa, ineludiblemente, por acabar con un sistema socioeconómico que no está basada ni en el amor ni en el respeto hacia el otro.