Los capitalistas y su Estado buscan incesantemente abaratar el valor de la fuerza de trabajo del obrero. El combate entre inflación y salarios es parte de esa guerra entre las clases antagónicas.
Pablo Anino @PabloAnino
Miércoles 28 de septiembre de 2016
"Con la baja de la inflación se mejorará el poder adquisitivo del salario", dijo el actual ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay. Pero en 2016 el salario real perderá entre 5 % y 10 %, según cómo evolucione la inflación hasta fin de año.
El ministro quiere aprovechar que estos meses la aplicación de algunos tramos de los aumentos del salario nominal pactados en paritarias superará a la inflación para cerrar la discusión salarial hasta el año próximo.
El ex empleado de la JP Morgan, después de que el salario cayó durante todo el año, pretenden echar mano a la “ilusión monetaria” en los últimos meses de 2016, cuando lo perdido, perdido está.
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No es un recurso novedoso. Lord John Maynard Keynes, el famoso economista británico, afirmaba que los trabajadores sufrían algo así como “ilusión monetaria”.
Esto significa que su conducta está determinada en mayor medida por el salario nominal (el dinero que se recibe cada mes por trabajar) y en menor medida por el salario real (las mercaderías y servicios que se pueden comprar con la remuneración mensual).
En su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, una obra del año 1936, afirmaba que “puede suceder que, dentro de ciertos límites, lo que los obreros reclaman sea un mínimo de salario nominal y no de salario real.” (Fondo de Cultura Económica, 2005, Buenos Aires, p.28).
A lo que agregaba que “la experiencia diaria nos dice, sin dejar lugar a duda, que, lejos de ser mera posibilidad aquella situación en que los trabajadores estipulan (dentro de ciertos límites) un salario nominal y no real, es el caso normal. Si bien los trabajadores suelen resistirse a una reducción de su salario nominal, no acostumbran abandonar el trabajo cuando suben los precios de las mercancías para asalariados” (p.28).
Keynes buscaba las fórmulas económicas para salvar a un capitalismo en profunda crisis durante la década de 1930. Y su Teoría general, una suerte de obra inicial de la economía heterodoxa, constituía una profunda crítica a la teoría económica ortodoxa de la que se deducía que la reactivación debería ser precedida por una caída de salarios nominales.
En el convulsionado panorama social de aquella década de crisis, guerras y revoluciones, atacar las condiciones de vida de los obreros bajando los salarios nominales, si bien era una necesidad para la burguesía, en sus peores sueños podía abrir el camino al aterrador fantasma del comunismo.
La más sutil propuesta de Keynes buscaba avanzar por las líneas de menor resistencia de la clase obrera para lograr los mismos resultados: por cada punto que la inflación le gana al incremento de salarios los capitalistas como clase embolsan una parte mayor de la torta de la riqueza social que se produce cada año. Una riqueza que, es importante remarcarlo, se produce íntegramente por el esfuerzo de los trabajadores.
Desde entonces Lord Keynes se transformó en una referencia para gran parte de los economistas “progres” del mundo y de estas pampas, como el ex ministro de Economía y Finanzas Públicas, Axel Kicillof, que realizó su tesis doctoral sobre la obra del economista británico.
Una curiosidad adicional: en 2014, la devaluación de Juan Carlos Fábrega al frente del Banco Central y de Axel Kicillof al frente de Economía arrojó al final del año una pérdida del poder adquisitivo del salario del 5 %, similar a la que se experimentará este año si sostiene la desaceleración inflacionaria (algo que no está para nada garantizado).
Como lo develó Carlos Marx, el capitalismo es un régimen social de explotación donde toda la riqueza la genera el trabajo de los obreros y la ganancia no tiene otro fundamento que el no pago de una porción de ese trabajo por parte de los empresarios.
Marx afirmaba que “ni el salario nominal, es decir, la suma de dinero por la que el obrero se vende [su fuerza de trabajo, NdR) al capitalista, ni el salario real, o sea la cantidad de mercancías que puede comprar con este dinero, agotan las relaciones que se contienen en el salario. El salario se halla determinado, además y sobre todo, por su relación con la ganancia, con el beneficio obtenido por el capitalista: es un salario relativo, proporcional” (Karl Marx, Trabajo Asalariado y Capital, Anteo, 1974, Buenos Aires).
Todas las relaciones que contiene el salario no están de ninguna forma expuestas a la vista y comprensión de trabajadoras y trabajadores. Con la ventaja de esas formas “ocultas” bajo las que funciona el capitalismo, los empresarios y su Estado recurren a todo tipo de artilugios para mejorar la situación de las ganancias frente a los salarios.
Detrás del mantra de la “productividad”, la “competitividad” y el “alto costo salarial”, en nuestro país los capitalistas buscan nuevamente producir un cambio histórico en la relación entre salarios y ganancias. Debido a la relación de fuerzas existentes entre las clases por ahora recurren a los edulcorados mecanismos de la “ilusión monetaria”.
Desde el punto de vista obrero, la batalla por la defensa del salario debe ser aprovechada como una tarea preparatoria en la perspectiva de acabar con este sistema de explotación.
Pablo Anino
Nació en la provincia de Buenos Aires en 1974. Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La Izquierda Diario.